31 mayo 1920

Para el periódico de Aznar, los socialistas deberían hacer más política y menos violencia al tiempo que les echan cara que sólo quieran representar a la clase obrera y no a la clase media

Manuel Aznar critica desde EL SOL el abuso del recurso de la huelga por parte de los socialistas causando réplica de Pablo Iglesias

Hechos

El 31.05.1920 el diario EL SOCIALISTA publicó un artículo en respuesta a otro publicado el día antes por el diario EL SOL donde criticaba la estrategia del Partido Socialista Obrero Español.

Lecturas

Un editorial de Manuel Aznar Zubigaray en El Sol criticando las huelgas obreras lleva a El Socialista a publicar su propio editorial lamentando que El Sol se comporte como ABC, La Acción y El Liberal, a los que califica como periódicos ‘zafios e ignaros’.

El editorial ‘La Torpe Táctica Obrera’ del periódico El Sol de D. Manuel Aznar Zubigaray fue replicado por dos artículos del periódico El Socialista (órgano del PSOE) de D. Pablo Iglesias Posse con el título ‘Dos Afirmaciones’.

30 Mayo 1920

La Torpe táctica obrera

Editorial (Director: Manuel Aznar)

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El 25 de noviembre último, bajo el título ‘Demasiadas huelgas’ y precisamente con motivo de una huelga de panaderos en Madrid, escribíamos en estas columnas lo siguiente:

“En Cataluña, como en Andalucía y, por halo de repercusión, en el resto de la Península, han sido desorientadas las cabezas de nuestros trabajadores por el gran ballet ruso del bolchevismo. Creyeron un momento que ese ballet podía danzarse en todas las latitudes. Sin embargo, ya se va viendo que nos es faena liviana traducir del ruso. Los ueblos del centro y occidente europeos tienen una estructura social mucho más recia y diferenciada que los eslavos. Es muy difícil que una minoría audaz se apodere de Inglaterra o de España en un santiamén, como los bolchevistas hicieron con Rusia. Lejos de esto, cualquier exceso de presión por parte del sindicalismo revolucionario provocaría una reacción social tan violenta que acabaría con la organización del proletariado.

Bajando el tono, diremos lo mismo de las huelgas parciales que estos días se van acumulando sobre las espaldas del consumidor español. Planteadas sin buen orden y en mala sazón, mezcladas las justas y discretas con las frívolas o audaces, la opinión pública comienza a fatigarse de todas y a sentir la consiguiente irritación. Créannos los obreros: siguiendo la ruta impremeditada que hoy llevan, sin asegurarse, por la justicia de cada caso, respeto y simpatía del espíritu público, perderán todas las huelgas y aniquilarán sus acciones.

En vez de fiar a la acción directa – y esto son las huelgas, así generales como parciales – toda su esperanza, busquen, como dice el Comité sindicalista del Sena, ‘otros medios para declarar su voluntad’ de trabajadores. Pidan un régimen más amplio de intervención del Estado en los conflictos del trabajo, faciliten la creación de organismos oficiales donde vengan a concierto con los patronos y reserven la huelga para los casos de radical discrepancia. De esta suerte, sus querellas nos interesarán más a todos y nos sentiremos más propicios a descubrir la equidad de sus demandas.

Un caso bien claro de errado proceder es la huelga de panaderos. Por muy justa que acaso fueren sus peticiones, el procedimiento de dejar sin pan a todos, ricos y pobres, es, inevitablemente, impopular. El enejo que la carencia de tan primario artículo produce, llevará sin duda a crear medios oficiales supletorios de la industria vacante. Nos pondremos todos a hacer pan, dejando a los profesionales que diriman en la soledad sus contiendas.

Para conseguir transformaciones sociales hace falta, además de la fuerza, un poco de política. Los obreros creen de buena fe que esto de la política es una cosa que han inventado los burgueses para no trabajar, y aunque en buena parte tienen razón, les falta bastante para que, sin ella, lleguen nunca a triunfar. Con menos huelga y un poco más de política lograrían más”.

