11 agosto 1998

Manuel Rivas reprocha en EL PAÍS al columnista Jaime Campmany, de ABC, que diga que el motivo por el que sigue escribiendo artículos es ‘por el placer de molestar’

Hechos

El artículo de D. Manuel Rivas del 11 de agosto de 1998 en EL PAÍS se centra en la figura de D. Jaime Campmany, de ABC.

Lecturas

El artículo de Jaime Campmany Díez de Revenga en ABC el 5 de agosto de 1998 explicando lo que disfruta publicando artículos criticando a otros lleva a Manuel Rivas Barrós a hacerse eco de sus palabras en El País metiéndose con él.

05 Agosto 1998

VERANO Y HUMO

Jaime Campmany

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Indro Montanelli se ha tomado vacaciones y ya no vienen sus cartas diarias en IL CORRIERE DELLA SERA, y lo mismo ha hecho Paco Umbral en EL MUNDO. Aquí, el único columnista de Europa que aguanta todo el año atado a la columna soy yo. A lo mejor lo hago para complacer al masoquista que se cabrea con mis artículos. A mi edad y en mi situación, con los hijos colocados y el estómago hecho a la caprese, lo único que me mantiene laborioso es el placer de molestar. Meterle a alguien un artículo por un ojo es más gratificante que meterle un dedo. Para sobrevivir en esta selva del columnario, uno no puede tomarse un descanso en el arte de fastidiar a los fastidiosos.

11 Agosto 1998

JAIMITO

Manuel Rivas

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El conocido vejaminista Jaime Campmany confiesa en el diario ABC que su razón de escribir no es la manutención ni el arte, sino jorobar con los dedos. Él a los hijos ya los tiene criados y, según explica, el pecunio le da hasta para ponerse morado de queso de búfala. Como autor literario ocupa un lugar al fresco en la época interglaciar del pleistoceno. Como periodista, su inquebrantable talante liberal le acarreó la desgraciada contrariedad de ser nombrado director del diario ARRIBA, órgano oficial del fascio español. La vida fue dura con Campmany mientras rojos y masones se lo pasaban bomba en el exilio o la censura les ahorraba el trabajo de escribir y podían vivir aventuras sin cuento. Pero Campmany no. Él al pie del cañón. A currar, guiñándola día tras día. ¿Cómo no entender su resentimiento? ¿Cómo no va a despreciar Campmany la gazmoñería de lo políticamente correcto después de haber hecho de Franco un tipo alto, rubio, de ojos azules y con voz de Gardel?Los escritores llevan siglos planteándose la pregunta del por qué escribir. ¿Vencer el desasosiego? ¿Será, como el canto del grillo, para mantener las ánimas en paz? ¡Mariconadas deconstructivistas! ¿Por qué escribe Campmany? O como dirían los existencialistas, ¿cuál es su raison d´être? Lean: «Lo único que me mantiene laborioso es el placer de molestar. Meterle a alguien un artículo por el ojo es más gratificante que meterle un dedo». He ahí un hombre que escribe para jeringar al prójimo.

Ahora entiendo a Induráin cuando con toda candidez respondió que su país preferido era Disneylandia. Cada mañana, la mirada poética de Campmany se cierne sobre la piel de toro mientras tararea su cucurrucucú: ¿a quién podemos joder hoy?

Por supuesto, siempre a los mismos. Es lo que Chesterton llamaba el sentimentalismo del diablo.

Manuel Rivas