20 mayo 1974

En la primera vuelta cayeron candidatos como el 'gaullista' Chaban, la ultraizquierdista Laguiller, o el extremista de derechas Jean Marie Le Pen

Elecciones Francia 1974 – Valery Giscard d´Estaing (derecha liberal) vence por la mínima al socialista François Mitterrand

Hechos

En mayo de 1974 se celebraron las dos vueltas para las elecciones presidenciales en Francia.

Lecturas

El 19 de mayo de 1974 el candidato de la derecha liberal, Valéry Giscard d´Estaing, se ha impuesto en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas, con el 50,7% de los votos.

Se convierte, de esta forma en el tercer presidente de la V República francesa.

En la primera vuelta de estas elecciones celebradas en abril, Giscard fue el candidato más votado del centro derecha: obtuvo el 32,8% de los votos, un procentaje bastante más alto que el conseguido por Jacques Chaban-Delmas y Edgar Faure, que le disputaban la herencia del gaullismo.

El candidato de la izquierda unida, François Mitterrand, consiguió en la primera vuelta el 42,0% de los sufragios.

25 Mayo 1974

Giscard, presidente de media Francia

Eduardo Haro Tecglen

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La elección de Valery Giscard d´Estaing como Presidente de Francia es el resultado más visible de las elecciones celebradas el domingo pasado en Francia. No es, sin embargo, el más significativo. Hay un hecho trascendental que se viene señalando desde el arranque de la campaña electoral para el primer turno: la caída de un régimen, el final del sistema que ha gobernado el país durante dieciséis años bajo el nombre del General De Gaulle, que quiso cambiar de era – proclamó la V República – y que pretendió la reducción del papel de los partidos políticos y de la Asamblea Nacional y aún trató de la desaparición pura y simple del Senado; se apoyó en un poder personal y en un grupo que no quiso llamarse a sí mismo partido, sino mouyevement (movimiento) o rassemblement (reunión, grupo): la UDR. Que llega a su final. Va a haber su autocrítica, dijo el lunes siguiente al segundo turno su secretario general, Sanguinetti: se dice que puede disolverse hasta el mes de junio, que pueden salir de ella algunos partidos (uno, que encabeza Debré, otro, dirigido por Chaban Delmás). La caída del régimen implantado por el General De Gaulle, y no dilapidado por su heredero, Pompidou, sino alcanzado ya en los últimos tiempos de gobierno del General, ha de señalarse por un nuevo parlamento, por un mayor peso de la opinión pública; y por la obligación de tener en cuenta a la oposición.

De esta bipolarización se desprende otro hecho histórico: la nueva fuerza de la izquierda. Nunca la suma de votos de los partidos de izquierda había sobrepasado, como en esta ocasión, el 49% de los votos: nunca había estado más próxima al poder, nunca lo había tenido al alcance de las manos como ahora. La integración del partido comunista dentro de esa izquierda es un hecho que sólo se había producido en los tiempos del Frente Popular de abril de 1935. Pero aquel Frente Popular tenía unas motivaciones históricas propias: era, sobre todo, un antifascismo en la época de los grandes fascismos europeos, y obedecía a la misma ley de miedo y defensa que obligó más tarde a un conservador anticomunista como Churchill a unirse a la Unión Soviética (lo que él llamó ‘la alianza con el diablo’) para luchar contra el nazismo.

