4 junio 2008

A dos meses de los juegos

Pepu Hernández destituido como seleccionador nacional de Baloncesto por sorpresa por decisión del presidente de la Federación, José Luis Sáez

Hechos

El 3 de Junio de 2008 se hizo público el relevo del responsable de la selección española de Baloncesto.

04 Junio 2008

De falta personal a técnica

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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A Pepu Hernández, el seleccionador de baloncesto, héroe del Mundial de Japón, lo despidieron ayer, a dos meses de los Juegos de Pekín, por una serie de razones gaseosas expuestas por el que le había contratado, José Luis Sáez, presidente de la Federación.

El baloncesto español ha conocido grandes éxitos con ese presidente, pero sólo los muy entendidos conocen su nombre, mientras que a Pepu lo conoce todo el mundo. Fue muy elogiada su contención en la final del Mundial de 2006, guardándose para sí una desgracia familiar, de manera que su estado de ánimo no afectase al equipo. También se apreció su buen estilo en las declaraciones y el excelente ambiente que había sabido crear entre los jugadores y en torno a ellos. Esto último se decía con segundas: para subrayar el contraste con el demasiado ruidoso de la selección de fútbol, con un Luis Aragonés poco sutil y un Villar casi siempre profuso y confuso.

Tal vez se deba al diferente origen de ambos deportes: el fútbol, aunque nacido en las selectas public schools inglesas, unificó sus reglas en una taberna de Londres. Se basaba en la fuerza física y no rehuía el choque. Pronto se convirtió en un deporte de barrio. Mientras que el baloncesto fue creado por un profesor del Colegio de la Asociación de Jóvenes Cristianos de Springfield, Massachusetts, y una de sus normas básicas era la prohibición de todo contacto físico, castigado como falta personal. A Pepu le pitaron una cuando anunció por sorpresa, hace un mes, que no seguiría después de Pekín. Pero su desencuentro con Sáez se remontaba a la final del Eurobasket 2007, que España perdió en el último segundo.

La lista de agravios mutuos es bastante circunstancial, pero fue magnificada por los celos surgidos entre dos personas de caracteres y estilos muy diferentes. A Luis Aragonés también le comunicó la federación que no seguirá después de la Eurocopa, pero así como ese anuncio tuvo efectos balsámicos en una afición dividida a cuenta de si debía o no llamar a Raúl, el aviso de Hernández fue considerado inoportuno y casi desestabilizador por el presidente de la Federación. Desde entonces se ha dedicado a buscar pretextos, como el de insubordinación, para pitarle falta técnica y echarle de la cancha.

04 Junio 2008

Sáez, irresponsable a dos meses de Pekín

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramirez)

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«¿Piensan que soy imbécil?». Más vale que el presidente de la Federación Española de Baloncesto, José Luis Sáez, no insista en que contestemos a esta pregunta, con la que intentó ayer acallar a los periodistas que le inquirían por la destitución de Pepu Hernández. Lo que en todo caso sí que pensamos es que la conducta de Sáez al despedir al seleccionador a dos meses de los Juegos Olímpicos es propia de un perfecto irresponsable. Nos hallamos ante una expulsión inadecuada en el fondo y en la forma, con la que Sáez se sitúa en una tesitura difícil. Si la selección triunfa sin la asistencia del entrenador con el que ganó el Mundial de Japón y la plata en el Eurobasket, todo el mundo lo atribuirá a la calidad de los jugadores. Pero si España no sube al podio, la opinión pública culpará al presidente de la Federación por haber echado al seleccionador. Sáez se sacudió por anticipado cualquier responsabilidad sobre el resultado en Pekín y acusó al entrenador de «incumplimientos contractuales». Adujo que Pepu Hernández ha dado conferencias con patrocinadores cuyos intereses chocan con firmas que apadrinan a la Federación. A modo de prueba, Sáez mostró un libro sobre el técnico, escrito por nuestro compañero Luis Fernando López y editado por La Esfera de los Libros, que contaba con una dedicatoria a los clientes de una entidad bancaria que compite con otra patrocinadora de la FEB. Una excusa tan pueril pone aún más de manifiesto lo arbitrario de su decisión.

