7 agosto 1998

El millonario de Arabia Saudí está acusado de financiar la Yihad Islámica egipcia de Ayman al Zawahiri

Los terroristas islámicos de Bin Laden vuelan las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania asesinando a 141 personas

Hechos

En agosto de 1998 se produjeron simultáneamente dos atentados terroristas con bomba en las embajadas de Kenia y Tanzania.

Lecturas

LOS AUTORES DEL ATENTADO

alqaeda_somalia Fazul Abdullah Mohamed y Ahmed Khalfan Ghaliani fueron señalados por Estados Unidos de América como los responsables de los atentados de Kenia y Tanzania. Años más tarde se les identificaría como dirigentes destacados de la organización terrorista islámica Al Qaeda.

bin_laden_Zawahiri Osama Bin Laden y Ayman al Zawahiri

Bin Laden millonario saudí y antiguo aliado de Estados Unidos durante su guerra contra los comunistas de la Unión Soviética, había pasado después a convertirse en el enemigo número uno de los norteamericanos como ‘banquero del terrorismo’. Financiaba a Ayman al Zawahiri, el líder de la Yihad Islámica Egipcia, la organización terrorista islámica egipcia heredera de los asesinos de Sadat. Con el tiempo Bin Laden y Al Zawahiri serían considerados los dos principales dirigentes de Al Qaeda.

09 Agosto 1998

Un millonario saudí, sospechoso de financiar las acciones

Ferran Sales

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Un millonario saudí, Osama bin Laden, de 41 años de edad, encabeza la lista negra de supuestos responsables del atentado perpetrado contra las embajadas de Estados Unidos en Nairobi y Dar es Salam, aseguran especialistas en temas de guerrilla islámica.Bin Laden, convertido en los últimos años en un héroe legendario de la guerra contra el comunismo en Afganistán, administra directamente un patrimonio personal de 300 millones de dólares (45.000 millones de pesetas) a través de una compleja red de sociedades internacionales bautizadas con el nombre de Frente Islámico de Salvación y cuyos beneficios dedica a sostener cualquier organización integrista musulmana armada que lo solicite.

Este hombre, al que se ha dado sobrenombre de banquero del terrorismo islámico, pertenece a una de las familias más acaudaladas de Arabia Saudí, lo que le permitió dedicarse por entero a sus actividades políticas y militares, abandonar su lujosa residencia de Riad y marchar a Afganistán para combatir junto con la guerrilla islámica.Los millones de Bin Laden financian, para empezar, la organización Yihad Islámica egipcia, que dirige Aiman al Zawahri, responsable de la amenaza dirigida hace pocos días contra EEUU, en la que anunciaba acciones terroristas en venganza por la detención y extradición a Egipto de tres de sus militantes. El dinero de Bin Laden está también detrás de esta otra organización fundada recientemente en El Cairo: el Frente Islámico Mundial para la Yihad contra los Judíos y los Cruzados. «Los estadounidenses deben morir. Nosotros no hacemos diferencias entre los que visten de militar o de civil. Todos son objetivos de nuestra fatwa», aseguraba recientemente a un periodista estadounidense desde un lugar no identificado de Afganistán, donde ha encontrado, junto con 3.000 seguidores, el refugio y la protección de los talibán, quienes ayer negaron la relación del millonario con los atentados.

A Osama bin Laden se le responsabiliza del derribo en 1993 de un helicóptero estadounidense en Mogadiscio, que provocó la muerte de 18 soldados, y de la bomba que en 1995 explotó en la base estadounidense de Riad, matando a otros seis militares.

08 Agosto 1998

Terrorismo sin fronteras

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Los dos despiadados atentados con coche bomba que han devastado las embajadas estadounidenses en Nairobi y Dar Es Salaam, y que han matado a decenas de personas y herido quizá a un millar, entroncan aparentemente, pese a no haber sido reivindicados todavía, con el tipo de terrorismo masivo inspirado en Oriente Próximo y que en años recientes ha golpeado intereses de Estados Unidos en zonas más calientes del mundo o en las que Washington juega un papel político o militar más activo que en África oriental.La potencia, coordinación y precisión de las dos explosiones, producidas en un corto intervalo, sugiere inicialmente a los expertos la firma de algún grupo criminal con medios y conexiones internacionales. Ataques de apariencia semejante se produjeron en 1995 y 1996 en Arabia Saudí, donde murieron en sendos atentados un total de 24 ciudadanos estadounidenses. Pero entonces los blancos fueron bases de las Fuerzas Armadas saudíes, aliadas a ultranza de Washington en la zona. Y ni Kenia ni Tanzania juegan papel similar en el Oriente africano.

