23 febrero 2009
El diario EL MUNDO y el Grupo Intereconomía se pelearon por quién de los dos había sido el primero en denunciar el tema
Fernández Bermejo dimite como ministro de Justicia tras conocerse que fue de cacería con el juez que investiga al PP, Baltasar Garzón
Hechos
El 23.02.2009 D. Mariano Fernández Bermejo dimitió como ministro de Justicia.
Lecturas
El 23 de febrero de 2009 se produce la dimisión de D. Mariano Fernández Bermejo (ministro desde 2007). El siguiente cambio de Gobierno se producirá el 7 de abril de 2009.
En la mañana del lunes 9 de febrero de 2009 el Grupo Intereconomía informaba en sus medios (Intereconomía TV, Radio Intereconomía y la web La Nación.es) que el ministro socialista D. Mariano Fernández Bermejo había participado en una cacería con el juez D. Baltasar Garzón Real el domingo 8 tras cenar juntos el viernes 6 coincidiendo con el momento en que este juez investigaba un presunto caso de corrupción que afectaba al principal partido de la oposición, el Partido Popular. Es una información del director de la revista Época (también de Intereconomía), D. Carlos Dávila Pérez de Camino. La publicación del Grupo Intereconomía no genera reacciones ese día al tratarse de un medio de difusión discreta.
El miércoles 11 de febrero de 2009 el diario El Mundo que dirige D. Pedro J. Ramírez Codina recoge la información de Intereconomía (sin citarles) incluso utilizando la misma foto. El propio Sr. Ramírez Codina sube un vídeo a la web de su periódico en la que indica que el Partido Popular ‘debe montar la marimorena’.
Esa misma mañana del 11 de febrero de 2009 D. Mariano Rajoy Brey, presidente del Partido Popular convoca una rueda de prensa en la que comparece arropado por toda la ejecutiva de su partido, incluyendo Dña. Ana Mato Adrover o D. Alberto Ruiz Gallardón en la que supone su primera declaración tras el estallido del caso Gürtel: “Esto no es una trama del PP, esto es una trama contra el PP”, afirma. Y solicita la dimisión de D. Mariano Fernández Bermejo, así como solicita la recusación del Sr. Garzón como instructor del ‘caso Gürtel’.
A pesar de que el 18 de febrero de 2009, en sesión de control, el ministro D. Mariano Fernández Bermejo declara a los diputados de la oposición que no piensa dimitir, el 23 de febrero de 2009, ante la petición del presidente del Gobierno – aparentemente incómodo por que el caso de la cacería estuviera acaparando la campaña electoral autonómica en Euskadi y Galicia – el Sr. Fernández Bermejo dimite como ministro de Justicia y anuncia su retirada política.
El comentarista de ‘Noticias Cuatro’ (en el canal del operador Sogecable) D. Iñaki Gabilondo Pujol en su editorial del día 23 de febrero considera que ‘el marketing del PP’ ha ganado al PSOE.
Por su parte el 24 de febrero de 2009 en la tertulia ‘La Mañana’ de D. Federico Jiménez Losantos de la Cadena COPE D. Pedro J. Ramírez Codina se declara a sí mismo responsable de la caída del Sr. Fernández Bermejo y de marcar la agenda del PP (“o marcas agenda o te la marcan”), pero la tertuliana Dña. Carmen Tomás le recuerda que quien destapó la noticia fue el Grupo Intereconomía iniciando una breve discusión con el director de El Mundo (“yo no sé de donde saldría el rumor…”) que lleva al director del programa a zanjar la discusión. D. Carlos Dávila Pérez de Camino llamó a la COPE para intervenir en directo y poder contestar al Sr. Ramírez Codina, pero el Sr. Jiménez Losantos no permitió su entrada en el espacio.
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Dña. Carmen Tomás reprochó en ‘La Mañana’ de la COPE a D. Pedro J. Ramírez, que se hubiera apropiado de una noticia que, inicialmente, había destapado el Grupo Intereconomía.
