12 abril 2002

El jefe de la patronal, Pedro Carmona, juró como presidente del país el 12 de abril para dimitir al día siguiente y huir del país

Golpe del 11 de Abril en Venezuela: Hugo Chávez derribado durante 48 horas de la Presidencia por opositores políticos y militares

Hechos

  • El 12.04.2002 el general Lucas Rincón informó de la dimisión del presidente, comandante Hugo Chávez. Y el presidente de Fedecámaras, D. Pedro Carmona, juró como nuevo presidente del país mientras Chávez permanecía retenido. El 13.04.2002 dimitió Carmona y el 14.04.2002 Chávez reasumió la presidencia.

Lecturas

El 12.04.2002, en medio de una huelga general que derivó en revuelta popular contra el presidente de Venezuela en la que murieron partidarios y detractores del Gobierno el general Lucas Rincón compareció ante los medios e informó de la dimisión del presidente, comandante Hugo Chávez. Y el presidente de Fedecámaras, D. Pedro Carmona, juró como nuevo presidente del país mientras Chávez permanecía retenido. El 13.04.2002 dimitió Carmona y el 14.04.2002 Chávez reasumió la presidencia.

LA HUELGA Y MANIFESTACIÓN CONVOCADA POR PDVSA

carlos_ortega El líder sindical, D. Carlos Ortega, convocó – con el apoyo de Fedecámaras (la patronal presidida por D. Pedro Carmona) – una huelga general y una manifestación contra el Gobierno del comandante Chávez, a partir del 11 de abril.

nestor_gonzalez El General Néstor González compareció ante los canales de televisión para ser el primero en pedir la dimisión de Hugo Chávez como presidente.

LA MATANZA EN PUENTE LLAGUNO

La manifestación de detractores del presidente Chávez – que pedían su dimisión – y la manifestación de afines al presidente Chávez convocadas para el 11 de abril, culminó en tragedia cuando empezaron a producirse disparos, en los que murieron tanto chavistas como opositores.

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LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN PRIVADOS (VENEVISIÓN, GLOBOVISION, RCTV y TELEVEN) SACARON IMÁGENES EN LAS QUE SE VEÍA A PERSONAS CON UNIFORMES CHAVISTAS DISPARANDO:

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LA DIMISIÓN DE CHÁVEZ Y EL EFIMERO MANDATO DE CARMONA: ¿GOLPE DE ESTADO ENCUBIERTO?

efrain_Vasquez El General Efraín Vasquez, jefe del ejército, compareció ante los medios para anunciar que, ante los asesinatos del Puente en Miraflores, retiraba su apoyo al Gobierno chavista.

lucas_rincon El Alto Mando del Ejército General Lucas Rincón compareció ante la prensa para anunciar a Venezuela y a el mundo que el Ejército había solicitado al comandante Hugo Chávez su dimisión y que este la había aceptado.

carmona_micros D. Pedro Carmona (en la imagen ante los micrófonos de Venevisión, Globovisión y RCTV) formó un nuevo Gobierno respaldado por el jefe del Ejército, Efráin Vázquez (a su derecha). Al día siguiente el Ejército le retiraría su apoyo, ante las manifistaciones multitudinarias de chavistas pidiendo el retorno de Chávez. Carmona fue incapaz de retener el poder, por lo que presentó su dimisión y partió al exilio.

LA ACTITUD MEDIÁTICA:

Los canales privados: Venevisión, RCTV, Globovisión y Televen dieron amplia información a la manifestación y marcha del 9/11 de abril de 2002 e incluyeron en su programación llamamientos para secundarla. Tras la formación del Gobierno de D. Pedro Carmona, sus responsables (D. Gustavo Cisneros, D. Alberto Federico Ravell, D. Marcel Granier…) se reunieron con Carmona. En contraste con la amplia repercusión a lo ocurrido hasta el 12 de abril, durante el sábado 13 de abril silenciaron las manifestaciones pro-chavistas y las inestabilidades del Gobierno emitiendo comedias y programas de ficción.

11abril_Venevision Venevisión fue uno de los canales que más apoyó la caída de Chávez, en especial en el programa ’24 Horas’ de Napoleón Bravo. Además el canal llegó a emitir un editorial en el que se congratulaba de haber contribuído a la caída del chavismo. Al día siguiente de aquel editorial Chávez volvería al poder.

11abril_Javier_Garcia_angola Lo programas de RCTV como ‘El Observador’, cuyo presentador, D. Javier García sería asesinado en 2008 y los programas de Globovisión como el informativo de Dña. Carla Angola también respaldaron la caída del chavismo, que al final sólo duró ’24 horas’, y colaboraron en el peculiar ‘apagón’ informativo del sábado 13 de abril.

