29 octubre 1997

Pradera llama ‘matones del papel’ a todos los columnistas que cuestionen a su jefe Polanco, réplica de Javier Ortiz

Hechos

El ‘caso Sogecable’ seguía enfrentando a periodistas del Grupo PRISA con periodistas de EL MUNDO. En octubre se produjo un choque entre D. Javier Pradera (EL PAÍS) y D. Javier Ortiz (EL MUNDO) ambos ex militantes del Partido Comunista de España.

Lecturas

El 29 de octubre de 1997 Javier Pradera Gortázar publica en El País un artículo contra los ‘matones de papel’ identificando como tales a D. Federico Jiménez Losantos, Gabriel Albiac, Pablo Sebastián Bueno, Javier Ortiz, José Luis Martín Prieto y Joaquín Navarro Estevan, todos ellos columnistas de El Mundo. El único que contestará será Javier Ortiz el 1 de noviembre de 1997 desde El Mundo acusando a Pradera de escribir al dictado de D. Jesús Polanco Gutiérrez.

Polanco_nochebuena El proceso judicial contra el presidente del Grupo PRISA, D. Jesús Polanco (‘caso Sogecable’) seguía enfrentado a los periodistas de su nómina con los periodistas en nómina de sus enemigos.

29 Octubre 1997

MATONES DE PAPEL

Javier Pradera

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El juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno estimó el pasado viernes la recusación -presentada por Juan Luis Cebrián- del juez Gómez de Liaño como instructor del sumario Sogecable y se hizo de inmediato cargo de la causa. El auto descansa sobre una amplia y sostenida jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), el Tribunal Constitucional (TC) y el Tribunal Supremo (TS); los doce apartados de los razonamientos jurídicos citan cerca de treinta sentencias dictadas por los tres altos tribunales en relación con la independencia e imparcialidad de los jueces. Algunos libelistas con vocación de ilustrados dieciochescos, pero igualados en su falta de talento con otros rufianes de la ultraderecha periodística, han embestido contra el juez Moreno -sin tomarse la molestia de leer la resolución- mediante argumentos ad hominem, groseras injurias y procaces insultos. Algunas infamias publicadas durante estos días en el diario EL MUNDO producen bochorno. «Ningún magistrado contemporáneo había defendido una resolución injusta con tanta claridad. Juez rima con prez y hez: elijan ustedes consonante» (Jiménez Losantos). «Por amargo que sea, hay que darle razón al antiguo policía y hoy juez. Cebrián no es un ciudadano. No lo es Polanco. Ambos se hallan, por definición, fuera de la ley» (Albiac). «Lo que acaba de hacer el juez Moreno en la Audiencia Nacional recusando a Gómez de Liaño en Sogecable es una prueba mas del golpe (de Estado) judicial felipista» (Sebastián). «Ismael Moreno es juez de la Audiencia Nacional. Mejor dicho: Ismael Moreno está juez de la Audiencia Nacional. Antes estuvo policía. Mejor dicho: antes fue policía» (Javier Ortiz). «En el puteal de La Moncloa ya está Cebrián de marmolillo inspirando a los jueces» (Martín Prieto). La guinda leguleya del indigesto pastelón cocinado por estos matones de papel corre a cargo de un magistrado en ejercicio, Joaquín Navarro Estevan: el auto de Ismael Moreno es «una resolución inicua e infame que ha pasado por derecho propio a la peor historia de la prevaricación celtibérica». Pero la historia continúa. La Comisión Disciplinaria del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) no sólo multó ayer con 350.000 pesetas al juez Gómez de Liaño por su irrespetuosa e impertinente contestación a la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, responsable de haberle revocado varias resoluciones; también elevó al Pleno del CGPJ una propuesta que -de ser aceptada- haría marchar en paralelo a la sanción disciplinaria con un proceso penal: el envío de los antecedentes del caso al fiscal general del Estado ayudaría a establecer si el instructor del sumario Sogecable cometió un delito de prevaricación. La sospecha no es nueva: ante el Supremo han sido ya interpuestas varias querellas por prevaricación -pendientes de informe por la fiscalía- contra Gómez de Liaño.