Como no es forzoso decir una misma cosa de dos maneras, esos párrafos de ayer nos sirven sin variación ninguna para expresar nuestros juicios de hoy. Sólo existe una diferencia: lo que ayer significaba una anticipación de hechos y como un vaticinio, hoy es una descripción de acontecimientos reales. De otoño a la fecha actual han sido pérdidas por los obreros todas las grandes huelgas, y los madrileños, en no escaso número, han comenzado a fabricar pan en los hornos familiares como en los tiempos prehistóricos. El bolchevismo ha perdido rápidamente casi todos sus grados de verosimilitud en Alemania, en Inglaterra, en Francia y en España. Las masas obreras desviadas de su camino por los grandes gestos eslavos de Lenin y Trotzky van sintiendo una gran desilusión que se curará volviendo a la ruta más serena y eficaz de un socialismo liberal que atraiga e integre núcleos más amplios de hombres que el estricto y angesto obrerismo.

Como para nosotros esta fuera de toda duda y llenos de fe esperamos que la sociedad humana se transforme bajo el imperio del principio del trabajo – recuérdese nuestros artículos sobre el problema obrero en octubre y noviembre pasados – hemos tratado repetidas veces de evitar con nuestras observaciones la derrota y desmoralización de los organismos obreros. Preveíamos según va acaeciendo, que la táctica esquemática predicada por el marxismo se estrellaría en los pueblos de Occidente. Hoy nos hallamos más bien en retroceso con respecto a las posibilidades de hace un año.

Convenía, pues, que los obreros repensasen su credo, volviesen a meditar sobre sus armas y su plan de combate y se libertasen del torpe fanatismo con que siguen la irreal geometría de Marx. El Manifiesto Comunista es una obra genial de captación e ilusionismo: pero nada más. La realidad se ha vengado de ella como de todo intento que se haga para suplantar lo vivo y concreto por lo pensado y abstracto. Bastaría con recordar el equívoco general que corre por todo el folleto de Marx y Engels y consiste en hacer creer a los obreros que ellos son los más. Los trabajadores sufren hoy en sus propias espaldas las consecuencias de este engaño. Y eso que hace ya más de un decenio al sacar la cuenta un gran economista, Werner Sombart, se encontró con que de los cuarenta millones de alemanes sólo tres millones escasos eran obreros en el sentido del ‘Manifiesto Comunista’.

Citamos este error del marxismo porque él ha influído decisivamente en el método de lucha elegido por los obreros. Creyéndose los más han cerrado por derecho contra el resto de la sociedad, sin más cautelas ni contemplaciones. Han adoptado – según tantas veces hemos dicho, el ataque a lo Sauer, a modo de suprema sabiduría táctica, y como ello hizo perder la guerra a los alemanes va a hacer perder la paz a los obreros.

En tanto, naufragan en el despego público cuestiones y huelgas en que los obreros tienen toda o buena parte de la razón. ¿Un ejemplo? Ahí está el asunto de Peñarroya. Durante semanas se negó la Empresa – que es extranjera – no ya a entablar negociaciones con su trabajadores; pero ni siquiera aceptó hablar con dos representantes de ellos. Tercos y duros, con ademán de amos en tierra franca o en tropical colonia, han vejado a los obreros españoles de aquella cuenca minera, aspirando sin duda, a renovar la triste historia de Ríotinto, tan poco gallarda para España. Como en Rïotinto, se empieza ya en Peñarroya incluso a dificultar el tránsito de los periodistas que quieren recorrer la cuenca para apreciar de visa la situación.

Los juicios anteriores sobre el abuso de huelgas y el carácter extraeconómico de algunas nos dan derecho a pedir al lector reflexivo que, dominando el enojo producido por la actitud general del obrerismo, atiende con curiosidad y con ánimo justo a este conflicto de Peñarroya, que ahora se discute en el ministerio de Trabajo.

31 Mayo 1920

Dos afirmaciones

Editorial (Fundador: Pablo Iglesias)

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EL SOL de ayer publicó un bien intencionado artículo sobre la torpe táctica obrera, dirigido a todos los trabajadores.

Aunque sólo fuese por cortesía, querríamos contestar a lo dicho por el gran diario de la mñana. Porque en un país como el nuestro, en donde la pauta para combatir a los obreros la dan periódicos tan zafios y tan ignaros como el ABC, LA ACCIÓN o EL LIBERAL, produce verdadera satisfacción encontrar una hoja de carácter burgués expresándose en términos mesurados y que invitan a la reflexión.

Pero, no sólo por cortesía deseamos ocuparnos del artículo de EL SOL, sino también porque los problemas por el mismo tratados son de una importancia tal, como nunca se hará lo bastante para planteados en sus verdaderos términos.