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE ESPAÑA APLAUDIERON LA CAÍDA DE CHÁVEZ…

13 Abril 2002

GOLPE A UN CAUDILLO

Editorial (Presidente: Jesús Polanco / Consejero Delegado: Juan Luis Cebrián)

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Sólo un golpe de Estado ha conseguido echar a Hugo Chávez del poder en Venezuela. La situación había alcanzado tal grado de deterioro que este caudillo errático ha recibido un empujón. El ejército, espoleado por la calle, ha puesto fin al sueño de una retórica revolución bolivariana encabezada por un ex golpista que ganó legítimamente las elecciones para, convertirse desde el poder en un autócrata peligroso para su país y el resto del mundo. Las fuerzas armadas, encabezadas por el general Efraín Vásquez, han obrado con celeridad al designar como jefe de un gobierno de transición a un civil, Pedro Carmona Estanga, presidente de la patronal venezolana, a la vez que destituía a los mandos militares compañeros y amigos del depuesto presidente.

Aprovechando la ola de hartazgo de tanta gente con la corrupción del anterior sistema de partidos, Chávez arrasó en las urnas, para hacer luego un uso abusivo de ese poder, con un autoritarismo que llegó incluso a las aulas de los colegios. Su final se veía venir tras las cada vez más numerosas declaraciones de diversos militares, el deterioro de la situación económica y la marea de protesta de la clase media, que creció con la aprobación en diciembre pasado de 49 decretos-leyes de inspiración castrista. Chávez introdujo varios centenares de asesores cubanos en Venezuela, al tiempo que suministraba a La Habana petróleo gratuito, un grifo que ahora se cierra.

La gota que colmó el vaso y levantó a los militares fue la represión protagonizada por la policía y francotiradores adictos a Chávez, que causaron 15 muertos y un centenar de heridos el jueves, en la tercera jornada de una huelga general que unió paradójicamente a sindicatos y empresarios. La protesta recibió un impulso extraordinario cuando paró la estratégica compañía Petróleos de Venezuela (PDVSA) y Chávez ordenó por televisión el cese de algunos de sus directivos. El régimen chavista ha sido tan desastroso que ni siquiera ha sabido gestionar con eficacia esta riqueza nacional, que le convierte en el cuarto exportador mundial, lo que puede obligarle en los próximos meses a bombear y refinar a pleno rendimiento para llenar las cajas de su hacienda pública, en contra de la voluntad de otros países de la OPEP (Organizazión de Países Exportadores de Petróleo), temerosos de que caigan los precios.

La resistencia civil contra Chávez, que atacó a los medios de comunicación y amenazó con nacionalizar las cadenas privadas de televisión, en cuyas emisiones irrumpía, se había organizado en redes que constituyen una esperanzadora semilla de desarrollo de una sociedad civil, y que utilizaron Internet como ‘trinchera de la modernidad’. Esta resistencia pacífica esperaba una salida constitucional, aunque fuera para cambiarla a continuación. Por desgracia, lo ocurrido demuestra que en Venezuela el ejército sigue siendo el árbitro de última instancia. A la luz de los hechos, hay que elogiar al menos la decisión de la cúpula militar de ceder el poder a un civil, aunque resulte singular que el elegido sea el presidente de la patronal.

Vaciadas las cúpulas de los partidos políticos tradicionales, es necesario convocar elecciones cuanto antes y redactar una Constitución que restablezca el equilibrio de poderes que Chávez eliminó a su medida, como hiciera Fujimori en Perú. El nuevo presidente interino, Ricardo Carmona, se ha comprometido a nombrar un Gobierno de concentración ‘con gente intachable’ y a convocar elecciones en el plazo de un año. Además de preparar la transición, tendrá que abordar sin demagogia algunos de los graves problemas sociales que padece el país.

Chávez ha jugado con fuego dentro y fuera. La sombra de EE UU -que importa de Venezuela un 13% del crudo que consume y que ayer le acusó de buscar su propio final- se puede presentir detrás de lo ocurrido. Chávez no parecía haberse percatado de cómo ha cambiado el mundo tras el 11-S: evitó condenar los atentados de Nueva York y el Pentágono, viajó a Bagdad para expresar su apoyo de Sadam Hussein, apoyó la guerrilla colombiana de las FARC, estrechó sus relaciones con Castro y acogió a Montesinos, la mano negra de Fujimori. Retrospectivamente, no es la mejor muestra de acierto que Aznar, al recibirle en Madrid en 1999, subrayara su ‘profunda confianza’ en Chávez. Tiene ahora, como presidente del Consejo Europeo, una ocasión para que la UE contribuya a la instauración en Venezuela de un régimen democrático normal y estable. Sería bueno que Chávez y algunos de sus colaboradores detenidos rindieran cuentas de sus desmanes autoritarios y corruptos ante los tribunales de su propio país. Su experiencia, como la de Fujimori, debe servir para que se difunda la lección de que la democracia no son sólo votos, sino también usos.

14 Abril 2002

REVUELTA POPULAR EN VENEZUELA

Gustavo de Arístegui

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Venezuela es un país clave en América, no sólo por ser el cuarto exportador mundial de crudo y tercero de la OPEP, sino, sobre todo, por haber sido una de las más largas y estables democracias de Iberoamérica, a pesar de la corrupción y la ineficacia de algunos de sus gobiernos. Tras la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958, se instauró en ese país una democracia auténticamente multipartidista, en la que, a diferencia de otros países de Iberoamérica, existía un verdadero y completo sistema de partidos políticos, en el que estaban presentes varias formaciones de extrema izquierda (MIR, PCV, MAS, aunque éstas se convirtieran más tarde a la socialdemocracia).Los dos partidoss mayoritarios tenían homologación internacional, COPEI, democristiana, AD, socialdemócrata. Las elecciones y la alternancia se sucedían sin sobresaltos, y el país prosperaba con la exportación de petróleo.

