11 julio 1977

El Gobierno Suárez no permitió a ninguna de las tres formaciones concurrir mediante sus siglas a aquellos primeros comicios, por lo que lo tuvieron que hacer con otras 'marcas', sin lograr ningún respaldo electoral

Pasadas las primeras elecciones el Gobierno Suárez legaliza a los partidos ultraizquierdistas PTE y ORT así como al Partido Carlista

Hechos

En julio de 1977 fueron inscritos en el registro de asociaciones políticos el Partido del Trabajo de España (PTE), la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) y el Partido Carlista.

Lecturas

El 9 de julio de 1977 el Gobierno aprueba la legalización de los partidos que fueron excluidos de las elecciones del 15 de junio de 1977: El Partido Carlista, el Partido del Trabajo de España (PTE) y la ORT.

Conocido como ‘Inchausti’ durante la clandestinidad, el líder de la ORT por fin da la cara.

Los partidos liderados por D. José Sanroma (ORT), D. Carlos Hugo de Borbón Parma (Partido Carlista) y D. Nazario Aguado (PTE) al fin son legales en España una vez ha quedado acreditado su nula presencia electoral. También será legalizado Esquerra Republicana de Catalunya que sí demostró que tenía fuerza para entrar con un diputado en el Congreso por Barcelona camuflado en la candidatura del Frente Democrático de Izquierdas.

06 Agosto 1977

El eurocomunismo, una forma de anticomunismo moderno

José Sanroma

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quieren ganarse la confianza de la gran burguesía de su país y que se ven obligados a tolerar las injerencias de EEUU. Los eurocomunistas con a la revolución incapaz de vencer al Estado burgués y derrocarlo, que sólo sueñan con una «transformación democrática» de éste. En ese camino se convierten en una fuerza contrarrevolucionaria.

Aunque el eurocomunismo se presenta como un desarrollo creador del marxismo. su argumentación doctrinal es tan pobre que no merecería por sí misma ninguna atención. Es más. su desprecio por el auténtico desarrollo creador del marxismo se refleja en su rechazo del pensamiento Mao Tse-tung que sintetiza las experiencias del desarrollo histórico de la revolución socialista mundial.Por el contrario, como fenómeno Político tiene una gran importancia, y para su enjuiciamiento hay que partir de las circunstancias esenciales de su historia y de su situación actual. Someramente las podemos describir así:

En primer lugar, el eurocómunismo está encabezado por tres partidos que se llaman comunistas, y que realmente lo fueron en el pasado, pero que ahora de ello sólo conservan el nombre. pues han abandonado progresiva pero completamente el marxismo-leninismo.

En ese proceso han sido apoyados extraordinariamente por el PCUS desde su XX congreso y con ocasión de la crisis del movimiento comunista internacional, se alinearon incondicionalmente en el ala revisionista encabezada por el PCUS, y atacaron rabiosamente al PC de China que encabezaba el ala marxista-leninista. En la URSS se produjo la sustitución del Estado de dictadura del proletariado por una dictadura burguesa de nuevo tipo, lo que acarreó posteriormente la plena restauración de¡ capitalismo.

Dichos partidos -PCI, PCF, PCE- moderaron sus planteamientos ante el imperialismo USA cuando el socialimperialismode la URSS en sus relacionescon éste le interesaba ampliar y prolongar los acuerdos es decir cuando existía una fase, previa a su actual lucha desbocada por la hegemonía.

Los eurorevisionistas se complacen incluso en la vieja tendencia socialdemócrata de escindir a Marx de Lenin, como más fácil forma de atacar a éste.

En segundo lugar, los partidos eurocomunistas han ido configurándose como poderosos factores de estabilización del capitalismo monopolista bajo el Estado democrático-burgués. (En el caso de España, el PCE, que fue una fuerza antifascista de primera importancia, ha sido un factor decisivo para que la dirección del tránsito del fascismo a la democracia burguesa, haya quedado en manos de los representantes de¡ gran capital, es decir para que no haya habido derrocamiento sino desmoronamiento de la dictadura franquista).

Estos partidos aspiran a ser los gobernantes y reformadores del caduco sistema del capitalismo monopolista de Estado. Para ello no tienen más remedio que confiar en la llamada «vía democrática»: y su vuelta al Gobierno (ya que los tres. aunque en diversas circutistancias el PCE el PCF y PCI fueron partidos de Gobierno) no la asocian ya a perspectiva revolucionaria alguna. La pérdida de sus ilusiones revolucionarias, algunos incluso la cubren con un reaccionario sentimiento de nostalgia por una ocasión perdida. Estos partidos aspiran a adueñarse o compartir el poder en sus propios países al servicio del régimen social imperante en ellos. Son revisionistas y no pretenden derrocarlo. Su renuncia teórica al marxismo-leninismo- equivale a la renuncia práctica a la revolución.

