6 septiembre 1954

Purga en el PCE dirigida por Santiago Carrillo y Pasionaria: Jesús Monzón expulsado y Gabriel León Trilla asesinado, acusados de realizar ‘espionaje’ en favor de la dictadura franquista

Hechos

El 6 de septiembre de 1945 muere asesinado D. Gabriel León Trilla, miembro del PCE, partido ilegal, al estar España en dictadura.

Memorias

Santiago Carrillo

Leer

En la delegación estaba Jesús Monzón, un comunista navarro, gobernador civil de Castellón y de Cuenca durante la guerra, a quien yo no había llegado a conocer. Le conocían dirigentes veteranos que tenían una opinión más bien negativa de él. En un momento determinado decide pasar a Madrid y ponerse allí a la cabeza del partido. Con Monzón está en Madrid Gabriel León Trilla, a quien tampoco he tratado personalmente, expulsado del partido con el grupo de Bullejos y Adame, reingresado en la guerra, en quien el núcleo de dirigentes veteranos y la IC no tienen confianza para situarle en ese papel.

Cuando desembarcó en Francia y tomó cntacto con la delegación en Tolouse, éstos aceptan inmediatamente mi propuesta de poner fin a su proyecto de invasión del Pirineo y colaboran lealmente conmigo.

La invasión no la han decidido ellos; es una directiva de Jesús Monzón, en nombre de la delegación en el interior, que considran un órgano superior. Me enseñan la carta en que se les dan indicaciones para crear en el Pirineo que será el que desencadene la insurrección nacional generalizada en toda España.

La actitud de Monzón me parece francamente negativa. Decidir la invasión de España me parece, para empezar, una medida tan importante que dudo que un hombre solo, aunque fuese un dirigente muy importante y experimentado, esté en condiciones de tomar. Por lo que yo sé de él, Monzón no es ese tipo de hombre. Estoy convencido de que no posee esos apoyos.

Abrir un frente en el Pirineo, con alrededor de 10.000 hombres – en el mejor de los casos – deficientemente armados, aunqeu sean muy valerosos y entusiastas, frente al Ejército de Franco, es una loca aventura que sólo puede conducir a la destrucción del caudal humano del que el partido dispone en Francia.

Así que la lectura de la carta de Monzón, cuanto más pienso en su contendio, más me hace dudar del personaje. Creía en la insurrección nacional como salida, pero la decisión de Monzón en vez de facilitarla la pone en peligro.
En ese momento en que la sicosis de la provocación es tan aguda, de una reflexión de ese tipo a consdirar traidor a MOnzón sólo hay un paso, que yo estaba cerca de dar.

Casto García Rozas nos explicó la manera en que Monzón y Trilla le habían suplantado y marginado, aprovechando las mayores facilidades y contactos personales que poseían. Sobre la orden de invasión, ni siquiera le habían consultado. Zoroa puso de relieve el enorme bluff que suponía la Junta Suprema y las especulaciones fantasistas de Monzón y Trilla.
Invitamos a discutir a Francia a Monzón, Trilla y Pilar Soler. Yo no pensaba que Monzón fuese un agente franquista, aunque intuía que posibles relaciones políticas y familiares podían influir en su comportamiento. Pensaba que tenía rasgos de aventurero.

De haber venido a Francia lo más que podía sucederles era una sanción política. Para nosotros la prueba de que cualquiera que hubiesen sido sus errores no eran unos provocadores consistía precisamente en que aceptaran venir a discutir. Monzón pareció aceptar pero falló a las citas con el enlace. A su vez Trilla se negó a venir.

A partir del momento en qeu se negaban a discutir viniendo a Francia, Monzón y Trilla sabían que la organización clandestina del partido iba a consdirarles un peligro, iba a pensar que eludían la discusión porque tenían cosas inconfesables que ocular. Se ha preguntado quien había dado la orden de eliminar a Trilla. Líster, que estuvo cien por cien de acuerdo con la actitud tomada por el partido contra Monzón y Trilla hasta que al enfrentarse años después con la dirección del PCE, revisó todos sus pronunciamientos anteriores y justificó a todos los que había combatido antes implacablemente, nos ha acusado a Dolores y a mí de haber dado la orden de ejecución de Trilla. En aquellos momentos no había quedar esas órdenes; quien se enfrentaba con el partido, residiendo en España, era tratado por la organización como un peligro. La dureza de la lucha no dejaba márgenes.