Las instituciones democráticas empezaron a sufrir un serio desgaste de credibilidad, como consecuencia de la corrupción y los escándalos en los años 80 y principios de los 90. La intentona golpista del teniente coronel Chávez encendió las alarmas, y muchos pensaron que los partidos convencionales en Venezuela estaban condenados a desaparecer. En las siguientes elecciones obtiene una victoria, podríamos decir condicionada, el ex presidente Rafael Caldera, que crea una coalición al efecto que recibe el nombre de Convergencia, construida con ex militantes de COPEI, y algún adeco arrepentido.Logra una coalición parlamentaria con el brillante líder del partido MAS, el ex guerrillero Teodoro Petkof.

A pesar de la esperanza inicial, todo parece ser más de lo mismo, y la campaña de las elecciones presidenciales de 1998 fue una de las más interesantes además de convulsas que recuerdo en el continente. Las encuestas eran encabezadas por distintos candidatos en cada edición, y algunos líderes de las primeras caían irremediablemente en las siguientes. El único que subía de forma inexorable era Hugo Chávez. Su alianza con los sectores más radicales de la sociedad venezolana asustaba a las clases acomodadas, pero eso no preocupaba a las clases medias, cansadas y hartas, que estaban dispuestas a dar al comandante una oportunidad. Por aquel entonces, el único que podía arañar algún voto al Movimiento V República era el ex gobernador del próspero Estado Carabobo Enrique Salas Romer, eficaz tecnócrata al que le hubiese hecho falta, por lo menos, dos meses más de campaña para inquietar a Chávez.

Chávez gana con claridad las elecciones, y allí termina toda esperanza en una rehabilitación democrática del populista teniente coronel. Cada decisión tiene más tintes autoritarios, cada discurso, más estrafalario, cada medida, más impopular o contraproducente.Se suceden las deserciones y las disensiones en el seno de su variopinto movimiento, en el que se encuentra entre otros el PPPT (Partido Patria para Todos), un pintoresco grupo que, entre otras cosas, apoya a ETA y su mundo, lo que explica las reticencias de algunos sectores del depuesto Gobierno a extraditar a los terroristas que viven en Venezuela.

A todo esto, la política exterior chavista es cada vez más errática y desafiante. Algunos países, como el nuestro, hicieron muy loables esfuerzos para encauzar tanta irresponsabilidad política. Ese esfuerzo ha sido muy injustamente criticado, el Gobierno español hizo lo que debía, tratar de encauzar los desmanes del presidente de un país clave en la región y para nuestros intereses económicos y consulares. Pero por desgracia, el grado de radicalismo y de desorden hacían baldío cualquier esfuerzo. Lo irresponsable habría sido no intentarlo.

Uno de los más graves problemas de Venezuela es que sus elites intelectuales, económicas y periodísticas nunca habían aceptado, salvo honrosas excepciones, participar en la gestión de lo público, se dedicaban a sus profesiones, dentro o fuera del país, y, eso sí, criticaban la marcha del Gobierno. Hoy parece que, tras encenderse todas las alarmas, muchos jóvenes bien preparados están dispuestos a trabajar por el bien común y romper la espiral de la inestabilidad, crisis económico-política y de corrupción que ha lastrado a Venezuela tantos años. La corrupción y la inestabilidad se acentuaron muy notablemente durante el mandato de Chávez, y el hartazgo, como no podía ser menos, se desbordó.

Los medios de comunicación venezolanos han tenido una notable influencia en la caída del ex presidente, tanto, que Chávez, conocedor de su influencia social, los persiguió, los amenazó y hasta los cerró.

Los empresarios y sindicatos han sido determinantes. Desde la declaración de huelga general indefinida el pasado martes, la suerte del régimen totalitario chavista estaba echada. Las arbitrariedades cometidas en la compañía estatal de petróleos PDVSA desataron las iras de buena parte de la población, que lo considera un bien público intocable y neutral políticamente. PDVSA siempre ha tenido una muy eficaz gestión, independiente de vaivenes políticos internos.

La revuelta popular del jueves abre una puerta a la esperanza.Los militares, que se han distinguido en Venezuela, salvo el golpe de Chávez, por su respeto al poder civil, comenzaron denunciando a título individual la falta de democracia y de trasparencia del régimen, y consultados por los líderes civiles de la revuelta, prometieron su neutralidad y aseguraron que no apoyarían al depuesto presidente si éste trataba de sofocar de forma sangrienta la rebelión.