En tercer lugar, estos partidos eurocomunistas actúan en países capitalistas que están bajo el área de influencia de EEUU, desde el fin de la segunda guerra mundial de la que el imperialismo norteamericano surgió como indiscutido jefe de filas del campo capitalista.

En cuanto al tiempo presente su actuación se desarrolla cuando ya la situación Internacional está marcada por la intensa lucha por la hegemonía de dos superpotencias imperialistas: EEUU y URSS, una en declive ya y otra aún en ascenso.

En cuarto lugar, estos partidos tienen una comunidad ideológica con el PCUS en su antimarxismo-leninismo, pero el revisionismo como ideología común no puede dar fraternidad duradera a esa familia. Además el PCUS ocupa frente a los demás una posición muy distinta que origina un creciente choque de intereses, cuya forma concreta de resolución decisiva y futura está por fraguar.

Si la importancia del eurocomunismo como cuestión política es clara, también lo son las razones de su actualidad.

No hay que ver como causa de la misma -sino como efecto- la actual abierta confrontación entre el PCUS y el eurocomunismo. Las razones profundas de la actualidad de éste hay que buscarlas en otra parte.

En primer lugar en la nueva crisis del capitalismo, reflejada con toda agudeza en los países europeos. Crisis cuyas consecuencias éstos han visto agravadas perjudicialmente para sí mismos por la actuación de EEUU en dicha crisis, que han utilizado su posición de dominio para descargar los efectos de la misma sobre Europa. Crisis en la que se ha visto coartada la positiva integración económica, política (y en el futuro militar) de una Europa independiente de las dos superpotencias.

Crisis en la que el fantasma de nuevos choques revolucionarios vuelve a recorrer Europa y amenaza con encarnarse si el capitalismo monopolista europeo no consigue un nuevo período de desarrollo y estabilzación.

El papel a cubrir por el eurocomunismo en esta crisis y en la salida a la misma así como la actitud a tomar ante él, es tema de candente urgencia.

Una segunda razón viene dada por el hecho de que la disputa por la hegemonía mundial que enfrenta a la URSS y a EEUU, se centra cada vez más sobre Europa. centro neurálgico a dominar.

Para EEUU se trata no sólo de mantener bajo su influencia a la Europa Occidental. sino además asegurar su dominio sobre ella para poner término a su declive como primera potencia imperialista. y lograr una nueva base que le permita afirmar su hegemonía mundial. hoy amenazada por el ascenso del socialimperialismo. Para hacer frente a éste y recuperarse de los golpes y las derrotas que le han infringido países y pueblos del Tercer Mundo, EEUU necesita asegurar su dominio sobre Europa.

Para la URSS el dominio de Europa es fundamental también en su carrera por dominar él mundo. La potencia militar de la URSS es muy grande, pero no tanto su poderío económico. La URSS puede ir ganando paulatinamente terreno en el Tercer Mundo (utilizando también el instrumento de la corrupción y el chantaje a diversos movimientos revolucionarios), pero es un proceso lento y costoso, que puede quebrantar seriamente su base económica (que además ya está siendo puesta en cuestión por las luchas que son crecientes de¡ pueblo soviético contra la nueva burguesía monopolista que domina política y económicamente la URSS).’La URSS necesita dominar el gran centro tecnológico e industrial que es Europa para lograr la hegemonía mundial con la rapidez que le es precisa.

Europa débil económicamente ante EEUU (no por volumen de producción) y militarmente ante la URSS pretende intento que empieza a dar sus primeros frutos, a veces inmaduros a veces tardíos- hacerse fuerte económica, política y militarmente ante las dos superpotencias. Lo que debe llevar a la independencia frente a una y otra y al combate contra las dos (así deberían verlo quienes verdaderamente quieran ser capaces de lograr esa Europa independiente y unida) y debería llevara no ver la solución en incrementar unas relaciones de explotación sobre el Tercer Mundo.

En este contexto se plantean una serie de interrogantes cardinales en relación con el eurocomunismo.

a) ¿Es el eurocomunismo una fuerza revolucionaria que amenace el capitalismo europeo?

