1 agosto 2000

Los 17 diputados de la formación ultraortodoxa Shas posicionaron la balanza a favor de la derecha

Moshe Katsav, del Likud, elegido por sorpresa Jefe de Estado de Israel derrotando a Simon Peres (Partido Laborista)

Hechos

El 30.07.2000 Moshe Katsav fue elegido Presidente del Estado de Israel por 60 votos frente a los 57 que votaron a Simon Peres.

Lecturas

El anterior Jefe de Estado, Ezer Weizman, fue elegido en 1993. 

EL ETERNO PERDEDOR

peres_jueves  Simon Peres, con una larga trayectoria política y un indudable prestigio internacional, ya estaba acostumbrado a afrontar severas derrotas. Tras ser nombrado líder del Partido Laboralista fue derrotado en las elecciones de 1977 siendo la primera vez que perdía el laborismo. En las elecciones de 1996, nada más serle otorgado el Premio Novel de la Paz, fue nuevamente candidato y fue derrotado inesperadamente por el ‘halcón’ Netanyahu. Esta derrota para el cargo honorífico de Presidente de Israel, ha sido quizá, por sorprendente, la más humillante.

Katsav dimitirá en 2007. 

31 Mayo 2000

¿Presidente Peres?

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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¿Conseguirá por fin Simón Peres, al borde ya de los 77 años, varias veces primer ministro de Israel, ganar unas elecciones? Su mejor y, verosímilmente, última oportunidad la tendrá el 31 de julio ante el Parlamento para ser elegido presidente, cargo más simbólico que con funciones reales, pero merecido colofón a una carrera que sólo cabe comparar a la de su mentor político y fundador del Estado, David Ben Gurion. Esa oportunidad nace en medio de una racha de escándalos que implican a una serie de personalidades, entre ellas el presidente Ezer Weizman, que dimitirá voluntariamente, a falta de tres años de mandato, por haber recibido fuertes sumas no declaradas a Hacienda de un financiero francés. Junto a ello, el anterior primer ministro, Benjamín Netanyahu, tiene problemas con la justicia, también por regalos recibidos en ejercicio del cargo, y el ministro de Transportes, Isaac Mordejai, ha renunciado tras ser acusado de agresión sexual a una secretaria.

Peres es una excepción en la historia de Israel. Nunca combatió en ninguna de las cinco guerras contra los árabes, pero sí fue excepcional ministro de Defensa. En rebotes y combinaciones diversas, ha ejercido la jefatura del Gobierno, pero tampoco ha logrado ganar unas elecciones legislativas. Respetado por la mayoría, admirado por bastantes, querido por muchos menos, no responde al tipo épico-heroico de sus grandes rivales laboristas, los generales Moshe Dayan e Isaac Rabin, o al mesiánico Ben Gurion. Pero al actual ministro de Desarrollo Regional se le atribuye universalmente el impulso intelectual que ha llevado al proceso de paz con los palestinos.

Su elección no está, pese a todo, asegurada. El candidato del derechista Likud es el ex ministro Moshé Katsav, sefardí y religioso tradicional, frente a un Peres de origen askenazi y patentemente laico. Mucho dependerá del partido religioso sefardí Shas, con 17 de los 120 escaños del Parlamento, que suele cobrar en subsidios a sus escuelas talmúdicas el apoyo que presta al prójimo, de ordinario en el poder. Peres dijo ayer al primer ministro Barak -que ya ha anunciado el apoyo laborista a su antiguo líder- que no se preocupara, que con él la presidencia no se convertiría en «otro centro de poder». Pero, aunque sólo sea como el hombre que corta los crisantemos, Peres es capaz de hacer notar su presencia.

02 Agosto 2000

Acosado Barak

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La elección por el Parlamento de un relativo desconocido como nuevo presidente de Israel, en lugar del laborista Simón Peres, propuesto por el partido del primer ministro y al que se daba como ganador, ha sido no sólo una sorpresa para muchos, sino el termómetro de un estado de ánimo entre los diputados poco dispuesto al compromiso con los palestinos intentado por Ehud Barak en Camp David. El jefe del Gobierno, que superó el lunes por estrecho margen un voto de no confianza a propósito de las concesiones territoriales que planeaba en la fracasada cumbre de Maryland, ve el cielo abierto con la suspensión esta semana por vacaciones de las sesiones del legislativo israelí. Barak conseguirá un respiro vital de tres meses para intentar recomponer su maltrecha coalición y revivir el proceso de paz frustrado la semana pasada.No hay interpretación más directa de la derrota de un estadista de la talla de Peres -ex primer ministro y arquitecto de los acuerdos de Oslo con los palestinos, Nobel de la Paz por ello- que el hecho de que la fraccionada Knesset, a diferencia de los ciudadanos, ve con profunda desconfianza la conclusión de un acuerdo de paz con los palestinos que no otorgue todos los triunfos a Israel.