Lo demás es conocido, una marea humana que sale desde el aeropuerto de La Carlota hasta el palacio de Miraflores, casi 700.000 personas que marchaban en tono festivo, con bailes y alegría, hasta que los francotiradores de los grupos paramilitares, autodenominados bolivarianos, abrieron fuego contra la multitud, pero no de forma indiscriminada: algunas informaciones indican que tenían una lista y fotos de sus víctimas, a las que debían abatir para ahogar la revuelta.

El nuevo Gobierno tiene una tarea difícil, devolver la confianza a un pueblo harto y desengañado, que tiene derecho a la paz, a la democracia y la prosperidad. El presidente provisional Carmona tiene que llevar a cabo una labor impecable de gobierno y entregar, en el más breve plazo, el poder a un Ejecutivo surgido de las urnas. Esperemos seguir siendo optimistas de aquí a un año.

Gustavo de Arístegui (diputado del PP en España)

13 Abril 2002

EL PARAISO CASTRISTA DE CHÁVEZ

Luis María Anson

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Once venezolanos de la Venezuela de Chávez ganan lo que un habitante de Bermudas. Eso lo explica todo. Ha bastado que el caudillo castrista aplicara unos años los procedimientos comunistas para situar a su nación al borde del precipicio. Chávez empujaba el muy felón para el derrumbamiento final y quedarse él ejerciendo la dictadura sobre el pueblo arrasado, como Castro su maestro, en Cuba.

América ha vivido la penúltima aventura comunista. La última sigue siendo la del tirano Castro, alzado, él y su oligarquía sobre la ruina del pueblo cubano. Creyó Fidel encontrar aliado en Venezuela y apoyó con todos sus medios al emergente caudillo Chávez. Pero se equivocó. EL pueblo venezolano reaccionó a tiempo y todos, empresarios, sindicalistas, militares, Iglesia, artesanos y trabajadores. Fuenteovejuna todos a una, derribaron al dictadorzuelo, uno de los hombres más zafios que ha dado la política iberocamericana.

El comunismo es un cadáver que no va a resucitar. Porque los pueblos han tomado la medida de lo que significa. Es un cadáver todavía de cuerpo presente en Cuba, pero también será enterrado en la inolvidada isla caribeña.

Luis María Anson

15 Abril 2002

EL REGRESO CAUDILLO CASTRISTA

Luis María Anson

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Kurt Erich Suckert, más conocido como Carzio Malaparte, estaría hoy, si viviera, retorcido por la risa ante el circo de Venezuela. Está claro que su libro célebre. ‘La técnica del golpe de Estado, publicado en 1931, no lo conocen ni por el forro los militares venezolanos. Llamar golpe de Estado a la chapuza del derrocamiento fugaz del caudillo Chávez es puro eufemismo.

No es verdad que se trate de un caso inédito como afirmó el prodictador en su declaración en televisión, constructiva desde el punto de vista político, inenarrable por su zafiedad sensiblera. Desde Napoleón a Perón pasando por Mussollini son muchos los caudillos populistas que retornaron al poder. Me llama un amigo venezolano de gran relieve para decirme que, en medio del desastre, existe la esperanza de que Chávez haya aprendido la lección y rectifique su castrismo desbocado. Es posible, aunque yo sea escéptico. Su arrecogía religiosa, con el crucifijo entre las manos, es tal vez sincera, cínica quizá porque se hadado cuenta de que es pronto para meter en cintura a la Iglesia.

Pero ahí está, conviene no olvidarl, su documento de hace dos meses dirigido a los círculos bolivarianos, sus milicias pretorianas. En él ordena que sean depurados como ‘enemigos de la revolución’ los miembros y organizaciones de una lista confeccionada por el MVR. Exhora a sus partidarios a una fase de violencia y confrontación y a combatir a la oposición con las armas del terror. Afirma que no se permite defender ninguna ideología que fortalezca a la ya desaparecida democracia. Autoriza expresamente el uso de la violencia porque el hombre tiene su cometido por cumplir dentro de la revolución bolivariana. Y pide a los revolucionarios que delaten, al más puro estilo castrista, a los enemigos de la revolución, denunciando sus vicios, sus amantes, los sitios que frecuentan, el lugar donde viven sus familiares, donde estudian sus hijos.

Es posible que Chávez haya aprendido la lección. Ojalá. No me parece probable. Sus primeras palabras debieron ser el anuncio de elecciones generales en dos meses. Y que nadie venga con la cantinela de que ya fue elegido democráticamente. También lo fue Hitler. A la legitimidad de origen hay que unir la de ejercicio, que es la que perdió el caudillo castrista y por eso media nación se revolvió contra él, con tal torpeza por parte de algunos militares, que el mundo se ha quedado estupefacto.

Luis María Anson

15 Abril 2002

VUELVE EL CHIMPANCÉ

Gabriel Albiac

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No salió de la nada ese energúmeno. De las profundidades, sí, de un alma colectiva herida. La que congelan páginas del Valle Inclán más cruel, Tirano Banderas, más que el Señor Presidente de Asturias o el patriarca otoñal del muy menor García Márquez.

Chávez es el gorila que mima el rostro de Dios (o de Fidel Castro) ante el espejo. Y se cree Dios (Castro). Se sabe. Dios (Castro).O el pueblo. En la pastosa jerga caudillista, Dios y Pueblo son lo mismo.

