6 diciembre 1981
La nota fue reproducida por la agencia EUROPA PRESS de Antonio Herrero Losada, tras la negativa de la agencia EFE
El ‘Manifiesto de los cien: 100 militares piden a los medios de comunicación respeto para el Ejército al informar sobre los procesados del 23-F causando un revuelo político y sanciones
Hechos
El 5.12.1981 la agencia EUROPA PRESS hizo público un escrito firmado por 100 militares protestando por la falta de respeto de los medios de comunicación hacia miembros del ejército.
Lecturas
El 6 de diciembre de 1981 la agencia Europa Press de D. Antonio Herrero Losada y el periódico Ya dirigido por José María Castaño Gómez del Valle publicaron el llamado ‘Manifiesto de los 100’, en el que 100 militares que denunciaban un linchamiento mediático contra los procesados por el 23-F. Los promotores del manifiesto son los capitanes D. Blas Piñar Gutiérrez (hijo de D. Blas Piñar López, presidente de Fuerza Nueva), D. Rogelio González Andradas, D. Enrique González Mateos, D. Juan Cañadas Lorenzo y D. José Lorenzo Esperante
Diario16, El País y ABC condenaron aquel manifiesto que sí fue respaldado por El Alcázar, Ya y su columnista Emilio Romero Gómez. El 17 de diciembre el programa ‘La Clave’ de TVE decide dedicar un programa para analizar el ‘Manifiesto de los 100’ en el que se invita a Emilio Romero Gómez (Ya) y Antonio Izquierdo Ferigüela (El Alcázar), pero ambos declinan participar. En el programa sí participarán los periodistas José Manuel Oneto Revuelta y Miguel Ángel Aguilar Tremoya que emitirán severas críticas contra el periódico El Alcázar. El programa será criticado tras su emisión tanto por Romero Gómez en Ya como por Izquierdo Ferigüela en El Alcázar.
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LOS PROMOTORES DEL ‘MANIFIESTO DE LOS CIEN’
El capitán D. Rogelio González Andradas se definió a sí mismo como el promotor de aquel escrito.
El capitán D. Blas Piñar fue el redactor del texto. El hecho de ser hijo del presidente de Fuerza Nueva, D. Blas Piñar López, hizo que se ligara al manifiesto con la ideología extremista de FN.
Nota de la JUJEM
5-12-1981
La junta de jefes del Estado Mayor, a la vista del escrito entregado a la agencia EUROPA PRESS con la firma, al parecer, ce un centenar de oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas, y ante la posibilidad de una transgresión de las obligaciones inherentes a la disciplina castrense, ordena la apertura del procedimiento oportuno para exigir las responsabilidades a que hubiera lugar.
La Junta de Jefes del Estado Mayor.
05 Diciembre 1981
DOCUMENTO FIRMADO POR CIEN OFICIALES Y SUBOFICIALES
‘Algunas informaciones deforman la imagen de las Fuerzas Armadas’
A la opinión pública en general y a los responsables de los medios de comunicación social en particular.
Como cuadros de mando de las Fuerzas Armadas, conscientes y responsables de nuestra misión, claramente recogida en el artículo 8. De la Constitución, fieles al juramento solemne a nuestra Patria y leales al pueblo, del cual formamos parte inseparable y entre el cual ejercemos cotidianamente nuestra profesión a la que – no se olvide nunca – accedimos de forma totalmente vocacional, hemos constatado durante los últimos años, y con mayor proliferación en los últimos meses, numerosas actitudes e informaciones públicas que, por su trascendencia y por referirse a las Fuerzas Armadas o a sus componentes nos hace Salir de nuestro habitual silencio.
Dichas actividades e informaciones podríamos sintetizarla:
1) Artículos, comentarios y reportajes sobre nuestros Ejércitos y Fuerzas de Seguridad, que muchas veces por desconocimientos y otras por indudable mala fe incurren en errores de bulto, enfoques distorsionados o afirmaciones sin base alguna, que deforman, en definitiva – por frivolidad o intencionadamente – la imagen que los españoles tienen de sus Fuerzas Armadas, su situación actual y sus aspiraciones.
2) Opiniones sobre las Fuerzas Armadas y su actuación en la historia de nuestra Patria, y en concreto sobre los hechos de armas más cercanos, dentro y fuera de nuestras fronteras, en las que se vierten juicios peyorativos de valor con óptica parcial y antimilitarista, buscando apoyo y justificación en manipulaciones o suposiciones de la realidad acontecida.