Si Tito era un traidor, si lo eran Rajk y Kostov y London, y Slansky, y Geminder y Gomulka y Ana Paiker y tantos otros que siempre habían sido considerados comunistas ejemplares ¿En quién se podía confiar? Se desarrolló en los partidos comunistas una verdadera paranoia. Las confesiones de unos y de otros, ampliamente difundidas sembraban la sospecha. Se cometieron injusticias en todas parte.s En Francia se condenaba a André Marty, a Laurent Casanova, a Charles Tillon, a Marcel Servin y a algún otro dirigente. En Italia se relegaba a un puesto inferior al secretario de organización Sechia.
Entre los españoles esa sicosis nos llevó a extremar la condena contra Monzón y Quiñones y a tomar medidas de relegación con unos u otros motivos, contra personas como carmen de Pedro y Francisco Antón que no merecían ser tratados así.
Fue un periodo siniestro en el qeu los mejores militantes estaban expuestos a sanción. En el 56 Jruschev nos curó de la parnoia; pero ésta había hecho estragos. (413-415)

23 Abril 1980

Memorias

Jorge Semprún

Leer
Carrillo nos tiene acostumbrados a los desplantes cínicos, sin duda. Pero aquí se pasa. Porque es verdad que Trilla fue un muerto comunista, ¿pero qué se ha dicho de Trilla en las esferas dirigentes del PCE, hasta esa bendita noche de noviembre de 1979? Una antología de las calumnias, de los insultos soeces, de las innobles mentiras que se han dicho e impreso por el PCE con respecto a Trilla llenarían varias páginas de este diario.

Tengo en mi mesa una serie de cartas escritas por Gabriel León Trilla, desde el 14 de diciembre de 1943 hasta el 6 de febrero de 1945. Como es sabido, Trilla fue uno de los cuadros comunistas que dirigieron el trabajo clandestino del PCE, tanto en Francia como en España, después de la derrota de la República. Máximo responsable de la actividad comunista en aquella época fue Jesús Monzón, uno de los escasísimos dirigentes de nivel nacional que quedó en Europa al estallar la segunda guerra mundial. Y, sin embargo, en Europa se encontraba la inmensa mayoría de los militantes comunistas exiliados, y no en América o en Rusia, donde se concentró la dirección del PCE. Otro de los miembros de aquel equipo de cuadros reunido en torno a Monzón fue Manuel Azcárate.Ateniéndose a las orientaciones del partido, Gabriel León Trilla volvió de la Francia ocupada por los nazis a la España franquista, a finales de 1943, para ocupar un puesto en el trabajo del PCE. La primera de las cartas a que he aludido está escrita precisamente en vísperas del paso clandestino a España. La última misiva, la del 6 de febrero de 1945, es una tarjeta postal enviada por el servicio normal de correos. En ella se dice que «Richard» -nombre de guerra en Francia del que fue «David» en España, o sea, Jesús Monzón- está lleno de optimismo y que «engorda de manera casi escandalosa», transparente alusión a la buena salud de la organización comunista, en aquellos días llenos de ilusión -demasiada ilusión, sin duda- del final de la segunda guerra mundial.

Todas las cartas, salvo esta última postal, fueron enviadas a un corresponsal comunista residente en Francia por la vía clandestina de enlaces del PCE. Están escritas en francés, y ¡cómo dominaba este idioma Gabriel León Trilla! Constituyen un documento humano y político impresionante, un calado profundo en la intimidad psicológica, política y moral de un comunista responsable de aquella época.

Hay páginas que no pueden leerse sin que le dé a uno vuelcos el corazón. Hay otras que esclarecen aspectos inéditos de la historia de aquellos años terribles.

Ahora bien, ¿por qué hablar de esta correspondencia de Trilla precisamente en estos días?. No sólo por el azar de que haya llegado a mis manos no hace mucho, junto con toda una serie de documentos y de testimonios coetáneos. También, y sobre todo, porque en estos días se cumple precisamente el 60º aniversario de la fundación del PCE y porque Gabriel León Trilla fue uno de los jóvenes socialistas que fundaron, en 1920, el primer partido comunista español. Luego ostentó cargos de dirección, representó al PCE en la Komintern, participó en todas las luchas políticas de aquel período. En 1932, cuando la Komintern hizo pagar el precio de sus propios errores sectarios al grupo dirigente de entonces (Bullejos, Adame, Trilla), que fue sustituido por militantes más dóciles, más dispuestos a adaptarse a todos los virajes de la estrategia de la IC, Gabriel León Trilla fue expulsado del partido. Pero, durante la guerra civil, Trilla volvió al PCE y desempeñó nuevamente funciones responsables.