No salió de la nada. Todo se conjugó para dar a la luz ese estafermo.Para hacer que el chimpancé con uniforme soñara un rostro humano o más que humano. Para que un cacho de carne sudorosa y ruido de bolero se trocara en profeta de humildes, no, de humildes no, de paupérrimos que flotan sobre un extraño mar de petróleo, un mar de inmensurable dinero que se volatiliza y deja sólo una huella fétida de incomprensible miseria sin cura.

No salió de la nada. Chávez. Gorila, infragorila balbuciente, complacido asesino, histrión que vocifera un muy forzado monólogo dadaísta. Hasta el Ubú de Jarry (aquel sublime tipo que, entre sus propiedades más preciadas, atesoraba un cráneo de Voltaire niño), hasta el autista Ubú se quedaría atónito: tal, la dimensión más o menos que humana, nunca humana (chimpancé tal vez, o dios menor según sus más piadosos secuaces, bestia mítica para la cual no rige el lenguaje que acota la mente), esa dimensión enorme del simio de las maracas que reparte dones desde la plenitud televisiva, cadena propia, Aló, presidente, aló, gorila, aló, lo que sea, aló, matarife sonriente, camiseta de béisbol, gorra, bate, somatenes, lúmpenes angélicos para rematar a aquel que en el homínido no viera al enviado del Destino y de Bolívar.Aló, aló, aló, cráneos que revientan como huevos pochos bajo el bastón justiciero de los descamisados. En el nombre del Padre, Chávez, Dios, Bolívar, Castro.

No, no. No salió de la nada. Es hijo natural del tan socialista Carlos Andrés Pérez. Ya saben, ¿se acuerdan?, aquel tan íntimo del González nuestro. Y de Craxi. Aquel, ¿se acuerdan?, de cuando el presidente de los años GAL («no hay pruebas, ni las habrá») se confesaba en alto ante Garaikoechea: «Contra ETA, sólo hay una solución, el plan CAP». Carlos Andrés Pérez (alias CAP), por esos años, modelo de socialdemócratas en lengua castellana, desplegaba batallones de la muerte y se embolsaba astronómicas fortunas. No, no inventó Chávez lo del chantaje al BBV neguriano.

Hace sólo dos días, Llamazares (y Castro, of course) sollozaban la cruel desaparición del matarife. Ahí lo tenéis de nuevo.¡Vuelve el chimpancé!

15 Abril 2002

Golpe al golpe

Editorial (Presidente: Jesús Polanco / Consejero Delegado: Juan Luis Cebrián)

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Gustará más o menos en las cancillerías occidentales que compartieron en alguna medida la satisfacción de Washington ante el derrocamiento de Hugo Chávez, pero la evolución de los acontecimientos en Venezuela ha venido a demostrar que cuenta con el apoyo de una mayoría de la población, que lo quiere en la presidencia, de la que fue depuesto y reinstalado por los militares en una confusa asonada.

Después de 48 horas y una veintena de muertos, la noria del destino de este hombre ha dado una vuelta completa. El jueves, los enfrentamientos entre partidarios y adversarios suyos causaban en Caracas de 10 a 15 muertos, y las voces en la milicia y el empresariado se hacían más insistentes pidiendo la renuncia de Chávez; el viernes, un grupo de oficiales que dirigía el jefe del Ejército, Efraín Vásquez, se llevaba al presidente a lugar seguro, mientras le entregaba el poder al líder empresarial, Pedro Carmona, para ponderar entonces qué hacer con el derrocado, puesto que éste se negaba a firmar su renuncia. Allí no había vacío institucional, llenado por el Ejército, sino un golpe militar que provocaba un vacío imposible de llenar sin vulnerar toda clase de normas.

Extrañamente en un hombre de su edad y presumible conocimiento, el empresario Pedro Carmona, investido presidente provisional por el Ejército, creyó que le habían dado el poder para que hiciera con él lo que le viniera en gana; no sabía que sólo era el componente civil del golpe, y apenas jurada la presidencia empezó a derogar, destituir y desmantelar. De la República Bolivariana, empezando por el nombre, no tenían que quedar ni los sellos, mientras él se autoconcedía un año para gobernar a golpe de decreto. Al tiempo, multitudes formadas por una Venezuela mayoritariamente pobre salían a la calle reclamando la vuelta de su presidente a Miraflores, voceando con razón que aquello había sido una violación de la legalidad constitucional.

Las críticas a la gobernación de Chávez han sido generales en el mundo democrático, sobre todo en el último año, en que le ha dado por visitar a dictadores como Castro o Sadam Husein, y por escribirse con terroristas como el famoso Carlos, en vez cumplir sus promesas de prosperidad y justo reparto. Decisiones discutibles suyas provocaron una fuerte polarización social y le enfrentaron con sectores representativos de la sociedad civil, contra los que empleó más demagogia que razones. Pero los últimos hechos revelan que su popularidad no se había desplomado.