3) Infravaloración, desprecios y ataques a los símbolos y valores nacionales y castrenses, que sin caer en una relación detallada resumimos en los recibidos diariamente en nuestra bandera, expresión de la unidad patria; el intento continuado de ensombrecer virtudes como el honor, el heroísmo o la disciplina; la demolición de los monumentos a los que – dándonos un ejemplo permanente – dieron hasta la última gota de su sangre por España; la retirada de los nombres de la calles de nuestros pueblos y ciudades de aquellos que, vistiendo el uniforme militar, desempeñaron los puestos de mayor responsabilidad en la historia reciente de la Patria; o la supresión de la más preciada de nuestras condecoraciones del escudo de una provincia que supo ganarla por su valor colectivo.
4) Comentarios y noticias sobre las Fuerzas Armadas, su manera de actuar y pensar en relación con la situación política actual, seguida de peticiones de profesionalización, democratización o depuración de sus miembros, muestra de una desconfianza absoluta hacia la milicia desde sectores partidistas que buscan por cualquier método deshacer los Ejércitos de España para remplazarlos por otros a su servicio.
5) Ataques, insultos, injurias y calumnias generalizados o directos contra miembros de las Fuerzas Armadas, todos ellos de historia militar brillante e intachable, sobre todo aquellos que por su jerarquía y edad fueron protagonistas de gloriosos hechos de armas y cuyo valor e integridad profesional no pueden ser puestos en duda por simples conjeturas, sobre todo cuando algunos de ellos están pendientes de la sentencia de un consejo de guerra en cuyo resultado de hechos probados y en la calificación jurídica de estos hechos se determinará la honorabilidad o no de sus conductas.
6) Intentos de desprestigio de la Legión y la Guardia Civil publicando noticias tremendistas sin las necesarias evidencias, distorsionando los hechos y encizañando a la opinión pública, para justificar a continuación su transformación o disolución con argumentos parciales y falaces que únicamente persiguen privar a las Fuerzas Armadas, de dos de sus más tradicionales, eficaces y prestigiosos peones.
7) Cualquier información, reportaje, comentario o juicio de valor sobre la institución militar que pueda contribuir a su perfección y difusión, debe ser expuesto con conocimiento de la realidad castrense con profundo respeto al ente militar y su misión y total exclusión de espíritu destructivo en su planteamiento.
Estas puntualizaciones, aunque reflejo de un sentir general, las hacemos a título personal y en virtud de lo expresado en el artículo 178 de las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas.
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Firman 100 militares encabezados por D. Rogelio González Andradas, D. Blas Piñar Gutiérrez, D. Enrique González Mateos, D. Juan Cañadas Lorenzo, D. José Lorenzo Esperante y D. Tomás Rivera.
08 Diciembre 1981
EL DOCUMENTO DE LOS CIEN
La noble, enérgica y justísima nota que ayer emitió la Junta de Jefes de Estado Mayor sobre el manifiesto que un centenar de oficiales y suboficiales hizo público en la noche del sábado nos eximiría realmente de emitir mayores juicios, ya que en ella se resume y condensa la seria descalifiación que nuestro periódico comparte íntegramente sobre tal texto. Si añadimos a ella este editorial es porque la gravedad del hecho exige algunas clarificaciones y porque el honor de la Prensa – que no quiere desmerecer a ningún honor – está en juego.
Por ello nos sumamos también a la opinión expresada por el señor Fraga al afirmar que se trata de un documento inadmisible en el fondo, en la forma y en la oportunidad.
Inadmisible en el fondo porque en él no se dice la verdad. Los periodistas no somos impecables. Y es muy posible que a lo largo de los años pasados pudieran acumularse unas cuantas anécdotas de gestos, frases o tratamientos que hubieran podido molestar a estamentos militares. Peor también es muy cierto que la prensa en su conjunto – y nuestro periódico está especialmente orgulloso de ello – ha rendido siempre al Ejército todo el honor que se merece. Reiteradas veces, cientos de veces, nuestros editoriales han subrayado los impagables servicios que en la lucha contra el terrorismo, en la misma construcción de la libertad, en la defensa de la Constitución, ha prestado el Ejército a la nación. Reconocemos y elogiamos el heroísmo de muchos de sus hombres, nos inclinamos ante aquellos que fueron vilmente asesinados, admiramos el modo en que han sabido renunciar a sus punto de vista personales para servir a la nación. Jamás hemos regateado elogios ni para sus merecimientos, ni para ninguno de los símbolos de los que se sienten legítimamente orgulloso.
