13 diciembre 1987

Los obispos vascos piden que se contemple la posibilidad de reconocer el derecho a la autodeterminación

Los tres obispos vascos, Setién, Larrauri y Larrea piden al Estado español y a ETA que hagan ‘concesiones mutuas’ para el fin del terrorismo desatando protestas por su equidistancia

Hechos

El 12.12.1987 los obispos hicieron pública la pastoral ‘Diálogo y negociación para la paz’.

Lecturas

La pastoral es hecha pública el 12 de diciembre de 1987 con el título ‘Diálogo y negociación para la paz’ y se produce poco después de la matanza de ETA en Casa Cuartel de Zaragoza donde murieron cinco niñas.

LOS OBISPOS VASCOS

Los firmantes de la pastoral eran el obispo de Bilbao, D. Luis María de Larrea Legarreta, el obispo de San Sebastián, José María Setién Alberro y el obispo de Vitoria, José María Larrauri Lafuente.

La Conferencia Episcopal Española no criticó el comunicado pero consideró que ella incluía elementos opinables.

13 Diciembre 1987

Errores Pastorales

ABC (Director: Luis María Anson)

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La pastoral conjunta de los obispos vascos es un entramado de gravísimas postulaciones políticas equivocadas. Nadie puede en nombre de ética alguna equiparar a un Estado de Derecho, el Estado español, con una banda terrorista, ETA, en el intento de propiciar negociaciones en plano de igualdad y con concesiones – que sólo podrían serlo de la legalidad a la violencia criminal – presentadas como precio de la paz. Tampoco es alegación aceptable la que se refiere a torturas policiales practicadas con habitualidad. Ni lo es la abusiva alusión crítica al Gobierno francés por las extradiciones de etarras. La única atenuante que a esta desafortunada pastoral puede aplicarse es la presión del miedo. Sólo el miedo explica que se diga tanto en favor de ETA. La pastoral está escrita con renglones torcidos y sin ninguna intencionalidad suscribible. Y para colmo, su publicación ha coincidido con los funerales de los asesinatos en Zaragoza. Una pastoral torcida e inoportuna.

17 Diciembre 1987

Gracias, ilustrísimas

Federico Jiménez Losantos

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Resulta curioso comprobar como políticos de izquierda y de derecha, socialistas y aliancistas comparten totalmente la valoración negativa de la prosa episcopal. Si los obispos no acuaran con soberbia digna de mejor causa deberían reflexionar sobre el significado profundo de que Julen Guimón y Eguiagaray los pongan verdes al unísono. Si al nacionalista Setién no le preocupa este hecho, al Vaticano sí debería preocuparle. Los laicos nos sentimos indignados con los obispos. Calcúlese cómo han de sentirse los creyentes.

Pero seamos razonables y razonemos. Dicen las autoridades eclesiásticas que no se ha leído el documento con serenidad. Pero muchos, tras leer su farragosa y tantálica redacción, siguen insistiendo en que equipara en cierto modo a los asesinos de Zaragoza, Hipercor y demás teatros de su fama con las fuerzas democráticas. Parece evidente en este párrafo: ‘Los contactos entre los implicados en enfrentamientos, a veces sangrientos, no solamente se dan, sino que su existencia es pública y oficialmente reconocida’. Nótese el bonito concepto ‘los implicados en enfrentamientos’, para referirse a terroristas y Gobierno democrático, y dígase si eso no es equiparar. He aquí otro párrafo: “Las partes comprometidas en el diálogo negociador han de dar pruebas de honestidad tampoco parece tener sentido hablar de negociación sin buscar la solución por medio de concesiones mutuamente otorgadas”. Ya pueden decir misa los obispos, que esto es comparar al Gobierno legítimo de un Estado democrático con una banda de asesinos. A la cuál se favorece claramente al criticar con severidad las extradiciones francesas: “Es particularmente inquietante el recurso de las autoridades del país vecino al supuesto de urgencia absoluta para justificar la expulsión y consiguiente entrega de súbditos españoles residentes en aquel país.