La novedad más llamativa de las carnicerías de ayer -que incrementarán una inestabilidad regional ya muy elevada por la situación de Sudán, el conflicto armado que ha estallado en el antiguo Zaire y la situación acusadamente prebélica de Angola- es precisamente su localización geográfica. Kenia y Tanzania se habían mantenido hasta ahora fuera de los circuitos del asesinato masivo e indiscriminado. Ninguno de los dos países sufre tampoco la actividad de las organizaciones de carácter fundamentalista que utilizan el terror en otros puntos de África para derrocar a gobiernos poco comprometidos con la causa religiosa que aquéllas preconizan. Las consecuencias brutales de ambos atentados tienen que ver en parte con este efecto sorpresa. Con la ausencia de precauciones especiales en una zona que, desde la meticulosa óptica antiterrorista global de Washington, puede considerarse un punto ciego. El Departamento de Estado ya anunciaba ayer una investigación urbi et orbi para descubrir a los autores y la revisión inmediata en todo el mundo de sus medidas de seguridad.

El carácter indiscriminado y masivo de las matanzas -muy pocos de los muertos son de hecho ciudadanos estadounidenses- inscribe los atentados de ayer en una nueva y espeluznante tendencia del terrorismo internacional: perseguir el mayor número de víctimas mortales sin considerar para nada su condición de culpables o inocentes. Un cambio de naturaleza respecto a los procedimientos dominantes en los años ochenta que los estudiosos atribuyen a dos factores: por un lado, el auge de la violencia armada inspirada por el fanatismo religioso; por otro, el virtual acabamiento del patrocinio estatal de organizaciones terroristas.

08 Agosto 1998

Terror en las embajadas

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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«La única alternativa para la nación musulmana es declarar la guerra santa a EEUU e Israel». Estas palabras fueron pronunciadas hace unos días por Ayman El-Zawahri, líder de la Yihad Islámica, que, en una entrevista publicada por un diario de Kuwait, anunciaba acciones hostiles contra los intereses norteamericanos en Oriente Medio.

Ayer, dos artefactos de gran potencia estallaban en las inmediaciones de las embajadas de EEUU en Kenia y Tanzania, causando cerca de 80 muertos. El coche bomba colocado junto a la legación de Nairobi redujo a escombros un edificio adyacente de cinco pisos, sepultando a decenas de personas que murieron atrapadas bajo el peso de las ruinas.

Nadie ha reivindicado los dos atentados, pero todas las sospechas apuntan hacia organizaciones radicales islámicas y, más concretamente, hacia la Yihad, que, tras la amenaza de su dirigente, hizo público anteayer en El Cairo un comunicado en el que amenazaba con represalias violentas al Gobierno de EEUU por la extradición de tres de sus militantes, acusados de delitos de terrorismo, de Albania a Egipto.

No será fácil, sin embargo, determinar la autoría concreta de esta brutal acción. En junio de 1996, otro coche bomba mató a 19 soldados estadounidenses en la base de Dahran (Arabia Saudí) y las autoridades norteamericanas todavía desconocen quién fue el responsable. El Gobierno de EEUU redobló entonces la protección de su personal diplomático en todo el mundo, especialmente en Oriente Medio y Africa. Y, un año antes, Clinton había aprobado un plan de acción contra el terrorismo, tras un sangriento atentado en Oklahoma.

Pero los resultados de la iniciativa han sido poco o nada alentadores, a pesar de que el presupuesto federal se ha duplicado. Resulta prácticamente imposible combatir de modo efectivo a grupos como la Yihad, que encuentran financiación, amparo y aliento en países como Irán, Irak, Sudán y Libia. Sin una presión internacional que obligue a estas naciones a cortar el hilo umbilical con los terroristas, localizar y castigar a los asesinos será como buscar una aguja en un pajar.