2 abril 1974

Sustituyó al General De Gaulle - de quien era heredero político - en 1969

Repentina muerte por enfermedad del presidente de Francia, Georges Pompidou, cuando aún le quedaban dos años de mandato

Hechos

El 2.04.1974 falleció Georges Pompidou.

Lecturas

El heredero político del general De Gaulle, el hombre que desde la presidencia de la V República impuso a Francia un régimen de gaullismo modernizado, ha muerto hoy en París.

Geroges Pompidou tenía 63 años y era un líder político de características poco habituales: se combinaban en él el luchador (fue uno de los primeros en unirse a De Gaulle en el exilio), el literato (es autor de una interesante antología crítica de la poesía francesa) y el hombre de negocios (llegó a dirigir la Banca Rothschild).

Primer ministro en 1962, Pompidou sucedió a De Gaulle como Jefe de Estado de Francia tras las elecciones de 1969 y dirigió un gobierno gaullista.

03 Abril 1975

Ha muerto un hombre de Estado

Pilar Narvión

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La muerte del general De Gaulle fue la caída de un mito, un mazazo. Malraux lo sintetizó en el título del tomo de las anti memorias que dedicó a su héroe. ‘El roble que se abate’. Con Pompidou ha muerto un hombre de Estado.

La primera vez que le vi acababa de salir del anonimato, donde había servido desde hacía años al general. Era su primera conferencia de Prensa como jefe del Gobierno y presidía el acto en el que Giscard d´Estaing presentaba el presupuesto a los medios de información en una de esas exposiciones magistrales que son su especialidad, y en las que no se sabe qué admirar más si la arquitectura perfecta del edificio de sus ideas o su monstruosa memoria. Al terminar tomó la palabra Pompidou y nos dejó una impresión lamentable de desencanto, como si su rudeza hubiese entrado a trompicones en el refinado clima intelectual creado por Giscard.

Desde este primer encuentra con Pompidou le he seguido de cerca durante años. Y se ha convertido para mí en el más prodigioso ejemplo de la transformación que el ejercicio del Poder puede ejercer en una naturaleza humana bien dotada para el mismo.

A Pompidou ni De Gaulle fue capaz de detenerle en su irresistible ascensión. Se le veía crecer, asegurarse, dominar la situación hasta ganar una confianza en sí mismo que llegó a ser prodigiosa. Confianza en sus ideas, en sus gestos, en sus elecciones, desde la política francesa que lleva a golpe de batuta, hasta la irreverencia de imponer su gusto ultramoderno en el mobiliario del Elíseo.

Es bueno recordar para dar una idea de la formidable fuerza que le insuflo el carisma del Poder que en realidad fue el y solo él quien dominó la situación en la revolución de mayo del 68. Muertos los dos quizá ha llegado el momento de revelar a De Gaulle tuvo un momento de pánico tomando el avión para asegurarse de la fidelidad del Ejército cerca de Masusu. Es difícil imaginar hoy a donde podría haber llegado a Francia una decisión poco política en aquellos momentos. La situación extrema la había salvado ya Pompidou dominando con mano dura y excepcional talento de hombre de Estado, las negociaciones con los sindicatos, en las que Pompidou supo imponerse a una del as más sagaces cabezas de Francia. Segu, secretario general de la CGT, pero eso lo vimos todos, lo que no supimos nadie entonces, y muy pocos después, es que fue Pompidou quien impuso al general la idea de la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones idea que recuerda al huevo de Colón: parece sencilla y fácil, pero sólo se da uno cuenta de que además es genial cuando se conoce la solución.

Los suspicaces aseguran que éste fue el momento en que el general sintió quebrarse en su estima la imagen que tuvo hasta entonces de su delfín. Portentosa y maravillosamente soberbio en su grandeza. Soportaba mal a aquel hombre que no sólo le había impuesto en las elecciones sino que se las había ganado a fondo. Llega el momento del destierro con la famosa indicación de que se quedase ‘en reserva de la República’. Y vimos entonces a Pompidou pasear su silueta en Ginebra a Roma, posando de sucesor, de delfín, de elegido, de depositario aun sin los óleos santos, del general, totalmente seguro de sí mismo.

El asalto del UDR como el asalto a la conquista del Elíseo recuerdan el genio militar de Napoleón, esta vez en versión de genio político y en un país donde ciertamente la talla de hombres como Chaban, GIscard, Mendes-France, Miterrand, Edgar Faure, etc. obliga a ciertos ejercicios de estilo poco comunes para dominar la situación.

De la talla de Pompidou es quizá una nada desdeñable medida la personalidad fuera de serie de los hombres de su equipo. Solo los personajes que tienen una confianza total en si mismos se rodean de un equipo excepcional. En el de Pompidou había, además, cuatro putnales famosos, cuatro mujeres que han quedado en la historia política de su presidencia. Maria France Garraud, que le llevó sus relaciones con el Parlamento. Anna María Dupuy, jefe de su Gabinete político, madame Negrei jefe de su secretaría y la famosa ‘tigresa del Elíseo’, madame Servais, hoy en la carrera diplomática y uno de los más singulares personajes del equipo presidencial.