24 Febrero 2009
Cazador cazado
24 Febrero 2009
De una escoba salió un tiro
Apunta p’allá, que las escopetas las carga el diablo», decía mi abuela Isabel, con deje leonés, cada vez que veía a alguno de los cazadores de la familia manipulando un arma. Y como mujer sentenciosa que era, añadía, implorando la máxima cautela: «No olvides nunca que de una escoba salió un tiro».
«Y mató un ministro», podríamos decir hoy para cerrar el cuento, a propósito de que, en lo tocante a la caza, las imprudencias se pagan.
Como cazador de larga trayectoria, siento una piedad enorme por el ministro Bermejo, a quien no conozco de nada pero en el que intuyo una pasión ciega y no sobrevenida por la caza, como corresponde a un tipo de pueblo. Pero como ciudadano reconozco que ha hecho muy bien aliviándole la carga a Zapatero, porque siendo el ministro más montaraz de su Gobierno, llevaba días atrapado en un lazo para jabalíes de diez arrobas, en el que se había dejado apresar con imprudencia temeraria. Y en la fauna política nacional no hay nadie que supere en capacidad de agarre a los mastines del PP, como queda demostrado una vez más.
En España corren malos tiempos para la caza y peor aún para los sin papeles. Así que si a tu condición de ministro socialista en cacería añades la de indocumentado, no hay nadie en el mundo que pueda hacer nada por ti. Nada de lo que ha protagonizado Bermejo está fuera de lo común, pero está fuera de nuestro tiempo. A ver si lo explico.
Un ministro tiene que saber que en este momento el relato sobre la caza lo sostienen los ecologistas y la gente que, sin serlo, vive en las ciudades. Para ambos, tan extemporáneo resulta matar animalitos como meterse entre pecho y espalda esos desayunos con migas y gachas que no quedan nada zen.En España hay mucha gente que caza, pero son cada vez más los que recelan de esa legión de todoterrenos que enfila el campo al amanecer con incontenible ánimo depredador: piensan que los conduce gente que lo mismo le da en la cruz a un venado de 14 puntas que, con la complicidad del concejal de turno, se cobra de un certero disparo una finca de 14 millones de plusvalías, preferentemente situadas en elcinturón esperanza que rodea Madrid, o una huerta de naranjos no recalificada de la costa valenciana o murciana.
No es tan infrecuente, por extraño que parezca, que entre los millones de actos cinegéticos que se dan a lo largo de una temporada haya alguien que cace sin todos los papeles en regla, como al parecer le ha sucedido a Bermejo. El pecado no pasa de una venial falta administrativa, salvo que quien lo comete sea ni más ni menos que un miembro del Gobierno, siendo probablemente el ministro de Justicia el menos indicado para ello.
Entre las modalidades de la caza se suele hablar de caza menor o mayor, de caza a la espera o al salto, de batida o rececho, legal o furtiva, entre otras; pero ninguna sería tan clarificadora como la de dividir el fenómeno que nos ocupa entre los que cazan pagando y los que van de gorra o por el morro.
En el primer apartado, el de los que pagan, podemos a su vez incluir una tipología variada que empezaría en los niveles más populares, que incluye a obreros, campesinos y gente de orden de clase media, y acabaría en señores que suelen pagar en billetes bin laden.
Pero, la que hace al caso es la modalidad de gorra, que parece que la hubiera inventado Bermejo, cuando aquí en España los ministros recibían, junto a la cartera Loewe con el título del Departamento grabado en oro, una invitación a hacerse con un juego de paralelas para desfogarse en la próxima cacería del General. Por favor, que no le hagan hablar a Carmencita Franco, cuyo trasero fue plomeado en el bautizo de fuego de un ministro que le cogió afición a la cosa.
