25 septiembre 2014

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Muere Antonio Barrera de Irimo, ex ministro aperturista en el franquismo y ex Presidente de Telefónica

Hechos

El 25 de septiembre de 2014 fue noticia el fallecimiento de D. Antonio Barrera de Irimo.

25 Septiembre 2014

Antonio Barrera de Irimo, el hombre de las ‘matildes’

Miguel Ángel Noceda

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Ministro de Hacienda y vicepresidente segundo del Gobierno con Franco, fue pionero del capitalismo popular en su etapa como presidente de Telefónica

Antonio Barrera de Irimo (Ribadeo, Lugo, 1929) ha pasado a la historia por haber popularizado las matildes cuando era presidente de Telefónica mucho más que por haber dimitido como ministro de Franco en solidaridad con Pío Cabanillas cuando este fue destituido por sus tendencias aperturistas; o que por haber sido uno de los ministros de Franco —de los que aún sigue vivos Antonio Carro Martínez, Licinio de la Fuente y José Utrera Molina— que firmó la pena de muerte de Salvador Puig Antich, último preso político ejecutado por garrote vil en España. Barrera de Irimo falleció el miércoles en Madrid a los 85 años.

Barrera de Irimo tenía fama de ser uno de los cerebros mejor armados de la etapa franquista, fama que conservó en su retiro. Polifacético, era militar, profesor, jurista y economista. Pasó su infancia en Bilbao. Se licenció en Derecho y Economía por las universidades de Valladolid y Deusto, donde fue profesor de Hacienda Pública, materia que también impartió en la Universidad Central de Madrid. También fue comandante del Ejército.

Fiel reflejo de la tradición se hizo funcionario en cuanto pudo y entró en el Cuerpo de Inspectores del Timbre del Estado (luego fiscales). En 1954 dirigió el Instituto de Estudios Fiscales, con lo que inició una carrera política que le llevó pronto a la Secretaría General Técnica del Ministerio de Hacienda, departamento del que llegó, en 1973, a ser titular con Luis Carrero Blanco como presidente del Gobierno y Franco como jefe de Estado.

Muerto Carrero, Carlos Arias Navarro le convenció para seguir en el cargo otorgándole, además, la Vicepresidencia segunda del Gobierno. Fue entonces, a finales de octubre de 1974, cuando dio la espantada en solidaridad con su paisano Pío Cabanillas, al ser destituido este como ministro de Información y Turismo por portar unas ideas más progresistas que las usuales en el Ejecutivo.

Cuando fue reclamado para entrar en el Consejo de Ministros, Barrera de Irimo ocupaba la presidencia de la entonces llamada Compañía Telefónica Nacional de España, a la que llegó en 1965. En los ocho años al frente de la compañía modernizó la gestión, sobre todo con la incorporación de los avances financieros y tecnológicos. Pero lo principal fueron las matildes, acciones de Telefónica, con las que elevó el número de accionistas a 253.000, en lo que era una avanzadilla del capitalismo popular que se pondría de moda con las privatizaciones de empresas públicas en la etapa socialista.

Al salir del Ejecutivo apenas sufrió represalias políticas. Se incorporó al consejo de administración de Telefónica, hasta que en 1983 Luis Solana, a la sazón presidente de la compañía nombrado por Felipe González, forzó su dimisión junto a la de otros representantes del anterior régimen.

Antes de ese episodio y bajo la presidencia de Salvador Sánchez-Terán, Barrera de Irimo había presidido la comisión encargada del Libro Blanco de la Industria Electrónica y las Comunicaciones que había sido comprometida, precisamente, a propuesta del entonces diputado socialista Luis Solana con el propio Sánchez-Terán cuando este era ministro del ramo. La citada comisión propuso la constitución de un holding empresarial para aglutinar en torno a Telefónica varias empresas públicas. Se encontró con la oposición de los distintos sectores industriales y, en especial, de la banca, con una fuerte presencia en el accionariado de Telefónica.

En esa etapa, Barrera de Irimo ocupó la presidencia de Aluminio de Galicia (Alugasa), en la que participaba como socio mayoritario la multinacional francesa Pechiney Ugine Kuhlmann, que puso en marcha la construcción del complejo de alúmina y aluminio en su provincia natal. Asimismo, representó a España en el comienzo de las conversaciones para la entrada en la Comunidad Económica Europea, luego Unión Europea.

Colgaba varias condecoraciones y medallas (Gran Cruz del Mérito Civil, Oficial de la Legión de Honor Francesa, entre otras) y fue autor de varios estudios sobre hacienda.

