8 febrero 1999

El veterano columnista explicó lo sucedido en el programa ONDA CERO de Luis del Olmo pero aseguró que seguirá siendo colaborador del periódico

Pedro J. Ramírez censura un artículo de Raúl del Pozo en EL MUNDO por calificar al presidente José María Aznar de ‘caudillete’

Hechos

El 8.02.1999 la revista EL SIGLO publicó el artículo ‘De Raúl del Pozo, de El MUNDO, del PP’.

08 Febrero 1999

DE RAÚL DEL POZO, DE EL MUNDO, DEL PP

Luis G. del Cañuelo

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En el diario EL MUNDO correspondiente a la gloriosa jornada del 29 de enero del año en curso – tercer año triunfal, como pasa el tiempo – el lector podía hallar un memorable suplemento bajo el título, ciertamente sugestivo y solemne de ‘El Congreso del poder’. El periódico de Pedro J. Ramírez, que controlan casi a medias los italianos de la Fiat y el Grupo Recoletos, es decir, también Telefónica, sin que la sombra alargada de Mario Conde deba ser jamás menospreciada tratándose de ese rotativo – y que siempre opera desde la independencia y desde la emergente denuncia justamente al poder, prosiguió ese día, coincidiendo con el comienzo del XIII Congreso del Partido Popular, su admirable tarea de santificar a José María Aznar. Veinticuatro horas antes, EL MUNDO ya había batido un record: el de publicar el mismo día y en el mismo ejemplar tres entrevistas distintas, firmadas por tres periodistas distintos, con un mismo personaje. Este era, por supuesto, el presidente del Gobierno, cuya fotografía con Ramírez paseando amigablemente de nuevo por los jardines de la Moncloa, venía a certificar por otra parte que el vídeo con Exuperancia ha sido definitivamente olvidado por el matrimonio Aznar / Botella. El recurso a las tres entrevistas distintas y un solo presidente verdadero bien hubiera podido ser utilizando un inteligente lenguaje alegórico, una especie de mensaje remitido a la Conferencia Episcopal: El espíritu Santo asiste, desde luego, a José María Aznar, pero también asiste benévolamente a Pedro J. ¡Aleluya!

El mencionado suplemento insertaba en primera página, acompañando una sobria fotografía del primer ministro en su despacho, este texto destinado, cuando transcurra un tiempo prudencial, a que la humanidad del futuro sepa cómo es posible compaginar un periodismo insobornable frente a los abusos del poder político con un sincero reconocimiento periodístico de las proezas positivas de ese poder. Conciso y hermoso texto: “Con el horizonte del centro, el siglo XXI y una España con nuevas oportunidades, hoy se inaugura en Madrid el XIII congreso del Partido Popular. Es el primer gran cónclave tras la victoria de José María Aznar y sus hombres en las elecciones generales del 96, el primer congreso del poder. Y se nota. El 60% de los compromisarios ocupa en estos momentos algún tipo de cargo público. Tras nueve años de caminar por la senda del centro, el PP se dispone a iniciar una nueva etapa que tiene como objetivo renovar personajes y mensajes para seguir gobernando el país”.

¿Cabía en semejante exhibición de prensa de felpudo una opinión disonante? De ninguna de las maneras, en efecto. Los boletines propagandísticos ni se encargan ni se confeccionan ni se pagan para acoger impertinencias que pudieran molestar al mandarín en plena orgía de autosuficiencia. Por eso, desplegando una vez más su sentido de la responsabilidad y de la ética, Ramírez, el adversario de Aznar únicamente en la pista de pádel, censuró a Raúl del Pozo. ¡Pobre Raúl! Después de tantos años de apoyo al PP, aunque él sea un hombre próximo a IU – o precisamente por ello – habiendo predicado de forma incansable que el PSOE era un enemigo común de la derecha centrada y de la izquierda impoluta, porque habíase constituido en gravísimo obstáculo para alcanzar un estadio superior de democracia, supuesto que lo que había fuera mínimamente democrático, a Raúl, su indomable director, su jefe de filas en el sindicato del crimen, Ramírez, le censuró un artículo. Un artículo que debiera haber sido incluido en el suplemento de honor y lisonja al PP de Aznar.

Tuvo el coraje, Del Pozo, de explicar lo sucedido en la tertulia de Luis del Olmo, todavía en ONDA CERO. Lo negó en un principio Melchor Miralles, uno de los lugartenientes más preciados de Ramírez, pero tuvo que reconocer que el calificativo de Caudillete, empleado por Raúl del Pozo con el fin de describir el comportamiento de Aznar, había contribuido al a censura. Raúl del Pozo, en su intervención radiofónica, insistió en el creciente riesgo que entraña para la libertad informativa y de opinión la política mediática de La Moncloa, teniendo en cuenta por lo demás, que los micrófonos de ONDA CERO están cambiando ya de dueño. Manda allí, ahora, Aznar a través de persona interpuesta. Como condiscípulo suyo es también Pío García Escudero, una de las nuevas estrellas del circo centrista que ha montado Aznar para embaucar a las gentes. Sin duda, ser amigo de Aznar, sobre todo de la infancia o de la adolescencia, se ha convertido en un chollo. Debe pensar ‘El Campeón de Pádel’ que centrismo y nepotismo son palabras sinónimas.

Con demasiada prensa entregada a la causa – incluidos medios cuya actitud frente al congreso ha sido tan equívoca como sorprendente – resultó ese mismo día 29 de enero muy reconfortante leer la encuesta de LA VANGUARDIA. Sólo el 25% de los votantes del PP se considera de centro, mientras que el 46% se define de centro-derecha o de derecha. La realidad sociológica del Partido Popular – la citada encuesta refrenda una obviedad – es esa.

Pues bien, a mis 85 años soy bastante más joven que eso petimetres de gomina, de sonrisa artificial y clónica, coristas del aznarismo, tecnócratas de diversos masters, descubridres de la modernidad asexuada, timadores de ideologías zascandiles de chicha y nabo y maquilladores fiscales, como el reformista Piqué, el discípulo de Javier de la Rosa, cuya devción hacia el legítimo contraste de pareceres, término que oyeron a sus padres volviendo una tarde de El Pilar, en los sesenta, empieza en el ABC y termina en EL MUNDO. O va de TVE a ANTENA 3 TV. O de la COPE a la nueva ANTENA 3 RADIO.

(Raúl, ojalá vuelvas pronto al redil).

Luis G. del Cañuelo