Ha muerto con Pompidou un ‘zoom politicon’ de un calibre poco usual un hombre que jamás empalideció en la compañía del general De Gaulle, que es uno de los pocos personajes a nivel de epopeya humana de nuestro siglo, un formidable hombre de Estado que además es humanista, uno de los hombres más cultos de la Francia contemporánea, que podía citar de memoria, casi íntegro, el texto de la famosa Antología de la poesía francesa. Sus gustos eran electicos y refinados y su labia, tanto de pintura flamenca como de arte austriaco, que era uno de sus pasiones. Hijo de una maestra de escuela y de un profesor de español, hablaba muy bien nuestra lengua.

El pueblo francés sentía por él un inmenso respeto, las clases bajas, porque había sabido escalar la más alta magistratura del país desde los más modestos estratos de la pequeña clase media; la clase alta, porque una ascensión de este tipo, en el estilo pompidoiano hecho de discreción y de talento, merece siempre todos los respetos.

La gran sucesión del gaullismo se abre con la muerte de Pompidou. La batalla se iniciara, en la derecha entre los tres delfines. Giscard, Chaban y Edgar Faure y hasta es posible que se lance a la arena Messmer. La unión de la izquierda tendrá pocos problemas con Mitterrand, que ya había dejado en su día en ballotage al propio De Gaulle obligándole a la humillación de la segunda vuelta y dando así una idea matemática de la fuerza de su convocatoria.

En un momento crítico para Europa, en plena crisis del petróleo, con los laboristas en el Poder en Inglaterra y dispuestos a lanzar por los aires su adhesión al Mercado Común, las elecciones presidenciales francesas, que por segunda vez se ordenarán bajo la presidencia provisional de Poher, van a crear en Europa un difícil compás de espera político que observarán atentamente en Washington y en Moscú y no sin interés en los países árabaes, para los cuales la política áraba del general, que Pompidou había continuado, puede variar si llegase al Elíseo un presidente socialista.

La muerte de De Gaulle impresionó, sin duda, mucho más al mundo político y a las simples gentes, pero el general estaba ya retirado y la política del país no sufrió la más leve sacudida. La muerte de Pompidou pone a Francia ante una campaña presidencial cuyos resultados pueden influir en toda la política europea. No en balde ha muerto un hombre de Estado en ejercicio.

Pilar Narvión

04 Abril 1974

De Gaulle – Pompidou - Mitterrand

Carlos Luis Álvarez 'Cándido'

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Es probable que con la muerte de Pompidou haya terminado no sólo el gaullismo, sino también el posgaullismo en cuanto idea política organizada, aunque tal vez no en cuanto potencia difusa. De todos modos, los restos de esa etapa son de muy difícil recomposición, sobre todo porque Pompidou hizo más racional el Poder. Con De Gaulle se podría vivir en el Elíseo, donde se juntan las almas de los héroes, pero no en la calle. Pompidou ha padecido la contradicción de su sombra protectora, la de aquel gran hombre que quiso ser Juana de Arco. Pero Georges Pompidou no era un místico, y quiso racionalizar la herencia, porque su inspiración era inevitablemente civil. Su dramática desaparición sitúa a nivel de la calle el asunto del Poder, más de lo que estaba ya y es deducible que ahí se deshagan las últimas solideces del gaullismo.

El problema no es tanto la supervivencia del gaullismo como el de su sustitución. Pienso que Mitterrand ha constituido la única resistencia dinámica de importancia frente al ideario político, que, a su manera, representaba Pompidou. Resistencia dinámica y, a la vez, positiva. Abierta y no huraña. Dos aciertos tácticos de Mitterrand, pueden ahora dar mucho juego. El primero de ellos es el de haber evolucionado hacia las tesis de Pierre Méndes-France, cuyo resultado fue el programa común es decir el contrato legislativo con los comunistas sin anular las diverengencias respecto a ellos. El otro ha sido el de rechazar la mecánica institucional de la IV República, en la que la soberanía del Parlamento y la estabilidad gubernamental parecían términos contradictorios. Además de eso. Mitterrand recoge del general De Gaulle su enemiga a los pactos militares – el de la OTAN y el de Varsovia – inclinándose hacia un marco de seguridad exclusivamente europeo. De manera que las proposiciones de Mitterrand acerca de la política nacional y de la internacional le sitúan dentro de las ideas de la V República, y no exactamente frente al gaullismo. De otra parte, su socialismo centroeruopeo, más que mediterráneo, refuerza sus posiciones públicas. Si el panorama es así, acaso podamos decir, aunque resulte paradójico que François Mitterrand es hoy en Francia el único sentido posible, la continuidad.

Cándido