2 diciembre 2015

Rajoy rechazó, en cambio, ir a los debates presidenciales de EL PAÍS o Atresmedia

Los candidatos Mariano Rajoy Brey (PP) y Pedro Sánchez Castejón (PSOE) aceptan ir en campaña al programa de Bertín Osborne en TVE ‘En Tu Casa o en la Mía’

Hechos

‘En Tu Casa o en la Mía’ de TVE entrevistó el día 25.11.2015 a D. Pedro Sánchez Castejón y el día 2.12.2015 a D. Mariano Rajoy Brey.

26 Noviembre 2015

Política de amiguetes

Íñigo Domínguez

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Pedro Sánchez estuvo en el programa de Bertín Osborne en la mejor entrevista que le han hecho. Quizá porque evitaron hablar de política

Con En la tuya o en la mía pasa eso tan desasosegante de que temes que te esté gustando, cuando intuyes que no debería. Se siente uno muy a gustito. Debe de ser algo genético, la fascinación de ver casas de los españoles, de observar por la mirilla cómo se relacionan los famosos, asimilada en las mitocondrias por décadas de lecturas del Hola. En TVE no se esperaban seguramente el éxito de una fórmula que en principio puede sonar casposa, pero ahí arriba hay alguien que nos debe de conocer muy bien, mejor que nosotros mismos, por eso es la televisión de todos. Es un formato confortable, en una casa que es claramente de derechas, y casi mejor. Apuesto que Rajoy se sentirá como en la suya. No sé cómo saldría el programa en una casa de izquierdas, se plantearía el dilema de la ostentación. Con Bertín eso no es un problema. Venga salones, billar, sillas de montar y mesa de pimpón. Profusión de aspersores y lirios. Pero con Pedro Sánchez estuvo austero, en su chalé racionalista de Madrid, para no avasallar. El líder socialista entró con reparo, mirando para arriba. Solo le faltaba un paquetito con pastas. Es normal que a Bertín le hayan prohibido invitar a Pablo Iglesias.

El anfitrión recibe con camisa de cuadros a los colegas de risas (Morancos, Cordobés, Pablo Alborán), pero para los huéspedes serios (Suárez Illana, Carlos Herrera, Mariló Montero, Carmen Martínez Bordiú) se pone la de las visitas. Sánchez tuvo suerte: le tomó en serio, no era de cuadros. Aunque quizá esto estuviera pactado. Además no eran amigos. Cuando en El hormiguero le preguntaron a Bertín si votaría al PSOE casi se atraganta de la risa y dijo que dudaba de que ese “tío joven” tuviera “solidez para ser presidente del Gobierno”. Pero ya teniéndolo en casa no hubo nada de mal rollo. En cuanto a amabilidad con los invitados el programa es más pornográfico que Contacto con tacto, el espacio guarrete que Bertín presentaba de farra en Telecinco en los noventa. Siempre ha ido muy sobrado, y la gente se lo agradece. Triunfa entre aquellos que le colocan en la misma categoría que Julio Iglesias o Silvio Berlusconi: este tío es un crack, dicen.

“Deberiáis humanizaros”, le aconsejó Bertín a Sánchez. Nunca lo hubiera dicho. A Sánchez había que pararlo: reveló la hora que se levanta y la que se acuesta, que antes tenía solo dos o tres camisas, que su primera novia a los 14 fue una italiana y se llamaba Francesca, y que cuando era adolescente bailaba break dance en Azca. Si alguien encuentra esas fotos le hunde. Hablaron mucho de ligar, se veía venir. A los dos minutos ya estaban charlando sobre la presión con sendos cojines amarillos en la entrepierna. Cuando se metieron en las batallitas de la mili y salieron amigos comunes –Trini Jiménez, el padre Ángel- aquello estaba hecho: ya eran amiguetes. Sánchez sonó poco sincero varias veces, como cuando le preguntaron lo que creía que la gente pensaba de él, y en cambio debe mejorar su sonrisa espontánea. Pero con eso y con todo estuvo muy suelto y ha sido la mejor entrevista que le han hecho, signifique eso lo que signifique para la prensa o para el propio Sánchez. Quizá porque le evitaron hablar de política, que a lo mejor es donde patina más.