No, desde luego. Los eurocomunistas están tan desengañados de la revolución, la consideran tan incapaz de vencer al Estado burgués y derrocarlo, que sólo sueñan el sueño reformista de una «transformación democrática» de éste. En ese camino se convierten en una fuerza contrarrevolucionaria.

La gran burguesía de sus propios países puede contar con ellos para salvar la crisis del sistema. Pero sabe al tiempo que el precio que le piden los eurocomunistas es que le otorguen la detentación del poder político en una mayor o menor medida y a costa de los tradicionales representantes políticos del gran capital; lo cual crea las naturales contradicciones, resolubles no antagónicamente en un proceso más o menos largo. La gran burguesía sabe, al tiempo que corre el peligro de que una vez llegados al poder los eurocomunistas se conviertan en instrumento servil. de los intereses extranjeros de la URSS (no por maquiavelismo sino como resultado de una determinada evolución de la coyuntura internacional).

b) ¿Son y serán vehículo del socialimperialismo soviético los partidos eurocomunistas?

Cierto es que durante mucho tiempo se han apoyado mutuamente con el PCUS. Cierto es que subsisten -lazos ideológicos, políticos, organizativos (más o menos oficializados estos últimos). Pero cierto es también que quieren ganarse la confianza de la gran burguesía de su país y que se ven obligados a tolerar las injerencias de EEUU.

Una y otra cosa los somete a una doble presión contradictoria. Es más, el afán soviético de acelerar su conquista de Europa les fuerza para que planteen más.. . exigentemente su acceso al Gobierno y al poder. Y esto agudiza las tensiones. La polémica «doctrinal» sobre el marxismo entre PCUS y eurocomunistas es sólo tapadera de los intereses reales en juego.

Teniendo en cuenta el estado actual de cosas, se puede seguir considerando aún a estos partidos como fuerzas prosocialimperialistas.

c.) ¿Cuáles son las relaciones que EEUU establecen con el eurocomunismo?,

EEUU adopta una actitud de enfrentamiento por, un doble motivo: el papel que estos, partidos pueden jugar directamente a favor de la U RSS y el papel que puedan jugar de cara a la integración europea que la independice frente a EEUU.

Lógicamente, como todos los poderosos, EEUU, no juega sólo una baza sino que también presiona al eurocomunismo; y la evolución de la actitud que hasta el momento adopta éste, le indica que los métodos de los poderosos siguen siendo efectivos ante los débiles que no se atreven a luchar y vencer.

d) ¿Qué significan el eurocomunismo para la unidad europea? ¿y para la paz mundial?

Por ahora desde luego que no un factor seguro que impulse esa unificación y esa paz, aunque se declaren fervorosos partidarios de ellas. Su misma afirmación de que no quieren una Europa que sea antiamericana ni antirusa señala precisamente los límites de su acción en ese sentido. Porque precisamente la real unificación e independencia de Europa pasa forzosamente por el enfrentamiento con las dos superpotencias, y porque precisamente la defensa de la paz mundial está ligada además al debilitamiento de una y otra que con su lucha por la hegemonía crean el peligro de una nueva guerra mundial, cuyo escenario (¿por qué no habría de serlo esta vez?) también sería Europa.

é) ¿Y qué significa para nosotros los comunistas el euro comunismo?

Sencillamente, y por ir a lo esencial: una traición a la causa más justa: la del comunismo, y a la teoría más científica: el marxismo-leninismo.

En fin los problemas y las respuestas han sido sólo esbozados. Además la realidad del eurocomunismo va a ser muy fluida, como en toda cuestión en la que hay un entrelazamiento y choque múltiple de intereses.

Los eurocomunistas se auguran a sí mismos un brillante porvenir. Yo, salvando el respeto que me merecen los hombres que lucharon aquí en España contra el fascismo, quiero terminar diciendo que no me parece así el futuro de quien es siervo de muchos señores.

José Sanroma, Secretario General de la ORT

04 Febrero 1978

¿Democracia desde la cumbre o desde la sociedad?

Carlos Hugo de Borbón Parma

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Presidente del Partido CarlistaLos partidos políticos, durante tanto tiempo esperados e indispensables para la democracia, a menos de un año de rodaje ya se encuentran ante un dilema: o se convierten en poderosísimas plataformas para el desarrollo de la democracia o quedan abocados a ser instrumentos de alienación de la sociedad. Dicho en otras palabras, o sirven de cauce natural para el «caudal de ideas» de la colectividad o se convierten en secuestradores de la riqueza política de una sociedad joven y llena de futuro, como la española.

