20 febrero 1967

Fue director de ABC, director de ABC DE SEVILLA y durante 19 años director de LA VANGUARDIA

Muere Luis Martínez de Galinsoga: el periodista sobre el que la familia Godó cargó toda la responsabilidad en LA VANGUARDIA franquista

Hechos

El 20.02.1967 falleció el periodista D. Luis Martínez de Galinsoga.

Lecturas

Trabajó en LA ACCIÓN de D. Manuel Delgado Barreto. En 1922 pasó a la redacción de la ABC donde ocupó con notoriedad de la crítica de arte y labores de mesa. Siete años después ocupó el puesto de redactor jefe. En 1936 se hizo cargo de la dirección de ABC que hubo de abandonar dos días después del 18 de julio.

Acabada la guerra, en el mes de abril fue nombrado director de LA VANGUARDIA española que dirigió durante 19 años al cabo de las cuales recibió el premio nacional de periodismo para directores ‘Jaime Balmer’. Años antes, en 1954, le fue concedido el título de ‘periodista de honor’.

23 Febrero 1967

El otro centinela

Juan Aparicio

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Este es el título de un artículo de Juan Aparicio que publica ARRIBA sobre la muerte de Luis Martínez de Galinsoga.

Ningún español, sino don Luis Martínez de Galinsoga, ha dirigido sucesivamente los dos diarios familiares a la burguesía española, en su epicentro de Madrid o en la vertiente mediterránea e industrial de Barcelona. Este doble ejercicio de la profesión, con sus responsabilidades anejas, le permitió comparecer en el desenlace de la II República y en el afianciamiento y perduración del caudillaje de Franco, ante quien Galisnoga pudo transcribir, en su libro biográfico, desde su pedestal de ‘Centinela de Occidente’ a la figura patriarcalísima, y democrática, emanada de la ley Orgánica del Estado, a la que el periodista difunto del Estado, a la que el periodista difundo le fue imposible, por su desfallecimiento prematura, concurrir con su pluma o con la facundia de su personalidad periodística.

Paisano de don Juan Pujol (q. e. p. d.) sin embargo, en su actitud periodística era más bien un producto de sus antepasados, que habían nacido y mantenían la nobleza desafiante de los Vélez, Vélez Blanco y Vélez Rubio, el enclave, dentro de la posterior Almería de una cultura prehistórica y caballeresca, investigada por los etudiogos suizos e historiada por el sacerdote Tapia, antes de trasladarse a la parroquia penibética y alpujarreña de Berja. Tales antecedentes se incorporaron en la trayectoria de don Luis Martínez de Galinsoga, que fue siempre un escritor fronterizo, dispuesto a la algara y a la resistencia.

Así se mantuvo, después de su éxodo de Cartagena, ya que esta ‘Cartago Nova’ cantonal, fenicia y náutica, o era demasiado estrecha en su alcaloide del federatismo o excesivamente mercantil y minera, para complacer a un señor agendrado en el abolenco de la Reconquista y, por lo tanto, proclive a la cortesía cortesana, donde sobresalió su ingenuo y plasticidad andaluza encima de la Corte, y a la campechanía, sin bohemia, en medio de las redacciones. La política de España se desprende de las cortapisas y rencores impuestos y negativos de don Antonio Maura, pues por alguna razón, que no era sólo sentimental, compusieron, don Melchor Fernández Almagro y el primer duque de Maura, la obra reveladora ‘Por qué cayó Alfonso XIII’.

La memoria de don Luis y asimismo su gracejo anecdótico, junto a su permanente lealtad, aún más simbólica puesto que Maura vivió en la calle de la Lealtad madrileña y le fallaron bastantes leales, conservaban la respuesta y todos los episodios de aquella frustración española tanto sobre el partido conservador, cuanto su renovación social y psicológia en el maurismo La Acción, título periodístico de Delgado Barreto y bandera ideológica que encoronaba a don Eugenio D´Ors, puesto que sobre la razón lógica y dialéctica del Evangelio de Sna Juan a las actividades fáusticas, aunque se enmascarasen detrás de los escudos de Acción Francesa, de Acción Nacional, de Acción Popular y hasta de La Acción Españolizante de Maeztu y sus discípulos, fue la rampa de lanzamiento maurista de don Luis Martínez de Galinsoga, preparándole a un entretenimiento tan estricto y peligroso como el de los cosmonautas de Cabo Kennedy.