A veces, sí, hemos criticado a algunos elementos que forman parte del Ejército. Pero lo hemos hecho siempre precisamente en la medida en que sus actos se alejaban de sus deberes como militares. Lo mismo que criticamos hoy un documento no porque haya sido firmado por oficiales del Ejército, sino porque, al firmarlo, han violado tan seriamente las propias Ordenanzas del Ejército. Ningún militar puede sentirse herido por esa crítica, ya que todo militar debe sentirse herido antes que nadie por lo que va contra ese honor del Ejército, que se centra en la disciplina.
Inadmisible en la forma. Porque esa forma se centra en un grave ‘acto de indisciplina’, como señala la nota de la JUJEM. Porque en ese escrito hay una ‘total omisión en los trámites reglamentarios’ y una violación del artículo 203 de las Reales Ordenanzas. Porque en ese escrito se falta ‘a a la lealtad debida a los mandos y superiores’ y se falta doblemente, ya que dicho escrito – que circulaba por los cuarteles desde hace meses – había sido muy expresamente prohibido por los legítimos superiores militares. Inadmisible porque – como sigue diciendo la citada nota – en él se ‘introducen afirmaciones que revelan una absoluta falta de identidad con los principios constitucionales y con las misiones asignadas a las Fuerzas Armadas en el artículo 8 de la Constitución’. Y especialmente inadmisible porque textos como el que comentamos ‘afectan a la necesaria unidad y cohesión entre las Fuerzas Armadas’ y ‘pueden producir una separación o extrañamiento del resto de la sociedad’.
Nadie diga, pues, que al criticar ese texto criticamos al Ejército. Muy al contrario, al rechazarlo rechazamos la indisciplina, rechazamos la división, rechazamos la desobediencia a los jefes, rechazamos la separación del pueblo y del Ejército. Al rechazarlo estamos defendiendo lo que es la misma naturaleza del Ejército y defendemos la misma paz de los españoles, que se vería muy seriamente amenazada por todo lo que supusiera una división en el interior de sus Fuerzas Armadas.
Inadmisible también en su oportunidad. Que una quejas, que pudieron exponerse a la autoridad legítima y que hubieran sido recogidas por ésta en todo cuanto tuvieran de justas, hayan sido lanzadas con oportunismo milimétricamente estudiando a la hora más exacta para enturbiar la fiesta de la Constitución, con el Rey fuera del país, con los españoles disfrutando felices su puente festivo, muestra que se buscaban metas muy diferentes a una simple queja de unos tratamientos periodísticos, cuenta con unos jefes para expresarlos, cuenta con unos Tribunales para valorarlos. Pero que un grupo minoritario de oficiales – cien sobre un total de cincuenta mil – lance sus opiniones a la calle saltándose todas las más elementales normas de la disciplina no parece ciertamente el mejor camino para curar unas heridas, sino para abrir otras.
No trataremos de magnificar ni generalizar un documento triste. Gestos como éste no nublarán un ápice la alta estima que en el Ejército nos merece ni el reconocimiento de su servicio a la democracia querida y elegida por los españoles. La rápida reacción del Alto Mando militar nos demuestra que la disciplina sigue estando en su sitio. Y esa disciplina nos ha parecido siempre y nos sigue pareciendo el mismo meollo del honor militar. No se enturbie tal honor por quienes – aun cuando tuvieran o tengas parte de razón en sus quejas – acuden a la indisciplina para manifestarlas.
08 Diciembre 1981
NO PERDER LOS NERVIOS
No hemos querido comentar en caliente el ‘manifiesto de los cien’, publicado el pasado domingo, porque pensamos que estos hechos necesitan un mínimo período de enfriamiento que debe coincidir con el análisis más riguroso Hay que estudiar el escrito en sí mismo, sus contenidos, su oportunidad y, al mismo tiempo, las consecuencias que de él puede derivarse. Breve y sucintamente vamos a dar cuenta a nuestros lectores de este análisis.
Ante todo hay que decir que las afirmaciones básicas del escrito pueden ser suscritas sin demasiados escrúpulos por cualquier honesto observador de la realidad española. Algunos medios de comunicación, tal vez llevados por un exceso de celo no justificable están contribuyendo al clima de inquietud dentro de las filas de las Fuerzas Armadas; cualquier aspecto, nombramiento, suceso, manifestación que procedan o afecten al estamento militar son observados con lupa, resaltados e incluso prejuzgados. Hay a veces juicios de intenciones, sospechas especulativamente documentadas, acusaciones artificialmente montadas que, en buena lógica, crean en los cuarteles y oficinas militares una sensación de ser ellos los eternos sospechosos, los presuntos culpables de que la democracia no acabe de consolidarse en España. Dicho en términos mucho más tajantes que los vertidos en el manifiesto, los militares aspiran a que se les deje en paz para que la paz sea de todos.