Este no es un reto que se plantea a nivel especulativo o de filosofía política, sino que se presenta a diario y lo palpamos en temas muy reales. Para analizar la función de los partidos políticos frente al desarrollo de la participación popular en la vida social podemos fijarnos en sus relevantes problemas; planteados hoy en nuestro país.

Proceso autonómico solidario o centrífugo

El primero de ellos es el de las autonomías. La libertad (le los pueblos y comunidades no consiste en «ser diferentes» al estilo del eslogan «España es diferente». Consiste en lograr una unidad responsable y solidaria.

El centralismo no es responsable ni soliario. Es, simplemente, tecnocrático, No desarrolla la responsabilidad de la comunidad ni del ciudadano en la vida pública, porque sustituye a toda forma de poder responsable por un poder central único y absorbente. Todos decide en la cumbre. De esta forma los países, pueblos o nacionalidades no cuentan; ni las provincias, comarcas y municipios son centros de decisión democráticamente responsables. Son, o se ven reducidos a ser, meros escalones de la Administración central.

Por el contrario, una concepción responsable del hombre y de las comunidades, desde la comunidad local hasta la provincial, nacional o supranacional, presupone que existan niveles de soberanía, es decir, de libertad y responsabilidad, distintos a los del Estado central.

De ahí la inmensa importancia del proceso autonómico. Porque puede crear dos dinámicas opuestas: una, la centrífuga, que consiste en provocar, por una imitación del centralismo a niveles inferiores, unos centralismos locales antiunitarios. Otra, la solidaria, que busca crear, apoyándose en responsabilidades asumidas, a nivel populares, tina unidad solidaria. Solidaria porque la responsabilización con los problemas de las comunidades inmediatas obliga al ciudadano a ver siempre la solución de los problemas en su aspecto comunitario y, por tanto, solidario.

Debemos darnos cuenta los españoles de que hoy muchos problemas no se podrán resolver a niveles locales y, ni siquiera, a nivel de los Estados. Incluso las principales cuestiones sólo se podrán diluclidar a nivel europeo o, quizá, mundial. Este hecho no sólo impone un cambio de visión de lo que es soberanía y su reparto, sino que, sobre todo, impone de cómo debe un nuevo an 1 1 de construirse, desde la base más próxima al hombre hasta la cumbre más lejana, la gran pirámide de libertades responsables. Sólo así podrá construirse desde el ciudadano hasta la federación de estados europeos y, en un futuro, mundiales, la libertad individual y, la responsabilidad personal frente a la comunidad humana entera.

No se trata, por tanto, de ver cuántos votos ganará un determinado partido en tal país o municipio, sino qué dinámica de responsabilidad ciudadana pueden promover los partidos políticos en todos los países y en todos los municipios. Se trata de saber si los partidos políticos sabemos propiciar unas estructuras responsables, base de una unidad, hoy nacional y mañana internacional.

¿Elecciones municipales para los vecinos o para los partidos políticos?

Segundo problema ilustrativo de la problemática exterior es el de las elecciones municipales. ¿Monopolio de los partidos políticos o promoción de todos en la responsabilidad pública? Esta es la alternativa.

Si caemos en el monopolio de los partidos políticos, el partidismo local serviría, simplemente, para transformar las elecciones en cantera de afiliados para los partidos políticos, y, poco o nada, para acercar el pueblo a la gestión municipal. «Lo harán ellos, los partidos», será la actitud de la mayoría de los vecinos. Otra vez aparece como positivo o negativo, según el caso, pero siempre fundamental el papel de los partidos políticos.

Lo que para cada grupo político puede ser interesante, de cara a reforzar su imagen, puede resultar negativo para el desarrollo de la democracia en la sociedad.

Por ello, de cara a las elecciones, conviene que los partidos se dediquen a potenciar la participación de todos.

El pluralismo político no debe de basarse en el partidismo, sino en abrir el debate. Debe servir a la promoción de todos en la responsabilidad, es decir, debe servir para hacer más dinámica la vida democrática a todos los niveles. La vida política no debe verse secuestrada por unos grupos políticos, sino promovida por ellos a nivel popular. Vida política en la calle. Debate legislativo en el Parlamento. Esto es la democracia.

El tercer problema es el de nuestras relaciones con la Comunidad Económica Europea. La CEE no es una unidad política. Es una unidad económica. Es, literalmente, un «mercado común». Parece una perogrullada, pero es necesario recordarlo.

