La rebelión de los tenistas españoles encabezados por Rafa Nadal derriba al presidente de la Federación José Luis Escañuela y a la directora de la Copa Davis Gala León

Rafa Nadal es para muchos españoles, entre los que me cuento, no sólo un modelo admirable de deportista, sino también un ejemplo de conducta intachable y de sensatez, manifestada tanto en sus apariciones públicas como en sus declaraciones. Por eso resultan tan disonantes sus palabras sobre Gala León a la que no considera cualificada como posible capitana del equipo masculino de la Copa Davis, y desde luego resulta inadmisible y absurda, además de despedir un sospechoso tufo machista, la comparación que establece entre la supuesta incapacidad de la aludida para ponerse al frente del equipo y la de él mismo para dirigir un hospital, porque si es cierto que Nadal no tiene vinculación profesional con el mundo de la sanidad, Gala León posee un historial tenístico acreditado y solvente, más allá de que puedan considerarse la mayor o menor idoneidad de otros candidatos alternativos.

A mí, con todo respeto, la comparación utilizada por Nadal me ha parecido tan chusca, desafortunada e injusta como la establecida por Rajoy entre el PP y Cáritas para defenderse de la acusación de delito fiscal por las donaciones recibidas por su partido. Como alguien dijo hace unos días de la comparación insostenible de Rajoy, Nadal también parece confundir un elefante con una pistola.

…Alguien que merece mucho más ser escuchado es Rafa Nadal. Siempre templado y reflexivo, me llama la atención la contundencia con la que, a partir de unas palabras suyas, ha vuelto a la palestra el asunto del nombramiento de Gala León. “Es como si yo dirigiera un hospital” ha dicho hoy mismo. Traducido, esta señora sabe de tenis lo que yo de medicina. O sea, nada. El tiempo, en lugar de ir limando asperezas, parece que ha radicalizado las posturas entre jugadores y federación, y la solución cada vez parece más complicada. Si Gala termina fuera, la federación queda en mal lugar, sometida a la opinión de los jugadores. Si le mantienen, ¿con qué jugadores se podrá contar en la próxima eliminatoria?. Porque lo de Nadal parece un órdago de donde solo pueden salir, como en el mus, ganadores y perdedores. Y eso, cuando hablamos de partes de un equipo, no suele ser nada bueno…

EL TENIS español lleva un año sumido en una profunda crisis. La falta de transparencia en la gestión de la Federación Española de Tenis, que ha enfrentado a su presidente con el Consejo Superior de Deportes (CSD), y la polémica del nombramiento de Gala León como capitana del equipo de la Davis lo han abocado a una situación límite. El corolario a este despropósito fue la suspensión por un mes, ayer, del presidente de la Federación, José Luis Escañuela, por la reiterada opacidad a la hora de rendir cuentas. Una decisión acertada del Tribunal Administrativo del Deporte, que debería servir para que Escañuela reflexione sobre su problemática continuidad en el cargo.

La suspensión del presidente de la Federación no sorprende. Desde septiembre, cuando el equipo de Copa Davis descendió a Segunda División, su gestión ha sido objeto continuo de crítica. Los jugadores no han aceptado a una capitana que les fue impuesta y el CSD puso en duda el destino de subvenciones. El Consejo decidió anunciar la sanción vía Twitter, justo cuando Escañuela daba una rueda de prensa en la que reiteró su decisión de no dimitir y de mantener en su cargo a Gala León. El presidente se jactó de poseer –y mostró– documentos auditados para defender la limpieza de sus cuentas.

Resulta inverosímil, o cuanto menos ilógico, que si Escañuela dispone de las cuentas de la Federación auditadas no las haya justificado ante el CSD y que éste no haya podido realizar las inspecciones pertinentes en todo un año, como mantiene el Tribunal en su resolución. Estas actuaciones no pueden considerarse intervencionistas, porque la Federación, según sus estatutos, ejerce sus «funciones públicas» bajo la «tutela» del Consejo. El castigo recibido por Escañuela es el mínimo aplicable que recoge el reglamento, lo que significa que las autoridades aún confían en que colabore.

A la falta de transparencia que amenaza al tenis, se suman los personalismos. Lejos de hacer causa común, jugadores y Federación se han declarado la guerra. Es cierto que los méritos de León no parecen suficientes para dirigir a un equipo que ha sido el referente mundial. Pero es incomprensible que tenistas que se negaron a competir con el equipo cuando éste se jugó el descenso se muevan ahora para forzar su destitución.

