Las burlas de Luis González Seara a los que advierten contra la masonería en CAMBIO16 molestan a FUERZA NUEVA

Todo parece indicar que los masones están de vuelta. Mejor dicho, reaparecen, porque, en verdad, nunca se han ido. Los masones dan la impresión de ser gentes corrientes, pacificas, pero su malignidades indudable. Cuando menos se piensa dan el salto del tigre. Ustedes habrán observado que, a veces, a ciertos alcaldes les entra la manía de plantar acacias en paseos y avenidas. ¡Cuidado! Ese alcalde tiene todas las trazas de ser un masón peligroso. Sin duda, él vendrá con la coartada del amor a los árboles, la defensa del paisaje y el medio ambiente, su papel anticontaminador y otras zarandajas. Pero todos sabemos que la acacia es un símbolo masónico.

Otras veces, el masón aparece en forma de profesional modernizador, aferrado a la regla de cálculo. En cuanto usted se encuentre con alguien de esa calaña, no haga caso de las pedantescas referencias del ‘modernizador’, que aprovecha cualquier discusión para sacar arteramente del bolsillo su regla de cálculo y estimar sobre la marcha el crecimiento del coste de la vida o el porcentaje de analfabetos. Ese es el pretexto pero la motivación profunda es la exhibición proselitista de un símbolo masónico, la regla, que en unión de la escuadra y el compás resultan indispensables para constituir ya sea el templo, ya sea una sociedad diabólica. Y, por supuesto, desconfíe usted también de toda columna o esfera que se encuentre en su camino. ¿Qué descubre usted en la sala de estar de su amigo unas columnitas como soporte de una mampara? ¡Masón a la vista! ¿Que en un despacho, so pretexto de amor a la geografía, proliferan las esferas! ¡Secta presente! Y no se descuide usted. Averigüe en que dirección están orientadas las alfombras y en qué medida en la reunión se habla del sol y de la luna. Si por casualidad su amigo es de esos pelmazos que amenizan las veladas con poemas y le da por recitar a Leopardi, pongamos por caso, con aquello de:

Che fai, tu, luna, in cieli dimmi, che fai. Silenziosa luna?

Salga usted disparaod hacia la comisaria de policía más próxima y denuncie, sin dudarlo, el cenáculo masónico que acaba de descubrir.  (…)

En la revista CAMBIO16 del 15-21 del pasado julio, Luis González Seara, presidente del Consejo de Administración de la misma en sus páginas amarillas, y en un recuadro con una foto algo oblicua publica un artículo titulado ‘Vuelven los masones’. El tono del artículo pretende ser humorístico. Pero no todo el mundo es Muños-Seca, Jardiel Poncela o un Álvaro de Laiglesia. Se trata de un humor mínimo, que merecería el comentario de aquella greguería de Gómez de la Serna: «El rayo es una especie de sacacorchos encolerizado». González Seara está muy nervioso, con tipografía de conflagración, que desconoce que el verdadero humor ‘tiene la elegancia de no gritar nunca, y también la de no prorrumpir en ayes», como lo definía Fernández Flórez.

La defensa de Luis González Seara está motivada porque a él le parece que la alusión a la masonería no tiene sentido. A su manera, intenta ridiculizar a Julio Rodríguez, exministro de Educación Nacional, a Girón, a Blas Piñar, y a cuantos señalamos el peligro masónico.