El golpe había calculado mal sus fuerzas, y la continuidad de Carmona podía haber llevado a una grave división de las Fuerzas Armadas. Esta eventualidad y el menudeo de apoyos al derrocado entre la oficialidad han aconsejado un cambio de rumbo, con la forzada dimisión de Carmona y el más meteórico aún mandato del vicepresidente de Chávez, Diosdado Cabello, que sólo asumía el cargo para dar tiempo a la reaparición de su jefe.

Todo ello deja flotando una sensación de desconcierto castrense, que en 48 horas ha hecho un viaje de ida y vuelta que dejará sin duda profundas heridas en el interior de unas Fuerzas Armadas que a todas luces no han abandonado su voluntad de influir decisivamente en la vida política. Tampoco sale bien librada la oposición civil, que, a falta de partidos políticos, se estaba organizando en torno a la patronal y los sindicatos. Pero también queda seriamente tocado un presidente Chávez que no es ajeno a los grupos de seguidores armados que dejaron una veintena de muertos en la represión de las manifestaciones del jueves. El hoy resucitado presidente tendrá que abordar el futuro con métodos distintos. Es el momento para que el ex militar recapacite, ordene prioridades, entienda que el modelo cubano ya no sirve ni para La Habana, que abandone, como ha prometido, el revanchismo y que comprenda que Venezuela es un país occidental, donde no tiene por qué ser imposible mejorar la suerte de los venezolanos y erradicar la eterna plaga de la corrupción, dentro de un marco mundialmente homologable. De todo lo cual, dicho sea de paso, Chávez ha hecho muy poco hasta la fecha.

16 Abril 2002

Caracas, izquierda y derecha

Eduardo Haro Tecglen

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Parece que nada era verdad en toda la campaña internacional contra Chávez; parece que los diez generales felones no estaban seguidos por el Ejército -mandos intermedios, soldados- y que el pueblo de las cacerolas no era el pueblo: los que le votaron en las urnas le sacaron de la celda y metieron al presidente de la patronal, que se convirtió en presidente de la nación. Tanta impaciencia tenía que comenzó ya a deshacer las leyes sociales del presidente torpón y algo rojo, y entonces comenzaron a bajar los de los ranchitos y desobedecer los soldados. El hecho es notable por poco frecuente. Ni siquiera se ha concebido en el lenguaje político que una ‘contrarrevolución’ podía ser de izquierdas. Ni esta palabra ha aparecido en la larga campaña contra el presidente: ni izquierda ni derecha. Y sin embargo, ése era el problema, entendiendo a la manera clásica la izquierda en sus dos vertientes -la de clase y la intelectual-, y por derecha, oro, incienso y sable.

Si el episodio es satisfactorio es sólo por el momento, porque Estados Unidos está detrás y la Europa institucional también, y lo que en la jerga actual se llaman ‘democracias’ -la derecha- no deja de producir alguna satisfacción a los rojos que aún andan sueltos. Pero no es éste el caso que más me interesa, sino el de la campaña. Suelo recomendar una especie de escepticismo constructivo: una nueva manera de aprender a leer y a escuchar. Cada noticia, cada titular, hay que leerlos sin estar seguro de que sean verdad y mentira. Y sin estar seguro de que el deseo propio nos deje determinar la realidad. Algunos aprendimos a escribir en los tiempos ominosos con ciertas claves, que llegaron a ser comprensibles para muchas personas; estoy aprendiendo ahora a leer con las claves con que escriben los que meten su semántica en los juegos de ‘democracia’, ‘libertad’, ‘orden’, ‘antiterrorismo’ y algunas más: los que llaman pueblo a lo que no lo es.

Dicho esto, convendría añadir que no sabemos a qué se ha comprometido Chávez con los militares que le son fieles, qué deudas tiene ahora con el pueblo que le ha vuelto a sentar en el sillón presidencial, qué atentado más fuerte le puede caer encima y qué hay de verdad en las noticias del día.

18 Abril 2002

Segunda oportunidad

Gustavo de Arístegui

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La vuelta al poder de Hugo Chávez supone el fracaso de una revuelta popular tornada en golpe cívico-militar, pero que en absoluto cambia el diagnóstico que la mayor parte de la prensa mundial ha hecho de la situación en Venezuela o de las causas profundas del malestar de buena parte de la ciudadanía venezolana. Los periódicos internacionales más prestigiosos no parecieron lamentar mucho la marcha del teniente coronel Chávez, aunque sí deploraron, como lo hacemos también desde estas líneas, el método empleado para tratar de cambiar el rumbo político de Venezuela.

El fracaso de la intentona, tampoco redime los errores del presidente, sin embargo no es justificable violentar el orden constitucional, ignorando los cauces legales y constitucionales previstos, ya sea para recurrir las arbitrarias decisiones del Gobierno venezolano o, puestos en lo peor, utilizar los cauces previstos para la renuncia o destitución del presidente. Un golpe de Estado es siempre condenable por graves que sean los errores de un Gobierno.

Chávez fue elegido dos veces (1998-1999), con claras mayorías que superaban ampliamente el 50%, lo que le convierte en el presidente legal y constitucional de Venezuela, pero que en absoluto justifica sus excesos, sus derivas, el erratismo de su política o las veleidades autoritarias que jalonan sus más de tres años de mandato.