Cuando Giscard, en su primera declaración pública después del escrutinio, anunciaba que Mitterrand deberá desempeñar un papel trascendental en el futuro de la política y del país, estaba admitiendo esa realidad, y es excelente que la admita. Sería para él suicida que se deje llevar solamente de la oficialidad del resultado, que no se diera cuenta de que quien le ha elegido no es más que la mitad de Francia, y que la otra mitad está claramente en contra. Que es, sin duda, lo mismo que le habría sucedido a Mitterrand. Pero con un matiz importante: Mitterrand hubiese ascendido al poder desde una oposición condenada y perseguida desde que terminó la guerra mundial, y Giscard apoyado por una derecha bien instalada. Es decir, que la izquierda es una fuerza que sube; la derecha, una fuerza que desciende. Para sostenerse, para ganar esos decimales de votos que le han hecho Presidente, Valery Giscard d´Estaing ha tenido que hace una campaña de promesas sociales, y desde la misma noche del domingo está ya siendo acuciado para que las cumpla. La izquierda le ha acusado de demagogo por esa campaña: va a tener que demostrar que no lo es, o que es un demagogo que para ejercer su demagogia no va a tener más remedio que hacer las concesiones prometidas. Es decir, va a tener que gobernar a la izquierda.

Una vez constituido este gobierno, Giscard se enfrentará a las grandes batallas que el país tiene pendientes: la social y la económica. Con Mitterrand en la presidencia, los sindicatos hubiesen contenidos sus reivindicaciones en espera de que sus medidas modificaran su situación: con Giscard, las huelgas pueden comenzar inmediatamente. Con la nueva fuerza, la nueva moral, de la izquierda, estas reivindicaciones pueden llegar muy lejos. La otra cita la tiene con la inflación. Como Ministro de Finanzas, ha hecho lo que ha podido por restañarla, como presidente de la República, elegido sólo por la mitad del país, tendrá que llegar más lejos.

Teóricamente, Giscard tiene ahora cuatro años delante: los que le separan de las elecciones para la Asamblea Nacional. Mitterrand hubiese disuelto la Asamblea y convocado elecciones generales: Giscard debe apoyarse en la existente, que le da una mayoría resignada (resignada porque el UDR o los partidos que de él surjan tienen que apoyarse frente a la izquierda) y evitar la disolución, porque unas elecciones generales le darían una mayoría de diputados de la izquierda, de los cuales sería prisionero. Eso sucederá dentro de cuatro años, a la izquierda unida sabe conservar y aumentar su fuerza actual: sobre todo, sucederá si Giscard no cumple sus promesas sociales (si la derecha, los grupos de presión, no le dejan cumplirlas) y no gobierna con una inclinación a la izquierda como ha prometido. Puede decirse que en estos momentos es un Presidente prisionero: de una izquierda que lo iguala en fuerza electoral, de una derecha que si le retira el apoyo que le ha prestado le dejará minoritario.

La influencia de Giscard en política exterior es un tanto más en la reconversión atlántica de Europa, en el mantenimiento de la OCDE, en la estela de los Estados Unidos, Giscard es amigo personal de Schmidt y es posible que entre los dos continúen la idea de la Federación Europea que pretendían sus Inmediatos predecesores, Pompidou y Brandy, pero en un sentido contrario: menos independentista. Siempre claro está, que Giscard sepa salir de su prisión política y que la oposición, en este caso más unida la izquierda de Mitterrand y la derecha del UDR, se lo permitan, o él consiga burlarles. En todo caso, al desafío a los Estados Unidos que lanzó al General De Gaulle – y que, la verdad sea dicha, no pudo llevar a sus extremos – ha terminado.

¿Va a reformar Giscard la Constitución? ¿Va a reducir el término del mandato presidencial (ahora, siete años)? ¿Va a dar más poderes a la Asamblea? ¿Reformará el sistema electoral? Estas respuestas, si fuesen afirmativas, serían decisivas para el porvenir de la política francesa, y para el de Europa en general. Hay que sospechar que, por el momento, no llegue a ello. El mecanismo de poder presidencial fuerte le favorece, y no la abandonará más que a regañadientes. Sin embargo, no hay posibilidad de renovación del país que no venga de ahí. Sin embargo, no hay posibilidad de renovación del país que no venga de ahí. El sistema en sí es un peligro, un riego grave de dictadura. Giscard no parece en este momento, recién salido de la campaña y de sus promesas, llevar la túnica del dictador. Pero no se sabe en el futuro cómo querrá responder a la presión de la izquierda. Ni se sabe quién puede ser su sucesor dentro de unos años.

