10 febrero 1999

Muere apenas días antes de que su último proyecto, el periódico DIARIO DE SEVILLA, salga a la calle tras meses de gestación

Muere Federico Joly Höhr, la cabeza visible del Grupo Joly, propietario de los periódicos DIARIO DE CÁDIZ y DIARIO DE JEREZ

Hechos

El 9.02.1999 falleció D. Federico Joly Höhr.

Lecturas

El 9 de febrero de 1999 se hizo público el fallecimiento de D. Federico Joly Höhr, presidente del Consejo de Administración de Federico Joly y Cía, empresa editora de Diario de Cádiz y Diario de Jerez. A partir del 28 de febrero de 1999 nacerá el tercer periódico del Grupo Joly, Diario de Sevilla.

10 Febrero 1999

Un hombre, un periodista, un editor

Manuel Martín Ferrand

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Hubo un tiempo en que tuve la profunda convicción de que por las venas de Federico Joly Höhr corría tinta de imprimir en vez de sangre. Más aún: que formaba un todo inseparable con el viejo edificio de DIARIO DE CÁDIZ en la calle Ceballos y que la platina de cierre, sólida y maciza, era tan suya como el hígado o los pulmones. Fue su hermano José, también prematuramente desaparecido, quien me sacó del error:

  • Federico tiene una pasión moderada, muy moderada por el periodismo. Lo que pasa es que es mayor que la que le vincula con el resto de la realidad.

Ahí estaba su fuerza. Era un titán. Todo el periódico, desde los titulares de primera al os anuncios por palabras estaban en su cabeza. Así, naciendo los sesenta, gobernaba a pie de obra un periódico venido del pasado en el que no faltaba un esqueleto liberal, un prudente distanciamiento de la doctrina imperante, un arraigado amor por Andalucía y un hondo, en ocasiones recalcitrante, sentido del humor.

Para quién, como yo, llegaba a Cádiz sin experiencias andaluzas previas y procedentes de las brumas gallegas, aquellos fue un feliz descubrimiento. Me lo dijo Fernando Fernández, otro imborrable espíritu de la calle Ceballos.

  • Aquí, con Federico, vas a aprender más periodismo que en toda la carrera. Y, además, vas a entender lo que es la vida.

Lo de la vida sigo sin entenderlo, pero lo del periodismo era verdad. Mucho de lo poco que sé de este oficio/vicio de las noticias se lo debo a Federico Joly. A él y a quienes allí trabajan, sentían y luchaba por algo parecido a lo que es hoy, casi cuarenta años después, una de las más modernas, evolucionadas y prósperas empresas españolas de la comunicación. Su talento, mucho y su genio áspero, muchísimo, son el motor que ha guiado, engrandecido y multiplicado la brillante realidad de este DIARIO DE CÁDIZ y su constelación empresarial.

Recuerdo un día tórrido en que subíamos, por la acera de la sombra, desde el Teatro Falla a la plaza del Mentidero. Me dijo Federico:

  • Ahora, terminada tu experiencia en esta casa, volverás a Madrid y tendrás seguro, una brillante carrera profesional, pero no lo olvides, a poco que mantengas el juicio, que somos donde empezamos. Tú has nacido al periodismo como redactor de DIARIO DE CÁDIZ. Y eso es lo que debes seguir siendo estés donde estés.

Nunca olvidé la lección. En los momentos de mayor abatimiento me dio ánimos para continuar la pelea. Como me han sido útiles, benéficas, las lecciones que me dio su padre don Federico, sobre lo que es la sustancia del a empresa periodística o las que me regaló su hermano José sobre cómo encarar la adversidad con alegría.

Federico Joly Höhr se ha ido de este mundo. Se tenía ganadas unas vacaciones y, para ser fiel a sí mismo, se las ha tomado con exceso. Pocos tienen el privilegio de irse con un pasado tan pleno y con un futuro tan bien pergeñado. Deja una familia magnífica, una empresa floreciente y un equipo profesional cabal. Deja amigos y discípulos. Deja, sobre todo, el ejemplo de un periodista pleno y recio que supo, al tiempo, ser un editor inteligente y anticipado a su tiempo.

