18 enero 1978

Reaparece la revista ACTUALIDAD ESPAÑOLA, ahora propiedad del presidente del Gobierno Adolfo Suárez, bajo la dirección de Juan Caño Díaz

Hechos

El 18 de enero de 1978 se presenta la reaparición de la revista ACTUALIDAD ESPAÑOLA, bajo la dirección de D. Juan Caño Díaz.

Lecturas

En julio de 1977 la revista políticas ACTUALIDAD ESPAÑOLA, una de las principales publicaciones del grupo SARPE (Sociedad Anónima de Revistas y Publicaciones Españolas, aperturistas del Opus Dei), cerró en medio de una importante crisis económicas.

La cabecera ha sido adquirida por el presidente del Gobierno, D. Adolfo Suárez González, que busca convertir la revista en un órgano de promoción tanto de él como de su nuevo partido político, la Unión de Centro Democrático (UCD). Para adquirir ACTUALIDAD ESPAÑOLA el presidente Sr. Suárez ha creado la empresa Opinión Pública S. A. y ha puesto al frente de la citada empresa a D. José Navarro Ferré.

Para la dirección de la nueva ACTUALIDAD ESPAÑOLA gubernamental ha sido designado el periodista D. Juan Caño Díaz, conocido por haber sido redactor jefe y corresponsal de las agencias EUROPA PRESS y EFE, así como directivo en las revistas EL CASO y SÁBADO GRÁFICO.

DIRIGIDO DESDE LA MONCLOA

Juan Caño Díaz

Pasando Revista, Pag, 187-190

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Me llegó una nueva oferta: la dirección de una revista muy prestigiada: el semanario de información gráfica ACTUALIDAD ESPAÑOLA, que entonces llevaba publicándose 25 años. Una empresa recién creada bajo el nombre de Opinión Pública acababa de comprar la revista a su editora tradicional, la antigua SARPE, más tarde absorbida por el grupo alemán Axel Springer.

AL mismo tiempo, otras dos antiguas cabeceras de SARPE, la ACTUALIDAD ECONÓMICA y TELVA, habían sido adquiridas por un grupo encabezado por Juan Pablo Villanueva y Juan Kindelán, como piedras angulares de la empresa que fundaron con el nombre de Recoletos.

La revista cuyo más famoso director, José Luis Cebrián, me había firmado doce años antes la reglamentaria carta de presentación que me permitió acceder a la Escuela de Periodismo.

Me lo pensé dos veces, pero no tres, y dije “Sí quiero”. La tercera vez hubiera sido necesaria para averiguar quién estaba detrás de la nueva empresa Opinión Pública.

Mucho más tarde me enteré de que José Mario Armero le sugirió a Adolfo Suárez mi nombre y éste encargó a personas de su confianza que me contactaran. ¡Porque Opinión Pública era una empresa creada por Adolfo Suárez para favorecer a su partido, Unión de Centro Democrático (UCD)!

Fui citado un día en el local que UCD tenía alquilado en Madrid. Allí me recibió Guillermo Medina, se ocupaba de diversos asuntos de prensa del partido: “Juan, lo que queremos es que la ACTUALIDAD ESPAÑOLA se dirija al centro sociológico, es decir a la gran mayoría de los españols”.

Casi todas las semanas me llamaban a despachar. Y las citas no eran en la planta del edificio Hexágono, alquilada para la redacción. ¡Eran en el mismísimo Palacio de la Moncloa!

Haciendo honor al nombre de la empresa Opinión Pública S. A., opinaban sobre el contenido de la revista desde el director del Gabiete del presidente, Alberto Aza Arias, que luego fue embajador en Londres y después Jefe de la Casa de Su Majestad el Rey, hasta Aurelio Delgado Martín, cuñado y jefe de la Secretaría de Adolfo Suárez, convertido posteriormente en empresario de prensa tras la compra del DIARIO DE ÁVILA.

En cierta ocasión, con el gerente José Navarro Ferré ausente, llamé a Arelio para decirle que no había dinero en caja para pagar la nómina. De inmediato me envió un motorista oficial de la Moncloa, con los fondos. No sé si reservados o no.

Convencí a Antonio Gala para que escribiera en mi revista. Enrique Llovet también accedió a hacer críticas teatrales para LA ACTUALIDAD ESPAÑOLA.

Cuando se hace una revista para todo el mundo termina siendo para nadie.

En aquel entonces florecían muchas de las nuevas revistas y se marchitaban las más antiguas. Apareció LA CALLE, que se presentaba con el subtítulo de ‘la primera a la izquierda’ y que era dirigida por el filocomunista después reconvertido en inteligente articulista de la derecha César Alonso de los Ríos. Duró lo que duró, es decir poco, pero cumplió con su papel de defender una nueva opción política clara. El centro sociológico que se nos atribuía como público objetivo para la ACTUALIDAD ESPAÑOLA estaba más bien difuso y la mejor prueba de ello es que el partido UCD, que pretendió encarnarlo, terminó desapareciendo.

GACETA ILUSTRADA, que con ACTUALIDAD ESPAÑOLA compuso el dúo de grandes revistas de información gráfica e interés general, uno de cuyos últimos directores fue Luis María Anson, cerró. También lo hizo OPINIÓN, un semanario creado al o grande por el propietario de Planeta, José Manuel Lara, con el fin malogrado de extender su imperio de los libros al de las revistas.

La atonía en las ventas y la falta de un claro apoyo por parte de la empresa a mis iniciativas en la ACTUALIDAD ESPAÑOLA hicieron que mis relaciones con el gerente José Navarro Ferré, un desafortunado periodista convertido en economista, que no sé de dónde salió ni a dónde fue, empeoraran día a día. En 1978 el consejero delegado de la empresa, José Luis Sagredo, un amigo de la infancia de Adolfo Suárez, ideó que fuéramos juntos a hacer un reportaje sobre una tribu filipina, los Taot Bato. Recorrer medio mundo y pasar tres semanas en selvas tropicales, debe servir para arreglar desavenencias personales ¿o no?.

Pues no, José Navarro y yo regresamos de Palawan con uno de los reportajes más apasionantes de mi vida periodística, pero nuestras diferencias no desaparecieron, ni siquiera durante el viaje.

Poco después de publicar el reportaje de Filipinas en dos números consecutivos de la revista, fui invitado a escribir un artículo de fondo en LA HOJA DEL LUNES de Madrid. Lo titulé “Mal, gracias”, tomando prestada una de las expresiones favoritas de Eugenio Suárez. En él comentaba la situación que atravesaba nuestro país, una especie de ‘adelante con los frenos echados’ porque muchas de las importantes iniciativas aperturistas tropezaban con demasiadas cautelas. Pero confieso que fui excesivamente crítico y, el hecho de que bajo la firma figurase mi cargo encendió un proceso de máxima desconfianza en la Moncloa hacia mí.

Todo ello coadyuvó a que fuera convocado por un consejero de Opinión Pública en el restaurante italiano Rugantino. Allí, muy bajito, me dijo que se había decidido cerrar la revista, pero que no nos preocupáramos pues todo el personal sería convenientemente indemnizado: no querían ningún tipo de escándalo.

Se me atragantaron los espagueti.