Eduardo Haro Tecglen

20 Mayo 1974

El nuevo presidente

Pilar Narvión

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La primera preocupación de los portavoces de Giscard d´Estaing ha sido reconocer que la votación señala una profunda preocupación social por parte del pueblo francés. “Nuestro primer interés será ponernos en contacto con los responsables sociales y poner en marcha una vigorosa política social encaminada a una distribución justa de PNB.

Giscard es demasiado inteligente para no saber que su talante aristocrático le crea una seire de suspicacias contra las que tendrá que luchar, con el talento que sabe desplegar siempre, si quiere ser ‘el presidente de todos los franceses’. Su primera declaración ha sido que ‘no habrá ni vencedores ni vencidos a partir de la toma de posesión’.

Giscard ha heredado su puesto al sol de la pol´tiica francesa, como ha heredado su castillo de Puy-de-Dome, donde es alcalde inamovible, con la misma naturalidad que resultan inamovibles los árboles de su parque centenario.

Giscard heredó su feudo político, que le ha servido de punto de apoyo en su vertiginosa carrera política de su abuelo materno, el famoso Jacques Bardoux, de la Federación Republicana, que fue capaz de desterrar a los socialistas del macizo central francés. Su abuela materna es uno de los personajes más apasionantes de la segunda línea de la batalla política de la IV República, y ella educó a Valery para presidente de la República Francesa, como otras abuelas tenaces los educan para príncipes de la Iglesia. El mérito de Giscard es que aprovechó todos los capitales que las hadas familiars pusieron sobre su cuna.

El nuevo Presidente francés nació en Coblenza y su formación es poco común. En razón de su inteligencia fue siempre el benjamín de todas sus clases y el número uno de todos sus estudios que fueron nada menos que el Politécnico y en ENA de donde partió para alcanzar el número uno de su promoción de inspector de Finanzas.

A la vida política llegó de manos de Edgar Faure de quien fue jefe de gabinete a los veintisiete años. En 1956 heredó de su abuelo el feudo político de Puy de-Dome, donde es una especie de señor feudal de la era atómica. Para ganar popularidad, como un conde medieval, llega a animar los bailes populares de su pueblo tocando el acordeón.

El talento de Giscard está en que, a partir del liberalismo político más ortodoxo que fue su caldo de cultivo, se ha convertido en el político más audaz de la derecha europea con su famosa teoría de la evolución que es algo así como la revolución a gotas.

Su inteligencia es muy brillante, rápida, y como todas las inteligencias particularmente rápidas, se fatiga fácilmente y necesita más horas de sueño y más días de vaciones de lo normal.

Giscard es la antítesis total del francés medio. Más alto que el francés medio, más culto, más rico, más elegante, más deportista. Su aspecto físico debido a unos pómulos muy altos y unos ojos mandarinescos, hace pensar en algún lejano entronque asiático, como si descendiese de alguno de aquellos terribles tártaros del año 1000 y luego Francia se hubiese encargado de limar las aristas de semejante herencia genética.

Se dice que la ambición obstinada de Giscard fue siempre el Elíseo. Esta ambición parece el natural. Es un hombre vertebrado en la ambición y no es una ambición cualquiera. La ambición de ser el primero. El primero en el Poder, puesto que la cuna lo situó ya el primero en la educación y en la jerarquía social de su país.

El nuevo Presidente francés simboliza hoy, de forma apasionante, la gran aventura de la derecha europea, y a él le toca demostrar que esa derecha no es ‘el muestrario de todas las imbecilidades y de todos los egoísmos’, como ha dicho un gran hombre de Estado, Giscard está muy lejos de ser imbécil. Y su situación permite el lujo de despreciar todos los egoísmos. Hombre afortunado, tiene además frente a él el macizo bloque de los votos de su oposición que le servirá para amordazar a todos aquellos de sus amigos que podrían hacerle estorbo con un conservadurismo que ya no se lleva.

Pilar Narvión