9 agosto 2007

Su dimisión provoca una batalla mediática entre Juan Cruz y José Luis Gutiérrez

Rosa Regás dimite como directora de la Biblioteca Nacional enfrentada al ministro César Antonio Molina y tras un polémico robo

Hechos

El 09.08.2007 se hizo pública la dimisión de Dña. Rosa Regàs como directora de la Biblioteca Nacional.

Lecturas

La directora de la Biblioteca Nacional, Dña. Rosa Regás, fue apartada de ese puesto por discrepancias con el ministro D. César Antonio Molina después de que un investigador D. César Ovilio Gómez Rivero, robara documento de la Biblioteca. La Sra. Regàs agregó que ella no quería hacer público el robo, porque según explicó estaba convencida de que el investigador volvería a la biblioteca y de esa forma podrían cogerlo in fraganti. «Si dimití no fue por el robo, que es algo que pasa en todas las bibliotecas del mundo, aunque generalmente no se publicita, sino porque el ministro me obligó a hacerlo público», afirma. «Informamos al ministerio del robo y al día siguiente el ministro me hizo ir a Madrid para obligarme a dar la noticia a la prensa, algo que yo consideraba una irresponsabilidad. Así lo hice y acto seguido presenté mi dimisión. Por eso, y por la bronca que me metió acusándome de no haber hecho nada durante estos años en la biblioteca».

Tras su caída algunos periodistas aprovecharon para ajustar cuentas con ella, que nunca había disimulado su militancia izquierdil que había incluido excesos verbales como bromear sobre sus deseos de fusilar a fachas. En el diario EL MUNDO, D. Luis María Anson y D. José Luis Gutiérrez cargaron contra ella. D. Juan Cruz la defendió desde EL PAÍS manteniendo una breve polémica con el ‘Guti’ por citar los pleitos del ex director de DIARIO16 con el reino de Marruecos.

31 Agosto 2007

Lío en la Biblioteca

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Sin necesidad de hacer leña del árbol caído, la ruidosa dimisión -aunque más bien parece haber sido destitución- de Rosa Regàs como directora de la Biblioteca Nacional invita a algunas recomendaciones y reflexiones. De un lado, la veterana novelista debería moderar más su verbo y regresar a su pasión por la pluma olvidando esta breve y desafortunada experiencia como funcionaria; del otro, el nuevo ministro de Cultura, César Antonio Molina, está obligado a cerrar pronto la crisis con un sustituto que tenga la capacidad de gestión que Regàs no ha mostrado en tres años de mandato.

El espectáculo del robo de los dos mapamundis de la Cosmografía de Ptolomeo, cuya denuncia se hizo tres días después y sólo a instancias del propio ministerio, ha resultado bochornoso. El martes pasado trascendió otro hurto de algunas páginas arrancadas de otros incunables. Es injustificable que la ex directora tardara tanto tiempo en dar cuenta del hecho al ministro y que luego sugiriera que se mantuviera en secreto. A partir de ahí, sus declaraciones públicas fueron un alarde de incoherencia e imprudencia. Regàs pasó del hermetismo a la indiscreción en la entrevista en la que facilitó datos sobre las pesquisas policiales y apuntó como presunto autor a un investigador avalado por la Embajada de España en Argentina, extremo que el jefe de la misión desmintió inmediatamente.

Algo ha quedado esclarecido sobre este lamentable fiasco tras la comparecencia del ministro de Cultura en el Congreso para explicar las futuras iniciativas de su departamento. Según él, jamás acusó directamente a Regàs de no haber hecho nada durante los tres años que ha estado al frente de la Biblioteca Nacional. Eso es lo que, según ella, le llevó a presentar la renuncia el pasado lunes por considerar que había sido desautorizada. Ambos habían mantenido una tormentosa reu-nión tres días antes para hablar sobre el caso. Es lógico concluir que las recriminaciones de Molina se centraran en el comportamiento insatisfactorio de Regàs tras conocerse la desaparición de los mapas, lo que sin duda precipitó su anunció de dimisión.

El paso de la escritora catalana por la institución no va a dejar, lamentablemente, demasiadas huellas positivas. Lo que haya podido realizar como directora en estos tres años (ella, lógicamente, tiene todo el derecho de reafirmar su gestión) se ha visto empañado por no pocas meteduras de pata (entre ellas y una de las más sonadas, su invitación a no leer periódicos) y una buena dosis de sectarismo. Sólo queda ahora desearle que disfrute de la literatura. Sus lectores, sin duda, lo agradecerán.

10 Agosto 2007

ROSA TATUADA

Luis María Anson

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Rosa Regàs hizo el gran sacrificio personal de aceptar la dirección de la Biblioteca Nacional para honrar a los españoles dedicándoles la alta sabiduría intelectual que la caracteriza. Nada más ocupar su puesto se dio cuenta del enorme problema que padecía la Institución cuya gestión la encomendaban: en la librería de la Biblioteca Nacional no se vendían los libros de Rosa Regàs. Tamaña ofensa a la cultura española no se podía tolerar ni un minuto más. Así es que ordenó que se instalasen sus obras completas entre las de Cervantes y Quevedo, débiles colinas ambos escritores junto al himalaya literario que es la eximia literata e inconmensurable novelista Rosa Regàs.

