12 marzo 1990

Patricio Aylwin asume oficialmente la presidencia de una Chile democrática en la que el ex dictador Pinochet se mantendrá como comandante del ejército

Hechos

El 11 de marzo de 1990 tomó posesión el nuevo Jefe de Estado de Chile.

12 Marzo 1990

Que sepan los chilenos

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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CHILE RECUPERÓ ayer la libertad. El presidente electo, Patricio Aylwin, recibió la banda presidencial ante la mirada del dictador Pinochet, cuya última obsesión es la de cubrir con un manto de honorabilidad su sombrío pasado. Vario intento: numerosos presidentes europeos y latino americanos subrayaron su desprecio al tirano con la deliberada ausencia en esa parte de la ceremonia. Doblemente vano cuando el propio Pinochet hizo aprobar una ley por la que se impedirá al Parlamento electo investigar las actuaciones del régimen entre aquel siniestro 11 de septiembre de 1973 y este 11 de marzo de la esperanza. Casi 17 años de secuestro de la voluntad popular. Que sepan los chilenos que en este viejo país de Europa sabemos de esos años de humillación y compartimos con ellos su deseo de desembarazarse de la herencia de: ese corrupto militar que se confiesa admirador de Franco.Patricio Aylwin asume la presidencia gracias al apoyo de todos los partidos que, desde la izquierda hasta el centro-derecha, se unieron para posibilitar una transición pacífica. Ha sido un largo proceso, uno de cuyos hitos fundamentales fue el referéndum de octubre de 1988, en el que los chilenos dijeron mayoritariamente no a la continuación del dictador en el poder. Con la victoria en la consulta alteraron todos los planes de Pinochet, forzaron las elecciones de diciembre y derrotaron a su candidato.

Es cierto que, como jefe supremo del Ejército, el general Pinochet, querrá seguir vigilando la democracia, y que incluso se ha permitido amenazar con volver a hacer lo que hizo si considera que la sangrienta lección que impartió no ha sido aprendida. Las democracias, sin embargo, se fortalecen con su práctica y, como ocurriera en la transición española, la dinámica social ofrece salidas para las trampas de quienes creían haberlo dejado todo bien atado.

La victoria electoral de diciembre fue posible, en medida considerable, por la generosidad de la izquierda. Quienes fueron las principales víctimas de la dictadura supieron comprender que la cesión de protagonismo a los sectores más moderados de la oposición -incluidos quienes convivieron pacíficamente con Pinochet y hasta colaboraron con él en los primeros años de su régimen- era condición necesaria para facilitar una transición pacífica. El buen sentido exige ser consecuentes con esa política, renunciando a aventuras rupturistas que en las actuales condiciones sólo servirían para retrasar el proceso de institucionalización democrática. Pocos son los finales de dictadura que se producen con la limpieza del bisturí en un quirófano. Siempre quedan en el armario fantasmas del pasado, pequeñas traiciones y cobardías. La grandeza de un pueblo está en su capacidad de superarlos. Feliz regreso a la racionalidad política.

12 Marzo 1990

¿Y pagarán su culpa los traidores?

