11 abril 1977

Tras su decisión de dedicarse a la política, el destacado abogado romperá toda vinculación con la destacada cadena de emisoras que volverá a ser presidida por su padre, el ex ministro franquista Antonio Garrigues Díaz-Cañabate

Se constituye la Federación de Partidos Demócratas y Liberales, bajo el liderazgo de Joaquín Garrigues Walker, ex presidente de la SER

Hechos

El 1.04.1977 se registró oficialmente la Federación de Partidos Demócratas y Liberales (FPDL).

Lecturas

El 18 de marzo de 1977 se celebró la 3ª Asamblea de la Federación de Partidos Demócratas y Liberales (FPDL), la formación política de D. Joaquín Garrigues Walker, en el que supone su primera asamblea desde que su legalización como partido político. El acto estuvo presidido por el arquitecto D. Fernando Chueca Goitia, del Partido Demócrata Liberal.

La FPDL está integrada en ‘Centro Democrático’ (posteriormente denominada Unión de Centro Democrático). En la asamblea participaron los líderes de los otros partidos liberales integrados en Centro Democrático como son D. Ignacio Camuñas Solís (del Partido Demócrata Popular), D. Juan García Madariaga (Partido Progresista Liberal), D. Enrique Larroque (Partido Liberal)

19 Marzo 1977

Los Liberales

Joaquín Garrigues Walker

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Escribía hace unas semanas, en estas mismas páginas, sobre los conservadores. Hoy les toca el turno a los liberales, cuando por primera vez celebran su cumbre «los internacionales» en Madrid.

Empecemos por decir que los liberales son otra cosa. Otra cosa distinta que los conservadores y los socialistas. Porque entre estos últimos hay afinidades, aunque. ambos las rechacen. En el fondo de sus almas ideológicas los conservadores y los socialistas confían en el Estado. Unos y otros quieren la intervención del Estado, la consideran necesaria para corregir las imperfecciones que resultan de las acciones y omisiones del individuo. Ambos ponen especial énfasis en la jerarquía y la autoridad para evitar, según dicen, el desorden, la anarquía y el libertinaje.

Los liberales, por el contrario, tienen como primer y único dogma la libertad. Y la libertad ya se sabe que es revolucionaria. Pero es que, además, los liberales no hablan tanto de la libertad con mayúscula, de la libertad en abstracto como de las libertades individuales. Porque es ahí, precisamente ahí, donde aprieta el zapato. Conservadores y comunistas hablan de la libertad en todos sus programas y manifiestos, pero sin decirlo le temen a las libertades individuales, a esas libertades concretas de todos los días.

En el triángulo que forman la persona, la sociedad y el Estado, los liberales damos prioridad a la persona. Es el Estado quien debe servir al individuo y no a la inversa. El liberal quiere que se respete a la persona individual y sólo pone como condición y límite que no se invada la esfera de las libertades de otros individuos. Que se respeten las creencias, actitudes e ideologías de todos y cada uno, y que nadie intente imponer las suyas por la violencia o la coacción.

En esta actitud liberal radica la diferencia.En ese talante abierto al cambio y al futuro se distinguen los liberales de los otros, a la izquierda y a la derecha.

Frente al quietismo conservador y al que acaba resultando de las soluciones colectivistas, los liberales tienen fe en la fuerza creadora de la libertad del individuo.

Los liberales están por la libertad porque saben que ella es el origen de todos los cambios profundos en la historia del hombre sobre la tierra. Un pueblo libre no pone límites ni fronteras a sus espectativas de cambio porque un pueblo que actúa en libertad y en competencia acaba con las situaciones de privilegio y con las discriminaciones y desigualdades que resultan muchas veces del pasado histórico. Porque los individuos que actúan a impulso de su libre iniciativa son siempre capaces de crear nuevas formas de vida, nuevas ilusiones y esperanzas de otros horizontes. La libertad es en este sentido revolucionaria y en este sentido también lo son los liberales.

Para que nuestro país empiece a cambiar, para que dejemos de ser diferentes de nuestro entorno cultural y político, debemos construir un país donde se respeten esas libertades individuales tan concretas que defienden los liberales. No es esta una tarea fácil. pero tampoco es imposible.

Admitamos, sin embargo, que son muchos los españoles que viven con el fantasma de la inestabilidad política y las tensiones económicas y sociales del siglo XIX. Porque la izquierda y la derecha se disfrazaron con la etiqueta liberal durante ese siglo -unos como moderados y otros como progresistas-, y ni unos ni otros pudieron con la crisis de nuestro Imperio. de las instituciones del «antiguo régimen» y de la economía mercantilista. Los liberales de entonces no pudieron contra las fuerzas conservadoras y las revolucionarias. Y acabaron quemando su imagen y su crédito en esa batalla.

Pero si entonces no fue posible una sociedad liberal en nuestro país, no hay duda alguna de que hoy, los españoles debemos y podemos ser capaces de construir un Estado que responda al esquema democrático liberal. Esa debe ser la labor de todos, desde los conservadores hasta los socialistas. Porque ellos también, con independencia de su etiqueta política, deberán ser liberales.