23 enero 1989

Apoyó la dictadura franquista y deja en la historia frases como "Picasso es comunista, yo tampoco"

Muere el genio Salvador Dalí, marqués de Dalí y de Pubol, abriendo un conflicto por su herencia entre la Generalitat y el Estado

Hechos

El 23.01.1989 falleció D. Salvador Felipe Jacinto Dalí i Domènech

Lecturas

IRA DE LA GENERALITAT CONTRA EL TESTAMENTO DE DALÍ: «LEGO MI HERENCIA AL ESTADO ESPAÑOL»

El ex conseller de Cultura de Jordi Pujol, D. Max Cahrier García, acusa al Estado de haberse comportado como ‘fuerza de ocupación» por, según él, haber convencido al Sr. Dalí de que la Generalitat no figurara como heredero de su fortuna sino del Estado español.

24 Enero 1989

El gran provocador

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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POCAS VECES una personalidad como la de Salvador Dalí ha marcado más profundamente una época y un estilo de vida. Con su muerte desaparece no sólo uno de los mitos culturales del siglo XX, sino, también, uno de sus más preclaros provocadores. La sensibilidad que distingue a un auténtico artista de cualquier remedo es la de intuir con su obra el devenir inmediato de sus conciudadanos. Pues bien, Salvador Dalí demostró con creces esa portentosa intuición, esa inexplicable capacidad para trascender su entorno, proyectando sus creaciones en un tiempo y un espacio asequibles sólo a los elegidos por el talento.La propia biografia del pintor es ya signíficativa de las estructuras educativas del país que le vio nacer: fue expulsado de todas las instituciones escolares en las que se matriculó y, naturalmente, de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Adscrito visceral y espiritualmente al surrealismo, Dalí tuvo, probablemente, la fortuna de ser trasterrado por la nueva Academia de André Breton. Provocar a los surrealistas, y hacerlo con un cuadro, es tarea de titanes. El gran provocador demostró, una vez más, su coherencia. Y es precisamente esa rebeldía constante la que promovió los mayores ataques contra su persona y su obra. En esto también rompió los moldes: fue atacado por todas las ideologías posibles. Desde quienes le acusaron de tener unos conceptos religiosos próximos al delirio -él, que aportó a las vanguardias artísticas de los años treinta el método paranoico-crítico, tan apreciado por el entonces joven Jacques Lacan- hasta quienes no encontraron otro argumento que el de su fanático amor por el dinero. El tiempo le dio la razón, para bien o para mal, y hoy asistimos a la colectiva mitificación del triunfo del dinero por parte de todas las sociedades democráticas desarrolladas, incluidas aquellas que tienen Gobiernos socialistas. Hay que reconocer que el amor de Dalí por el vil metal ha sido, hasta la fecha, más enriquecedor para el resto de sus conciudadanos que buena parte de las fortunas amasadas al amparo de la especulación. Sus ideas políticas -anticomunista radical- no pueden desligarse tampoco de esa fascinación por subvertir lo establecido, incluidas las ideas en boga en la íntelligentsia de la Europa de los cuarenta.

Tras su muerte, el recuerdo de la lenta agonía del hombre no debería ensombrecer el mérito del artista, como las justas sospechas sobre las prácticas de su entorno comercial no deberían ocultar una generosidad personal sin precedentes. Nunca un artista español fue tan espléndido con su país en vida, ni ninguno le superó en generosidad tras la muerte. La polémica sobre el supuesto enriquecimiento de los hombres que rodearon a Dalí ha dejado en un segundo plano sus sucesivas donaciones al pueblo español. La creación -del Teatro-museo de Figueres, la cesión de más de 600 obras a la fundación pública Gala-Dalí con sede en Figueres y la entrega de otras 150 telas al propio Ayuntamiento de la capital ampurdanesa tienen muy pocos antecedentes en la historia del arte español. La cesión en testamento de todos sus bienes al Estado y a la Generalitat de Cataluña, a partes iguales, tampoco.