El fracaso de Maura trajo la descomposición monárquica y la crisis constitucional, a la que asintieron cada cual en su estilo, los tres periódicos fundamentales de la anteguerra, o sea: EL DEBATE de don Ángel Herrera, EL SOL de Urgoiti, y el ABC de don Torcuato Luca de Tena, en donde Galinsoga aprendió la prestancia del fundador, que firmaba sus artículos cenitales con el seudónimo egocéntrico de Ego Sum, y el comedimiento e intencionalidad lacónica de los editoriales del albaceteño don José Cuartero, atreviéndose a discutir y a vencerle, en agudeza mental, con el propio dictador que era un jerezano pundonoroso y bendito. Aquella etapa de las notas oficiosas de obligatoria inserción, y de las apostillas de las discrepancias de ABC, en los amenes de la Dictadura, fueron más que una escuela de esgrima, un seminario o semillero de experiencia para el Galinsoga que debió resistir frente al Frente Popular y que luego, pasando por Sevilla o la Bética del agradable compromiso, sostuvo en Barcelona, no la frase elástica acerca de que el honrado y principal, después de procurar acertarla, ha de sostenerse sin enmiendas.

O acaso, se repetía en la posguerra, y aún pareciendo una contradicción, dado el empaque atildado de Galinsoga y la finura de sus modales, la primitiva insolidaridad de los murcianos, dentro de un ambiente opulento, presentándose bajo el control virginal de su Fuensanta y con la violencia expansiva del Sindicato Único. El murcianismo anterior a 1939 era más partidario de la herencia castellana de Alfonso X, que del legado lemosín de su suegro, don Jaime. Sin embargo, Galinsoga así como sus Vélez estaban en la vanguardia delante del Reino moro granadino, ocupó LA VANGUARDIA Española de Barcelona en una similitud de frontera con Francia, ya que habían de defenderse los aledaños de los Pirineos, de los tanques de Hitler, del ‘maquis’ de Toulouse y de las sanciones diplomáticas y aduaneras a partir de 1946.

Si Francisco Franco fue el centinela de occidente, según la inspirada definición de Galinsoga. Este D. Luis fue, por lo menos, el centinela o el vigía de una concepción de la historia de España, reconquistada y superadora de la agonía del maurismo, y con un resquemo ancestral y un pánico de un retorno a las andadas. Porque don Luis Martínez de Galinsoga, desde su cuna en 1891, había recorrido todos los caminos y ramblas nacionales, ramblas de arena, sequía y subdesarrollo, y al llegar a las ramblas barcelonesas con pájaros, flores libros y civilización mediterráneo europea, le parecía encontrarse en un oasis, cuya defensa a perpetuidad y a rajatabla era imprescindible e insoslayable. Cuando el profesor de Derecho Político, Jiménez de Parga, preparaba sus oposiciones al amparo del Instituto de Estudios Políticos y de la paz de Franco que ahora se pretende subvertir, Galinsoga era un periodista sin relevo, conforme al juramento inscrito en el carnet de periodistas de Burgos.

Pero en la Castilla burgalesa se han descubierto yacimientos de petróleo y Galinsoga dejó su puesto, porque a la postre nadie e insustituible y la muerte tampoco concede supervivencias. Al relevarle y rendir su guardia, pero no su ánimo de español del Sureste, esta alma desarmada traspuso la sociedad viviente y, con anticipación, ya pidió a Dios o a Santiago de su devoción galaica, el que le permitiesen vigilar desde las estrellas. Abajo quedaban los Jiménez de Parga y el petroleo de La Lora hacia Bilbao.