01 Diciembre 2015

Cojines amarillos

Boris Izaguirre

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Bertín Osborne está en un momento dulce de su carrera y Pedro Sánchez, más bien, en uno crucial

Resulta muy entretenido que la televisión sea el escaparate, batidora de ideas y agitador de la contienda electoral. Me ha encantado comprobar que Bertín Osborne y Pedro Sánchez tienen en común la masculina necesidad de colocarse un cojín entre las piernas cuando hablan a calzón quitado. Llamó la atención que los cojines fueran iguales y amarillos: demuestra que en esa decoración hay una querencia por la simetría. Soy enemigo de tanta simetría en la decoración, ese recurso solo es admisible en palacios como Versalles. Reducida a un salón, se vuelve mediocre.

La exposición televisiva de los candidatos a presidentes genera debates tan interesantes como: ¿Qué incita tanto a dos varones a ponerse un cojín entre las piernas mientras hablan? Posiblemente tenemos una incomodidad con la entrepierna. Una inseguridad o una necesidad ancestral de proteger o cubrir esa parte de la anatomía. A veces creo que es carencia de amor maternal o una sobredosis de ello. Pero es curioso que dos personas de edades e ideologías distintas como Osborne y Sánchez compartan esa querencia por el cojín. Bertín está en un momento dulce de su carrera y Pedro más bien en uno crucial. Y el amarillo del cojín, un color controvertido, tiñe la magia televisiva en campaña electoral. Transforma cualquier discurso en entretenimiento. Se ha sustituido el debate político por la humanización del candidato. Y sin debate los candidatos se vuelven personajes y el voto un intercambio de simpatías.

El entretenimiento se ha convertido en una almohadilla protectora para nuestros políticos, un salvavidas. A lo mejor Sánchez necesitaba ese airbag para frenar las palabras del barón socialista Emiliano García-Page, pronunciadas durante un desayuno público en el Hotel Ritz, el preferido de Carolina Herrera cuando está en Madrid. García-Page aseguró que el problema del PSOE es que “no tiene, no tenemos claro qué errores hemos cometido”.

Tras el paso por El hormiguero de Albert Rivera, han criticado a Pablo Motos que hubiera estado más simpático con él que con Pablo Iglesias. Una sonrisa de más en un programa de humor puede generar gruñidos en las redes. Rivera, encantado, sonríe como si estuviera a punto de comerse un buen trozo de pastel. Quizás debería recortar el largo de sus trajes. El que lució en El Hormiguero le daba un aspecto como de miembro de los Avengers en plan civil. Con acortar un poquito la americana, estrechar las solapas y el escote, Rivera se vería más bien como Enrique Ponce cantando en una boda de tronío, donde cada vez se cuentan más votos a su favor.

Es cierto que ahora, en la era de los cojines protectores, el discurso se propaga hacia los tejidos y la piel hasta difuminarse por completo. Es un recurso bien pensado: hay que caer bien sin concretar nada. Además, evita que veamos al presidente desgastarse en situaciones más agresivas. Es muy soberbio por parte de Rajoy el no acudir a ningún debate, pero también es favorable a la moda de los programas como cojines protectores. “¿Para qué ir a un debate a pasarlo mal si puedo mostrar mi lado humano con Bertín o María Teresa?”, nos parece decir detrás de su puro. Con María Teresa nos deleitará recordando fútbol y boleros, algún momento ye-yé y con Bertín podrían hablar sobre la situación penal de Isabel Pantoja, que ya ha cumplido la mitad de su condena. La reina de la copla, que arremolina votantes, a lo mejor vuelve a casa a tiempo para las elecciones y también para Navidad. La gran duda sobre su libertad es si conservará las amistades que ha hecho en el centro penitenciario. En especial esa directora de Alcalá de Guadaira, que ha sido su apoyo, su cojín amarillo, en estos duros meses de prisión antes de sentarse en un plató de televisión.