Otra cosa muy distinta son las circunstancias en que se produce un manifiesto. Hay una serie de notas negativas para los autores que no podemos dejar de señalar: el dia (parece como una réplica a la celebración del día de la Constitución), la ausencia del Rey (jefe supremo de los Ejércitos), las palabras recentísimas del presidente del Gobierno pidiendo que se borre la sombra del fantasma del 23 de febrero y, por supuesto, la condición militar de los propios firmantes, sujetos a la disciplina castrense y que conocían su responsabilidad al hacer público el escrito. Pero, sobre todo quisiéramos salir al paso de un peligro real: cien oficiales y suboficiales con residencia en Madrid; es decir, una mínima parte de los que viven y trabajan en la capital, pueden, con su actitud, involucrar en un tema tan delicado como el del proceso del 23 de febrero a gran parte de las Fuerzas Armadas.
Y a las autoridades militares han procedido como debían, ordenando instruir procedimiento para, en su caso, aplicar si procede el Código de Justicia Militar, al tiempo que han recordado a los militares de toda España los deberes a que están sometidos en virtud de la disciplina castrense. Nosotros quisiéramos pedir, sencillamente, serenidad y templanza. Los españoles respetamos y admiramos al Ejército, entre otras razones porque los componentes del mismo son nuestros propios hijos y porque conocemos la misión indeclinable que el Ejército tiene de defender el orden constitucional y la paz. Esa serenidad debe teñir todos los actos del Gobierno de los políticos, de la prensa – sobran veladores que atisban fantasmas por doquier – y de los propios militares. Y templanza, puesto que los problemas son de todos. Y respeto, pues la guerra psicológica es el caldo de cultivo para mayores disensiones.
08 Diciembre 1981
EL DOCUMENTO MILITAR
La prestigiosa agencia informativa EUROPA PRESS y los periódicos, han cumplido honradamente con su deber, distribuyendo y publicando el Documento de cien militares, escrito y orientado para la defensa de las Fuerzas Armadas, cuya representación no se arrogan, sino que constituye el pensamiento particular y solidario de ese centenar de capitanes, tenientes, suboficiales y sargentos. La Junta de jefes de Estado Mayor, ante la sospecha de una transgresión, en virtud de la disciplina castrense, ha ordenado la apertura de un expediente, la autoridad militar ha decretado dos semanas de arresto para los firmantes, y ha designado a un juez.
El documento – leído serenamente, sin parcialidades políticas y sin prejuicios – es únicamente una manifestación defensiva frente al agravio o la deformación; una proclamación de asumir la Historia, también la de las Fuerzas Armadas y la exhibición comprensible de su orgullo por biografías militares, anticipadamente injuriadas antes del Juicio del 23-F y también ese orgullo o esa lealtad ante la erradicación de figuras militares famosas – y para ellos ilustres – de calles y de documentos. No hay una sola crítica a la situación política; no hay intromisión en los actos de gobierno. Se defienden ante la opinión pública y dirigen su defensa a los medios de información. Ellos aluden al artículo 178 de las Reales Ordenanzas de las Fuerzas Armadas, y hay otros dos artículos, el 201 y el 203, que les afectan, y cuyo resumen es que ningún militar puede hacer nada sin la autorización del superior, pero en este caso ese ordenamiento no está tratado en la Constitución. La ley de leyes es la Constitución y señala en el artículo 14 las igualdas de los españoles ante la ley, sin discriminaciones de ningún carácter. El artículo 18 garantiza el derecho al honor y a la propia imagen. Y el artículo 20 reconoce y protege los derechos a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones. Otro olvido más de los redactores de la Constitución. No se incluye en ella lo que señalan los artículos 178, 201 y 203 de las Reales Ordenanzas. Con la Constitución en la mano estos artículos son discutibles. Un solo argumento de método, en función de la disciplina militar, podría argüirse y sería el de que la superioridad está llamada a hacer la defensa, cuando se entiende que las Fuerzas Armadas, los símbolos que están obligadas a defender, habían sido agraviados. ¿Han tenido lugar agravios a lo largo de los últimos meses y también de los últimos años? Está en la información y en la conciencia pública que sí.
¿Ha respondido la Superioridad – cualquiera que sea la Superioridad – con la claridad y contundencia necesaria para no hacer de este agravio la noticia diaria? Sinceramente no. O por lo menos, a la opinión pública no le ha llegado esta noticia. Se ha agraviado al Rey, a la bandera, a la Nación, a la Constitución misma en artículos básicos, y recientemente a las Fuerzas Armadas en La Coruña, y la cúspide militar, o la Superioridad, ha permanecido callada.
