9 septiembre 1977

Muerte repentina del periodista de DIARIO16, Francisco Cerecedo (‘Cuco Cerecedo’) durante un viaje con Felipe González

Hechos

El 4 de septiembre de 1977 muere D. Francisco González Cerecedo por un aneurisma cerebral durante una cena en Bogotá

Lecturas

En el momento de morir D. Francisco González Cerecedo afrontaba dos pleitos. Uno de D. Carlos Arias Navarro por llamarle ‘carnicerito de Málaga‘ y otro de D. Manuel Fraga Iribarne por publicar un serial ridiculizando toda su trayectoria con el título de ‘Y Fraga cogió su fusil’.

07 Septiembre 1977

DÓNDE SOLÍA

Miguel Ángel Aguilar

Leer

En Bogotá un aneurisma criminal ha terminado con Cuco, mi hermano. Quien tantos riesgos asumió sin pose ni arrogancia alguna como enviado especial en las guerras y guerrillas del medio mundo, llevaba en la aorta coroide una bomba de relojería para su cerebro. Eso explica la escuela literatura clínica del Hospital Militar. Pero su cerebro, su talento, también venía siendo considerado peligroso en ciertos círculos de la política, fuera y dentro de España.

Cuando empiezo a teclear estas líneas, aquí en el hotel en la misma máquina donde Cuco mecanografió sus últimas crónicas para DIARIO16, tengo el corazón embotado y los ojos ardientes por su muerte, que ha ido a sorprenderle en plena tarea periodística. La misma que desde hace doce años nos había unido.

Coincidimos por primera vez en la aventura del diario MADRID. Arrancábamos de circunstancias vitales muy distintas pero nunca fue posible que conspirasen contra una amistad siempre afianzada. EL paro y la penuria se alternaban con épocas más benignas de empleo y salario. A Cuco le sobraba sentido del humor e ironía galaica para dramatizar o engreírse y para distinguir la necesidad de la virtud.

Ahí está su ejecutoria profesional, sobre la que habrá que volver ocn detalle más despacio. Ahora me urge decir que frente a tanto maestro de periodistas nacido de los bombos mutuos de la dictadura, tenemos que alzar la figura de Francisco Cerecedo, al que ‘El Tiempo’ de Bogotá define en un editorial como un producto de la inquietud intelectual y la pasión periodística.

Los caminos para medrar en periodismo estaban y están meridianamente claros en la reciente historia de nuestro país, pero no eran los de Cuco. Es inútil buscarle en las nóminas de los premios y condecoraciones. Basta repasar la relación de sus viajes para descubrir su interés por aquello conflictos sobre los que pesaban los silencios más intencionados.

La tierra del Oriente Medio la vieron caminar junto a los guerrilleros sin más credencial que la de francotirador del periodismo. Mucho más duro tenía que resultarle al regresar a Madrid convencer a tanto inútil encaramado en la jerarquía del valor de sus reportajes y lograr que se los pagaran.

Después de aquella travesía del desierto, que supuso para muchos de nosotros el cierre del diario de MADRID, volví a coincidir con Cuco en los inicios de POSIBLE, en la que plasmó la huella de su talento. Luego hemos seguido juntos la andadura de CAMBIO16 y DIARIO16.

Vino a proponerme la serie ‘Figuras de la fiesta nacional’ que quería publicar coincidiendo con las corridas de la última feria de San Isidro. Resultó una explosión de gracia y de talento que ya nadie pudo  discutir. Aguantando sin enmendarse, por decirlo con su terminología taurina, siguió con la serie ‘Y Fraga cogió su fusil’ que nos llevó juntos al Juzgado. Acababa de estrenarse como cronista parlamentario desde su sección ‘El Hemicisco’, pero se había ganado desde el comienzo un lugar de honor en las antologías del género.

Hasta Madrid, donde regresó con infinita tristeza, me acompañan las últimas cintas con entrevistas grabadas por él y los últimos rollos fotográficos impresionados durante su gira latinoamericana. Vuelvo con un sentimiento de inmensa gratitud a Hernando Santos, subdirector de ‘El Tiempo’, a Belisario Betancourt, candidato a la presidencia de la República; a Pepe fajardo y a toda la Embajada española, por cuanto han hecho para atender a Cuco durante su enfermedad y lograr su último regreso a España.

Miguel Ángel Aguilar

El Análisis

Cuco Cerecedo, el cronista que apenas pudo vivir la democracia

JF Lamata

Francisco González Cerecedo, conocido como Cuco, murió el 4 de septiembre de 1977 en Bogotá, víctima de un aneurisma cerebral mientras ejercía como enviado especial de Diario 16. Tenía 37 años. Su fallecimiento fue tan súbito como inesperado, y con él se apagó una de las voces más mordaces y creativas del periodismo español que apenas había vislumbrado lo que vendría con la democracia.  Cerecedo, formado en Derecho en Salamanca y en Periodismo en la Escuela Oficial de Madrid, desplegó una carrera que combinaba lo viajero con lo crítico, lo político con lo satírico. Trabajó en El Pueblo Gallego, ABC Blanco y Negro, Diario Madrid, en revistas como Posible y Cambio 16, hasta incorporarse a Diario 16. Su mirada no se limitaba al ámbito nacional; recorrió África y Latinoamérica, testigo de guerras, revoluciones y conflictos, lo que alimentó su talento para convertir el suceso en crónica con punzadas de ironía.

Quizá lo que más destacó de él en la campaña de 1977 —la única que vio en democracia— fue su capacidad para atacar sin tregua a los políticos de la derecha. Miguel Ángel Aguilar le encargó crónicas satíricas a las figuras políticas del momento y Cerecedo decidió cebarse especialmente contra los de Alianza Popular. Sus sátiras contra figuras como Carlos Arias Navarro (el artículo “Carlos Arias, ‘Carnicerito de Málaga’”) o Manuel Fraga (una serie completa ridiculizadora) le provocaron querellas, pero también aplauso de todos los que odiaban a la derecha en la España del momento y gracias a sus textos podían reírse de ella.

Lo valioso de Cerecedo es que hacía todo esto cuando los aludidos estaban vivos, podían replicar, podían exigir rectificaciones, defenderse en los tribunales. Es decir hacía la crítica, cuando tocaba, cuando había riesgo real que le obligaba a hacerse responsable de lo que escribía.  No como esos otros ataques post mortem que abundan en nuestra memoria mediática de quienes se sienten muy antifranquistas por gritar mucho, cuando no hay peligro ni consecuencia, al estar todos en el otro barrio.

Miguel Ángel Aguilar no quiso que su muerte quedara en el olvido y cuando lideró en España la Asociación de Periodistas Europeos creó desde ella, 1983, el premio periodístico Cuco Cerecedo. Cerecedo no vivió muchos años de democracia, pero vivió lo suficiente para dejarla escrita, para mostrar que la libertad no solo se gana con leyes, sino también con plumas capaces de reírse cuando otros se escudan en el miedo.

J. F. Lamata