Un Mercado Común con más de 250 millones de hombres, con una potencia industrial total comparable a la de Estados Unidos o la Unión Soviética. Es necesario el ingreso de España, porque nuestro país no puede, en la práctica, vivir económicamente al margen de esta unidad. Es un derecho, porque España es Europa, sobre todo cuando vuelve a entrar en el marco democrático. Pero existen dos dificultades.

Las nuestras propias, porque no podemos abrir nuestras fronteras libremente a los productos extranjeros. Por lo menos no podemos hacerlo de la noche a la mañana sin que se derrumbe gran parte de nuestra economía.

La otra dificultad se presenta a la inversa. España plantea un problema al Mercado Común, porque su nivel de desarrollo y los productos que puede ofrecer son competitivos con sectores y grupos de intereses ya establecidos dentro de la Comunidad.

Debemos vencer las dos dificultades: las de dentro, es decir, la adaptación del sistema económico español a la competitividad extranjera, y la dificultad exterior, la de conseguir de los intereses creados europeos la adaptación al ingreso de un competidor nuevo. Pues bien, esto, en España es tarea política para el poder, pero también para los partidos políticos y para los sindicatos. Debería ser objeto, incluso, de un diálogo de pueblo a pueblo, para convencer a Europa de que la solidaridad es una necesidad para el programa económico y también político, de que debemos caminar hacia una nueva concepción de Europa apoyada no en los egoísmos o intereses, a veces legítimos, de las partes, sino sobre la solidaridad, que es el interés más común.

Aquí aparece una nueva tarea para los partidos políticos, tanto hacia afuera como hacia dentro. Abrir un debate público sobre varias alternativas, hacer comprender a la sociedad la problemática y analizarla con ella y no a sus espaldas. Sintetizar al nivel del Parlamento las opciones y soluciones posibles. En esto consiste o debería de consistir la misión fundamental de los partidos políticos: ser correa de transmisión del debate popular hacia el poder.

De este modo, el mismo estudio de la problemática española frente a la necesaria integración en el Mercado Común podría ser una vía de construcción de nuestra propia democracia.

Pacto de la Moncloa, o pacto sociedad-Poder

El cuarto problema es el de los pactos.

El pacto de la Moncloa, realizado entre dirigentes de partidos políticos y el Poder, aunque logre salvar una situación, puede tener consecuencias políticas y democráticas peligrosas por ser un cortocircuito en la comunicación entre el Parlamento y la opinión pública, es decir, el pueblo español. Utilizar a los dirigentes de los partidos políticos parlamentarios como correa de transmisión del Poder, para condicionar a la opinión pública y a los mismos partidos puede interpretarse como una maniobra quizá hábil, pero peligrosa para el desarrollo democrático, que recuerda demasiado a un pasado aún reciente. La excusa de que el parlamentarismo se volvía vacío, para justificar unos pactos políticos extraparlamentarios, no nos vale. Porque, ¿cómo no va a ser vacío el debate parlamentario si lo esencial del mismo debate se trata a puertas cerradas y fuera del Parlamento? El papel de éste es precisamente protagonizar el debate y hacerlo abiertamente, para que pueda participar la opinión pública. Porque el Parlamento debe tomar las decisiones en nombre de una sociedad consciente e informada y realizar así el pacto entre sociedad y Poder, base de la democracia.

No es misión de los partidos políticos verse comprometidos por el Poder y, a la vez, utilizados como portavoces del Gobierno para controlar el Parlamento y la opinión pública. Por el contrario, es misión de los partidos políticos el ser promotores del debate público, ser canal de comunicaciones desde el pueblo hacia el Poder. Así podrán dejar de ser máquinas electorales y desarrollarse como instrumentos de participación de la sociedad a través de las Cámaras.

Constitución prefabricada o Constitución escogida democráticamente

En quinto lugar nos encontramos con la Constitución.

Otra vez aparece un pacto preparado en secreto. Tres meses de secreto sobre lo que debería ser el debate más vivo de la actualidad. Además, esta preparación, hecha por los representantes de los principales partidos políticos compromete, otra vez, a los representantes de la Oposición con los representantes del Poder. En otras palabras, nos quedamos sin conocer una propuesta del Poder y una alternativa de la Oposición, porque no habrá debate entre dos o más propuestas sin meras enmiendas a un solo proyecto.

