7 mayo 1974
Impresionante éxito de la República Democrática de Alemania (comunista de la Europa del Este) infiltrando a Walter Guillaume
Dimite Willy Brandt como canciller de la Alemania occidental tras descubrir que su asesor personal era un espía comunista
Hechos
El 7.05.1974 Willy Brandt dimitió como cancille de la República Federal de Alemania.
Lecturas
«Hay momentos en los que hay que pensar que nada nos es ahorrado», dijo Willy Brandt, canciller de la República Federal de Alemania desde 1969 y líder del partido socialdemócrata, SPD, refiriéndose a Walter Guillaume, el espía de la Alemania comunista que logró introducirse en el círculo de los consejeros del canciller y ganarse su confianza, lo que dio pie a que el principal partido de la oposición, el democristiano CDU considerara a Brandt un ‘peligro para la seguridad nacional’ por no haberse dado cuenta.
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El mandato de Schmidt durará hasta la moción de censura de 1982.
En septiembre de 1987 el presidente de la RDA visitará la RFA.
08 Mayo 1974
Brandt: Ética y política
El caso del espía Guillaume ha sido lo que ha contribuido decisivamente a que se derramara el vaso de la amargura. Con insistencia se venía diciendo hace poco más de medio año que Brant ya no era el de antes. Es cierto. Un comentarista escribía recientemente: “¿qué se ha hecho de aquel sonriente Willy Brandt de los años berlineses? Brandt se ha convertido en la momia del palacio de Schaumburg”.
Pues sí, el canciller ya no era aquel político optimista, cordial y rebosante de afecto. Su carácter se había agriado, cada vez encajaba peor las adversidades – el, que precisamente se había asado la vida entera luchando contra la adversidad – y últimamente permanecía oficial.
Desde que el jefe del Partido Socialdemócrata [SPD] se hizo cargo de la cancillería, la oposición cristianodemócrata [CDU] no sólo no le ha dado un momento de respiro – tal es, en principio, su misión – sino que ha hecho lo imposible para minar su respetabilidad como hombre de Estado, y también como hombre. En efecto, sabida es la lucha sin cuartel que los cristianodemócratas opusieron a su Ostpolitik; por una parte, aprovecharon la exigua mayoría parlamentaria que el Gobierno tenía en la anterior legislatura para intentar derribarlo como canciller y, al fracasar, bloquear la ratificación de los tratados signados con el Este; por otra parte, acusaron al Gabinete y concretamente a Brandt de estar vendidos a la Europa comunista. A raíz de que la oposición perdió su batalla por unos votos, no tardó en estallar el ‘caso Steiner’ sobre la supuesta compra de dos diputados.
Las elecciones generales resolvieron la dramática igualdad existente en el Bundestag. El pueblo alemán otorgó con creces su confianza a la coalición liberal-socialista que desplegaron en tal ocasión los cristianodemócratas fue lamentable: su único objetivo, a falta de mayores argumentos políticos, consistió en no pocos casos en tratar de minar la figura de Brandt. Y el hombre que acababa de ser galardonado con el Premio Nobel de la Paz no sólo era acusado de haberse entregado a los rojos de Pankow, sino que, en cuanto podían recordaban a los electores que era hijo natural, que tenía dos mujeres, que bebía más de la cuenta, que su hijo era trotskista.
La nueva legislatura prometía en principio una vida más sosegada para el nuevo Gabinete. No ha sido así. Las huelgas, las graves complicaciones habidas en las últimas etapas de la Ostpolitik, los considerables retrocesos experimentados por el Partido Socialdemócrata en las elecciones realizadas en cuatro Estados, las reivindicaciones de los jusos el freno opuesto por los liberales a una serie de reformas interiores que fueron prometidas a los electores, todo ello había creado un clima de inquietud en el seno del Partido SPD. Brandt ha sido criticado duramente incluso por sus propios colaboradores. Además el hecho de que Scheel abandone el cargo para presentarse como sucesor de Heinemann ha contribuido a inquietar al canciller. No hace muchas semanas se rumoreó que Brandt quería dimitir; luego se dijo que estaba recibiendo muchas presiones para que fuera él quien pasara a ocupar la presidencia de la República.
Así las cosas, con un Brandt excesivamente fatigado y pesimista, y ante las decisivas elecciones en Baja Sajonia, surge el escándalo del espía Guillaume, su ayudante en la cancillería. Una vez más, la ocasión ha sido aprovechada para orientar los más virulentos ataques contra la persona del canciller, y el vaso de la amargura se ha derramado…
La República Federal de Alemania pierde a un preeminente político, a un gran hombre de Estado, a un socialdemócrata que contra viento y marca supo colocar a su país en el lugar que en el concierto de las naciones le correspondía; pero, sobre todo, Alemania pierde a un hombre de una singular entereza moral, de una dignidad ejemplar, de una rectitud poco común, cualidades que por cierto no suelen adornar las figuras del mundo político de hoy. Willy Brandt supo ejercitar en todo momento la ética y la política. Es una gran pérdida para Alemania Federal, y también para esa Europa comunista que vive la peor de sus crisis.
El Análisis
El 25 de abril de 1974, la República Federal de Alemania se despertó con la noticia de que el secretario personal del canciller Willy Brandt, Günter Guillaume, no solo tomaba notas… sino también órdenes de Berlín Oriental. Apenas dos semanas después, el 6 de mayo, Brandt dimitía. No era un canciller cualquiera: socialdemócrata, Premio Nobel de la Paz en 1971 por su política de acercamiento al Este —la Ostpolitik—, había sido el arquitecto de un inédito deshielo entre los dos bloques. Su gesto de arrodillarse en el monumento al gueto de Varsovia, su apuesta por el reconocimiento de las fronteras y el diálogo con la RDA, habían cambiado el clima político europeo.
Pero la Guerra Fría rara vez premia a los que tienden puentes: muchas veces, los sabotea. Brandt no cayó por falta de visión, sino por un exceso de confianza en quienes tenía más cerca. Guillaume, el asistente que llevaba su agenda y le acercaba el café, resultó ser un espía de Erich Honecker, una ironía histórica tan brutal que ni John le Carré se habría atrevido a escribirla. El hombre que abrió las puertas a la RDA para el diálogo terminó siendo derribado por un infiltrado de ese mismo régimen.
El escándalo fue el más sonado de la Guerra Fría en Alemania Occidental, y aunque Brandt no estuvo implicado directamente en ninguna traición, la sombra de negligencia y el desgaste político lo forzaron a marcharse. Años después, Guillaume y su esposa serían devueltos al Este, donde él fue recibido como héroe y condecorado con el Premio Karl Marx. Para la RDA, el golpe fue una victoria propagandística; para la RFA, una amarga lección: en la política internacional, como en el espionaje, la línea entre el acercamiento y la vulnerabilidad es tan fina como un papel de calcar.
J. F. Lamata