25 agosto 1995

El propietario de la agencia, que hasta ahora ocupaba el cargo de 'Consejero Delegado' le reemplazará como presidente

Muere el presidente de EUROPA PRESS, José Mario Armero Alcántara, tertuliano y periodista clave de la Transición

Hechos

El 25 de agosto de 1995 falleció D. José Mario Armero.

Lecturas

El 28 de agosto de 1995 muere José Mario Amero Alcántara, que ocupara la presidencia de la agencia Europa Press desde que se creó el cargo en 1967 hasta su jubilación. La presidencia de Europa Press está ocupada desde entonces por Francisco Martín Fernández de Heredia, propietario de la agencia. Su hijo, Francisco de Asís Martín Gutiérrez de Cabiedes, será el número dos reforzando el control familiar por parte de la agencia de noticias.

EL PROPIETARIO DE LA AGENCIA PASARÁ A SER EL NUEVO PRESIDENTE

D. Francisco Martín Fernández de Heredia, cuya familia es propietaria de la Agencia EUROPA PRESS y que hasta ahora se había mantenido en un segundo plano como ‘Consejero Delegado’, pasará a ser el Presidente del Consejo de Administración, el cargo que había ocupado el Sr. Armero desde que se creara el puesto en 1967.

26 Agosto 1995

Mi amigo Pepe Armero: Un español para la democracia

José Luis Cebrián Boné

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En 1976, recién estrenada nueva democracia, me encontraba dirigiendo ABC. Se me ocurrió iniciar una serie de entrevistas y semblanzas que llevaría el título: “Cien españoles para la democracia”. Los dos redactores elegidos para hacer esas entrevistas eran Pilar Urbano y Pedro J. Ramírez.

Debatimos la sede y nos planteamos el principal problema: ¿Quién debía ocupar el primer lugar de la lista? La coincidencia fue inmediata: sin duda alguna, José Mario Armero, abogado y presidente de EUROPA PRESS. Resultaba casi imposible encontrar un personaje más independiente y representativo que él.

Recuerdo dos frases de Pepe Armero en aquella entrevista. Cuando se le pidió una autodefinición dijo de sí mismo: “Soy un liberal de nuestro tiempo”. Más adelante, con profunda visión de futuro, decía: “Si nuestro país llega a la democracia no se deberá ni a Arias, ni a Suárez, ni a Fraga, ni a Areilza, ni al Gobierno, ni a la oposición, sino al Rey Don Juan Carlos”.

Pepe Armero supo vivir un patriotismo inteligente y servir de puente a políticos enfrentados en momentos cruciales. Lo hacía sin darle importancia, con elegancia, con agilidad. Su capacidad para captar y valorar la información era impresionante. Siempre sabía lo que pasaba de verdad en España y por donde iban las tendencias.

Tenía debilidad por ABC, no sólo por fidelidad a su íntimo amigo y compañero de promoción Guillermo Luca de Tena, sino porque participaba en todos los ideales y las convicciones del diario madrileño.

Junto a su brillante trayectoria profesional como abogado, Pepe llevaba en el alma su misión como presidente de la agencia de noticias EUROPA PRESS. Antonio Herrero y él vivieron juntos los momentos más crispados y más brillantes de la transición española a la democracia. Cada uno con su personalidad, tan acusada, y con su talento. Ambos con la misma valentía y arrojo en la defensa de verdad y de la independencia informativa.

En la agencia le queríamos mucho. Su calor humano y su sonrisa. Su temple y su capacidad para resolver problemas, todo, constituía algo natural. Algo nuestro, muy nuestro. Siempre se podía contar con él. No buscaba jamás el aplauso y siempre estaba en primera línea en los momentos más ingratos.

Pepe era, ante todo, un hombre bueno, un amigo siempre dispuesto a ayudar, a escuchar, a comprender. Dios habrá acogido ya su alma grande.

José Luis Cebrián Boné

26 Agosto 1995

Un pontífice de la instauración de la democracia

Javier Tusell

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Era José Mario Armero un inquieto personaje del que uno no sabía si admirar más la multitud de sus relaciones o la amplitud de sus intereses vitales.Cuando ahora trato de rememorar algunos momentos de nuestra amistad, me sucede lo que sin duda a tantos otros y es que no sería capaz de mencionar un único, ni siquiera principal, motivó de ella.

Yo he comido con José Mario Armero para hablar de su colección de postales y carteles históricos, de las excavaciones submarinas en la bahía de Cádiz, de una posible exposición del pintor Eduardo Arroyo, de por qué le interesaba el circo, de un libro de historia que estaba escribiendo, de una tertulia radiofónica en que participábamos, de un partido político en que creía que yo debía entrar (y yo no), del consejo editorial de un diario, de la última vez que fue al Rastro, de una carta de Franco a Hitler que había comprado y de todas las últimas operaciones políticas de las que, si no te informaba puntualmente, era por que en realidad él mismo estaba cocinándolas.