Una sociedad sin alternativa frente a una solución prefabricada para esa misma sociedad y no con esa sociedad, incluso si la prefabricación viene acompañada o rubricada por la firma de los partidos políticos, es una sociedad condenada a la alienación. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Una sola opción discutible no es un escoger democrático. Sin alternativa no hay libertad. Luego este tipo de constituciones suelen ser «de papel» en el sentido metafórico de la palabra.

Creemos que la función que se hace jugar a los partidos políticos, sobre todo a los de la Oposición, debería ser distintas a la que están representando en estos momentos. Su misión es proponer alternativas y promover el debate público a través del Parlamento para que se pueda escoger. El voto, entonces, realizaría el pacto político sobre el problema de la identidad y naturaleza de la organización del poder democrático en nuestra sociedad. Solamente así será «nuestra» la Constitución. Sólo así es posible el pacto estable sociedad-Poder que es precisamente la Constitución.

Sindicatos: poder obrero o fuerza de choque de partidos

Una sexta cuestión es la de la acción sindical y el papel de las centrales sindicales.

«Legalicen los partidos, los controlarán mejor.» «Autoricen varios sindicatos; de lo contrario, los comunistas controlarán el aparato sindical unitario.» Estos fueron los consejos del presidente Balaguer a José María de Areilza en su viaje por el Caribe el año pasado, según cita en su reciente libro. Pluralidad sindical máxima, división sindical, politización sindical son, por desgracia, las características dominantes de la evolución actual de nuestro sindicalismo.

Asistimos a un fenómeno de partidismo que divide al mundo del trabajo. El sindicalismo politizado conlleva este peligro de la manipulación y la hipoteca. Este es quizá el más grave riesgo para el hecho democrático.

¿Por qué se ha producido? Si unos partidos no buscaran construir unos sindicatos paralelos a su organización política, se debilitarían con relación a los que emprendieran esta labor. A cada partido le conviene tener su sindicato; aunque al mundo del trabajo y a la sociedad política no le convenga que el sindicalismo esté dividido por un planteamiento partidista. Sí, es verdad la frase de Balaguer: «Así los contralaréis mejor.» Por todo lo anterior, abogamos tan fuertemente en favor de una unidad federal de los sindicatos frente a la división del mundo del trabajo, que no es su libertad sino su impotencia. Hoy, una federación sindical pudiera intentar salvar en lo esencial la unidad, respetando la diversidad o manteniendo los enfrentamientos políticos fuera del ámbito de la lucha sindical, puesto que el sindicato tiene que ser un poder obrero, autónomo y libre de toda presión exterior.

Conclusión. Politización desde la cumbre o desde la sociedad

Politización partidista o monopolización de la vida política por unas nuevas clases políticas. Esto es consecuencia del pasado y también consecuencia de un planteamiento político actual.

La politización del pueblo no debe ser el partidismo sistemático. Pero la responsabilidad de esta situación errónea no está en los partidos políticos, sino en el método político escogido.

Divide y vencerás. Es quizá una habilidad momentánea la que tuvo el poder para, como se dijo entonces, «controlar la evolución democrática». Pero esta actitud puede desembocar en una inmensa debilidad democrática. Porque la actitud de diálogo y entente entre los estados mayores de los partidos y el Poder, aunque sea en sí misma muy positiva, de hecho se está haciendo al margen del pueblo, y, ahí reside el peligro.

Cuando en el análisis del carlismo sobre la naturaleza y la función de los partidos políticos se insiste en la necesidad de la autogestión política dentro de los partidos, es precisamente para evitar que se caiga en este defecto. Es precisamente para que el partido político sea, desde la base hasta la cumbre, un instrumento de análisis y participación del ciudadano en las tareas del Gobierno. Es para evitar el, partidismo, correa de transmisión desde el Poder sobre el pueblo, forma «pseudodemocrática» de una nueva alienación. Para evitar este peligro del reparto del Poder en tre los partidos políticos y el nacimiento de otra oligarquía política, es tan importante la existencia del binomio programa de Poder y alternativa de la Oposición. Sobre este binomio reposa la garantía de libertad en cualquier país democrático.

El desarrollo de la participación democrática frente a todos los problemas de la sociedad, es lo que debemos realizar para que el Poder pueda ser un Poder popular democrático y salga del marco actual de una democracia tutelada. El Mercado Común, la Constitución, los pactos económicos, las elecciones municipales, el sindicato, las autonomías, todos ellos son problemas a resolver, pero, mucho más aún, son ocasiones para desarrollar una gran participación desde la base. Sólo así se realizará el gran pacto sociedad-Poder que realiza lo que se llama prestigiosamente «la democracia».