12 agosto 1903

Los cardenales eligen al italiano Giuseppe Melchiorre Sarto, patriarca de Venecia, como nuevo Papa que utilizará el nombre de ‘Pío X’

Hechos

El 4.08.1903 Pio X fue proclamado nuevo Papa de la Iglesia Católica.

Lecturas

Sustituye al papa León XIII. 

El 9 de agosto de 1903 se celebra en la basílica del Vaticano la ceremonia de coronación del papa Pío X. A las 9 de la mañana aparece el nuevo papa en la puerta de la basílica donde es aclamado por una gran multitud. Poco después, entra en el templo el cortejo formado por: los comandantes de las guardias noble y suiza, los alumnos del seminario romano, el auditor de la Rota, los prelados de las órdenes religiosas, los obispos y arzobispos asistentes al trono pontifical y el sacro colegio cardenalicio, con sotanas rojas de gala.

Cierra la comitiva Pío X, sentado en la silla gestatoria, llevada por ocho portadores del servicio papal que visten uniformes carmesíes y flanqueado por cuatro guardias suizos. El pontífice luce mitra de oro. El cortejo marcha después hacia el altar de la Cátedra de San Pedro. El papa ocupa un trono de 2 m. de altura cubierto por un patio de terciopelo rojo y recibe el homenaje de los cardenales: poco después comienza la misa concelebrada por el pontífice y el colegio cardenalicio. Desde la silla gestatoria el pontífice saluda y bendice a los presentes, acto con el que a los 13.15 horas concluye la ceremonia.

Su papado durará hasta agosto de 1914.

El Análisis

Pío X: del púlpito de Venecia al trono de San Pedro

JF Lamata

Los analistas aseguran que no hay elección sin intrigas, ni cónclave sin humo —y del que se respira con ansiedad más que del que se ve. Tras la muerte del venerable León XIII, se abría en Roma una cuestión delicada: ¿continuar con el tono conciliador de su pontificado o dar un giro más severo hacia el catolicismo militante? Todo parecía indicar que el cardenal Rampolla, secretario de Estado del difunto papa y hombre de fino temple diplomático, tenía las llaves del Espíritu Santo… hasta que el viejo emperador de Austria, don Francisco José, lanzó desde Viena su veto como si aún estuviera en los tiempos del Sacro Imperio.

Los Gobiernos dicen no meterse en asuntos religiosos, pero qué prisa tienen cuando el cardenal no gusta. Con Rampolla fuera del tablero por el veto imperial (una injerencia más terrenal que celeste), emergió la figura de don Giuseppe Sarto, patriarca de Venecia, hijo de cartero y de una piedad de andar por casa. Sin ambiciones políticas ni currículo en diplomacia, fue elegido como quien escoge a un párroco para cuidar una diócesis universal. Lo han entronizado como Pío X, y su lema —»Restaurar todas las cosas en Cristo»— promete menos novedad doctrinal y más orden en la tropa clerical.

El nuevo Pontífice no viene de salones vaticanos sino de sacristías humildes. No es Rampolla, no es León XIII, no es hombre de encíclicas audaces ni puentes tendidos con el mundo moderno. Pero puede que sea justo eso lo que algunos cardenales anhelaban: un papa que no gobierne con pluma ni con política, sino con rosario y reglamento. ¿Será este cambio un bálsamo para la fe o un cerrojo para el diálogo? Roma ha hablado. El tiempo, como siempre, tendrá la última palabra.

J. F. Lamata