A continuación, y tras robustecer a la Biblioteca Nacional colocando en ella a asesores y paniaguados de su entorno, se quedó horrorizada al comprobar que la estatua de un derechista abominable, Marcelino Menéndez Pelayo, ocupaba lugar destacado en la Institución. Así es que tomó la decisión de relegar al oscurantismo al siniestro personaje que ofendía a la cultura española.

Dediqué yo el pasado mes de noviembre mi artículo de El Cultural a la coña marinera de la gestión política de Rosa Regàs, encumbrada por decisión zapateril a un cargo que sobrepasa no sé si más sus méritos que sus capacidades. Ahora varios articulistas de la más varia ideología se han lanzado en tropel a morder los tobillos de Rosa Regàs con motivo de unas manifestaciones «intelectuales» contra los medios de comunicación, propias del pensamiento profundo que siempre la ha distinguido.

En España hay una izquierda seria, coherente, liberal, constructiva, laica y necesaria. Hay también una extrema izquierda excluyente, sectaria y estalinista que refugia su totalitarismo en un sector del partido comunista. Y luego existe la izquierdona. Entre la izquierda y la izquierdona hay la misma distancia que entre una señora y una señorona.

La izquierdona española es el aumentativo de los errores y los defectos de la izquierda. Se mueve siempre entre tópicos, expresiones añejas, viejos clichés y estereotipos del siglo XIX. La verdadera izquierda siente vergüenza ajena de la izquierdona. Y bien, que diría Menéndez Pelayo. Rosa Regàs es tal vez la más caracterizada representante de la izquierdona española. Su gestión al frente de la Biblioteca Nacional ha sido abominable, según analistas objetivos de la vida política de nuestro país. Las manifestaciones que han provocado la repulsa de numerosos sectores de la sociedad española constituyen la esencia del pensamiento político y cultural de la insigne escritora. No se trata de un lapsus. A Rosa Regàs le parece asombroso que el lector español no forme cola ante las librerías para adquirir sus novelas. ¿Qué se puede esperar de gentes que no leen a Rosa Regàs? Semejante disparate no refleja otra cosa que la situación paupérrima de la cultura española.

Hace algún tiempo, antes de la victoria zapatética, Rosa Regàs afirmó que se iba a exiliar por la falta de libertad de expresión. Me atrevo a rogar a mis compañeros de profesión que no se ceben en el cachondeo con que envuelven a Rosa Regàs, no vaya a caer sobre España la inmensa desgracia de que se exilie. ¿Qué sería de la inteligencia española, de la vida intelectual de nuestra nación, sin el faro de Rosa Regàs que a todos nos ilumina con su sabiduría y su alta visión de la cultura?

Luis María Anson

10 Agosto 2007

V/DIARIO

José Luis Gutiérrez (Erasmo)

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V / CRISPAN

Amable crestomatía estival para tan pleistocénicos rebuznos. Rosa Regàs (Biblioteca Nacional) se alegra de que se vendan menos periódicos. Dice. Antídoto: copiará mil veces el Art. 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos (libertad de palabra, pensamiento, etecé). O Monteseirín, regidor de Sevilla. Indagar sobre su sueldo es antidemocrático. (Sic). Otórguesele el Mastuerzo de Oro por afrentar al soberano pueblo y.

V/DIARIO

Epítome de lo efímero, el periódico, historia del mundo del día anterior. Tan perecedero, fin último, según Rosa Regàs: el barojiano gancho de alambre de una pescadería, para envolver congrios. Al día siguiente. O en San Fermín. Mas, nuevo uso. El bombero pirómano que temía perder su empleo, incendió los bosques de Canarias, ocultó el rostro ante los media tras un periódico. Luego dicen que el diario es caro.

Erasmo

11 Agosto 2007

EN DEFENSA DE ROSA

Juan Cruz

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Creo que no es bueno que se vendan menos periódicos; los periódicos informan, forman, etcétera; son un instrumento básico para la sociedad, la política, la convivencia y la cultura. Pero, y esto es así, hay periódicos que deforman y por tanto no forman. Pasa como con los libros, para qué nos vamos a engañar. Hay libros buenos y libros malos. Ustedes saben perfectamente para qué son buenos los periódicos; hay un libro de Bill Kovach, Los elementos del periodismo, que les aconsejo leer para ver qué peligros encierra el periodismo en sí mismo a la hora de deformar las razones de su existencia. Pero ahora yo no iba a entrar en eso sino en lo que uno de ustedes sugirió el otro día: seguro que en este blog se le echa un capote a Rosa Regás por lo que dijo acerca de la lectura de la prensa. Parece que la directora de la Biblioteca Nacional dijo que se alegraba de que se vendieran menos periódicos, y añadió que eso le parecía bien porque los periódicos de la derecha extrema no reflejan bien lo que hace el Gobierno.

