28 agosto 2004

Regàs, de 71 años de edad, conocida por su activismo de izquierdas, ha sido nombrada por la ministra San Segundo

Rosa Regàs se estrena como Directora de la Biblioteca Nacional asegurando que «la derrota electoral del PP le alegró más que la muerte de Franco» y fue «el día más feliz de su vida»

Hechos

El 28 de agosto de 2004 los periódicos airearon las declaraciones de Dña. Rosa Regàs recogidas por la agencia EFE mientras esta realizaba un viaje a Argentina.

31 Agosto 2004

ROSA REGÁS

César Alonso de los Rïos

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HA confesado la directora de la Biblioteca Nacional que le dio más alegría la derrota del PP el 14 de marzo que la muerte de Franco. Es un buen autorretrato, y es además una aproximación certera a los sentimientos políticos de una buena parte de la izquierda. De una parte, digo. Si fuera toda, habría que pegarse un tiro.

El alcance personal del autorretrato no es desdeñable. Aunque espantosa, Rosa Regás es una novelista relativamente bien tratada por los palanganeros de los poderes culturales, y, aunque ayuna de ideas, pasa por ser una de las figuras intelectuales de lo que fue la «gauche divine» catalana de los años sesenta. Su gran aportación como tal fue la creación del «Bocaccio» de Barcelona, aquel garito con abalorios y colorines de Tiffany´s que fue tenido como el bastión de la resistencia ciudadana y de la modernidad cultural. De Montserrat se bajaba al «Bocaccio». Del fervor espiritual e histórico, al laico y festivo.

Como profesional de la edición, quizá la idea más brillante de RR fue el lanzamiento de unos folletos de divulgación inspirados en la colección «Que sais-je?». Pero, además de todo esto, y precisamente por ello, es en estos momentos la directora de la Biblioteca Nacional.

¿PODRÍA esperarse de tal personaje que le entristeciera excesivamente el final del régimen de Franco? Si a alguien se le ha podido aplicar con toda razón aquello de que «con Franco vivíamos mejor» es a esta señora. Y se entiende muy bien que se le alegrara el ojo con los resultados del 14-M: al fin iban a premiarle por su traslado militante, con frecuencia provocador e insultante, a la capital de España (del Estado, con perdón).

Pero lo más grave del comentario de la directora de la Biblioteca Nacional es que describe con un solo trazo el talante antidemocrático de una buena parte de la izquierda. Se trata de unas gentes que no habiendo aportado nada en la defensa de las libertades, o pudiendo vanagloriarse a lo sumo de epopeyas similares a las de Rosa Regás, piensan que ellos «son» la democracia misma por el mero hecho de «ser» de izquierdas, del mismo modo que creen que los ciudadanos de derechas «son» la reacción, la carcunda, el autoritarismo. Llenos de mala conciencia por su pasado y conscientes de su oportunismo político por su presente, necesitan que la derecha «sea» lo que ellos quieren. De lo contrario, ¿cómo podrían justificar ese plus moral que se atribuyen para sobrellevar tanta impostura? Ya pueden ser asesinados concejales del PP en el País Vasco; ya puede este partido hacer una política más eficaz, justa e igualitaria; ya pueden ser más honrados en la gestión de lo público; ya pueden negarse a hacer terrorismo de Estado; ya ha podido sufrir el zarpazo asesino de la izquierda histórica en sus líderes, desde Cánovas a Calvo Sotelo o a Víctor Pradera y en miles y miles de sacerdotes… Es igual; la derecha siempre fue y siempre será la encarnación del autoritarismo, la prolongación del franquismo, el franquismo mismo.

CON razón no pueden entender estas gentes que hayamos abandonado la izquierda algunos que tuvimos un pasado «comprometido». No pueden imaginarse hasta qué punto nos produce repugnancia el hedor que despiden muchos de los compañeros que tuvimos en aquel viaje que hubo que hacer en las condiciones peores, con los modelos más detestables y, de forma muy especial, en compañía de algunas personas que parecen haberse convertido en los pozos negros de nuestra sociedad.

31 Agosto 2004

LA FELICIDAD

Jaime Campmany

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«LA felicidad es un rayo de luna», dijo el poeta romántico. Pues, no señor. Se equivocó Gustavo Adolfo. La felicidad mayor es la muerte de Franco, toma nísperos. Cuarenta años hubo de esperar Rosa Regás para gozar la gran felicidad de su vida. Uno, en su ingenuidad, pensaba que la felicidad se consigue sólo a veces, pero siempre de la mano del amor; del amor en cualquiera de sus manifestaciones: amor erótico, amor familiar o amor platónico, o sea, la amistad pura. Quiero decir la felicidad de cama, la felicidad de cuarto de estar y la felicidad de tertulia. Bueno, pues otra vez, no señor. Rosa Regás alcanza la felicidad solamente en el cese de un político o en la muerte de otro. Es un poco rara esta señora, ¿no?, pero ahí la tenemos, en la Biblioteca, como una escalerilla para alcanzar los estantes altos.