Reivindicación

No se trata tan sólo de recordar, con ocasión de un aniversario, la memoria de uno de los fundadores del PCE. Se trata también de reivindicarla.

El 10 de noviembre de 1979, en el curso de un sonado programa televisivo de ‘La Clave’, al cual asistían, entre otros, Garaudy, Tierno Galván, B. H. Lévy y Santiago Carrillo, este último respondió así a una interpelación de Lévy, cuya juvenil insolencia trastornó bastante la rumiante tranquilidad de los citados bonzos: «Y en cuanto a Gabriel León Trilla, es cierto que ha muerto en España, creo que en los años 1944 ó 1945. Pero imputar en ese periodo un muerto en España al Partido Comunista, señor Lévy, y un muerto comunista, me parece, por lo menos, por parte suya, de una gran falta de comprensión hacia la situación que había en este país entonces».

Desplantes cínicos

Carrillo nos tiene acostumbrados a los desplantes cínicos, sin duda. Pero aquí se pasa. Porque es verdad que Trilla fue un muerto comunista, ¿pero qué se ha dicho de Trilla en las esferas dirigentes del PCE, hasta esa bendita noche de noviembre de 1979? Una antología de las calumnias, de los insultos soeces, de las innobles mentiras que se han dicho e impreso por el PCE con respecto a Trilla llenarían varias páginas de este diario. Me limitaré a citar brevemente a Dolores Ibárruri, en su informe al V Congreso del PCE en otoño de 1954. Si no me equivoco, esa fue la última vez que se mencionó públicamente a Trilla en un documento oficial del Partido Comunista.

«Pasionaria»

Dice Pasionaria: «Como un viejo y experimentado provocador, Trilla entregó a la policía la organización del partido y de guerrilleros… Monzón y Trilla estuvieron ligados con el policía norteamericano Field, dándole la posibilidad de reclutar para su trabajo a elementos vacilantes, aventureros y arribistas … ». Así es como hablaba Dolores Ibárruri del militante que por obra y gracia de Carrillo ha vuelto a convertirse en un muerto comunista. Como se sabe, precisamente en la época -casi en los mismos días- en que Pasionaria pronunciaba este informe, Field era rehabilitado en Hungría, al año y pico de la muerte de Stalin y de la liquidación de Beria, cuando comenzaba el complejo proceso, hasta hoy inconcluso, pese a tanto pinito eurocomunista, de la desestalinización. Como se sabe también, el militante que mantenía los contactos con Noel Field sigue llamándose Manuel Azcárate.

Conviene añadir, para terminar, que la muerte de Trilla no se la imputa al PCE solamente B. H. Lévy. Todos los historiadores, incluso los más próximos y hasta adictos al PCE, se la imputan al grupo guerrillero de Cristino Garcia, héroe de la resistencia en Francia, vergonzosamente enviado a España para cumplir, como tarea fundamental, la del asesinato de Gabriel León Trilla, apuñalado en Madrid en septiembre de 1945. Se conocen de este asunto todos los nombres, todos los detalles. Aún viven en Madrid testigos, al menos indirectos, de los hechos. En una palabra: este muerto comunista ha sido asesinado por los comunistas. ¿Quiénes tomaron esa decisión? ¿Por qué la tomaron? ¿Dónde están los datos que demostrarían la supuesta «traición» de Trilla? Tal vez la ocasión del 60º aniversario de la fundación del PCE sea la mejor para que, al fin, se esclarezca este siniestro episodio. Y se esclarezcan también los expedientes de Quiñones, de Jesús Monzón, de Comorera. Quiero decir: que se esclarezcan por el propio PCE, ya que desde el punto de vista histórico, objetivo, todo está muy claro. Si no se abordan de plano esto problemas habrá que pensar que el grupo dirigente actual del PCE es muy eurocomunista en lo que se refiere a Afganistán, pero que lo es muy poco en lo que se refiere a su propia casa, a su propia memoria colectiva. Sepan, en cuaquier caso, los militantes del PCE que las cartas de Gabriel León Trilla y los testimonios a que he aludido se publicarán en su día. No muy lejano. Ya es hora de que hablen los muertos comunistas, no sólo sus asesinos.

Jorge Semprún