30 julio 2000

La oposición escogió como candidato a un ex colaborador de Chávez que, tras su derrota, volverá a las filas del chavismo

Elecciones Venezuela 2000 – El comandante Hugo Chávez es reelegido frente al coronel Francisco Arias, también ex golpista

Hechos

  • El 30.07.2000 se celebraron elecciones presidenciales en Venezuela el comandante Hugo Chávez fue reelegido como presidente derrotando ampliamente al coronel Francisco Arias y al Sr. Claudio Fermín.

Lecturas

01 Agosto 2000

La victoria de una promesa

Editorial (Director: José Antonio Zarzalejos)

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La indiscutible victoria electoral del presidente venezolano Hugo Chávez no refleja el apoyo de los votantes a una gestión concreta, que por lo visto hasta ahora tiene poco de elogiable. Ha sido sobre todo la expresión de la confianza de sectores mayoritarios de la población en un proyecto ‘revolucionario’ cuyos efectos benéficos son todavía una promesa. Puede decirse que los votantes de Chávez y de su Movimiento Quinta República (MVR) han hecho una expresión de fe y han reiterado su confianza en algo que se les ha prometido pero que todavía no han visto.

Habrá pocos presidentes en el mundo que hayan tenido una sumisión tan completa de las instituciones y una legitimidad popular tan aplastante como la que ha tenido Chávez en sus 18 meses de mandato. Sin embargo, el balance de este periodo ha sido desastroso en el campo económico, donde solamente la subida de los precios del petróleo le ha permitido mantener el país a flote, y muy peligroso en el político por la polarización que ha introducido en la sociedad civil y en las Fuerzas Armadas Venezolanas, que históricamente estaban al margen de la discusión partidista. Tampoco ha podido poner freno al cáncer de la corrupción, uno de los males endémicos en Venezuela, que lejos de aliviarse se ha manifestado, y a veces sin el menor disimulo, en las filas chavistas.

Chávez ha saludado esta victoria como el final del periodo de construcción del entramado institucional de su proyecto ‘bolivariano’ y de demolición inmisericorde del anterior, con la promesa de que a partir de ahora dedicará todos sus esfuerzos a reconstruir el país. Sin embargo, la exótica personalidad de este antiguo militar golpista sigue sembrando dudas sobre sus capacidades para poner en práctica sus idílicos planes de regeneración de Venezuela. Cada vez que dice que piensa apoyar la educación suscita alabanzas justificadas; cuando afirma que el modelo en el que se está mirando es el cubano, pone los pelos de punta.

Los electores le han dado un mandato de seis años sabiendo que Chávez está pensando en renovarlo y estar doce en el Palacio de Miraflores. Muchos de sus planes los pone a ‘catorce o quince años’. Pero los analistas económicos son mucho menos optimistas. Después de la constante fuga de capitales, de todo el remanente de los beneficios extraordinarios del petróleo, solamente le queda un colchón para mantener con vida a una economía casi en coma un año y medio más. Y si no es capaz de frenar la corrupción, probablemente menos aún. Para Chávez se ha terminado el tiempo de las promesas, ya se ha quedado sin pretextos para empezar a hacerlas realidad.

01 Agosto 2000

La hora de los hechos

Editorial (Director: Jesús Ceberio)

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Hugo Chávez sigue disfrutando del apoyo consistente de los venezolanos, a los que desde hace casi dos años mantiene en un estado de elección permanente. En las presidenciales y legislativas del domingo, cuya celebración se pospuso en mayo por manifiesta incompetencia técnica, se han cumplido los pronósticos y ha conseguido un triunfo incontestable. Ha aventajado en más de veinte puntos a su competidor Francisco Arias, otro teniente coronel en retiro, con el que compartió el intento golpista de 1992. A falta de datos definitivos, el movimiento de Chávez gana 12 de los 23 gobiernos provinciales y controla alrededor del 60% de los escaños en la nueva Asamblea Nacional unicameral, que sustituye al Congreso.Los resultados, con menos abstención de la vaticinada, dan vía libre al ambicioso proyecto del antiguo paracaidista, enunciado tras su barrida presidencial en 1998, de reconstruir las instituciones de su país y alumbrar un nuevo modelo político. Un mandato de seis años, renovable por otros seis de acuerdo con la nueva Constitución, aprobada en referéndum en diciembre de 1999, deja a Hugo Chávez las manos libres para sus voceados planes de reformas radicales. En el tono populista que le caracteriza, el presidente ya ha anticipado que prepara medidas de choque en los primeros cien días de su segundo mandato.

Que los venezolanos hayan extendido un nuevo y generoso cheque a Chávez es mucho más un acto de fe en quien les promete reiteradamente una nueva aurora social que el premio a su ejecutoria de gobierno. Su muy holgada reelección se produce a pesar de que durante el año y medio que lleva en el poder han seguido aumentando el desempleo (formalmente ya por encima del 20%) y la delincuencia, dos de las lacras que más preocupan en un país donde la pobreza sigue extendiéndose pese a su condición de tercer exportador mundial de petróleo. A falta de éxitos en esos ámbitos, el presidente, que se sigue reclamando cabeza de un régimen cívico-militar, ha subido durante la campaña el diapasón de sus mensajes, que inflaman tanto a los más desposeídos cuanto asustan en los consejos de administración. Pero la aprobación popular de Chávez ha pasado del 80% al 60% y sus tendencias autocráticas siguen suscitando numerosas interrogantes.

La elección múltiple del domingo debería marcar el final del cataclismo político venezolano. El país caribeño languidece pese a que los precios del crudo (que representa el 70% de las exportaciones) se han multiplicado casi por tres desde que Chávez fue elegido triunfalmente en 1998. Desde entonces acá, el líder bolivariano ha suspendido virtualmente los planes privatizadores, y los inversores internacionales, cruciales para el despegue de Venezuela, permanecen en la confusión sobre sus intenciones a medio plazo. El desafío de Chávez consiste ahora en sacar a la economía venezolana, que durante el año pasado se contrajo más de un 7%, de su peor recesión en una década. La retórica y los mensajes mesiánicos sirven para poco en esas circunstancias.