Sabiendo que los gudaris de Zaragoza llegaron precisamente de Francia, comprenderán los obispos que sus fieles y los que no lo son se indignen por esta crítica al desmantelamiento del santuario terrorista, aunque tal vez sea el término santuario el que les enternezca profesionalmente.

En rigor los obispos siguen la norma habitual del nacionalismo vasco moderado (el radical, al menos no engaña) de intentar medrar frente al Estado español gracias a la presión criminal de los etarras. Es doctrina antigua, pero no autoriza luego a dar lecciones de ética ni de moral, ni sobre el divorcio, ni sobre el aborto, ni sobre la escuela privada ni sobre casi nada. A los ojos de una gran parte de los ciudadanos la entidad moral de Setién y sus colegas es ligeramente superior a la de Idígoras y los suyos, pero sólo muy ligeramente.

Pero más grave es, a mi juicio, la inhibición de la Conferencia Episcopal ante la acción pastoral y la reacción popular. Si quedaban dudas de que, tras la retirada de Tarancón, la Iglesia había perdido le pulso político y el ascendente social de la transición, no hay más que leer el penoso comunicado de ayer. Da la impresión de que los obispos se aman más entre sí que a los hijos de los guardias civiles. Es un alarde de radicalismo teórico y compromiso democrático llegan a decir que la pastoral vasca tiene ‘elementos opinables’. ¡Que barbaridad! ¡Que audacia! Cuando la gente pide excomuniones y considera a la norteña ilustrísimas poco menos que cómplices del crimen, sale la Conferencia Episcopal y nos concede que podemos opinar. Opinar sobre lo que ella no se atreve a comentar. ¡Cuanta prudencia! ¡Cuanta edificación! Por su doctrina y su testimonio sólo nos queda exclamar: ¡Gracias, ilustrísimas!”.

Federico Jiménez Losantos

17 Diciembre 1987

Los obispos vascos: una opinión.

Javier Tusell

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En estos últimos días la opinión pública se ha visto agitada por el hecho bárbaro de Zaragoza cuya calificación resiste el empleo de la lengua castellana porque uno está conversando de que no existen términos para expresar el asco moral que le producen no sólo quienes han perpetrado esa masacre, sino aquellos que en algún momento han considerado de alguna manera explicable este tipo de actuación. En mi opinión, en los momentos posteriores a un atentado como ese lo que sobran son las condenaciones cuya retórica suena inevitable hueca; lo que hay que esperar y desear es acción, policial o no. En cambio, ante la pastoral de los obispos vascos, que ha coincidido casi con el atentado de Zaragoza, creo que es necesario una reflexión; así la han pedido, además todos los obispos españoles.

Empecemos por separa lo que es la declaración en sí de las circunstancias que la han rodeado. Una de las cosas que AP ha dicho sobre el particular es que la pastoral era más inoportuna que nunca; eso parece presuponer que tiene algo que ver con la masacre de Zaragoza, lo que no tiene nada de cierto. Un documento como la pastoral no tiene ni poco ni mucho que ver con la monstruosidad de Zaragoza, ni ha sido motivado por ella, ni el hecho de que ésa se haya producido deja de justificar un pronunciamiento de carácter general, como éste, con independencia de su contenido.

Por otro lado, quien, como ha hecho un diputado conservador, ha considerado que su texto era tan torpe como siempre, da la sensación de haber renunciado por esta vez, pero también para siempre, a prestar atención a este tipo de toma de postura ética, lo que parece grave. Más grave es el caso de quien como haciendo una broma de escaso gusto, ha asegurado que la pastoral contiene cinco puntos para la pacificación del País Vasco, como la alternativa KAS, y que la Iglesia vasca parece independiente del Vaticano. A mí me parece que uno de los males más perversos del terrorismo es precisamente su capacidad de destruir un juicio sereno en los momentos en que golpea con toda su monstruosidad. Quienes han dicho esas frases no están condenando más al terrorismo, si no dando prueba de su eficacia.