Nos limitaremos hoy a oponer nuestro criterio al sostenido por EL SOL sobre la revolución rusa y sobre el Manifiesto Comunista.

El bolchevismo es una modalidad de la Revolución rusa, Pero no la esencia misma de aquella Revolución. Ahora bien, bolchevista, menchevista, o adoptando – siempre dentro del Socialismo – otra forma cualquiera, la Revolución rusa no dejará ranea el acontecimiento más trascendental de la historia contemporánea. Y no es lícito en nombre de una tema más o menos fundado respecto a la adaptación que en nuestro país se pueda hacer de la Revolución moscovita, no es lícito, repetimos, querer desprestigiar tan glorioos hecho con ironías o sarcasmos de un gusto más que dudoso.

La Revolución rusa, cuando no otra coja, representaría siempre ante la odiosa política de todos los Gobiernos absolutistas y ante el desmedido orgullo de las burguesías de todos los países un valiente y triunfal “¡Vive Dios que pudo ser” que a proletariado de cada país debe recoger con entusiasmo y tratar de imitar lo mejor posible. La revolución rusa – con todos sus inevitables errores y sus muy disculpables errores – es el más justo castigo que podía caer sobre el más perverso de los regímenes; es, además, un ejemplo y un estímulo para los millones y millones de seres humanos sediento de justicia y dispuestos a sacrificarse para que la paz reine, al fin, en la tierra entre lo hombros de buena voluntad. La Revolución rusa, digamoslo de una vez constituye y constituirá en lo siglos venideros la más pura gloria del socialismo, porque es lo único grande, justo, noble y santo que se ha hecho desde que la civilización capitalista deshonró a la Humanidad, desencadenado la más infame de las guerras.

No se puede hablar del ‘Manifiesto Comunista’ en un trabajo serio, escrito para personas serias, con el pueril desenfadado con que lo hace el articulista de EL SOL. Calificar el ‘Manifiesto’ de ‘obra genial de captación e ilusionismo es envolver una frase brillante un concepto completamente vacío de sentido. Y afirmar que es la magna obra de Marx y Engels se suplanta lo vivo y lo concreto por lo pensado y lo abstracto, es atribuirle exactamente los defectos que no tiene y negarle los méritos de que justamente puede preciarse.

El ‘Manifiesto Comunista’, como la doctrina marxista toda, no inventa absolutamente nada. EN su capítulo segundo lo dice explícitamente:

“Las proposiciones teóricas de los comunistas no se apoyar, en modo alguno, en principios inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo.

Dichas proposiciones, son la expresión en términos generales, de las condiciones reales de una lucha de clases existente de un movimiento histórico que se produce ante nuestros ojos”.

Lo que el articulista de EL SOL llama arbitrariamente irreal geometría de Marx es nada menos que el gigantesco esfuerzo de haber sistematizado y elevado a la categoría de ciencia los diversos problemas que constituyen la llamada cuestión social. Y en esa labor de sistematización, de ordenación y de demostración, cualquiera persona animada de un poco de buena voluntad puede seguir al maestro y convencerse de los principios que sienta. Precisamente porque el marxismo es todo realidad viva y concreta; precisamente porque en su labor de disección del cuerpo social no afirma nunca nada que no pueda probarlo abundantemente; precisamente porque , en vez de sentar principios apriorísticos, nos ofrece conclusiones prácticas precisamente por todo eso, el marxismo, ha convertido en la fuerza impulsiva del movimiento obrero, en una fuerza que le sirve al mismo tiempo de intérprete y de guía.

Admitimos, desde luego que puede y debe someterse a revisión toda la doctrina marxista. Pero afirmamos también que de esta revisión saldrían cada vez más pajantes la interpretación materialista de la histeria, la teoría de la lucha de clases y la teoría del valor: los tres principios que constituyen la roca inamovible sobre la cual está edificando el Socialismo moderno.

¿Vale la pena antes de pasar a otra cosa, detenerse a examinar si los obreros son los más en la sociedad? EL articulista de EL SOL parece dudarlo, fundándose en una afirmación de Werner Sambart. Sin embargo, creemos que basta tener ojos en la cara – sobre todo si no se confunde el obrerismo con el manualismo – para saber q qué atenerse.

Nos queda por examinar la que constituye la parte esencial del artículo de EL SOL: la cuestión de las huelgas.

Lo haremos en nuestra edición próxima.