04 Junio 2008

Perplejidad

Juanma Iturriaga

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Ya lo dijo Trillo: ¡Manda huevos! Es lo primero que se te viene a la cabeza al comprobar que, finalmente, el desencuentro entre el presidente de la federación y el seleccionador ha desembocado en la destitución de Pepu. La selección española de baloncesto, uno de nuestros mayores orgullos deportivos, un grupo capaz de causar admiración dentro y fuera de la pista, un ejemplo para cualquiera que quiera descubrir de qué se trata eso del trabajo en equipo, se ve comprometido por un enfrentamiento gestado ya en la preparación del Europeo del año pasado y que ha estallado en el momento menos oportuno. Los aficionados estamos perplejos. Cuesta mucho trabajo entender que, llegados a un punto ideal, con unos jugadores superlativos, un entrenador que había encajado perfectamente en un papel sumamente complejo, una federación a la que le avala un trabajo excelente (ahí está la cantidad de medallas que ha coleccionado en los últimos años en todas las categorías) y con un seguimiento social impresionante, nos encontremos a dos meses de los Juegos con este lío. Un lío en el que sólo hay perdedores. Desde el presidente, al que le va a costar quitarse de encima el papel de malo de esta película, hasta Pepu, que, como primera consecuencia, no va a poder estar en un acontecimiento de ésos del tipo once in a lifetime (una vez en la vida).

Por muchas explicaciones que ambas partes han dado en los últimos días y que seguro que seguirán dando en los próximos, la intuición de una mala digestión del éxito en el Mundial de Japón 2006 es demasiado grande para pasarla por alto. Parecía que estaba claro que lo conseguido se debía a la suma de muchos esfuerzos que involucraban a todas las partes. Equipo-equipo-equipo, se decía. A nadie le pertenecía en exclusiva ni en mayor medida lo logrado y eso precisamente era una de las cosas que más gustaba: que nadie quisiese apuntarse el tanto más que otro. Pero, poco a poco, la figura de Pepu fue creciendo. Con los jugadores ya metidos en faena con sus equipos, la máxima representatividad recayó sobre él y su presencia en los medios de comunicación, las empresas y todo tipo de reconocimientos le llevaron a los altares hasta convertirse en referente casi moral. Tiene toda la pinta que esta situación ha terminado incomodando a la federación. Basta escuchar a sus representantes para observar que en su discurso hay una buena parte de reivindicación, ésa que hasta hace poco parecía innecesaria. Tanto empeño sólo puede surgir de una sensación de supuesto desagravio. Una vez que se instala este sentimiento, el resto viene rodado: los desencuentros en el Europeo, que el seleccionador anunciase su marcha de la forma en que lo hizo, los mensajes cruzados y la destitución.

Cada uno tiene todo el derecho a ver esta película como quiera y poner nota a los dos actores principales, pero, por encima de ellos, hay que declararles responsables directos de un despropósito cuyas consecuencias falta por descubrir. Y todo por asuntos que, por mucho que lo intenten, no parecen de la gravedad suficiente para desencadenar este ciclón. El baloncesto pierde imagen, la selección pierde un gran seleccionador, la federación queda en entredicho y la sombra de este conflicto no va a desaparecer tan fácilmente como nombrando otro técnico, que, a su vez, será juzgado siempre desde la comparación.

Total, que ahora resulta que en Pekín no sólo vamos a disputar unos Juegos Olímpicos, sino a dilucidar quién sale mejor parado de todo esto. Lo dicho. Perplejidad. Mucha perplejidad.

04 Junio 2008

Pepu Hernández: «Me despide porque no le caigo bien ni le doy la razón en todo»

Luis Fernando Lopez

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Su voz resulta menos temblorosa que de mala mañana, cuando salía, a las 12.04, cinco minutos después de la llegada, de la sede de la Federación. Traía el despido verbal en los lacrimales. Pepu Hernández (Madrid, 1958) atiende a este diario ya por la tarde, desde su coche, con el/las manos libres.

Pregunta.- ¿Se siente herido?

Respuesta.- Sobre todo, estoy muy triste por lo que he oído en la rueda de prensa del presidente. Me molesta que se dude constantemente de mí, porque creo que podría haber hecho el trabajo para ir a los Juegos.

P.- De lo oído, ¿que le afecta más?

R.- Ha deslizado una sucesión de temas que yo creía que ya estaban hablados y superados. Sus acusaciones son rebuscadas, artificiales. No hay argumentos para el despido, ni pruebas ni motivos reales.

P.- Le acusan de herir a Caja Madrid, patrocinador de la selección, porque da charlas para Caixa Geral.