26 Septiembre 2014

El precursor de la ‘transición’ económica

Joaquín Bardavío

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Fue uno de los más brillantes alumnos de La Comercial, como se le llamaba a la Facultad de la Universidad de Deusto de donde salían destacados abogados-economistas que solían triunfar en las empresas y en la Administración del Estado. Eran hombres, más tarde serían más las mujeres, formados con rigor por los jesuitas quienes, pese a la disciplina y brillantez de su docencia, en aquellos tiempos no podían expedir títulos y sus alumnos tenían que revalidar sus cursos en la Universidad de Valladolid.

Aunque nacido en Ribadeo (Lugo) en 1929, Antonio Barrera, a quien sus amigos llamaban Antón, haría toda su carrera profesional en Madrid, donde obtuvo plaza por oposición, y con el número uno, en el elitista Cuerpo de Inspectores Técnicos de Timbre del Estado denominación que, tras dos modificaciones a lo largo de los años, terminó llamándose hasta hoy Cuerpo de Inspectores de Hacienda. Después de tres años dedicado a la profesión pasó al cargo de vicesecretario general técnico del Ministerio de Hacienda y en 1960 fue presidente del Instituto de Estudios Fiscales y sin dejar este cargo, el ministro Mariano Navarro Rubio le nombró secretario general en 1962.

En 1965 hay un relevo importante de ministros y, con el nuevo Gobierno, Barrera de Irimo ascendió notablemente en su carrera al ser designado presidente de la Compañía Telefónica Nacional de España, hoy privada y reducida su denominación. Era ya un hombre muy considerado por su inteligencia y su buen hacer organizador. En esferas políticas y financieras le hicieron un chistecillo: le llamaban el listín de teléfonos. Se mantuvo en ese cargo con la siguiente crisis de Gobierno en 1969 y después, a raíz del nombramiento del almirante Carrero como presidente del Gobierno, éste le designó ministro de Hacienda en junio de 1973.

Siete meses después, asesinado Carrero, Barrera le dice al nuevo presidente, Carlos Arias, que disponga de su cargo a lo que Arias no le contesta con rotundidad. Se lo pensaría. Por eso cuando muy a última hora decide mantener a Barrera en el Gobierno, le llama y éste le pone, como condición para permanecer, el nombramiento de dos ministros económicos: Nemesio Fernández-Cuesta para Comercio y Alfredo Santos Blanco para Industria. Del primero Arias sabía algo, del segundo ni había oído hablar. Contrariado, decide aceptar porque sabe que Franco está un tanto sorprendido del barrido de ministros de Carrero que había realizado. Y el general tenía en alta estima a Barrera.

Es ratificado como titular de Hacienda y ascendido a vicepresidente segundo del Gobierno para coordinar la política económica. Barrera se da cuenta pronto de que el presidente no cuenta con él para decisiones importantes y que no le tiene en su círculo más cercano. Pero le dejaba hacer. El 25 de octubre de 1974, tras apenas 10 meses en el Gobierno, compareció en televisión, tras un Consejo de Ministros, para informar de un ambicioso programa de liberalización económica y de simplicidad administrativa para que las empresas tuvieran más competitividad. Pero cuatro días después dimite de sus cargos. Se solidariza con Pío Cabanillas, ministro de Información y Turismo, que ha dado muestras de un cierto talante liberal y Arias lo había cesado y se va con él. Tras una conversación con un presidente insípido, le envía una carta de dimisión y ni le contesta. Llama a Pío: «No te vas solo, ya somos dos».

Era un técnico políticamente correcto. Tras su dimisión envió flores a doña Carmen Polo y fue recibido en audiencia por Franco a quien explicó el problema que le había llevado a dimitir. Y Franco, en avanzado estado de envejecimiento se limitó a decirle: «Lo siento, Barrera». Quedó como consejero de Telefónica y amplió sus consejos de administración a importantes empresas privadas como el Banco Hispano Americano, Fenosa y otras como Edica (Editorial Católica) perteneciente a la Iglesia. Fue presidente de la Universidad Pontificia de Comillas.

En 1983, ya con Gobierno socialista, el nuevo presidente de Telefónica, Luis Solana, le solicitó su dimisión como consejero. Barrera sintió dejar aquella casa a la que había estado ligado 20 años. Pero entendió perfectamente el deseo de reestructurar el Consejo. De dimisionario por motivos políticos (nada menos que de vicepresidente del Gobierno) a forzosamente dimitido por la misma razón de una empresa entonces pública. Desde entonces se dedicó exclusivamente a la iniciativa privada.

Antonio Barrera de Irimo, político y jurista, nació en Lugo en 1929 y murió en Madrid el 24 de septiembre de 2014