Una cadena insólita de desdichas permite a cualquier lector avisado descubrir que los éxitos del deporte español, tan voceados desde la propaganda oficial y tan envidiados en la vecindad (¿se acuerdan de las acusaciones de doping arrojadas contra nuestros campeones desde la prensa francesa?), están construidos sobre aguas pantanosas. Creíamos disponer de la mejor selección mundial de fútbol, pero en el subsuelo de ese jardín está Ángel María Villar y sus conexiones con una FIFA putrefacta; presumíamos de futuro en fútbol femenino, pero hemos topado con un conflicto súbito, a cara de perro, entre el seleccionador y las jugadoras; el atletismo flaquea por algunas sospechas de dopaje; y hasta en bádminton aflora una pugna destemplada entre la federación y la campeona Carolina Marín. Seguimos sin producir premios Nobel de Física o Medicina, pero se resquebraja el pedestal de nuestro confortable reducto de glorias deportivas.

El último episodio de caos, irracionalidad y pésima gestión —podría añadirse empecinamiento, pero no es necesario incurrir en el juicio de intenciones— está destruyendo la credibilidad del tenis. Explotó cuando se supo que el Consejo Superior de Deportes (CSD), presidido por Miguel Cardenal (un asiduo en las broncas a trois con Villar y Tebas), iba a examinar la documentación de la Federación Española de Tenis, dirigida por José Luis Escañuela, por supuestas irregularidades contables. La tensión tenística viene de lejos. Al menos, desde que la federación decidió nombrar a Gala León como capitana del equipo de la Copa Davis, decisión respondida con un boicot general de las figuras del tenis español, desde Nadal a Feliciano López.

Pero como en España pocos acontecimientos consiguen evitar la astracanada, Escañuela convocó una rueda de prensa para denunciar la inspección y proclamar enfáticamente que a él nadie le llama chorizo. Lo que en un país civilizado se hubiera resuelto con discreción y, luego, con el caso aclarado, se hubiese explicado amigablemente, en España se zanja como una pelea de vecinos envuelta en humor zascandil. Mientras Escañuela, con Gala León a su izquierda, peroraba sobre honradez, legalidad y esas grandes palabras que rara vez significan algo, la cuenta oficial del CSD emitió un tuit terminante: el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAD), dependiente de Cardenal, suspendía por un mes a Escañuela, sancionado en el mismísimo escaparate. Juego, set y partido.

Nadie entiende cómo el conflicto entre Gala León y los tenistas ha sido gestionado con tan sonrojante incompetencia; ni puede aceptar que se haya llegado a una reyerta pública entre Escañuela y Cardenal orillando todos los cauces de entendimiento mutuo. Cardenal, el CSD, el TAD, Escañuela y Gala León han perpetrado un vodevil chapucero, digno de Los bingueros. La transparencia no consiste en enzarzarse a gritos ante el espectador, sino en resolver primero y explicar después. Sabemos, por fin, por qué el deporte español es milagroso: consigue copas y medallas a pesar de que parece gestionado por clones de Pepe Gotera y Otilio.

Miles de kilos de caramelos parecían, pero de la carroza del Rey Gaspar, en la cabalgata de Sevilla de 2013, se lanzaban las proezas de Rafael Nadal y David Ferrer. La barba marrón escondía jubiloso al presidente de la Federación Española de Tenis (RFET), José Luis Escañuela, y sus cuentas ocultaban que aquel dulce se pagó con los beneficios de la Copa Davis de 2009 y 2011. Según admitía ayer mismo a EL MUNDO la presidenta en funciones de la RFET, Olvido Aguilera, el organismo acordó con el Ateneo de Sevilla pagar todas las chucherías, 12.000 euros, a cambio de que el dirigente pudiera llegar de Oriente.

«Era un acto de promoción de nuestro deporte», justifica Aguilera, también secretaria general de la Fundación del Tenis, responsable de ese convenio y de muchos otros. Tal y cómo destapó ayer La Voz de Galicia, a través del ente sin ánimo de lucro Escañuela, que lo fundó tras su llegada en 2010, pudo hacer gastos discutibles. Unos 50.000 euros en viajes, 65.000 en publicidad (entre ellos, 40.000 euros al Ateneo, caramelos incluidos), 26.000 en abogados, 28.000 en salarios e incluso 8.000 en periodistas. «Todos están justificados», expone la presidenta interina, que añade: «Son parte de los programas que hemos llevado a cabo a lo largo de este tiempo».