El tema no es éste, sino el ambiente que lo produce. Las Fuerzas Armadas no son contemporáneas de la fundación democrática de 1977. No son el caso de los Ejércitos derrotados en la segunda guerra mundial, y anteriores a una mutación política. Nuestras Fuerza Armadas estuvieron disciplinadamente de parte del Rey en el cambio, tienen misiones relevantes en la Constitución, e hicieron fracasar, con su comportamiento, las acciones militares de Madrid y de Valencia el 23 de Febrero. Sobre las Fuerzas Armadas – sin embargo – se ha perpetrado en estos años cierto neozañismo del pánico a cargo de Adolfo Suárez y del general Gutiérrez Mellado, y han aguantado muertos y vejaciones con excepcional paciencia y responsabilidad. Han tragado lo suyo. Han sido más estoicos que amenazadores. No ah sido buena, en fin, la política militar. No quiero entrar – ni debo hacerlo – en indagaciones políticas de los militares. También los militares tienen derecho a tener opiniones, aunque no las ejerzan. La palabra en boga es el golpismo, eso que no nos gusta a nadie con dos dedos de frente, porque cualquier golpismo es la muestras de la violencia y de la ruptura de un anhelado propósito de estabilidad y de convivencia. Pero lo más atractivo de esta acusación tantas veces gratuita, sería la de descubrir a los más auténticos y eficaces provocadores del golpismo, que podrían estar, no precisamente en las listas de los denunciados – que puede haberlos – sino en ese otra lista, más sorprendente, de los denunciadores. Al fina lo trite, como decía Pierre Gaxote: ‘no es que puedan acabar con un Régimen sus adversarios, sino sus ignorantes, torpes valedores’. En cualquier caso, el Documento militar de los cien es muy grave. Sus consecuencias podrían ser peores si hay una obstinación en la torpeza. El ofrecer las vísperas de los culpables otra vez, a la manera de los verdugos de los Cenci sería otra provocación y meter el escrito debajo de la mesa es inútil.
Emilio Romero
10 Diciembre 1981
LAS CUATRO PERRAS
De todo el capitanazo de los cien, a uno, lo que más le ha conmovido y movido a escribir, quizá porque uno está especialmente dotado para lo pequeño (indotado para lo grande), es eso de las cuatro perras que los firmantes/ ciclostilantes han dejado a deber a la señorita de la imprenta Montesquinza, papelería en que fotocopiaron su papel. Aparte otros documentos, la papela es un folio, y fotocopiar un folio vale ocho pesetas en todo Madrid. La señorita lo ha dicho con esa entrañabilidad de lo minutisimo:-Por cierto que todavía no me han pagado.
Y me acordé inmediatamente del 23/F, cuando se supo que los guardias que habían desembarcado en el bar de las Cortes, como los aliados en Normandía, se habían llevado el bote de las propinas. Por cosas así, por pequeñeces como ésa, por cuatro perras, por ocho pesetas, se queda mal ante la historia, hombre, y tampoco es eso. Los que iban a quedarse con el país el 23/F decidieron quedarse, además, con el bote de los camareros. Gracias. Los cien del capitanazo le dejan a deber las ocho pesetas de la fotocopia a la señorita de la papelería. Un documento que amanece a la Historia deudor de ocho pesetas es un documento controvertible. Pues que, por este acto fallido, freudiano, podemos hacerle una lectura diversa y profunda a su conducta: quienes vienen a salvar al pueblo español enseñan sin querer su profundo olvido del pueblo al llevarse, como botín de guerra, el bote de los camareros, o al olvidar, no sé si deliberadamente, el pago de ocho pesetas por el alquiler de un robot que es de una multinacional. Una de esas multinacionales que nos colonizan y nos fotocopian el alma hasta que damos por dentro la insospechada foto/camé de un vaquero/actor: Reagan.
Contra esas multinacionales, en las que se hace soluble y desaparece la nacionalidad española, supongo que firman también los firmantes. Bertolt Brecht escribió La ópera de cuatro cuartos. Esto ha sido la ópera de ocho pesetas. Anda por Madrid el truco picaresco, castizo y delincuente que llamaremos del sofá de Troya. Se lleva un gran sofá a nombre de una señora, cuando se sabe que la familia está fuera, consiguiendo fácilmente que el portero abra a los portadores para meter el mueble. Dentro del sofá de Troya hay un profesional de las manos que sale de entre la gomaespuma y el skay, desvalija el piso y lo abandona a deshora. Algo así me parece que está pasando con el capricho español del facticismo. Algunos se están dejando utilizar como sofá, caballo de Troya o caballo de Pavia, llevados quizá de un patriotismo extrapolado. Dentro del sofá, con su honorable apariencia tranquilizadora, con su elegancia dandy y casi militar (hay un dandismo de los muebles), dentro del sofá, digo, va un civil, o quince, que rajará la tapicería con el abrecartas de su correspondencia bancaria y se apoderará del piso nocturno cuando todos estemos durmiendo. Entre el truco del sofá y el acto fallido de las ocho pesetas, toda la movida antidemocrática. La Historia no puede seguir su curso épico dejando a deber ocho pesetas al pequeño comercio. Creo que Ferrer-Salat, como patache de la industria y la empresa nacionales, debe coger el puente aéreo y venirse a pagarle las ocho pelas a la señorita de la papelería.