En España el poder político y administrativo ha cazado de gorra siempre desde don Pelayo y lo políticamente relevante del caso es que un ministro socialista, tan del agrado de la nueva vía, no haya roto con la tradición. ¿A qué viene tanto revuelo por la coincidencia de un ministro y un juez en una montería de pueblo si no hay cacería de postín en la que no comparezcan uno o dos magistrados, el registrador de la propiedad, el director de la caja de ahorros y un cargo de la Junta? (En donde más se ve la pérdida de poder de la Iglesia es que ya no va nunca el cura, aunque también es verdad que el fin de semana lo tienen más ocupado). Por eso yo creo que si Garzón y Bermejo coincidieron en esa montería no fue para conspirar, sino porque a los ministros no se les espera en esas monterías de pueblo.
Porque hay otro nivel de cacerías o de monterías donde sólo pega tiros el Gotha, y a ésas sí que iban por el morro ministros del PP, pero en ellas la partida se juega en recintos amurallados, vallados o vigilados por cámaras robotizadas. Es en ellas donde se cuece el caldo gordo y donde no se escapa ni un jabalí ni una palabra de lo tratado.
Está muy feo que un juez y un ministro coincidan en el momento en que está abierta una causa que tiene conmocionada a la opinión pública y más todavía al primer partido de la oposición. Y está bien que el ministro dimita, pero cabe preguntarse por quién dimitió en la Xunta o en el Gobierno de Aznar cuando los conselleiros y el ministro directamente implicados en el desastre del Prestige se repartieron por media España matando perdices, persiguiendo rebecos o calzándose las raquetas en Sierra Nevada.
Resulta todavía más chocante que sea el responsable político de la tragedia del avión Yakolev el que le diera un ultimátum al presidente Zapatero para la destitución del ministro de Justicia. Que no dimitiera por vergüenza torera y que el PP le haga parlamentario para guarecerle de la causa del avión homicida es una cosa, pero que lo exhiba como azote y ejemplo de integridad política es verdaderamente una osadía.
O no, porque ahora que el ministro ha caído volvemos a los temas judiciales y Trillo es un experto, como dejó acreditado en el pasado, y puede serle muy útil a un partido que conoce el mundo judicial como la palma de la mano. Si alguien sabe las trochas procesales seguro que uno de ellos es Trillo.
En las monterías el primer animal que llega a la línea de escopetas, por extraño que parezca, es el zorro, teóricamente el más astuto de los animales. Pero el cazador experto sabe que detrás del zorro vienen las grandes piezas. O sea, que tras Bermejo llega la hora de la verdad. El rastreo de pistas nos indica que hay materia para estar al acecho y hay que tomarse la espera con calma porque en la ley de la caza, las primeras piezas que se levantan no son las importantes. Los medallas de oro, ya sean venados o guarros, mandan por delante a los escuderos y ellos se encaman hasta que las pistas los delatan o a veces, hasta que se deshace la armada.
En cuanto a la caza, poco que añadir. Hoy todavía no pido perdón. Nací en ambiente cazador y me curtí, siendo niño, en las partidas más bravas y furtivas del oeste leonés, entre Laciana, Fornela y Los Ancares. No está la caza para muchos tiros. No hay caza sin libertad y casi toda España es una finca parcelada en la que rumian pienso todas las especies. Tampoco gasten mucha pólvora contra los cazadores porque somos especie en extinción. Vamos a morir de fuego amigo o de tristeza.