«Fomentamos el tenis en las cárceles, con jóvenes, con parados, hicimos promoción de la igualdad de género e incluso colaboramos con la Fundación Vicente Ferrer», enumera la dirigente, que tiene excusa para cada partida polémica. «Cada una de esas iniciativas tiene gastos en publicidad o en salarios, claro. Los viajes sirvieron para desplazar a personalidades a torneos benéficos o para llevar a un monitor a la India, por ejemplo. Y los 8.000 euros se pagaron a un redactor para que promocionara la Copa Federación», admite, aunque evita destapar el nombre del beneficiado: «No lo sé, tampoco lo que hacía exactamente».

Sus cálculos apuntan a unos 300.000 euros invertidos por la RFET en los cuatro años de vida de la Fundación, un montante similar al destinado al también joven Observatorio del Tenis. «Con las últimas dos victorias en la Davis en Barcelona y Sevilla tuvimos unos ingresos extraordinarios y, antes de devolver el dinero al Consejo Superior de Deportes (CSD), decidimos invertirlo internamente», expone alegremente, aunque ese movimiento, cuyas finalidad ahora se descubre muy dudosa, es precisamente el motivo de la guerra que en los últimos meses mantienen RFET y CSD y que ha llevado a la suspensión por un mes del presidente Escañuela.

El organismo del Gobierno, que el jueves envió a dos funcionarios y un auditor de la empresa BDO a inspeccionar los libros de la Federación, siempre ha sospechado de esos dos nuevos organismos independientes. «Es ciertamente preocupante que, en estos años de crisis, mientras se denegaban becas y ayudas, el dinero del tenis español se pudiera emplear en cosas que prefiero ni calificar», expone Miguel Cardenal, presidente del CSD, que añade: «La RFET, además, continúa negando a la Administración Pública documentación necesaria. Entre ella, las cuentas de la Fundación que ahora aparecen en los periódicos».

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OTROS GASTOS

7.924€. Cantidad destinada a pagar la labor de un periodista.

26.488€. para encargos a abogados y asesorías.

9.350€. en gestión de programas.

48.808€. en viajes del personal de la Federación e invitados.

LLEVÁBAMOS tiempo advirtiéndolo, y el presagio se ha cumplido. La egocéntrica y opaca gestión de la Federación y la falta de compromiso con el equipo de la Davis por parte de las grandes estrellas han levantado el telón del peor escenario en las últimas décadas para el tenis nacional: España tendrá que pelear en septiembre para no descender a tercera división. Ayer, la selección, liderada por Robredo –nº 21 del ránking ATP– y capitaneada por Conchita Martínez, perdió la oportunidad de emprender el regreso al Grupo Mundial tras caer estrepitosamente contra Rusia. Los culpables de este desastre histórico no hay que buscarlos sólo en la pista, donde se cedió ante semidesconocidos con puestos más allá del 170, sino en los despachos y en quienes han rehuido a defender a su país en la Copa Davis.

Esta crisis tiene un claro punto de partida: el descenso del equipo a Segunda División en septiembre de 2014 tras 18 años en la élite; una eliminatoria en la que varios jugadores top ya se borraron. Desde entonces, comenzaron a desencadenarse una serie de despropósitos que han enfrentado a la Federación con el Consejo Superior de Deportes –a quien debe rendir cuentas– y con los propios tenistas. Un caos institucional y una lucha de personalismos prendidos con el polémico nombramiento de Gala León como capitana sin contar con el plácet de los jugadores y con la actitud obstruccionista del presidente de la Federación, José Luis Escañuela, para justificar el uso de subvenciones. La posterior inhabilitación de Escañuela y la elección de Conchita para sustituir a León parecían haber enterrado el hacha de guerra, pero la falta de liderazgo que se vio ayer, patente en ausencias como la de Rafa Nadal, que no pasa por su mejor momento, o la de Ferrer, doliente de una lesión, muestra que aún sigue en pie.

Más allá del embrollo institucional, lo que provoca tristeza al aficionado español es ver cómo nuestras mejores raquetas han ido alejándose de la Davis. Nadal, Ferrer, Feliciano, Verdasco… son los jugadores en activo a quienes les debemos ser el equipo más laureado del siglo XXI. Ellos han portado con orgullo los valores nacionales. Pero ahora, España ha quedado descapitalizada por el progresivo desapego de quienes la llevaron a la cumbre, desmotivados por el escaso incentivo económico y deportivo que ofrece la Copa Davis y por un calendario que clama una renovación.

Ante este escenario, es obvio que ha llegado el momento de tener la cabeza fría y olvidar de una vez los personalismos que nos han abocado a este agujero, aunar posiciones y centrarse en devolver el tenis nacional al lugar que se merece, la élite.