R.- En marzo recibí una queja de la Federación en la que se me decía que podía existir un problema. Yo contesté que no había firmado ningún contrato de imagen con Caixa Geral, sino que tenía el compromiso de dar varias charlas, nada más. Y aquella explicación fue dada por buena. De hecho, después estuve en la presentación del patrocinio de Caja Madrid, intervine en la rueda de prensa, me hice fotos con los directivos… ¿El problema es por un libro mío dedicado a la gente de Caixa Geral? Está cogido por los pelos.

P.- Sáez había anunciado que diría «las verdades». ¿Le convencen?

R.- No son verdades, sino sólo sus verdades. No tienen ninguna base.

P.- ¿Por qué le despiden?

R.- Siempre he rechazado las explicaciones simplistas, pero aquí… La verdad es que me echa porque no le caigo bien; tiene un problema personal conmigo, sólo por eso. No hay nada profesional por lo que se me pueda señalar. En un momento he dejado de caerle bien y, además, no le he dado siempre la razón en todo.

P.- ¿Cuál ha sido su primer pensamiento durante la reunión?

R.- No se puede hablar de reunión. Estaban José Luis Sáez (presidente), Jesús Bueno (director ejecutivo), Ángel Palmi (director deportivo) y Juan Martín Caño (presidente de la Federación madrileña) y no creo que haya estado más de un minuto y medio desde que nos hemos sentado hasta que le he dicho a Palmi que estaba a disposición para cualquier cosa que necesitasen. He añadido «buenos días», y me he ido.

P.- A la rueda de prensa posterior también ha acudido el presidente de la Federación andaluza y el de la Federación de Castilla-La Mancha.

R.- Pero no estaba el de la Federación catalana, ¿verdad? Será que no ha podido asistir ese vicepresidente.

P.- ¿Cuando se levantó por la mañana, pensó «Es mi último día»?

R.- No sabía que iba a ocurrir. Evidentemente podía ser destituido. Lo he oído durante tanto tiempo… Incluso un día después de ser plata en el Europeo me sorprendí con declaraciones en las que se me señalaba. Esa situación se repitió tres veces más, y por eso convoqué una rueda de prensa para defenderme, porque ya bastaba de acusar e insultar a un miembro de la selección.

P.- ¿Lo ha digerido? ¿Es el momento más duro de su carrera?

R.- Cuesta digerirlo y, sí, es el día más difícil de mi carrera profesional. Lo que ha ocurrido no empaña los buenos momentos, pero duele no saber por qué te despiden u oír que los motivos son difíciles de entender. No hay motivos ni razones, aunque ahora se intenten construir motivos y razones. La única razón son los personalismos y la falta de profesionalidad. Las acusaciones que se realizan son del todo interesadas. No quiero decir que no haya cometido errores, pero jamás de forma malvada.

P.- ¿Cree que la Federación promueve una campaña contra usted?

R.- No tengo ninguna duda de que se quiere manchar la imagen que la gente pueda tener de mí. Esto no tiene justificación, y muchos aficionados así me lo transmiten, personas anónimas a las que les pediría que ayuden y animen con todas sus fuerzas a la selección.

P.- ¿Ha echado de menos una mayor implicación para mediar por parte de Jaime Lissavetzky?

R.- No sé… No se lo puedo pedir.

P.- Cuando se despide a un jugador, al peor de todos los que haya tenido un club, siempre se acaba con la frase: «El club agradece los servicios prestados». A usted no se le dice.

R.- Y algo ganamos: un oro mundial y una plata europea. Es algo para agradecer. Cuando el 2 de mayo anuncié que me iba tras los Juegos se podía haber dicho: «Que le vaya bien, gracias». Fue lo contrario. Creo que al anterior seleccionador le ocurrió igual… La Federación no valora a los entrenadores, ni a mí ni a los de ninguna categoría. Se desprecia la figura y la dignidad del entrenador, y por ese camino se daña el deporte.

P.- ¿Junto al dolor hay hueco para el alivio tras ser despedido?

R.- No hay alivio ninguno. Si acaso, me tranquiliza pensar que la gente que con cierta razón no entendió por qué anuncié de aquella manera que me marcharía ahora piense que no había otro remedio. La gente que no sabía por qué estaba decidido a marcharme, ahora ha podido ver por qué era imposible seguir.

P.- ¿Ha hablado hoy [por ayer] con los jugadores?

R.- Sí, me han llamado. ¿Cuántos? Más de uno. Había hablado con varios ya para avanzar la preparación y ahora se sorprenden porque lo que les dije no tiene sentido. Habían sido contactados, incluso un poco más.

P.- ¿Les anunció la convocatoria?