Esos querellantes interpretan como indicio de delito los severos términos empleados por la Sala de lo Penal para revocar las resoluciones de Gómez de Liaño: «falta de fundamento legal y material», «arbitrariedad de la medida adoptada», «la declaración… no está objetivamente justificada», «irrazonable», «innecesaria», «desproporcionada», «inadecuada». Pero los revolcones sufridos por el instructor del caso Sogecable son precisamente uno de los principales motivos para la aceptación de la recusación por Ismael Moreno; porque la jurisprudencia del Supremo establece como «doctrina plausible» que «resoluciones sistemáticamente adversas, infundadas, irrazonadas y desacertadas pueden evidenciar por sí solas, en casos excepcionales, el apasionamiento hostil, la animosidad y el enconamiento intraprocesales que aconsejen sustituir al juzgador por otro más sereno, ecuánime y mesurado, de cuya imparcialidad y neutralidad no quepa recelar ni dudar». Y no hace falta haber estudiado en Salamanca para encuadrar el caso Sogecable dentro de esa doctrina jurisprudencial.

Javier Pradera

01 Noviembre 1997

PRADERA

Javier Ortiz

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No tengo nada en contra de que Javier Pradera me llame «matón de papel». Entre otras cosas, porque no tengo la menor idea de qué puede ser un matón de papel.

Tampoco me preocupa ni poco ni mucho que considere (vean EL PAÍS del pasado miércoles, o fíense de mí, si les pilla a trasmano) que formo parte de un grupo de «libelistas con vocación de ilustrados dieciochescos, pero igualados en su falta de talento con otros rufianes de la ultraderecha periodística». Es un criterio. Yo no lo suscribiría, desde luego. Pero, si él se queda más a gusto soltando lindezas barrocas, que por mí no se prive.

Lo que me desagrada francamente, a cambio, es que se meta con diversos columnistas de la competencia -yo incluido- para sacar la cara por su patrón.

Antes eso estaba mal visto. Si un articulista se lanzaba con ferocidad tipo Pradera a repartir mandobles haciendo de valedor y paladín de su patrón, el resto del gremio lo catalogaba como pelotillero, sin más.

Antes el periodismo era otra cosa.

A mí, que soy un periodista de los de antes, del género libelista dieciochesco, no me parece bien que los columnistas hagan la rosca a su patrón. Incluso en el poco probable caso de que su patrón tenga razón. Porque tal vez la tenga en eso, pero seguro que no la tiene en otros asuntos, y tampoco es cosa de compensar los artículos de loas y pleitesías con otros que lo pongan a caer de un burro. Así que, cuando el boss tiene pendencias empresariales, lo mejor que puede hacer uno, en mi criterio, es mantenerse en un discreto segundo plano. Y si el jefe quiere defenderse -que seguro que quiere-, que se las componga.

Ahora, en cambio, hay montones de periodistas, algunos incluso presuntamente de izquierdas -no me refiero a Pradera, que ya sé que está con el alto mando del Atlántico Norte-, que se lanzan con toda alegría a hacer elegías al baranda de su empresa, que firman encendidos manifiestos en pro de los negocios del quídam y que se cuelgan del teléfono día sí día también recabando firmas de solidaridad con él. Que ejercen de lameculos, por decirlo abreviadamente. Y tan campantes.

El efecto es tristísimo. Por ejemplo: yo no sé si Pradera me (nos) insulta porque realmente le parecen aberrantes mis (nuestras) críticas a la resolución que ha tomado el juez Ismael Moreno en beneficio de su jefe o si lo hace más bien porque quiere que su patrón confirme que puede contar con él para todo, incondicionalmente. Y ahí está lo malo: no en que yo no lo sepa, sino en que es imposible saberlo.

Nunca he escrito que Sogecable haya violado el Código Penal haciendo mal uso de las fianzas de CANAL PLUS. No lo tengo claro. Y para disentir de Polanco, con lo que tengo claro me basta y me sobra. Tampoco he salido nunca en defensa de VÍA DIGITAL. Esas peleas de sacaperras no van conmigo.

Pero sí van con Pradera, porque a Pradera le va todo lo que vaya con su patrón. ¡La cantidad de dinero que podría ahorrarse Polanco si supiera escribir!

Javier Ortiz