Con los ojos húmedos, todo eso no consuela su ausencia, pero ahí está. El sentimentalismo no cabía ni en su estilo ni en sus principios, pero resulta inevitable, ahora y por un momento, recordar la grandeza generosa de quien se va. Cádiz, supongo, le despide con el pañuelo blanco de sal y arena que cantaba García Sanchiz. Otros, desde más lejos, le decimos adiós con un pie en la admiración y otro en la gratitud.

Manuel Martín Ferrand

10 Febrero 1999

Federico, mi maestro

Augusto Delkader

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Cuando escribo estas apresuradas líneas, pienso que Federico no me lo hubiera perdonado. Probablemente no he conocido a una persona más alejada de los protocolos y más Celso de su intimidad que quien me enseñó las reglas básicas de mi oficio de periodista. “A mí que no me mienten’, solía decir cuando querían escribir sobre él.

En mi vida hay un momento crucial: mi trabajo en DIARIO DE CÁDIZ, Federico hacía el periódico y yo – como tantos otros que pasamos por aquí – aprendimos las técnicas y la ética de la profesión, por su magisterio diario y cotidiano a revés de las múltiples peripecias que depara la vida de un periódico.

Trabajador incansable, curioso y sufrido. Sacrificó los mejores años de su vida – en los años difíciles de los 50 y 60 – para engrandecer y modernizar el periódico fundado por sus antepasados.

Siempre le guio obsesión de entregar a la siguiente generación está institución de DIARIO DE CÁDIZ.

Entendía el periódico como un marco de convivencia cívica. Respetuoso con la vida de las personas, pero exigente con la información y las noticias aunque fueran incómodas.

Nunca se quejó. Por ser fiel a sus lectores recibió ingratitudes, pero él sabía que era consustancial al ejercicio del periodismo. Poseía indudables dotes de liderazgo, basados en criterios y convicciones arraigadas que ejercía especialmente en las circunstancias difíciles y complejas.

Muchas personas, confundidas por su timidez, era incapaces de descubrir su más apreciado tesoro. Federico poseía una personalidad compleja, llena de matices, que encerraba una sensibilidad especial.

Sus amplios conocimientos, su afición por la lectura, la historia, el coleccionismo, la búsqueda incansable de explicación a los hechos le convertían en un conversador de privilegio.

La larga charla sobre la historia de España, la vida de Cádiz, los siglos XVIII y XIX constituían los temas que comentamos a las 3 de mañana tras el cierre de la edición del día.

Mi recuerdo es imborrable porque probablemente gran parte de lo que soy se lo debo al privilegio de haberlo conocido a los 18 años y haber trabajado a sus órdenes durante una etapa de mi vida.

SI he de agradecer y valorar que me confió la dirección con sólo 25 años, aún más le agradezco sus enseñanzas, su criterio y los consejos que le pedí ante decisiones

No tuvo otra pasión que el Diario, su familia y Cádiz.

Federico era un enamorado de Cádiz y siempre estuvo preocupado por su futuro y su grandeza.

Como hombre inteligente era especialmente crítico con las adulteraciones empobrecedoras del gaditanismo.

Para Federico ser gaditano es sinónimo de cultura, liberalismo, tolerancia y progreso.

Su sentido del humor le llevaba a ser una persona divertida con la que pasaban los tiempos sin darnos cuenta.

Hoy, desgraciadamente, dirá su último adiós a la calle Ceballos y la plaza del Mentidero. A nosotros nos queda el legado inmenso de sus enseñanzas y su gran obra de Federico Joly y Cia, que construyó con su querido hermano Pepe.

Los periodistas debemos recordarle porque transmitió una manera de ejercer esta profesión con libertad y respeto a los ciudadanos en años que esos valores no eran moneda corriente.

A sus amigos nos deja el imborrable recuerdo de su gran humanidad.

Augusto Delkader