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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CHILE tiene desde ayer un gobierno democrático, presidido por el democristiano Patricio Aylwin, vencedor en las elecciones presidenciales y legislativas del 14 de diciembre del 89. A su toma de posesión asistieron representantes de unos 70 países, entre ellos diez presidentes y tres primeros ministros. Vuelve así a la democracia la última de las grandes dictaduras iberoamericanas de origen militar. España, representada en el acto por el presidente Felipe González, ha dado la bienvenida a la democracia al pueblo chileno con la firma de un nuevo proyecto de acuerdo de cooperación global por unos 2.000 millones de dólares, un 60 por ciento de ellos en créditos blandos. En la próxima reunión del Club de París, que reúne a los principales bancos acreedores, España también apoyará la demanda chilena de renegociar, condonar parcialmente o sustituir una parte importante de su deuda, que alcanza hoy los 18.000 millones de dólares. De no lograrse tal medida, le será muy difícil al nuevo gobierno democrático devolver a los trabajadores asalariados todo lo que la dictadura les ha robado para conseguir la estabilidad macroeconómica. Los otros grandes retos del primer gobierno Aylwin son el tutelaje militar impuesto por Pinochet antes de ceder la presidencia, los juicios de los culpables de violaciones de derechos humanos durante la dictadura, el futuro de los presos políticos y el entramado de leyes y decretos aprobado en los últimos meses por la dictadura para dejarlo «todo atado y bien atado». Aunque Pinochet sea un hombre acabado, su plan de refugiarse en un cuartel del extremo norte del país, sede del principal cuerpo militar, para seguir dirigiendo el ejército de Tierra, será una amenaza permanente. Decretos recientes sobre la Administración, una Ley de las Fuerzas Armadas, la Ley Electoral y la Ley de hace un año sobre el Banco Central limitan seriamente la capacidad de maniobra del nuevo presidente. Sin mayoría en el Senado y con una Constitución que exige mayorías de hasta 4/7 para algunas reformas esenciales, la nueva democracia tendrá dificultades para sustituir a muchos altos cargos, a los mandos militares y a los responsables de la política monetaria. La alianza de 17 partidos que ha llevado a Aylwin a la Casa de la Moneda ha demostrado con creces una capacidad para el compromiso que puede perdurar. Todos han dicho adiós a sus sueños más utópicos. Los extremos de derecha e izquierda están debilitados, aunque, como en los últimos días, puedan producirse coletazos terroristas. Pero las heridas de la dictadura están en carne viva. Y las emociones, a flor de piel. La muerte brutal de la ilusión -problemática- que significó el régimen de Salvador Allende golpea en las conciencias y en la memoria como el verso de la canción de Pablo Milanés que da título a este comentario. Es imposible el olvido, será difícil el perdón. La tensión entre la reconciliación y el justo ajuste de cuentas marcará peligrosamente los latidos del nuevo corazón del Chile democrático.

11 Marzo 1990

Pinochet se va pero se queda

Manuel Blanco Tobío

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El régimen del general Pinochet, en Chile, pone fin a su carrera de 16 años, cuando la atención del mundo está puesta en otros asuntos. El plebiscito del 5 de octubre de 1988 que perdio Pinochet, le quitó el suspense a esta transmisión de poderes del general a Patricio Aylwin. Los plazos y las promesas se van cumpliendo. El régimen militar hace mutis por el foro dejando a Chile con la economía más saneada del coro sur y con grandes interrogantes sobre su futuro.

El problema de Chile, en este momento estelar es la adhesividad al poder del general Pinochet. Es la misma patología que mantiene tieso en Cuba a Fidel Castro, y a Daniel Ortega en Nicaragua. No quieren irse. El general chileno pretendía quedarse en el Palacio de la Moneda hasta 1997, pero muy en contra de lo que esperaba, las unas del 88 le dejaron colgado de una extravagante Constitución redactada por él mismo como quien corta un traje a la medida.

Siempre existe la posibilidad de que un país repita su historia, la primera vez como drama y la segunda como farsa, ya saben ustedes. En Chile el peligro sería una vuelta a los tan evocados tiempos de Salvador Allende, cuando la nación entró, de su mano, en el puro caos. Su trágica muerte, en aquel 11 de septiembre de 1973, y el régimen que se hizo con el poder, no han permitido juzgar con frialdad la política que hizo Allende. Fue catastrófica y esperamos de que si no llega a intervenir el Ejército, Chile hubiese caído en un agujero.

Ahora, como decía, esta nueva entrada del país en la democracia, que es algo que conoce bastante bien, sólo tiene el peligro de que el ex dictador no sepa reprimir la pasión de mandar y choque con Aylwin, que no es un hombre blando. Pero al mismo tiempo, ¿no servirá ese vivir en libertad vigilada para inmunizar al poder civil democráticos contra los riesgos de todas las transiciones, incluida la nostalgia de los tiempos de Allende? Quizá después de la ingobernabilidad de éste y de 16 años de dictadura sea pedir peras al olmo que Chile funcione a la perfección desde el primer día.

Manuel Blanco Tobío