Leído el texto de la pastoral conjunta de manera cuidadosa, lo que yo encuentro en él es una línea ética perfectamente suscribible en términos generales y, además, muy clara en lo que respecta a la condena del empleo de la violencia.

En mi opinión (y quizá alguno de los que me lean esté en total desacuerdo) la tesis fundamental del documento es no sólo muy cierta, sino además manifiestamente oportuna. Yo no sé si quienes tan duramente han condenado la pastoral se han dado cuenta de que el principal objetivo de casi todos sus párrafos es la afirmación, no por evidente menos suscribible, de que no puede legitimarse de ningún modo el empleo de la fuerza para imponer una interpretación del pasado histórico de un pueblo ni un tipo determinado de instituciones. Esta afirmación, que ocupa la mayor parte del texto, contiene una condena taxativa de la vía terrorista, aunque no menciona este término. ¿Por qué no lo hace? Uno tiene la sensación de que los obispos vascos han querido con su documento empujar, a quienes pueden justificar o encontrar comprensión hacia el terrorismo, a una vía de negociación.

Hay dos puntos que a algunos les habrán indignado, quizá demasiado influido en su juicio por la tragedia de Zaragoza, pero que a mí me parecen oportunos. No es, en absoluto inoportuno recordar que la acción policial es legítima, pero que ha de tener sus límites; en una España en que se dan espectáculos como los que hemos presenciado en los últimos tiempos hacer esta afirmación es conveniente y eso es poner en el mismo plano a las fuerzas del orden y a los etarras, sino recordar que para acabar con la barbarie de los segundos no es tolerable hacerlo con los mismos medios. Debo decir que yo no me había planteado nunca la posible eticidad de las expulsiones de supuestos cómplices de ETA en el sur de Francia; la verdad es que me mueve a la meditación la sugerencia de los obispos de que, siendo legítimo valerse de la cooperación internacional para perseguir al terrorismo, quizá también se estén violando derechos de la persona con expulsiones por el procedimiento de la urgencia absoluta que luego no son sancionadas por la justicia española. Pero hay, además, dos párrafos que entran, en mi opinión, en el terreno de esos elementos opinables, susceptibles de críticas en alguna expresión, de los que ha hablado el secretariado de la Comisión Permanente del Episcopado. El documento de los obispos vascos hace repetidas menciones al hecho de que no es competencia suya entrar en política e incluso hace peticiones a los políticos para que tomen iniciativas que ellos saben que están fuera de su competencia. Sucede, sin embargo, que luego los obispos se embarcan en disquisiciones sobre el término “negociación” que se adentran inevitablemente en el terreno político.

A mi modo de ver, con ello se comete un error que en parte es el de la clase política en las últimas semanas (hablar de lo que a lo sumo habría que hacer uno con discreción). En el caso de los obispos a lo sumo habría que hacer eco con discrepancia. En el caso de los obispos hay, además una alusión a la posibilidad de un premio político que es inteligible, pero que, además, provoca sospechas como mínimo. También me parece muy desgraciada la alusión a que ha llegado ya la hora de que quienes han rechazado la calificación de terrorismo para las acciones por ellos protagonizadas demuestren una voluntad eficaz de amar al pueblo.

A mi me parece que esos primeros difícilmente pueden calificarse de otro modo que como terroristas y que en Zaragoza se ha demostrado ya la filantropía de ETA.

Dicho esto, quisiera añadir tan sólo que de todo lo que se ha afirmado en torno a este documento lo menos oportuno ha sido la expresión del deseo de que los obispos vascos se callen. Un juicio moral en el actual panorama de vida española no es precisamente algo que deba ser evitado. Los obispos vascos, a mi modo de ver, aciertan en lo fundamental y yerran en dos frases (gravemente en la segunda). Pero en un país que permanece mudo y sin ganas de contrastar el ser con el debes ser oír una voz que lo hace desde esa perspectiva, aun con peligro de errar es satisfactorio. A los obispos vascos hay que alabarles, al menos, por haber sido capaces de ir contracorriente.