Grabam Greene cuenta en sus memorias (Argos/Vergara) que ambientó su primera novela en el rincón londinense donde se habían reunido los refugiados españoles de la guerra carlista. Esto es lo más irónico y penoso: que llevamos siglo y medio matándonos por ocho pesetas, por cuatro perras ideológicas, las que separan la bandera española del 20/N de la bandera española del 6/D. Que son iguales.
Francisco Umbral
18 Diciembre 1981
Iguales ante la ley. LOS CIEN Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Reconozco que no es mi fuerte el área del Derecho Militar por cuya razón, no disponiendo ahora de tiempo para estudiar el caso, doy por bueno que los militares, que conjuntamente escriben en un periódico, pueden ser sancionados disciplinariamente. De la libertad de expresión, sí sé bastante, y la Constitución me la conozco a fondo, como corresponde a un abogado en ejercicio. Con ella en la mano, no encuentro motivo alguno para establecer en España tres clases de ciudadanos: una, la de los militares, que deben ser, como los somas de un, recién emitido, telefilme, cuerpos con vida vegetativa, sin capacidad para opinar y decidir; otra, la de los periodistas, que pueden opinar de lo divino y de lo humano, al margen de que dominen o no la cuestión sobre la que opinan; pueden calificar duramente los comportamientos ajenos y pueden revelar cualquier secreto del prójimo, y, finalmente, los restantes ciudadanos, cuya misión es leer o escuchar la opinión de los periodistas y, en su caso, dar su parecer mediante cartas de no mucha extensión – según se les advierte – y sólo publicadas cuando coinciden con la opinión del periodista, o si el periodista tiene ocasión de apostillarlas y dejar en ridículo al remitente. Con la Constitución no veo manera de encontrar estas tres clases de españoles; pero la lectura de la prensa diaria me convence que existen. Y los políticos parecen estar de acuerdo con tal división, a juzgar por el trato reverencial y preferente que otorgan a los chicos de la prensa; lo cual, como periodista, no me parecería mal, si no fuera porque mi pasión por la Justicia predomina sobre mis intereses profesionales o personales.
Viene todo esto a cuento en relación con una serie de lecturas diarias durante el último quinquenio y, particularmente, con cuanto se ha escrito en torno a la publicación de un documento firmado por cien militares. Se trata de una opinión sobre el trato que recibe el Ejército y sus miembros de parte de la prensa. No se critica al Gobierno ni a los partidos; no se invita a cambiar el sistema ni siquiera por procedimientos normales, como serían los electorales en conexión con las previsiones constitucionales y la posibilidad de reformar la suprema norma; no se abre un capítulo a las posibles adhesiones. Se critica lo que se considera mal uso de la libertad de expresión, centrando el problema en los ataques de los medios de comunicación social. Calvo Sotelo ha dicho que no está dispuesto a otro control ni supervisión que el de las Cortes, refiriéndose al documento de los cien; pero el lector más interesado en hacerlo no podrá advertir que los oficiales y suboficiales firmantes propongan control alguno del Gobierno, lo que hacen es expresar el desagrado que les produce la incomprensión de los reporteros a quienes hacen destinatarios de su lamentación. Calvo Sotelo ha expresado también, a cuenta del escrito, su ‘firme decisión de mantener a las Fuerzas Armadas en el acatamiento de la Constitución, pero la frase no tiene lógica – aunque naturalmente esa decisión sea legítima – porque del escrito no se desprende ni un mínimo desmarque constitucional.
Cuando como se lee en YA del pasado día 13: “la bazofia y la grosería de los grupos antimilitaristas ha superado ya todas las barreras”, no debe extrañar que los afectados, o algunos de ellos, hagan público desagrado. Y mucho menos, cuando el salir en defensa del honor militar, mediante procedimientos justificados, para cualquier ciudadano, en la legítima defensa, los militares son considerados dignos de sanción, tal es el caso de La Coruña y otros. Si el oficial, que oye gravísimos insultos contra las Fuerzas Armadas, no puede disolver a los manifestantes que así se expresan a voz en cuello, y tampoco puede usar de la libertad de expresión que el artículo 20 de la Constitución concede a todo ciudadano, sin distinción alguna, ¿no estamos convirtiendo a las gentes de uniforme en ciudadanos de clase interior?