24 Febrero 2009
Puntería y facilidades
Como decía un buen amigo periodista en su telegrama para el informativo Hora 14 de la cadena SER, ya estaba advertido el ministro Bermejo de que las cacerías cortesanas prisiones son do el ambicioso muere. Imposible que se le ocultara que mientras las críticas que estaba recibiendo procedieran del PP podía considerar atornillada su continuidad en la cartera de Justicia, como venía a confirmar el ejemplo de su colega de gabinete, la titular de Fomento, Magdalena Álvarez. Pero, a partir del pronunciamiento adverso del socialista canario Jerónimo Saavedra, empezaron los desmarques dentro del PSOE, donde por ahora nadie habla sin mirar antes hacia arriba. Así que las cosas se pusieron color de hormiga y una afición inocua como la caza acababa revelándose letal. Aquí seguiremos a medias la normaansoniana que excluye hacer leña del árbol caído, pero intentaremos reconocer cómo se han desencadenado los hechos. Estamos ante un caso que confirma de nuevo la puntería certera de Jota Pedro, quien se apunta con la dimisión de Bermejo un trofeo de muchas puntas tan sólo pocas semanas después de haberse cobrado otro tan relevante como el del presidente del Real Madrid, Ramón Calderón. Recordemos que había cundido el desconcierto en medio de una guerra cainita abierta en el seno del PP de Madrid, al trascender el espionaje mutuo al que se dedicaban los primeros espadas del Gobierno de la comunidad que preside Esperanza Aguirre.
Aparecían los nombres de Francisco Granados y de Ignacio González, vicepresidentes segundo y primero. Concurrían a los juzgados con la pretensión de lograr esclarecimientos el vicealcalde de Madrid, Manuel Cobo, y brotaban los nombres del anterior tesorero nacional del PP, Álvaro Lapuerta, y del actual, Luis Bárcenas. Así las cosas, apareció por la banda el juez Campeador, Baltasar Garzón, reactivando la instrucción de la Operación Gürtel (Correa en alemán), un caso de libro donde una pandilla de merodeadores del poder en tiempos de Aznar exhibía toda suerte de trapacerías. Como siempre, perpetradas al calor de las proximidades de quienes manejaban entonces el Boletín Oficial del Estado y los editados por las comunidades autónomas en manos de los políticamente afines. El belén empezaba a poblarse de figuritas, a pie y en camello, que avanzaban hacia el portal para ofrecer sus dones y buscar compensaciones condignas. Quedaba claro, una vez más, la pertinencia del interrogante del cuplé ¿de dónde sacan pa tanto como destacan? Asomaba la financiación de los partidos imposible de colmar bajo las normas legales. Se comprobaba la vigencia de la doctrina Zaplana -«estamos en política para forrarnos»- enunciada en una de sus invalidadas conversaciones con aquel sobreseído Naseiro de origen valenciano. El público lector empezaba a perderse en los detalles y los medios de comunicación, embebidos en sus propios hallazgos o en las filtraciones recibidas, se olvidaban de algunos deberes elementales como el de aportar un resumen de lo publicado y actualizar un dramatis personae que facilitara el seguimiento de la historia.
En éstas estábamos cuando el ministro de Justicia se dejaba llevar por esa pasión dominante que siente por la caza y comparecía en una montería organizada en la finca Cabeza Prieta en las inmediaciones de Torres (Jaén), localidad natal de Garzón. A cualquiera le hubiera parecido un hecho irrelevante pero alguien con poder de percusión logró que nos quedáramos con la imagen de un furtivo intrigando con el juez de la operación Gürtel. De las facilidades que ha dado el ministro ya se ha escrito bastante. Pero para saber qué nos pasa se recomienda releer la biografía de Hearst de David Nasaw (Tusquets. Barcelona, 2005). Asombra comprobar cómo supo utilizar el poder de los medios para marcar la agenda política escarbando en la intimidad de las personas y cómo proclamaba con orgullo que, mientras otros periódicos se limitaban a plasmar las noticias, los suyos las creaban. Sombrerazo.