Javier Tusell

17 Diciembre 1987

Los Obispos

Jaime Campmany

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Aquí me tenéis, hermanos, hijo amante de la Iglesia, cristiano por la gracia de Dios y por el agua del bautismo católico, apostólico y romano, creyente y confesor del dogma, lector menor pero ferviente de los libros, aprendiz minúsuclo de la moral monacillo mínimo en alguna teología conmovido espectador de liturgias y fiel receptor de sacramentos exceptuado el oren sacerdotal, para el cual no fui llamado, y la extremaunción, que no me corre demasiada prisa. Y aquí me tenéis, hermanos, hecho un lío que no alcanzó a deshacer por más que intente desenredar el hilo y metido en un laberinto en el que los obispos, precisamente los obispos, me metieron y del que los obispos no me sacan.

Tres son las reverendísimas excelencias que me tienen en este desconcierto y muchas más todas las de mi pueblo, las que no atinan a sacarme de la tribulación y la perplejidad. He seguido el consejo de la Conferencia Episcopal y he leído y releído el documento de los obispos vascos en lectura atenta y serena, con tanta atención como la Providencia me dio para atender y con tanta serenidad como permite la justa cólera que aprieta el corazón ante la maldad de algunos hombres de mi país y de mi tiempo que han hecho profesión y beneficio de la desobediencia al mandamiento de la Ley de Dios que ordena ‘no matar’.

Y he de confesar que cuanto más leo y más releo y cuanto más atento me aplico a la lectura y cuanto más procuro serenar el ánimo, más ambigüedades y equívocos encuentro en ese texto. Y más me convenzo de que tales recovecos conceptuales y tales meandros retóricos vienen más del propósito de oscurecer la incapacidad de aclarar. Lo que en ese documento no queda dicho es que quiere ser callado, y lo que se dice entre nieblas parece que responde a también nebulosas intenciones. No quisiera parecer ahora irreverente, pero esa literatura pastoral no la entiende ni Cristo, y Cristo, creyó yo la ‘entendería’ menos que nadie. No trae luz, sino tiniebla, y no lleva claridad, sino confusión.

Dicen los señores obispos de la Coferencia que algunos elementos de la pastoral son opinables. O sea, que pueden estar sometidos a debate y discusión. Y pregunto humildemente: ¿Sólo algunos elementos? ¿Acaso los restantes pertenecen al dogma? ¿Hablan  los señores obispos vascos como el Papa ex cáthedra y asistidos por la infabilidad por don del Espíritu Santo? ¿No habrán querido decir los obispos españoles que ellos mismos han sometid a discusión esos ciertos ‘elementos’ del escrito de sus compañeros vasocs y los han analizado con opiniones contradicotiras? Pues que lo digan.

Aclaran sus excelencias reverendísimas que el espíritu de la pastoral vasca se inserta dentro de la doctrina de la Conferencia Episcopal, unánime y clara, acerca del terrorismo. ¿Y por qué no dicen eso mismo los tres obispos, tres, de San Sebastián, Bilbao y Vitoria? ¿Por qué unos obispos hablan tan claro y otros obispos hablan oscuro? ¿Y por qué son precisamente los tres obispos vascos, tres, los que caen en esa tentación que para no salirme de la piedad llamaré heraclitea?

Tengo muchas más preguntas de feligrés desconcertado. Hablan los señores obispos de la Conferencia de discutible o de opinable oportunidad. ¿A caso la condena pastoral del crimen organizado y brutal de la matanza de inocentes, según las circunstancias? ¿Resulta alguna vez inoportuno señalar la matanza de los inocentes como desvío de la Ley Eterna? Cuando un obispo enciende una vela a Dios y otra al diablo, entre los fieles se arma el cirio pascual. O sea. Como ahora.