Otro tema de conversación entre Bertín y Mariano podría ser lo de moda que está Barcelona y su club de fútbol. Madonna hizo sus dos conciertos allí y aprovechó para agarrarse a Jon Kortajarena como si fuera el nuevo cojín de toda una generación. Los fans comentaron que se emocionaron cuando la reina del pop pronunció Kortajarena sin equivocarse. Un día antes, la 6ª Gala de la Fundación Lucha contra el Sida recaudó más de 800.000 euros e impuso su alfombra roja como uno de los eventos del año en la ciudad. Tenía de todo, desde Albert Rivera sonriendo hasta Eugenia Martínez de Irujo disfrutando. La constatación que esta temporada el glamour se ha vuelto un cojín amarillo, tan importante para la alta sociedad y la política como para la televisión que nos da la comodidad que necesitamos.

03 Diciembre 2015

Zona de confort

Íñigo Domínguez

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Rajoy estuvo tan a gusto con Bertín que hasta admitió que durante la crisis no explicó nada o lo explicó mal, pero todo resultó muy lógico, lo normal

Lo primero que le dijo Bertín Osborne a Mariano Rajoy, cuando entró en su casa con una botella de Albariño, fue que una vez bebiendo ese vino casi le vomita encima a Fraga. Estaba claro que eso a Mariano no le iba a pasar. Nos quedamos con las ganas de saber la historia, porque el anfitrión, esta vez, no consiguió que la cosa fuera de chistes y codazos cómplices. El presidente casi le durmió en el salón de su propia casa. «Hay buena temperatura», dijo al entrar, y se quitó la chaqueta. Se sintió de inmediato en su zona de confort, un término psicológico que se suele utilizar para decir a alguien que salga de ella, azuzarle para que no se acomode en su burbuja y arriesgue un poquito. Rajoy de ahí no se mueve, por eso sí va a casa de Bertín, o al hogar del pensionista de Olmedo. Para las cosas raras manda a Soraya, que baila y monta en globo. Es como el poli aburrido y el poli gracioso:

– Soraya maja, me dicen aquí los asesores que esta semana te toca hacer guerra de bolas de pintura.

– Mariano, me viene fatal, acabo de salir de la peluquería. ¿No se puede hacer otra sesión de fotos de mujer fatal?

– No te metas en mi terreno, para presidente fatal ya estoy yo.

Rajoy ahondó en casa Osborne en lo que mejor le sale, el despiste. Descubrimos que es capaz de estar solo en un gimnasio con Obama y enterarse a los quince minutos y que una vez hasta le birlaron un décimo premiado del gordo de Navidad. Bertín tampoco se había enterado de que hay AVE a León, o eso quería hacer creer al espectador: «¿Pero qué me estás contando? Joder, joder». Una de sus frases favoritas para crear tensión dramática. Pero nada. Tenía que exagerar las emociones porque aquello era más monótono que la carta de ajuste. «¿Hay algo que te gustaría que la gente descubriera hoy de ti?», le preguntó. «Que me conozcan más». Era para salir corriendo.

Bertín se aplicó a fondo y se tiró a lo familiar. Lo que pasó es que hablaron mucho de difuntos y cosas tristes, y aquello no despegaba. Pero lo cierto es que no hubo grandes momentos de vergüenza ajena, que no es poco en estos tiempos televisivos, salvo en los embarazosos momentos musicales del programa. Rajoy resultó un tipo sereno y razonable. Lo normal. Como un amigo de tus padres con el que compartes una conversación plácida e intrascendente en una mesa esquinada de una boda. En la esquinita de abajo de la tele ponía «+7», el límite de edad autorizado, pero lo podía ver un bebé, que además hubiera caído redondo.

Rajoy no decepcionó porque dejó caer esas frases suyas de maestro de la obviedad y el retruécano involuntario: «He conocido España, por eso me siento español»; «No he sido de muchas novias, he sido de lo que me dejaran»; «Tengo una tendencia que me reprocha todo el mundo de no ir a ningún sitio»; «España es un país donde hay muy buena gente. Un país de primera división»; «Yo he estado en China, coño». «Para mí ser presidente de mi país es la pera». Su interlocutor asentía y siempre estaba «completamente de acuerdo». Por cierto, que siempre queda esa sensación rara de por qué demonios Bertín conoce a todo el mundo y qué pinta en todos los saraos. Va con el hermano de Rajoy en el séquito del Real Madrid a Munich y cena el otro día con el exalcalde de La Coruña.