Aunque la misión del presidente, un cargo básicamente ceremonial, no incluye pronunciamientos sobre cuestiones políticas, la realidad lo desmiente. El anterior, Ezer Weizmann, dimitido anticipadamente por un escándalo de corrupción, era un convencido abogado del proceso de paz. Lo mismo que Peres, que hizo de ello la línea medular de su política. Que su rechazo por cuatro votos en votación secreta frente al derechista Moshe Katsav -un judío sefardita nacido en Irán, veterano del Likud- se inscribe en esa estrategia de la tensión resulta evidente cuando una de las primeras declaraciones del nuevo jefe del Estado ha sido para proclamar que Jerusalén, la roca contra la que finalmente se estrelló Camp David, debe permanecer unida como capital eterna del Estado de Israel.

Al primer ministro Barak se le acumulan las dificultades. La mayor es garantizar la supervivencia de su maltrecho Ejecutivo. A la derrota de su candidato a la jefatura del Estado hay que unir el hecho de que no controla más de 50 escaños de los 120 de la Knesset, un apoyo insuficiente que le impide sacar adelante la legislación más relevante. Su ministro de Exteriores, David Levy, amenaza con abandonar hoy mismo el Gobierno si Barak no se entiende con el halcón Ariel Sharon, líder del opositor Likud, sobre la formación de un Gobierno de unidad. Sharon, que acusa al primer ministro de traicionar a los israelíes por ofrecer a Arafat la soberanía compartida de algunas zonas de la Jerusalén árabe, acaricia abiertamente la posibilidad de elecciones anticipadas.

El tiempo juega contra Barak. No habrá oportunidad de resucitar el crucial diálogo de paz -objetivo declarado de los dos bandos tras su fracasada cumbre- si el primer ministro no reorganiza su Gobierno en las próximas semanas y recompone su frágil alianza, trufada de intereses de campanario. Yasir Arafat, de consulta por varios países árabes sobre los próximos movimientos negociadores, y en particular la cuestión de Jerusalén, dice seguir barajando el 13 de septiembre como fecha de proclamación del Estado palestino. Y ése sería un punto de no retorno, por la marejada de anexiones israelíes que acarrearía en Cisjordania y Gaza.

El Análisis

La humillación de Shimon Peres

JF Lamata

El 30 de julio de 2000 la política israelí vivió una de sus jornadas más sorprendentes: el Parlamento eligió como nuevo presidente del Estado a Moshe Katsav, del Likud, por un ajustadísimo 60 a 57 frente a nada menos que Shimon Peres, el eterno referente laborista y premio Nobel de la Paz. Por primera vez en la historia de Israel, el cargo honorífico de Jefe de Estado recaía en un dirigente del Likud, mientras el Ejecutivo seguía en manos del laborismo de Ehud Barak. Pero lo más llamativo no fue la alternancia, sino la humillación que supuso para Peres, que parecía tener la presidencia asegurada y terminó reforzando su incómoda fama de gran estadista en el escenario internacional… y gran perdedor en las urnas.

¿Quién era Katsav? De origen iraní y con un perfil político discreto, había sido ministro de Transportes y alcalde de Kiryat Malaji, siempre ligado al ala más social y moderada del Likud. No era un líder carismático ni un referente intelectual como Peres, pero supo moverse en los pasillos de la Knéset y capitalizar un factor decisivo: el apoyo del partido Shas, fuerza ultraortodoxa sefardí que, bajo el liderazgo del rabino Ovadia Yosef, se había convertido en un auténtico árbitro de la política israelí. Su influencia era enorme: con su capacidad para movilizar votos, Shas garantizó la mayoría mínima que le dio la victoria a Katsav, imponiendo un presidente más cercano a sus valores tradicionales y alejando a un laico y modernizador como Peres.

El resultado fue toda una sacudida: un triunfo inesperado para el Likud en un terreno que siempre había sido patrimonio del laborismo, y una derrota simbólica devastadora para Peres, que ya había visto escapársele la jefatura del Gobierno en 1977, 1981 y 1996. Su figura quedó asociada a un prestigio internacional inmenso pero a una reiterada incapacidad para coronar su carrera política en casa. Con Katsav, Israel se adentraba en una nueva etapa de cohabitación: un presidente del Likud al lado de un primer ministro laborista, mientras la política nacional se enredaba con las negociaciones de paz y el creciente escepticismo de la sociedad israelí.

J. F. Lamata