Resulta curioso que las Asociaciones de la Prensa consideran un ataque a la libertad de expresión el hecho de que unos militares hayan expuesto, públicamente, como muchos medios rebasan los límites que todo ordenamiento jurídico establece para el justo ejercicio de esa libertad. Estas mismas Asociaciones, tan celosas de la suya – aunque resulte ilegítima, en el exceso – no tienen empacho en coartar la de otros ciudadanos; en este caso, la de unos profesionales de la milicia. Estamos en los de siempre: Quienes más defienden para ellos, lo que en realidad es un libertinaje de expresión, suelen ser los primeros en condenar las libertades expresivas del adverario.
Rizando el rizo, la Asociación de la Prensa de Barcelona ha declarado: “Nos parece pretender un privilegio que de la información y de la crítica se excluya al Ejército”. Los cien firmantes no han querido eso, sino que no se mantenga el privilegio contrario: el que sea excluida de la crítica, la prensa. Y, por eso, la han criticado públicamente. El Ejército, la prensa, y cualquiera de las instituciones pueden ser sometidas a la crítica, pero también criticar. Lo único que se exige es que se haga desde el conocimiento de los asuntos comentados y con la templaza y el rigor intelectual que son patrimonio del hombre y le distinguen del energúmeno.
Miguel Ángel García Brera
13 Diciembre 1981
Radiogate
El sueño de todo periodista. Te han espiado. Ni que fueras uno de los reporteros del Washington Post cuando investigaban los cotilleos de Nixon. Al enterarte, te colocas la corbata verde sobre camisa amarilla y te luces paseando entre las mesas de la redacción. Nadie se da por enterado. Vuelves entonces a tu mesa y te pones la gabardina de hebillas y cinturón, como las que llevan los periodistas de las películas. Ahora sí consigues el efecto deseado. El redactor de sucesos reprime un bostezo al dirigirse a ti:-¿Dónde vas con el disfraz?
Con eso ya tienes pie para hablar de lo tuyo:
-Voy a enterarme de por qué Radio Nacional se permite que la policía escuche grabaciones antes de que se emitan.
Las cabezas comienzan a levantarse llamadas por la curiosidad. Tienes ya un respetable auditorio:
-Le hice una entrevista para Radio Nacional al secretario general de la Unión Sindical de Policía, Modesto García, y dos días antes de la emisión se la pusieron en exclusiva al director general de la Policía, José Luis Fernández Dopico, y al comisario de la Brigada de Información, Jaime Ballesteros, el heredero de Roberto Conesa.
-¿Estaba ya Robles Piquer de jefe? -te pregunta el de la página de escándalos.
-Pues claro, no iba a ser el otro.
-Entonces, lo tuyo no es noticia, macho.
Te quitas la gabardina, y a hacer un poco de calle. Tu primera oportunidad de convertirte en protagonista, desaprovechada.
Redactar con lupa. -Tú, el del Radiogate -te grita el redactor-jefe-, a ver qué pasa con los militares.
Acudes a la cena de los que cera el aniversario de la Constitución. Un teniente coronel lee la única intervención de la noche. A tu lado, un señor con amplia chaqueta marrón delata su carácter castrense con ese garbo especial con que visten los militares las ropas de paisano:
-El texto está redactado con lupa, para que no haya la más mínima posibilidad de que provoque problemas -te informa.
Hay por las mesas textos de los otros, del manifiesto de los cien oficiales y suboficiales. Es motivo de múltiples comentarios.
-Estos también se lo han mirado con lupa -te dice el comandante que se sienta a tu lado-, pero se han pasado de todas formas. El estilo es muy parecido al del coronel Sanmartín, uno de los implicados en el 23 de febrero.
-¿Quiere usted decir que lo ha redactado él? -preguntas.
-No. Yo no quiero decir nada. Sólo señalo que el estilo se parece. Será una coincidencia.
Fiesta de bienvenida. Las informaciones sobre militares deben seguir siempre el escalafón. Es una ley de la información que te han explicado numerosas veces. Así que para arriba. Obtienes las declaraciones oficiales. Más tarde, por los pasillos, intentas enterarte de qué sanciones van a producirse por la vía administrativa. El ministro de Defensa, Alberto Oliart, y el presidente del Gobierno son, al parecer, partidarios de no cargar la mano en exceso, en contradicción con la postura de algunos jefes militares que pretenden castigos ejemplares.
