3 julio 1949

El que fuera presidente de la Internacional Comunista estaba considerado una de las fichas más fieles a Stalin en la Europa del Este

Muere el dictador comunista de Bulgaria, Georgi Dimitrov

Hechos

El 2.07.1949 falleció en la URSS el primer ministro de Bulgaria, Georgis Dimitrov.

Lecturas

Estaba al frente de Bulgaria desde 1946. 

Ha muerto en Moscú (capital de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas) adonde se había trasladado en el mes de abril para someterse a un tratamiento médico, el dictador de Bulgaria, Jorge Dimitrov.

Tras una estancia de 11 años en la URSS donde se había nacionalizado como ciudadano ruso soviético, llegó a ocupar el cargo de Secretario General del Comité Ejecutivo del Komintern en la corte de Stalin.

Cuando las tropas de la URSS conquistaron/liberaron Bulgaria de las tropas pro-nazis, Stalin encargó a Dimitrov que volviera a Bulgaria y tomara el poder en Sofía en agosto de 1945, la semana misma del armisticio. Dimitrov recuperó entonces la nacionalidad búlgara y fue nombrado primer ministro en noviembre de 1946 bajo la presidencia de Kolarov.

Desde 1917 en que se le privó de su acta de diputado bajo la dictadura de Stambuliski, vivió alternativamente entre la URSS y Bulgaria donde en 1923 organizó una insurrección. Tuvo entonces que refugiarse en Yugoslavia, para pasar a Viena, hasta que en 1929 le sorprendió en Berlín el incendio del Reichstag.

El nuevo dictador comunista de Bulgaria

Dimitrov ha estado durante un año al frente de Bulgaria, ahora será reemplazado por Valko Chervenkov, que como nuevo secretario general del Partido Comunista de Bulgaria será el nuevo dictador stalinista del país. 

Chervenkov estará al frente de Bulgaria hasta 1954. 

El Análisis

Dimitrov: la muerte de un fiel del estalinismo

JF Lamata

Con la muerte de Gueorgui Dimitrov, acaecida en julio de 1949, desaparece una de las figuras más leales y simbólicas del estalinismo internacional. Su nombre quedó grabado en la historia tras el juicio de Leipzig en 1933, cuando, acusado por los nazis de haber instigado el incendio del Reichstag, defendió su causa con tal habilidad y firmeza que convirtió la sala del tribunal en una tribuna contra Hitler. Esa escena le convirtió en un héroe para el comunismo mundial y le catapultó a la secretaría general de la Komintern, donde, sin embargo, su trayectoria estuvo marcada por una ciega obediencia a Stalin.

Dimitrov no fue simplemente una figura propagandística; fue uno de los ejecutores ideológicos de las purgas del estalinismo a escala internacional. Sustituyó al purgado Bujarin al frente de la Internacional Comunista y no mostró objeciones al silenciamiento —cuando no eliminación— de quienes no se ajustaban al rígido dogma moscovita. Ya de regreso a su Bulgaria natal tras la Segunda Guerra Mundial, presidió la conversión del país en una dictadura socialista plenamente subordinada al Kremlin. Como secretario general del Partido Comunista Búlgaro y primer ministro, ejerció un poder absoluto, implantó la colectivización, suprimió la oposición política, y convirtió a Bulgaria en una suerte de república satélite ejemplar del bloque soviético.

Su muerte deja un régimen sólidamente estructurado, pero carente de alma propia, una nación entregada a Moscú cuya vida política gira únicamente en torno a la lealtad doctrinaria. Dimitrov, aunque idolatrado por la propaganda oficial, será recordado por muchos como el rostro de una Bulgaria disciplinada y silenciada, en la que el culto al líder sustituyó a la libertad. Un fiel estalinista hasta su último aliento, muere con su nombre elevado en estatuas, pero su legado será inseparable del sistema que ayudó a implantar: uno donde la disidencia fue borrada y la obediencia premiada.

JF Lamata