Por ejemplo, se entera del cese de José María Aznar y se nota mojadita de felicidad, pero no alcanza la felicidad entera. Antes se había enterado de la victoria electoral de Felipe González, y sí, pero no. No es eso, no es eso. Con la muerte de Franco sobrevino la felicidad completa, un multiorgasmo intelectual intenso y encadenado. Una felicidad así ya no la ha vuelto a sentir Rosa Regás. Es una lástima que Franco no tuviera siete vidas como los gatos para que esta Rosa que falta en el inmenso catálogo valleinclanesco tuviese una felicidad entera multiplicada por siete, qué menos. Hasta nueve felicidades seguidas, en una sola noche, alcanzó el marqués de Bradomín, ¡y antes de que se muriera Franco!

No sé si habrá observado el fino instinto del lector que estos socialistas nuestros tienen mucho fluido, tienen fluido en cantidad, vamos, que de fluido tienen cantiduvi. No se conforman con Gas y quieren también Regás. Porque tienen a Gas y a Regás, Mario Gas, que lo tienen en el Teatro Español, y Rosa Regás, que la tienen en la Biblioteca Nacional. Este izquierdismo nuestro, sobre todo el izquierdismo de «kultura» y cultureta, es un izquierdismo de montgolfier y pompa de jabón, de globito de feria y de muñeca hinchable. De vez en cuando, el globo hace pum, o es que al niño se le ha escapado un borborigmo.

Sigo pensando con piedad en la pobre Rosa Regás, sin otra felicidad que llevarse a las entrañas, al corazón, al coral secreto o a las asaduras, yo qué sé, que la feliz noticia de que se ha muerto Franco. Sale Arias Navarro por la televisión con una llantera porque se ha muerto Franco, y en cambio a Rosa Regás le da un ataque de felicidad y se pone a temblar de gusto como si le hubiese entrado la perlesía, o el baile de San Vito, o le hubiese dado la rampa del enchufe político, o le hubiese tocado el culo David Beckham. Ha vivido la pobre como aquel sujeto del chiste, que todas las mañanas, a partir de la mitad del siglo, compraba el periódico, miraba la primera página y lo tiraba sin más. «¿Por qué tira el periódico apenas comprado?», le pregunta el quiosquero. «Busco una esquela», decía el extraño comprador. «Pero las esquelas no vienen en la primera página», objetaba el del kiosco. «La que yo busco, sí». Quien compraba el periódico todos los días era el ectoplasma de Rosa Regás.

03 Septiembre 2004

De Chupa de Dómine

Luis María Anson

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A la pobre Rosa Regás la están poniendo de chupa de dómine. Es verdad que ha ofendido a José María Aznar y sus dos victorias impecablemnete democráticas. Es verdad que se ha ciscado en los diez millones de votos que, en elecciones libres, han consolidado al Partido Popular como una fuerza de primera magnitud en la democracia española. Es verdad que sus novelas son mediocres y sus artículos pueriles y, tal vez por eso, alguien ha dicho que está dispuesto a leer las obras completas de Rosa Regás, eso sí, encuadernadas en su propia piel.

Pero esta escrichora de vía estrecha metida a política tiene derecho ap ensar lo que piensa, a expresarlo libremente y a forrarse en los pesebres del PSOE. Ella es castrista, es decir, está a favor del totalitarismo, de la dictadura, de la opresión y en contra de la democracia pluralista, de la libertad de expresión, de las libertades de asociación y manifestación y del respeto a los derechos humanos. Es una estalinista que medró durante la gestión democrática de Aznar y se ha encaramado ahora a la Biblioteca Nacional, embadurnada ya por su sectarismo  su torpeza.

En Cuba, los intelectuales sufren prisión, vejaciones y torturas por expresar sus opiniones, mientras la castrista Rosa Regás ejerce en España su derecho a manifestarse libremente y mete la pata hasta las cejas de Zapatero. Y como no ofende el que quiere sino el que puede, ahí está el cachondeo general que, con sus afirmaciones, ha provocado la directora de la Biblioteca Nacional entre los columnistas más sagaces para el lector más inteligente, encabezados por la coña fresca y marinera de David Gistau.