11 noviembre 1997

Alineado con el sector 'guerrista' aragonés que lideraba el procesado José Marco, había sido suspendido de militancia por parte del PSOE, aunque mantenía su acta en el Senado desde el Grupo Mixto

Se ahorca el senador Carlos Piquer (PSOE) tras ser acusado de pagar los servicios de una prostituta con su tarjeta del Grupo Socialista

Hechos

El cadáver del senador D. Carlos Piquer, de 45 años, fue encontrado el 10.11.1997, por su hijo de 15 años, en el cuarto de baño de su domicilio de Zaragoza, colgado de una tubería.

Lecturas

D. Carlos Piquer Jiménez había sido uno de los pesos pesados del PSOE de Aragón. Había convivido con el ‘guerrista’ D. José Marco Berges y el ‘felipista’ D. Antonio Rodríguez Triviño tratando de mantener la paz en el socialismo aragonés. En ese periodo ocupaba el cargo de secretario de Organización del PSOE de Aragón. Tras el desplome de Marco por sus escándalos de corrupción, trabajaba para la reconstrucción del partido. Pero el nombre de Carlos Piquer salió al a fama en toda España el 10 de enero de 1997 cuando se hizo público que Carlos Piquer había usado la cuenta de la tarjeta Visa del Grupo Parlamentario Socialista de Aragón para pagar a una prostituta por sus servicios sexuales. Los importes eran de 93.000 y 19.000 pesetas.

La participación de D. Carlos Piquer Jiménez en fiestas para las que se contrataban los servicios de prostitutas y en las que se consumía cantidades de cocaína y alcohol destrozaron su imagen en un momento en el que Piquer era, a la vez, diputado en el parlamento de Aragón y miembro del Senado. La noticia fue difundida por el Heraldo de Aragón. La prensa hablaba claramente de orgías con prostitutas.

Ante aquella situación el PSOE procedió a expulsar del partido a Carlos Piquer. Este se negó a renunciar a su acta tanto de diputado autonómico como de senador por lo que en ambas cámaras pasó al grupo mixto. Desde el estallido del escándalo el socialista Piquer no volvió a poner un pie en las Cortes de Aragón ni en el Senado, pero eso sí siguió cobrando de ambas instituciones, lo que llevaba a que en marzo la prensa reprochara que el senador Piquer cobrara millón y medio de pesetas del Senado sin aparecer por allí. La negativa de Piquer a renunciar a su acta no era sólo una cuestión económica, también era una cuestión judicial para mantener el fuero que, entre otras cosas, le evitaba una detención preventiva.

Pero el político no llegó a sentarse en el banquillo de los acusados. La magnitud del escándalo le hizo caer en una profunda depresión y esta le llevó a suicidarse. Tras dos intentos fallidos, D. Carlos Piquer se quitó la vida ahorcándose en el cuarto de baño de su vivienda el 10 de noviembre de 1997. Sería el mayor caso de suicidio ante un escándalo de corrupción en España hasta el caso de D. Miguel Blesa de la Parra.

02 Enero 1997

¿Qué hay tras la «trama policial» de Zaragoza?

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Carlos Piquer, senador del PSOE, ha sido implicado en la trama policial de Zaragoza que se investiga desde hace 17 meses. Una prostituta ha confirmado la participación de Piquer en fiestas de alterne donde el consumo de cocaína era frecuente. Hasta ahora han sido implicadas 23 personas, de las que diez son policías. El juez instructor ha pedido a la Fiscalía del Tribunal Supremo que investigue los hechos. Y es de suponer que no lo hace por la vida más o menos licenciosa del político, sino porque presume hechos más graves (explotación de la prostitución o tráfico de drogas) como trasfondo. La presunta implicación de un político convierte lo que era una trama policial prácticamente en una mafia político-policial, cuya actividad delictiva completa está aún por desvelar. Lo que ahora deberá investigar el Tribunal Supremo es la connivencia de un alto responsable político -Piquer, además de senador, es portavoz de su grupo en las cortes de Aragón, miembro de la Ejecutiva regional y del comité federal del PSOE- con grupos policiales corruptos. Esa degradación es mucho más preocupante que las veleidades más o menos inmorales de un individuo en sus ratos libres.

04 Enero 1997

Suma y sigue

Fernando López Agudín

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Es como el relato bíblico de las siete plagas. No ha hecho más que comenzar el nuevo año y ya ha saltado a los medios de comunicación un nuevo escándalo socialista. El senador Carlos Piquer ha anunciado que se dispone a abandonar la política, tras aparecer implicado en una trama mafiosa que actuaba en Zaragoza. Al mismo tiempo la juez Ana María Pérez Marugán, que instruye el sumario sobre el uso incontrolado de los fondos reservados del Ministerio de Interior, ha acordado citar a varios ex altos cargos para averiguar si compraron pisos con dinero de aquellos fondos. Entre los citados , tal y como pidió la Fiscalía Anticorrupción, figuran José Luis Corcuera, Rafael Vera, Julián Sancristóbal y José María Rodríguez Colorado.

Es sintomático este encadenamiento entre viejas y nuevas historias escandalosas. Y lo es, sobre todo, porque los dirigentes socialistas no parecen aprender la lección de lo sucedido con anterioridad. Una vez más van por detrás de las investigaciones judiciales y tienen que reaccionar tarde y mal ante la evidencia. A pesar de que los rumores sobre Carlos Piquer eran moneda corriente en la capital aragonesa, y de que los responsables de la organización eran testigos de que era increpado públicamente, ninguno de ellos adoptó ninguna medida precautoria. Por unas u otras razones, todos se tapaban los oídos para no escuchar tanto los susurros cotidianos como los gritos proferidos en abril del pasado año en las casetas de la fiesta que los andaluces residentes en Aragón celebran en Zaragoza. No estamos ante la sorpresa del presidente del Gobierno navarro Javier Otano.