19 Febrero 2009
Historia de un escándalo
De repente, la cacería tripartida: Bermejo-Garzón-Delgado ha cambiado el panorama político y judicial español. A las siete de la mañana del lunes 9 de febrero, INTERECONOMÍA RADIO adelantaba la noticia de ese fin de semana cinegético que habían pasado en una finca jinenense el juez instrucción de la supuesta corrupción que se ha querido presentar como la gran avería del PP, la fiscal del caso y el superior jerárquico de la misma: el ministro Bermejo. A las ocho de la mañana LA NACION.ES, el periódico digital del Grupo de Publicaciones de esta casa, colgaba una amplia información. El martes por la noche este mismo medio insertaba un anticipio de nuestra portada de ÉPOCA y un compendio de la historia entera. Agradecemos muy sinceramente a quienes, como es de justicia, han reconocido nuestra paternidad en esta trascendente exclusiva, un escándalo que ya ha traído consecuencias. Nuestra opinión: Garzón no puede seguir siendo instructor de este caso, la fiscal Delgado debe ser apartada del mismo y Bermejo tiene que ser destituido fulminantemente: la connivencia entre el poder judicial y el Ejecutivo es insoportable en un Estado de Derecho.
24 Febrero 2009
Bermejo, el final anunciado de un provocador
No hacia falta tener dotes proféticas para acertar en lo que escribimos el 8 de febrero de 2007 cuando advertimos a Zapatero que al designar a Mariano Fernández Bermejo como ministro de Justicia había elegido «al peor de todos los candidatos». Decíamos que aquella fecha quedaría como un «día negro para la Justicia» y advertíamos que su sectarismo iba a provocar continuos problemas con el PP y con los jueces. Aquel diagnóstico se ha confirmado punto por punto.
Dos años y un par de semanas ha durado en el cargo Fernández Bermejo, que probablemente ha sido el peor ministro de Justicia de la democracia tanto por su desafortunadísima labor como por sus provocativas maneras.
El ministro presentó ayer por la mañana su dimisión a Zapatero tras constatar el pasado fin de semana que había perdido el apoyo de la dirección y los militantes del PSOE, hastiados por el triste espectáculo que ha dado Bermejo en las últimas semanas. El ministro se había convertido en un lastre para los socialistas que amenazaba con condicionar negativamente la recta final de la campaña en Galicia y el País Vasco.
La puntilla final se la dio probablemente Patxi López, el candidato del PSE, que declaraba ayer en este periódico que «a ningún socialista le ha gustado la cacería de Bermejo». La frase resume el sentir de muchos ciudadanos que, primero, se habían enterado con perplejidad a través de EL MUNDO de que el ministro de Justicia se había ido a cazar con el juez de la Audiencia Nacional que instruye un sumario que afecta al PP. Luego la sorpresa fue en aumento cuando este periódico reveló que Bermejo había cazado en la finca del Patrimonio Nacional en Quintos de Mora y, por último, cuando descubrimos que había matado venados sin licencia en Jaén.
Bermejo intentó ayer presentarse como víctima de una campaña del PP, subrayando «la utilización» de todos estos avatares.Pero la realidad es que su conducta ha sido impresentable desde el punto de vista ético y político. Su encuentro con Garzón ya era suficiente para que tuviera que dejar el cargo, pero lo que desbordó el vaso dentro y fuera del PSOE fue el hecho de cazar sin licencia, por lo que fue expedientado por la Junta de Andalucía.¿Actuó Chaves por su cuenta o consultó previamente a Moncloa? En cualquiera de las dos hipótesis, el expediente era la demostración pública de que el ministro había perdido el respaldo de buena parte del Gobierno y del partido.
Zapatero actuó correctamente al aceptar su dimisión ya que mantenerle en el cargo habría supuesto un considerable desgaste para su proyecto político. Pero seguramente se equivocó al no aprovechar la ocasión para remodelar el Gobierno, relevando a ministros como Pedro Solbes y Magdalena Alvarez. El titular de Economía dijo ayer que «envidiaba» a Bermejo, lo que revela el ánimo con el que está afrontando la crisis económica.