Algo de eso tiene que ver con mi profesión, pero lo que siempre me maravilló de él es que, por su parte, tenía la suya pero su vida parecía dedicada a otras cuestiones a varios años luz de distancia. Tenía la virtud de ese activismo aparentemente incapaz de agotamiento, siempre sonriente y capaz de encontrar cada día unos nuevos motivos de curiosidad por completo inesperados.

Cuando se desvaneció, tras aquel derrame cerebral, el hueco que dejó se pudo percibir en tantos sitios que dio la sensación que nos habíamos convertido en varias veces huérfanos. Luego, ese largo camino final que tan doloroso puede haber sido para su familia nos ha traído también, a veces, una tímida confianza en su reaparición y, casi siempre, la imposibilidad de que otro llenara el espacio de una sola de sus iniciativas.

Tarancón, hablando de la transición, dijo, que él y la Iglesia española habían tratado de convertirse en «pontífices», en el sentido más etimológico del término; es decir, «hacedores de puentes», personas de buena voluntad, que ponían en contacto a quienes estaban en orillas enfrentadas. El término parece demasiado clerical, pero no se me ocurre otro mejor para el papel que, en tantos y tan variados campos, le correspondió a José Mario durante los años de su vida en que le traté con mayor asiduidad.

El pontífice fue un tipo humano que resultaba imprescindible en una España que encontraba la concordancia y tenía espinosos problemas que resolver. No hubo tantos en la transición, porque las virtudes que para tal tarea se exigen no son pocas ni tampoco fáciles. No basta con conocer a unos y otros, sino que es necesario merecer confianza, tener una voluntad de no ejercer de protagonista hasta que la operación fragüe y, en fin y sobre todo, pensar en el conjunto de los conciudadanos.

José Mario ejerció de pontífice cuando propició la entrevista de Carrillo y Suárez en el salón de estar de su casa de Pozuelo. No muchos españoles hubieran podido desempeñar ese papel.

Pero fue también el primero (y casi el único) español sin responsabilidades públicas que procuró hacer cuanto estuviera en sus manos para el retorno del Gernika. Y, si, por separado, se podría pensar en otros protagonistas para esas dos iniciativas, el haber tenido ambas durante aquellos años intensos sólo resulta imaginable en su caso.

27 Agosto 1995

Sesenta años de amistad

Guillermo Luca de Tena

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Descubrir ahora la personalidad y los méritos de José Mario Armero resultaría superfluo para toda una generación de españoles que hemos sido testigos de su infatigable quehacer público.

Abogado y titular de uno de los más importantes bufetes de Madrid; escritor y hombre de Prensa como presidente de EUROPA PRESS durante muchos años; personalidad clave de nuestra feliz transición política, nada de lo que conforma la más viva actualidad de nuestra sociedad se escapó a su interés, a su voluntad, a su actividad incesante.

Sin embargo, sobre cualquier faceta de esta brillante ejecutoria, capaz por sí sola de enorgullecer a un hombre de nuestro tiempo, yo quiero recordar ahora los sesenta años de amistad que compartimos ininterrumpidamente desde los bancos del parvulario primero, luego en la facultad de Derecho, y por fin como hombres enfrentados a sus responsabilidades.

José Mario Armero tuvo amigos en todos los países del mundo. Al lamentar su irreparable pérdida, sólo me queda el consuelo, el triste consuelo hoy, de haber sido uno de los más viejos y fieles entre ellos.

Guillermo Luca de Tena

26 Agosto 1995

Gracias, José Mario

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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José Mario Armero se habrá llevado más de un secreto de Estado a la tumba. Hombre de proverbial discreción, este abogado y periodista vallisoletano, nacido en 1927, fue un personaje clave de la transición. Reunió en secreto en su casa de Pozuelo a Suárez y Carrillo, que pactaron la legalización del PCE. Hizo de emisario del futuro Rey con la oposición en el exilio y realizó gestiones decisivas para el nacimiento de la democracia. Su talante abierto y liberal, lejano a cualquier dogma, le convierten en un arquetipo de demócrata en unos tiempos en que se podía ir a la cárcel por pronunciar la palabra «libertad». Fundador, accionista y miembro del Consejo Editorial de EL MUNDO, colaboró con entusiasmo en la consolidación de este proyecto periodístico. Desde el primero al último de sus artículos, se cansó de repudiar el mundo de los nuevos ricos y los peligros que para España representaba la entronización del dinero y el éxito fácil. En su último escrito, titulado «El despertar», cuando ya estaba gravemente enfermo, hablaba proféticamente de la crisis política y económica que iba a sufrir este país. Aficionado al circo, a las tertulias y a los viajes, Armero era una persona extraordinariamente cálida y vital. Vivió intensamente y acogió en su casa, gracias a su importante bufete de abogados y a su amistad con el productor Samuel Bronston, a relevantes personajes de Hollywood, por los que sentía fascinación. Escribió una historia del circo en España y varios libros sobre derecho internacional. Fue también presidente de Europa Press. Todo lo cultivaba este hombre polifacético, que rindió grandes servicios a su patria y fue fundamentalmente generoso con sus semejantes. Gracias, José Mario.