R.- Eso sólo se produce cuando la Federación les manda una carta, pero se puede decir que el 90% de los internacionales ya tenían razón para intuir su convocatoria.

04 Junio 2000

Falta de respeto en ataque

Rafael Martínez-Simancas

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Ni cinco minutos, ni lo que dura el inicio de un calentamiento, le bastaron a Pepu Hernández para ganarle el partido al presidente de la Federación Española de Baloncesto. José Luis Saez cree que echando a Pepu ha ganado. Se equivoca. De hecho, se confundió muchas veces con el entrenador, de entrada no conociendo su carácter.

Con motivo del fallecimiento de Alejandro González Varona (histórico presidente de Estudiantes), Pepu Hernández escribió un emotivo obituario en EL MUNDO. Contaba Pepu que discutir con Alejandro había sido un placer, quizá reconociendo que nadie como su antiguo jefe había sabido entenderle. En la Federación no han cogido el truco a Pepu, de ahí que pongan como defecto lo que es un valor: «Falta de respeto». Normal. ¿Qué se espera de un tipo bajito que es capaz de quitarle el cigarro de la boca a gigantes que darían miedo a un ogro con halitosis? Si pensaban que iban a domar el carácter de Pepu Hernández es que nunca supieron a quién había fichado realmente. Con esa osadía pudo plantar al equipo en la final del Mundial de Japón y conseguir el oro. Parecía imposible, pero sólo alguien que tuviera falta de respeto se atrevería a mirar a los ojos del triunfo. Ahí está el éxito de Pepu: sin tener un máster en la NBA, sin hablar inglés y sin haber sido alumno de Lou Carneseca, cogió el oro de Tokio con la naturalidad con la que un niño abre la despensa. Sin esa ausencia de escrúpulos no hubiera sido posible (para un día que el pobre entra en casa del rico no va a decir que tiene alergia a las gambas).

Pero si le tienen que acusar de «falta de respeto» que sea en ataque, partiéndose la cara por el equipo que creó. La Federación de Sáez echa a varias personas a la vez: al entrenador, al amigo de los jugadores, al domador de fieras, al psicólogo del grupo y al hombre que tenía el pulso de hielo cuando el reloj quemaba. Un tipo con toda la barba. Pepu Hernández ha vuelto a ser lo que ya era: un hombre libre. Ya puede decir aquello de «en mi hambre mando yo». No puede ser pelota quien ha sido domador con aro.

18 Junio 2008

Canibalismo deportivo

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Se extiende como una epidemia de canibalismo: los presidentes y directivos de las federaciones deportivas están atacando públicamente a las figuras más destacadas de sus deportes respectivos. Hubo casos anteriores, olvidados o escondidos, en deportes minoritarios; pero ahora es una fiebre contagiosa. Los presidentes del fútbol, baloncesto o tenis actúan como anticuerpos que marcan a Luis Aragonés, Pepu Hernández o a los tenistas galácticos Nadal, Moyà o Ferrer como enemigos acérrimos. Aragonés se irá después de la Eurocopa, Hernández está despedido, y sólo Pedro Muñoz, el inefable presidente de la raqueta, ha mordido el polvo. Los tenistas de la Spanish Armada no son fácilmente reemplazables y, en un cálculo de coste de oportunidad, es más fácil sustituir al presidente de una federación que a jugadores con muchos títulos en su haber.

Un psicoanalista explicaría esta acumulación temporal de antropofagia deportiva por una suerte de estrés postraumático inverso. El éxito continuado -bueno, en el caso del fútbol, una alegría esporádica- produce extraños espejismos entre los federativos. Uno muy frecuente consiste en creer que pueden mejorar el trabajo de los profesionales. Así que intervienen autoritariamente para demostrarlo. En otros casos son simples celos, el mecanismo más trivial del rencor. En todos, se desborda la imprudencia. No se debe provocar un conflicto a dos meses de la Eurocopa, una eliminatoria de la Copa Davis o unos Juegos Olímpicos. Quien vulnere un principio tan elemental debe ser recluido temporalmente en una escuela de negocios, con los gastos a su costa, para corregir su incompetencia.

En esa escuela, el directivo chapucero deberá aprender las reglas básicas de la separación de poderes. La más importante es que los federativos se encargan de la administración y de la política: firmar los cheques, designar cargos medios, conseguir fichas y nombrar un entrenador. La tarea del entrenador es formar un equipo competitivo; la de los jugadores, meter goles, hacer canastas o conseguir aces. Si es tan fácil, ¿por qué no lo entienden? Que lo copien 1.000 veces.