La dimisión de Bermejo no produjo ayer reacción de solidaridad alguna. No sólo fue acogida con satisfacción por la oposición sino que fue recibida además con alivio por los jueces, que tendrán seguramente en el nuevo ministro, Francisco Caamaño, un interlocutor mucho más razonable.
Caamaño tiene un perfil absolutamente contrario al de Bermejo, lo que induce a pensar que Zapatero ha buscado una persona menos polémica y con talante negociador. El sectario y provocador Bermejo ha dejado tan bajo el listón que se lo ha puesto muy fácil a su sucesor. Su final era tan previsible como fue inaudito su nombramiento.
24 Febrero 2009
Relevo en Justicia
La montería en la que participó el ministro Bermejo no fue sólo inoportuna; también ha resultado decisiva para su salida del Gobierno. El hasta ahora titular de Justicia ha ofrecido durante los últimos días el flanco por el que el Partido Popular está pretendiendo zafarse de sus responsabilidades en la trama de corrupción que se investiga en la Audiencia Nacional, y que en los próximos días pasará a los Tribunales Superiores de Justicia de Madrid y de Valencia por la presencia de personas aforadas en el sumario.
La proximidad de las elecciones en el País Vasco y, sobre todo, en Galicia, donde la dirección nacional de los populares se juega en gran medida su futuro político, no ha favorecido a Bermejo, cuya presencia en el Ejecutivo limitaba las posibilidades de que los socialistas sacaran el máximo provecho de las dificultades por las que atraviesa el PP. Los dirigentes populares no han dudado en considerar la dimisión como una victoria. Sin embargo, han perdido el parapeto tras el que estaban buscando cobijo político para hacer frente a la tormenta judicial, que podría arreciar tras el levantamiento del secreto del sumario.
Pero la montería ha sido, con todo, el detonante último de un relevo que parecía inevitable por razones políticas de mayor peso, aunque no resultara fácil para Rodríguez Zapatero escoger el momento oportuno para llevarlo a cabo. Bermejo se hizo cargo del ministerio con el mandato expreso de desactivar los graves conflictos que atravesaba la justicia, tanto por la división entre las principales fuerzas políticas como por la propia situación interna de los juzgados. Bajo su mandato ha tenido lugar una huelga de secretarios y otra de jueces y magistrados, y el clima no ha dejado de enrarecerse a lo largo de toda su trayectoria como ministro. La fama de dureza que llevó a Bermejo hasta el Gobierno se ha convertido en la principal razón para su salida. La escenificación de ésta como dimisión y no como destitución parece responder hasta cierto punto a la realidad de los hechos, pero se trataba, a su vez, de la mejor fórmula de la que disponía el Gobierno para minimizar los beneficios políticos que pudiera obtener el PP. También para fijarle un listón de exigencia en el futuro.
La rapidez con que se ha anunciado el nombre del nuevo ministro de Justicia apunta a que la salida de Bermejo venía preparándose desde los últimos días. Zapatero ha querido cerrar el relevo cuanto antes, y en esta ocasión ha optado por el talante negociador de Francisco Caamaño, hasta ahora secretario de Estado de Asuntos Constitucionales. El nuevo ministro ha sido bien recibido por el Consejo General del Poder Judicial y por las principales asociaciones de jueces y magistrados. La tarea que le aguarda es la misma para la que fue nombrado Bermejo, sólo que el deterioro de la justicia es mayor y el grado de crispación ha llegado a límites que comprometen el normal funcionamiento de un poder del Estado.
27 Febrero 2009
Lástima, pero la exclusiva es nuestra, Ramírez...