-El problema -te explica tu informador- es que ya se piensa en organizarles una bienvenida cuando cumplan el arresto domiciliario. Algunos sectores golpistas muy radicalizados están en la preparación.
Subasta de millones. Pides el cambio de tercio al jefe.
-Quiero pasarme a lo civil.
Hay una breve discusión que acaba con la perentoria orden para incorporarte a cultura.
-La literatura española sigue cobrando fuerza en nuestro país -dice el encargado de la sección-. Cada vez aparecen más jóvenes valores. Pero ¿dónde están los consagrados?
La retórica esconde una sutil indicación. Un alma piadosa te ayuda a la búsqueda de pistas con un susurro: «Carmen Balcells».
A partir de ahí todo es fácil. Hay tres novelones en oferta para el mejor postor entre los editores: Juan García Hortelano, Juan Marsé y Jorge Semprún han dejado sus obras en manos de la agente literaria más importante del país.
-Por Marsé, la oferta mínima que se acepta para entrar en la puja es de tres millones de pesetas por adelantado. Los otros dos tienen también precios mínimo de seis cifras.
Más modesta, pero no menos esperada, es la primera novela de un filósofo, Carlos Paris, que empieza a llegar a las librerías. Y un libro biográfico sobre el cantante catalán Jaume Sisa, escrito por Víctor Claudín.
Claudín se pasea tímido por las redacciones, entregando muestras de su trabajo a los encargados. Le echas un vistazo con esa superioridad que te proporciona el haberte convertido en redactor de la sección y vas al grano:
-Y a Sisa, ¿le ha gustado el libro?
-Yo sé lo leí mientras convalecía de una operación de desprendimiento de retina en el hospital, y parecía gustarle, aunque con los ojos tapados pierde mucha expresión.
Las ventajas de la OTAN. -¿Tú eres el nuevo de cultura? -pregunta una voz meliflua.
-Sí, sí, dime -reconoces consciente de que te aguardan decenas de cócteles y comidas en sitios buenos.
-Pues a enterarte de lo de la OTAN, que ya se aclaran muchas cosas.
Un nombre y un número de teléfono. Te responde una voz con un fuerte acento alemán que contesta con precisión a tus preguntas:
-Ceuta y Melilla no entran en el área de la OTAN. Un golpe en España sería considerado asunto interno. Gibraltar es un problema bilateral. Si los demás países han de tener armas atómicas en su suelo, España también.
Es un representante oficial de un país centroeuropeo que no quiere hacer las declaraciones como, tal.
-Oiga -aciertas a decir antes de que cuelgue su auricular-, pero lo que dice el Gobierno español no es eso…
-Ese es un problema del Gobierno español. Yo le cuento lo que la OTAN piensa respecto a esos cuatro temas.
16 Diciembre 1981
Mentís del coronel San Martín
Desde hace unos días se está desatando una sistemática campaña contra mí en algunos medios de comunicación social, propalando informaciones basadas en rumores, sospechas y referencias diversas. Todo ello me obliga a salir al paso frente a tales manifestaciones.El penúltimo número de Cambio 16 me vincula a una supuesta organización clandestina denominada Unión Militar Española (UME), y luego insiste, citando a fuentes extranjeras, en que formaba parte del Colectivo Almendros. Totalmente falso.
Uno de los últimos números de Mundo Obrero me atribuye ser uno de los instigadores del llamado manifiesto de los cien. Igualmente falso.
EL PAIS del 13 de los corrientes dice en primera página que «el Gobierno cree saber que su redactor es uno de los principales procesados en el 23-F, con grado de coronel», lo cual parece señalarme con el dedo. Falso también.
Las dos últimas informaciones han sido difundidas, entre otras emisoras, por Radio Nacional (Radio 1).
EL PAIS del 13 del actual, en la sección «Radiogate», de Martínez Reverte, señala que un comandante que estaba a su lado en la cena de los militares que conmemoraban el tercer aniversario de la Constitución le dijo que «el estilo (se refiere al escrito de los cien) es muy parecido al del coronel San Martín. Sólo señalo que el estilo se parece. Será una coincidencia». No soy tan prolijo en la redacción de escritos como para que pueda adivinarse cuál es mi estilo. Información tendenciosa.
Con la tranquilidad de conciencia, ante la falsedad de tales imputaciones, digo lo siguiente:
1. Cuando he querido expresar una opinión importante lo he hecho con absoluta franqueza, por conducto reglamentario y, en cualquier caso, responsabilizándome con mi firma.
2. Estoy pendiente de un juicio, en el que confio que quede probada mi inocencia./
Coronel de Artillería.