Jaime Campmany

23 Diciembre 1987

Obispos independentistas

Lorenzo Contreras

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Es perfectamente lógico que el Gobierno español haya presentado en el Vaticano una queja contra el pronunciamiento de los obispos vascos en favor de la autodeterminación de Vasconia y contra la concepción del Estado español y de ETA como fuerzas contendientes merecedoras de análoga consideración política.

Es la primera vez que a los prelados de Vizcaya, Guipúzcoa y Vitoria se les cae del todo la máscara y se presentan como lo que son: nacionalistas puros comprometidos con la causa que defienden las distintas fuerzas independentistas y abertzales.

A partir de la última pastoral ya no habrá posibilidad de errar en la interpretación. Otra cosa es que los obispos retrocedan según la vieja norma eclesiástica de los dos pasos atrás y uno adelante.

La queja ante el Vaticano y el propio nuncio en España, monseñor Tagliaferri no es absurda. La Iglesia tiene un deber de imparcialidad en ciertos casos políticos. Pero lo que, desde luego, no debe hacer es mostrarse beligerante en una contienda en la que España se juega nada menos que su integridad territorial. Una Iglesia nacionalista vasca, cuando no herribatasunera, abandona su imparcialidad pastoral para involucrarse en una delicadísima cuestión temporal en la que la violencia terrorista es factor de primera importancia.

Cuando corre la sangre por cuestiones de autodeterminación y de consideración del Estado español como potencia ocupante, resultar demasiado grave tomar partido por esas dos concepciones. A los obispos ya sólo les falta, en este espantosos drama, abogar por la alternativa KAS y todo lo que tras ella existe.

Involucrar a la Iglesia es una pastoral es lo que forzosamente se cuestiona en el terreno diplomático

La Iglesia vasca, que es parte de la Iglesia española lo quiera o no, era largamente sospechosa de alentar los sentimientos nacionalistas-independnetistas sin tasa conocida. AHora habla como si le cupiese un margen de juiico o expresión de parecer, no tanto en la súplica de la paz como en sus fundamentos políticos.

Unos asesinos como los de Zaragoza o Barcelona, por sólo citar sus más tristes hazañas postreras, no merecían esta inyección de moral política desde una instancia eclesial. El simple y vulgar terrorismo se sentirá ennoblecido por la condición de gudari en lucha contra un invasor. Tal es la consecuencia de la admisión de la igualdad entre los contendientes a la hora de aplicar sus respectivas violencias.

La protesta del Gobierno español ante el Vaticano está sobrada de razones.

Lorenzo Contreras.

14 Enero 1988

Guerra sucia

Camilo Menéndez Vives

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Ante los viles y salvajes atentados de ETA en Vascongadas y en Zaragoza, en los que han muerto hombres de la Guardia Civil mujeres y niños en nombre de la Hermandad Nacional de antiguos combatientes de Tercios de Requetés creo mi deber hacer las siguientes manifestaciones:

Nuestro asco y desprecio contra sus miserables asesinos materiales. Nuestro enfrentamiento decidido y frontal contra el terrorismo marxista-separatista de ETA.

Nuestra indignación y desprecio contra la inportuna e incalificable pastoral de los obispos vascos. El terrorismo no tiene justificación. La unidad de España es sagrada.

Nuestro deseo es que los altos mandos de los Ejércitos consigan del Gobierno las medidas contundentes y necesarias para acabar de una vez con esta ‘guerra sucia’, con esa lacra del terrorismo. Nuestra oración a Dios por estas últimas víctimas y por todas las anteriores, y nuestro firme empeño en seguir luchando, codo a codo con las demás fuerzas nacionales (en apoyo de los Ejércitos y Fuerzas de Orden Público) por la sagrada unidad de España y por su auténtica libertad.

Camilo Menéndez Vives.