Ha dicho textualmente Pedro J. Ramírez en La Mañana de la COPE que la noticia de la cacería de Torres (Jaén) – un escándalo que ha dado origen a la destitución del ministro de Justicia – “no estaba confirmada a las nueve y media de la noche (del martes 10 de febrero)”. Falso. A esa hora de aquel día, en INTERECONOMÍA no sólo ya habíamos desvelado los hechos en rigurosa exclusiva, sino que también habíamos hablado con el propietario de la finca de marras, el catalán Josep Peñas, quien nos confirmó la información punto por punto. Es más: la misma tarde del martes 10 de febrero, LA NACIÓN.ES, el diario digital del Grupo Intereconomía, ofreció a sus lectores la portada adelantada del semanario ËPOCA en la que, bajo el título ‘Juez y parte, de cacería’, publicaos negro sobre banco todos los detalles del descaste que se ha cobrado la pieza del titular de Justicia.
Concretamente, sobre las 18.30 horas de la tarde del martes 10, EPOCA consiguió contactar en su teléfono móvil con el empresario catalán Jorge Peñas, propietario de diversas empresas relacionadas con el sector farmacéutico y dueño de la finca Cabezaprieta, el coto de caza en el que el domingo anterior Fernández Bermejo y Garzón compartieron una placentera jornada cinegética. Entre otros detalles, en aquella primera conversación con ÉPOCA – hubo otra posterior – Peñas aseguró a nuestro semanario que tanto Garzón como el ministro habían pernoctado en la casona de su finca la noche del sábado. Que Fernández Bermejo acudió acompañado por su esposa. Que entre la veintena de invitados al descaste – fue Peñas quien nos explicó en qué consiste semejante práctica cinegética. Entre otros detalles, en aquella primera conversación con ÉPOCA – hubo otra posterior – Peñas aseguró a nuestro semanario que tanto Garzón como el ministro habían pernoctado en la casona de su finca la noche del sábado. Que Fernández Bermejo acudió acompañado por su esposa. Que entre la veintena de invitados al descaste – fue Peñas quien nos explico en qué consiste semejante práctica cinegética – se abatieron muflones. Y que tanto el titular del Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón – a quien el empresario catalán dijo conocer desde la infancia – como el ministro de Justicia – con quien, hasta entonces, apenas había coincido ‘en un par de actos’ – habían confirmado su asistencia a la cacería ‘con semanas de antelación’.
A aquella misma hora (entre las 6.30 y las 7.30) de la tarde del martes 10 de febrero, dos redactores de ÉPOCA y LA NACIÓN.ES abordaban al titular de Justicia en los pasillos del Congreso de los Diputados. “Ja, ja, ja…” fue la respuesta de Fernández Bermejo cuando los periodistas intentaron recabar una explicación del ministro en torno a la cacería de Torres. En otras palabras, cuando en ÉPOCA conocíamos hasta el importe de la factura de los chorizos y las longanizas de la comilona en Cabezaprieta, en EL MUNDO ni siquiera tenían confirmada la información, tal y como ha desvelado el propio Pedro J. Ramírez en un lapsus imperdonable. Un desliz.
Lástima que nadie hubiese alertado de nuestra exclusiva al director del diario de Unedisa [Unidad Editorial], quien, una de dos: o está perdiendo reflejos y se entera tarde y mal de las primicias de la competencia; o no tiene empacho alguno en mentir con tal de ponerse una medalla que en absoluto le corresponde. Una pena.
El Análisis
No parece que cuando el presidente Zapatero pidió a su ministro, Sr. Fernández Bermejo, que dimitiera, fuera porque comprara la teoría del PP de que la cacería de Bermejo, con el juez Garzón y la fiscal Dolores Delgado el mismo fin de semana de la redada del caso Gürtel evidenciaba una confabulación contra el PP.
Parece que al Sr. Zapatero lo que le molestaba era algo más simple: la imagen de un ministro socialista, rifle en mano ante animales muertos, no encaba con la imagen ‘progre’ y ‘animalista’ que deseaba ZP. Las críticas públicas de dirigentes del PSOE como el Sr. Patxi López o el Sr. Jerónimo Saavedra lo evidenciaba. Era eso, la estética de esa foto, lo que sentenció la carrera política del Sr. Bermejo.
J. F. Lamata