Es indudable que uno de los más grandes tesoros que tiene Venezuela es que tiene una de las democracias más antiguas de América Latina (44 años), adornada por un sistema auténticamente multipartidista, en el que el único intento golpista hasta la semana pasada había sido protagonizado, justamente, por el propio presidente constitucional de Venezuela, en 1992, cosa que no conviene olvidar.

Conviene distinguir entre la legítima, democrática y sana protesta ciudadana contra sus dirigentes, si sus políticas han llevado a la ciudadanía al hartazgo, a la preocupación o incluso, en algunos casos, al miedo o a la persecución. Uno de los más graves errores de un gobernante es ignorar las señales de alarma y de indignación que un sector creciente de su población le está mandando para que rectifique, y esta llamada de socorro de la ciudadanía venezolana significaba, entre otras cosas, la insensibilidad del presidente Chávez a las muestras de descontento de una parte de la sociedad.

Se estaba produciendo un deslizamiento claro, y quizá inexorable, hacia el abismo de la crisis política, económica e institucional, instalando, cada vez de forma más sólida, la inestabilidad y la incertidumbre en la vida venezolana, empezando por decisiones de corte autoritario o la escasa seguridad jurídica y personal de importantes sectores de la población.

Especialmente significativo ha sido el enfrentamiento que se ha ido agravando entre el presidente y la oposición, los sindicatos, la patronal, la Iglesia y los medios de comunicación, que sufrieron acoso, amenaza y, a veces, hasta intervención y clausura. Es de desear que los partidos y sindicatos puedan seguir gozando de su libertad de acción, y que todos partan con las mismas oportunidades en las próximas elecciones.

Lo peor de todo es que con los últimos acontecimientos existe un serio riesgo de que la inestabilidad se instale de forma estructural en Venezuela, que los disturbios y protestas degeneren en enfrentamientos sangrientos entre partidarios y detractores del presidente, o que la autoridad política y moral de las instituciones haya quedado, definitivamente, reducida a escombros. Lo que queda en el horizonte son muchas dudas, más preguntas que respuestas y, me temo, que mucha preocupación y escepticismo.

21 Abril 2002

¿Progolpistas?

Camilo Valdecantos

Defensor del Lector de EL PAÍS

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Los acontecimientos vividos en Venezuela a lo largo del fin de semana pasado han puesto sobre la mesa del Defensor más de setenta cartas; casi dos docenas eran opiniones o reflexiones sobre lo acontecido que nada tienen que ver con su función.

Quedan 53 que abordan el tratamiento dado por el periódico a los sucesos de golpe y contragolpe que zarandearon al presidente Hugo Chávez durante 48 horas.

Siete de esas cartas son advertencias al periódico sobre el carácter dictatorial de Chávez.Nueve mensajes critican, con bastante dureza, la tribuna de opinión publicada con la firma de Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, que atacaba el golpe y defendía la figura de Chávez.

El resto, es decir, 36, son de crítica al periódico por sus informaciones y, sobre todo, por su posición editorial en aquellas jornadas. Muchas rezuman, muy legítimamente, una clara carga ideológica y acusan al periódico de progolpista.

Doce de estas cartas tienen idéntico texto y distinta firma, con lo que se hace patente que alguien puso en marcha un dispositivo de protesta que ha logrado un cierto seguimiento.

Conviene también aclarar que muchos de los 70 escritos proceden de Latinoamérica y que sólo uno ha llegado por correo ordinario, desde Canarias; hubo tres llamadas telefónicas y el resto es correo electrónico: una muestra elocuente del soporte elegido por los lectores para manifestar su opinión.

El conjunto de las quejas, que no es posible desgranar aquí con pormenor, se resume en dos direcciones: la línea editorial del periódico no se ha mostrado firme ante un acontecimiento de carácter golpista, y la información ha tenido excesos injustificables contra la figura de Chávez, además de contradicciones, o falta de rigor sobre los sucesos más graves, concretamente sobre los responsables de los muertos que provocó la revuelta.

El reloj en contra

Hay que poner por delante un dato, sin ningún ánimo justificador, sino estrictamente explicativo: cuando en Venezuela son las seis de la tarde, en nuestra península son las doce de la noche. Los periódicos tienen unas horas de cierre casi inexorables, con muy escasos márgenes de maniobra.

Esas seis horas son una eternidad, a efectos informativos, en contra del periódico, en medio de una situación en la que los acontecimientos se suceden vertiginosos, las fuentes son difíciles o imposibles de encontrar y los que hablan, en muchas ocasiones, tergiversan, exageran o mienten.

Un golpe de Estado provoca, por definición, caos, incertidumbre, desinformación y posiciones exaltadas radicalmente.

Justamente por eso, los resortes profesionales de cautela y rigor, ante acontecimientos que fluyen muy turbios, debieron activarse tanto, o más, que el entusiasmo informativo.

Dicho esto, es necesario acoger las protestas de los lectores y ofrecerles una explicación.