El triunfo definitivo de todo artista no viene dado por las críticas de los especialistas, ni por las bendiciones de los mandarines de la cultura. El éxito arrollador de Salvador Dalí lo demuestra anualmente el número de visitantes de su Museo de Figueres y las muchedumbres que asistieron, deslumbradas, a las antológicas de París, Moscú, Londres o Madrid. Todas las expulsiones quedaron en el baúl de los disparates ante la plenitud de una obra formalmente realista que mostró la ambigüedad de las apariencias cotidianas y la enorme belleza que pueden poseer.

06 Febrero 1989

El huevo y el fuero

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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UN LAMENTABLE error óptico ha deformado la discusión sobre el testamento de Salvador Dalí, que nombra heredero universal al Estado español. La cuestión primordial es que la herencia del genial artista catalán queda en España. La herencia de Picasso recaló en Francia por culpa de la dictadura y el exilio y por la eficaz política cultural y fiscal de Francia sobre los legados artísticos. Por una vez, por tanto, se ha salvado ahora lo importante.Algunos critican la actuación del Estado en torno a la herencia Dalí. Están diciendo que el último Gobierno de UCD doblegó su voluntad haciéndole eliminar a la Generalitat de Catalunya como coheredera en el testamento de 1982. Quienes han blandido esta grave acusación (sobre todo el ex conseller de Cultura de Jordi Pujol, Max Cahrier García, que acusa al Estado de haberse comportado como ‘fuerza de ocupación») deben probarla aportando datos fehacientes del anterior documento y pruebas del supuesto comportamiento que denigran. De momento se limitan a sostener contradictoriamente que Dalí testó con plenitud de facultades y que hubo manipulación del Estado, cuando sólo si el testador no estaba lúcido podría sostenerse que hubo maniobras extrañas. Todo tiene el agrio sabor del despecho, la demagogia y la confusión de una última voluntad privada con el debate competencial del derecho público. Deben pensar también en qué hubiera sucedido si el pintor hubiese terminado sus días en una clínica francesa o norteamericana sin que España hubiera aplicado una generosa política fiscal y un justo trato al pintor. Ese peligre ha sido visto por el alcalde de Figueres, el convergente Mariá Lorca, quien ha celebrado el testamento, desautorizando así la torpeza del propio presidente de la Generalitat («Nos sentimos engañados, pero no sabemos por quién»).

Dos cosas se jugaban en este legado, que levanta escándalo como las viejas peleas rurales entre herederos y hermanos desposeídos: el huevo y el fuero. Sobre el primero, la obra del artista, la impresión es que tendrá un destino razonable y equitativo. De las manifestaciones del ministro Jorge Semprún se desprende que no habrá camiones saqueando pinturas en Figueres, Port Lligat y Púbol. Habrá una digna selección de telas que represente la aportación daliniana en las grandes colecciones del Estado, otras obras en los santuarios dalinianos y se espera que en el futuro Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona. Ni expolio centralista ni acaparamiento local. Con todo, persiste en la sociedad catalana un comprensible recelo sobre el reparto final. La ciudad de Madrid se ha erigido en casi exclusiva usufructuaria del patrimonio cultural español, y Semprún deberá corregir esta inercia.

Las mayores confusiones se producen sobre el fuero. En principio, los dalíes que van a emplazarse en Cataluña serán del Estado, sin que por decisión testamentaria deban traspasarse a otra institución. El testamento del pintor se ha leído por algunos como un recorte a las competencias autonómicas, exclusivas en la materia. Para esta lectura, todo lo que exista en el terreno de la cultura en Cataluña debe quedar únicamente en manos de la Generalitat, sin que otros organismos del Estado intervengan en ningún terreno. La Generalitat catalana puede defender con lógica un nuevo marco de gestión política de la cultura en el que la Administración central coordine y cuide de su proyección exterior. Pero este nuevo marco debería comportar compromisos formales y la creación de foros que impidieran cualquier tentación parcelaria en el fomento de un patrimonio que, por definición, no es únicamente catalán o castellano. El Gobierno Pujol, sin esperar a ello, ha practicado una obstrucción política al Ministerio de Cultura -de quien sólo quiere aceptar dinero sin contraprestaciones- que ha tenido catastróficas consecuencias para Cataluña, inhibiendo a la Administración central en proyectos de Estado -ahí están los retrasos en la solución para el Liceo e incluso incentivando los reflejos centralistas existentes.