Lo que no acaba de entenderse es la razón por la que las golferías de este senador no fueron investigadas y sancionadas. Puede entenderse, nunca defenderse, la dificultad e incomodidad para hacer frente a la frenética actividad inmobiliaria de los ex altos cargos de Interior. No cabe entender, sin embargo, que las correrías de un parlamentario no encontrasen un stop organizativo. A no ser que su anterior autoridad interna -en mayo del pasado año dejó de ser responsable de organización- sea la explicación de esta indecisión. Al fin y al cabo, es una realidad que el ex presidente del Gobierno aragonés José Marco tiene todavía mucho que decir sobre el socialismo aragonés, a pesar de haber sido separado oficialmente del partido. Alguna gasolinera del extrarradio de Zaragoza es testigo de esta influencia. No cabe olvidar, por otra parte, la estela del paso de Luis Roldán que hace que Aragón, junto con Navarra, sean los buques insignias de los corruptos del socialismo.

El tiempo aclarará si este hilo personal llevará o no a un nuevo ovillo. Antes de que González convoque el congreso socialista, probablemente en otoño, se disipará la duda de si esta jota es sólo individual o colectiva. En cualquier hipótesis las andanzas de Carlos Piquer, por completo ajenas a la nobleza baturra, vienen a aumentar los problemas internos del socialismo. Cada vez parece más claro que los seis sinvergüenzas, a los que el ex presidente del Gobierno achacaba la responsabilidad de haber perdido las elecciones generales, deben ser interpretados como se interpreta bíblicamente el séptimo guarismo. Tanto que pueden constituir ya una fracción o corriente de opinión de cara a la reunión congresual.

Es toda una injusticia política y personal que líderes como José Bono, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, Nicolás Redondo, Antonio Asunción, José Borrell, Pasqual Maragall o Cristina Alberdi, tengan que cargar sobre sus espaldas el lastre de este suma y sigue interminable de escándalos. Pero si el viento de otoño no se lleva estas hojas corruptas del socialismo, y los meteorólogos anuncian que no, van a tener que habituarse a desayunar todos los días con la lectura de las hazañas nada edificantes de unos compañeros oficiales que repudian realmente. Es su drama y el de todo el socialismo.

13 Noviembre 1997

Piquer: una muerte solitaria, una gran solidaridad póstuma

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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De haber sabido el senador Carlos Piquer la gran cantidad de amigos que tenía en el seno del PSOE -incluso a los más altos niveles- y lo mucho que era apreciado en todas partes, lo más probable es que jamás hubiera decidido suicidarse. Pero, quizá por un pudor mal entendido, casi nadie quiso revelarle sus verdaderos sentimientos, con lo que él llegó a sentirse verdaderamente solo, abandonado y denunciado por una Prensa que, siempre cruel, acabó crucificándolo. Así están presentando algunos las cosas. ¿Fueron realmente así? Desde luego que no. El senador Piquer -igual que Pilar Salanueva, la ex directora del BOE- fue víctima de un mando político que, para mejor disimular la protección que ofrecía a algunos de sus miembros más relevantes, acusados de gravísimos delitos, decidió sacrificar varios peones de segunda fila, que habían sido cogidos en trampas relativamente menores. La Prensa no se inventó nada: se limitó a contar lo que el propio PSOE aventaba. Que, además, era cierto.

Una página difícil de arrancar

Alfonso Guerra

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Había intimado con un pequeño grupo de dirigentes socialistas de Aragón. Entre ellos, Carlos Piquer, responsable de organización. Era un hombre de corazón cálido, disponible a todas horas del día. Para mí era un modelo de entrega y bondad.

Recibí una llamada comunicándome que Carlos había sido detenido por actividades relacionadas con la droga y la prostitución. No lo creí, sabía bien de su carácter. ¿Qué había ocurrido?

Carlos vivía solo y a la vuelta de sus visitas diarias a los pueblos fue acostumbrándose a tomar una o dos copas ante de retirarse a dormir. Una noche parece que tomó más copas de lo aconsejable en un bar de carretera y ebrio fue a pagar con la tarjeta de crédito. Mostró de manera inconscientes las tarjetas que llevaba en la cartera y el barman eligió una tarjeta que había sido proporcionada por el Grupo Parlamentario Socialista. Pero este desagradable incidente coincidió con una vendetta interna entre algunos policías de Zaragoza relacionada con una actividad delicitiva en el terreno de las drogas. A alguien se le vino a la mente que la responsabilidad del asunto se distraería si aparecía involucrado un senador. Así fue como se vio inmerso en un horrible proceso de difamación y desprestigio. No fue eso lo más dramático para Carlos Piquer. Algunos compañeros, no demasiado interesados en conocer la veracidad del asunto, optaron por soslayar su relación con él, evitaron mostrarla, le exigieron la desaparición de la vida política y hasta de la vida misma.

Hablé con Carlos varias veces, la última en una conversación de seis horas, intentando levantar el ánimo de un hombre hundido, que había cometido un error, emborracharse en un bar de carretera, pero que no era autor de ningún crimen. Una vida totalmente entregada con generosidad a la construcción de una sociedad más solidaria, se veía truncada por un fatal comportamiento una noche de soledad.

Al día siguiente le visitaron tres ‘compañeros’ del a dirección del partido en Aragón. El objetivo era exigirle la entrega del acta de senador y la dimisión como secretario de Organización.

Carlos se ahorcó. Su honestidad le hizo preferir la muerte a la afrenta de la duda acerca de su conducta.

Es imposible el triunfo de la persecución y la barbarie. Para todos vale lo que digo, para los que coaccionan, para los complacientes, para los que desvían la mirada…