El sábado día 13 el periódico abrió la primera página en casi todas sus ediciones con este titular: Los militares de Venezuela entregan el poder al líder de los empresarios. Quedaba claro -también en el texto- que se trataba de un golpe militar.

Pero, pasadas unas horas, Pedro Carmona, que era el empresario en cuestión, se trasladó desde Fuerte Tiuna, donde en ese momento estaba detenido Chávez, hasta el palacio presidencial de Miraflores, en Caracas, y a las doce de la noche de aquí juró el cargo como presidente y anunció una retahíla de medidas.

El periódico decidió entonces cambiar su primera página y tituló: Carmona asume la presidencia de Venezuela y promete elecciones en un año, con lo que se borró cualquier referencia al golpe militar. Pareciera que Carmona se hubiese hecho con la presidencia por hechizo. El afán de la última hora hizo que se esfumase del titular el carácter golpista de los acontecimientos.

Ese mismo sábado, en la información desde Caracas, firmada por Ludmila Vinogradoff, hubo, con toda seguridad, excesos que no parecen justificables por la libertad de maniobra que ofrece la crónica o el reportaje; por ejemplo: ‘Fue necesario sacrificar varias vidas para que dejara el cargo, del cual sale con las manos manchadas de sangre. Ya no puede lucir una imagen glorífica de mártir o víctima de la oposición, sino de ‘asesino’, como se lo echaron en cara sus compañeros de armas’.

En ese párrafo, y en otros, faltó distanciamiento y desapasionamiento, dos exigencias profesionales que debieron aplicarse al editar el texto.

Respecto de los muertos en el inicio del golpe, todas las fuentes disponibles en aquellas horas los atribuían a los partidarios de Chávez. Tardó en saberse que hubo fuego cruzado y sigue sin estar clara la autoría de todos los disparos.

Golpe de Estado

La mayoría de las críticas se dirigen a la línea editorial del periódico. Aquí ocurrió al revés que con la información: la primera edición del domingo día 14 incluía un párrafo que ha herido a muchos de los que protestan: ‘Está de más lamentar que el ex teniente coronel haya sido obligado a abandonar el poder’.

La dirección del periódico ha asegurado al Defensor que quiso decirse justamente lo contrario a lo que muchos leyeron; es decir, quiso escribirse que ‘no hace falta’, que ‘sobra’ la condena, por obvia, pero lo cierto es que una redacción muy desafortunada -corregida en sucesivas ediciones- da pie para que el Defensor acoja la protesta de los lectores, entre otros, y por todos, de Ramón Trujillo, que, desde Santa Cruz de Tenerife, ha enviado una carta cuajada de reproches.

El primer editorial sobre los acontecimientos, publicado el sábado día 13, comenzaba así: ‘Sólo un golpe de Estado ha conseguido echar a Hugo Chávez del poder en Venezuela’.

No parece posible dudar de que el periódico dejó claro, desde el primer minuto, que estábamos ante una asonada militar, y así lo transmitió a sus lectores.

El Defensor no es quién para analizar las opiniones del periódico. Es obvio que el juicio político que le merece el personaje es muy severo. Quizá por eso los editoriales del fin de semana estuvieron -legítimamente, por supuesto- tan cargados de reproches a la trayectoria política de Chávez que oscurecen la condena del golpe y dan pie a la protesta. Es posible que la espera, cuando los acontecimientos están en marcha, sea más oportuna que el afán de pronunciarse de inmediato, sin un retrato claro de la situación.

El Análisis

¡Los cuatro jinetes del apocalipsis!

JF Lamata

«Los cuatro jinetes del apocalipsis» era el mote que el propio Hugo Chávez había puesto a los cuatro canales de televisión privada en su país: Venevision, Radio Cararas Televisión y Televén, con los que se había enfrentado abiertamente incluso obligandoles a retransmitir sus discursos íntegros por ley. Pero con todo ello, la actitud de aquellos cuatro cadenas en ese periodo de tiempo fue altamente extraña.

Durante los sucesos del 10 de abril dieron máximo eco a las manifestaciones de protesta contra Chávez, acto seguido dieron máxima difusión a los hombres asesinados en el puente de Miraflores, acusando abiertamente a los chavistas de haberlo ordenado y al presidente de estar detrás de la matanza. Una vez depuesto Chávez, los principales propietarios de medios (incluidos los Sres. Alberto Federico Ravell, Granier o Cisneros) fueron recibidos por el ‘presidente de facto’ Sr. Carmona (¿era prioritario recibirles a ellos antes de a mandatarios regionales u otros líderes políticos?). Y, al día siguiente al producirse la marcha masiva de venezolanos pro-chavistas, en cambio, los cuatro canales consideraron que aquello no era noticia y se limitaron e emitir películas y telenovelas. ¿Era esa una actitud periodística?

Con todo, la actitud del Sr. Chávez tras retomar el poder fue paciente. Esperó primero a consolidar su poder y hasta cinco años después no iniciaría su contraofensiva contra los ‘jinetes del apocalipsis’, una batalla en la que dos acabarían destruidos y los otros dos castrados.

J. F. Lamata