Rajoy habló bien de Felipe González, se lleva bien con Zapatero, dijo que Rubalcaba es un señor. Lo normal, siempre lo normal, nada le altera. El confort tuvo el efecto balsámico de relajar a Rajoy y al final confesó a Bertín algo que nunca le habría dicho a un periodista, porque allí no les oía nadie. Se sinceró sobre los momentos más duros de la crisis: «Los primeros tiempos en el Gobierno yo no explicaba nada. Seguramente me explicaba mal, ni me expliqué. Tenía mil líos». Habló de «momentos enormemente duros, muchos, muchísimos» al borde del rescate. «Aquella época fue espantosa», concluyó, pero no había alternativa, él solo hizo lo normal, lo que hubiera hecho cualquiera. Contar lo jodido y cansado de gobernar, buscando la comprensión, ha sido el mensaje clave de campaña que Rajoy ha colado en un ambiente hogareño, donde todo se entiende.

Cuando acabó el momento tresillo y pasaron a la cocina el líder del PP estuvo más gracioso, aún más distraído. Y también tuvo retranca que le pusieran a jugar con el Barça en el futbolín. La actividad lúdica elegida era previsible, aunque uno podía esperarse algo tan inocente que ya te lo imaginabas con Bertín mirando a los nabucodonosorcitos en una maceta, como Epi y Blas. «Eres exactamente como me esperaba que fueras», concluyó Bertín. Los nabucodonosorcitos, criaturas minúsculas y atolondradas, dice Wikipedia, a menudo, tenían que afrontar difíciles decisiones como ir al zoo en menos de tres días, salir de una habitación o colgar un cuadro en la pared. Pero vivían felices en su zona de confort y al final todo salía bien, salvo alguna cosa.

03 Diciembre 2015

Joder, joder, joder

Manuel Jabois

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Con los dos protagonistas en la cocina el programa de TVE empezó a cerrarse en torno a la idea de la España esencial

“España es un país en el que hay muy buena gente”, dijo Bertín Osborne. Rajoy asintió: “Es verdad”. El intercambio de golpes no se quedó ahí. Desatado, Bertín soltó la estocada: le dijo a Rajoy que era la primera vez que escuchaba a un político no hablar mal de la oposición. Rajoy encajó el golpe como pudo y se dirigió tambaleándose a la cocina a abrir la empanada y ponerse a beber vino. “Rajoy está saliendo airoso”, escribí en Twitter en ese momento, y el Partido Popular le dio a “me gusta”. Ya estábamos todos.

Con los dos protagonistas en la cocina el programa empezó a cerrarse en torno a la idea de la España esencial, esa que lleva fraguándose en casa de Bertín y de millones de españoles para decidir elecciones a su antojo según los tics cercanos de sus candidatos. Hombres cocinando como algo semidivertido y loco, reprochándose su torpeza mientras advierten que sus mujeres les van a llamar paquetes por no saber cocer mejillones. La conversación suavemente masculina que mantenían echados como sultanes en un sofá y en la que Bertín avisa de que las fechas importantes de la relación «las mujeres no las olvidan» .

El espectáculo fue un ejercicio de naturalidad, el mayor que ha hecho hasta ahora un candidato. La voz en off de Bertín, como la de Primitivo en El precio justo, anunció que Rajoy había dejado una vida cómoda de registrador (sin estrenar, más bien) para salvarnos las almas. Después se dejó paso a la charleta, que giró en torno al gran asunto de dos españoles a punto de conocerse: los sitios en los que han estado. Esa base sólida sirvió para trenzar una empatía difícil de erradicar: la de las casualidades. Bertín, cuando descubría que había estado en el mismo pueblo que había visitado Rajoy, se rompía en carcajadas. Inclinaba el cuerpo hacia atrás, sorprendido de tamaña locura, y luego lo volcaba hacia adelante como si le fuese a dar un bocado al presidente.

Los lugares, los restaurantes, las gentes. Las increíbles coincidencias de la vida. Cuando Rajoy dijo que en un paseo de tres alcaldes uno había pinchado (“no voy a decir el nombre”), se echó en falta añadir que son cosas que “solo pasan en España”. Para cauterizar sus asombros Bertín usó la expresión “joder, joder, joder”, que no abandonó en toda la noche pues por momentos parecía tener delante a Monty Python. Era tal la sorpresa que mostraba cuando Rajoy le decía, con los ojos como platos, que hubo buen tiempo el 28 de diciembre, que si en ese momento aterrizasen marcianos en el jardín Bertín se los hubiese quitado de en medio al grito de “iros a la mierda, que hubo solazo en diciembre”.