La verdad es que eso no lo ha dicho Rosa Regás sólo ahí y de esa manera, y a mi me parece que tiene derecho a decirlo y nosotros, los periodistas, que somos un gremio muy fino, a deplorarlo. Pero los periodistas nos tenemos que acostumbrar a que las personas, incluidos los directores de la Biblioteca Nacional, tienen tanto derecho como derechos a informar y a comentar y a criticar y a vituperar.

De modo que me parece bien que el gremio haya saltado cual pantera, pero también tengo derecho yo mismo a saltar cual pantera en defensa de Rosa por el ataque que recibió ayer en el diario EL MUNDO, que ya la había puesto de vuelta y media, de parte de Luis María Anson. En los últimos veinticuatro años (ustedes van a decirme: ¿Y tanta precisión? Pues sí, son 24 años años) siempre que ha dicho Anson algo, en el ABC, en EFE, en LA RAZÓN, ahora en EL MUNDO, he procurado razones para defender lo contrario. El ataque de ayer contra Rosa era abyecto, usaba informaciones que no son ciertas para construir argumentos falaces, y recurría a recursos facilones para contentar a su parroquia de extrema derecha, o la que él quiere que sea su parroquia de extrema derecha, como definir la victoria socialista del 14 de marzo de «victoria zapatética»…

De modo que leí ese artículo, me enfurecí y llamé a Rosa: «Rosa, hasta ahora he pensado que pudiste ahorrarte mucho de lo que dijiste, pero ahora que he leído este ataque abyecto y personal te quiero dar un beso». Eso hice.

En el mismo periódico había otro ataque, ya más sutil, de José Luis Gutiérrez, que se atrinchera bajo el seudónimo de Erasmo. Gutiérrez, a quien llaman Guti, es también periodista de piel fina; suele ser protagonista de sus propios artículos, se cita a sí mismo con su nombre verdadero para contar sus hazñas como si fueran de otro; recientemente se sacó a toda página, en portada, en la revista que posee, Leer, por una riña que tiene con el rey de Marruecos.

Bueno, periodistas, ¿o no?

Juan Cruz

23 Agosto 2007

CARTA DE JOSÉ LUIS GUTIÉRREZ

José Luis Gutiérrez

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Sr. director de ELPAIS.com

En el Blog de Juan Cruz, en uno de sus últimos textos- «En defensa de Rosa»- aparece un breve comentario en el que me menciona de forma derogatoria, malintencionada y casi insultante.

En su texto, Cruz, entre otras cosas, dice, tras asegurar que «hay periódicos que deforman y por tanto no forman»: «Gutiérrez, a quien llaman Guti (…) , recientemente se sacó a toda página, en portada, en la revista que posee, Leer, por una riña que tiene con el rey de Marruecos».

Cruz perpetra una cuádruple ofensa. Contra la verdad, contra la libertad de Prensa, contra su propio periódico (EL PAÍS) y, finalmente, contra quien esto escribe.

Lo que Cruz llama «una riña» es el caso más escandaloso que se ha dado en España en los últimos tiempos en cuanto a atentados contra la libertad de Prensa se refiere, que me ha tenido pendiente de los tribunales y sus sentencias- condenatorias- durante nada menos que los últimos 12 años y que resumo: en 1995, el periódico que dirigía (DIARIO16), publicó una historia, la captura en Algeciras por la Guardia Civil de cinco toneladas de hachís en un camión de Dominios Reales, empresa familiar del rey de Marruecos. La historia era rigurosamente veraz, yo tan sólo el Director del periódico que la publicaba y tras la correspondiente demanda de protección del honor del ya fallecido sultán marroquí Hassan II, fui condenado por un juzgado de Madrid y confirmada la condena por la Audiencia provincial y más tarde por el Tribunal Supremo…al aplicárseme la Ley de Prensa de 1966 de la Dictadura de Franco, que aún sigue vigente.

Es decir, 12 años de persecución judicial en todas las instancias que me han obligado a escribir un libro («En defensa propia», Editorial LEER, Madrid, 2004) y cientos de artículos y columnas sobre el asunto, a la espera de lo que decida el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, donde he cursado la correspondiente denuncia contra los tribunales españoles. El asunto, en cambio, es para Cruz- que en su columna protagoniza un emotivo ejercicio característico de los que siempre acuden en defensa de los poderosos- una simple «riña».

Todas las organizaciones del mundo de defensa de la libertad de Prensa me han apoyado firme e inequívocamente con sus comunicados, resoluciones y documentos, justo lo contrario de lo que hace Cruz, que escribe sobre mi con una evidente intención ridiculizadora y ninguneadora.

Y, además, ofende indirectamente a su propio periódico, EL PAÍS, que, en esta historia, ha procedido hasta ahora con una gran elegancia democrática, recogiendo respetuosamente en varios ocasiones todos los pormenores del affaire, incluidos mis detallados textos sobre el largo y lamentable proceso judicial de 12 años de duración.

Gracias por su ciberhospitalidad y mi saludo.

JOSE LUIS GUTIERREZ*