En el caso de Dalí, sólo si -rompiendo el compromiso de Semprún- se saquease Port Lligat, se trasladarán todos los dalíes a la capital del Reino y se marginase a la Fundación Gala-Dalí -que acoge a todos los protagonistas- en las decisiones de emplazamiento, tendrían valídez algunos recelos. Pero nunca la mala educación ni el nacionalaldeanismo.

05 Febrero 1989

El testamento abstracto de Dalí

Manuel Jiménez de Parga

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La redacción del testamento de Salvador Dalí es clara y con expresiones terminantes: «Instituye heredero universal y libre de todos sus bienes, derechos y creaciones artísticas al Estado español». Pero la ejecución de la voluntad del pinto, plasmada en este último testamento, presenta dificultades. La ciencia del Derecho Constitucional, la del Derecho Civil, además de los principios y normas del Administrativo, han de proyectar su los sobre los complejos problemas.

En primer lugar, ¿qué ha de entenderse por Estado español? El Tribunal Constitucional ha advertido, desde una de sus primeras resoluciones que el texto de la Constitución es ambiguo al respecto utilizando el vocable ‘Estado’ con un doble sentido. En la sentencia de 28 de julio de 1981 se habla de empleo anfibológico: «En ocasiones el término Estado designa a la totalidad de la organización jurídico-política de la nación española, incluyendo las organizaciones propias de las nacionalidades y regiones que la integran y la de otros entes dotados de un grado inferior de autonomía: en otras por el contrario por Estado se entiende sólo el conjunto de las instituciones generales o centrales y sus órganos  periféricos, contraponiendo estas entidades a las propias de la Comunidad autónoma y otros entes territoriales autónomos.

La imprecisión terminológica de la Constitución ha sido analizada en numerosos trabajos académicos. La opinión dominante, que yo comparto es que las comunidades autónomas son instituciones territoriales de naturaleza estatal. El TC recuerda que el Estado es un ente complejo que consiste en una pluralidad de órganos y que las comunidades autónomas ‘son órganos del Estado’.

Con el apoyo de esta doctrina sacamos una primera conclusión: Cataluña no ha sido desheredada por Dalí, en contra de lo difundido por determinados medios de comunicación. La comunidad autónoma catalana es parte esencial de ese Estado que recibe la herencia.

Manuel Jiménez de Parga

31 Enero 1990

La 'receta Dalí'

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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EL REPARTO del legado de Dalí, acordado entre el Ministerio de Cultura y el Gobierno de la Generalitat de Cataluña, ha resuelto de manera bastante satisfactoria el pleito testamentario planteado a la muerte del pintor ampurdanés. Más que el reparto en sí mismo, que es opinable, pero que será poco discutido (salvo en Figueres, que aspiraba con argumentos a conservar la pieza más emblemática del surrealismo daliniano, El gran masturbador), lo destacable es la existencia misma del acuerdo.No era fácil llegar al consenso, porque el punto de partida estaba envenenado. Los que batieron palmas por una supuesta humillación de Cataluña y de sus instituciones, evocaron imaginarias fuerzas de ocupación o renegaron del genio daliniano, después de exaltarlo cuando se creían sus albaceas, no tienen -exactamente igual que quienes, frente a ellos, se solazaron con la presunta marginación de Cataluña- más argumentos que la prudente elocuencia del silencio. Quisieron alentaruna nueva y absurda confrontación entre Cataluña y el conjunto de España, entre Barcelona y Madrid, y se encuentran ahora con una demostración ejemplar de concordia y de diálogo. Muchos quisieran la extensión de la receta Dalí a todos los ámbitos de las relaciones entre las autonomías y la Administración central del Estado.

Cataluña no ha quedado ni desheredada ni desposeída, y el gran número de obras que recibe se equilibra de alguna manera con la más selecta calidad de las destinadas al Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid. A un ministro que ha sabido ser respetuoso con la realidad catalana, Jorge Semprún, y a un conseller nacionalista que se ha decantado por primar el diálogo sobre el enfrentamiento, Joan Guitart, hay que reconocerles el mérito de desactivar un legado de espoleta retardada.