En la tuya o en la mía tiene un nombre alentador; la broma suave, pícara, destinada a enganchar al gran electorado. Todo lo que sucedió ayer en casa de Bertín Osborne tenía ese sentido práctico. Incluso el pase obsesivo de las fotos familiares de Rajoy que estaban por todo el salón y que Bertín no sacará en 40 años. Esa casa es el verdadero termómetro electoral del país. Solo hay que saber dónde está la risa de Bertín para saber dónde está España: en “las pelotas las tengo yo” (carcajada). O en el detalle de avisar de que empezaban las preguntas personales dos minutos después de interesarse cuatro veces por la muerte del hermano de Rajoy, como si aquello estuviese en el programa electoral.

De ahí que a esa atmósfera, la atmósfera alejada de élites y gurús, la que cosecha burlas en redes sociales y miles de votos fuera, se acercase también Pedro Sánchez y quieran acercarse todos a ser entrañables y despistados. Que Rajoy terminase delante de un futbolín preguntándole a Bertín si quería presentarse a alcalde de Jerez no sorprende más que el hecho de que Bertín dijese que ya estuvo a punto de hacerlo; ni de que, de haberlo hecho, hubiese ganado de calle con sus propias siglas bertinescas. Anticipo del «joder, joder, joder» que escucharemos en los recuentos del 20-D.

05 Diciembre 2015

Investidura

Enric González

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FALTA mucho aún para las elecciones. Digan lo que digan los sondeos, en las próximas semanas podría producirse algún acontecimiento sensacional, alguna catástrofe imprevista que diera un revolcón a las tendencias. Me refiero, por ejemplo, a que Bertín Osborne lanzara una proclama a favor de tal o cual partido, en cuyo caso los beneficiarios tendrían prácticamente asegurada una mayoría absoluta.

De momento, lo único que resulta diáfano es la extinción del debate. Hace ya años que se le perdió de vista en las Cortes y no cabe esperar su regreso. Los líderes políticos no debaten. Prefieren ofrecer espectáculo, entretenimiento e intimidades ñoñas en espacios televisivos. Pero, como sabemos en Cataluña, existe un más allá. Existen números circenses mucho más escalofriantes, bochornosos, moral y económicamente ruinosos, y, sin embargo, tan adictivos como esos programas de televisión que generan vergüenza ajena y no podemos dejar de mirar. Son los números de porno-trapecio previos al pacto de investidura.

¿Se han fijado en lo de Mas, ese señor de derechas, con la CUP? Menos a un número de burlesque tapándose las partes púdicas con un abanico estelado, y ya veremos si no cae también eso, los anarcoindepes le han sometido a unas vejaciones tan terribles como hilarantes. Ahora imaginemos lo que tendrá que sufrir Mariano Rajoy para conseguir los votos de Ciudadanos. El asunto promete. Albert Rivera ya ha asegurado que no votará a Rajoy, igual que Antonio Baños aseguró que no votaría a Mas.

Con unos programas tan distintos, la sadonegociación puede salir de aúpa. Por ejemplo, cuando Rivera le exija no bajar los impuestos y Rajoy, humillado, tenga que hacer lo que hizo ya por su cuenta en esta legislatura. Bueno, no es el mejor ejemplo. ¿Y cuando Rivera se ponga duro y le exija a Rajoy que se olvide de negociaciones con los independentistas catalanes? Ay, tampoco. En la corrupción sí le puede arrastrar por el fango. Aunque, de hecho, el partido cuyos cajeros siempre resultan malhechores sin escrúpulos, el PP, se presenta como «impulsor de un auténtico y genuino proceso de regeneración de la vida política» y dice que nadie ha sufrido tanto por la corrupción como ellos, los populares. Si cuela ante los electores, ¿por qué no va a colar ante Rivera?

En fin, déjenlo. Estaba confundido. Salvo proclama de Bertín, esto puede resultar bastante previsible y aburrido.