21 julio 1992

Varios periodistas como José María García le acusaron de hacer fraude y de que sus combates estaban amañados

Se suicida el boxeador José Manuel Ibar ‘Urtain’, el morrosko de Cestona, al arrojarse desde un décimo piso arruinado y abandonado

Hechos

El 21 de julio de 1992 falleció D. José Manuel Ibar.

27 Julio 1992

Urtain

Francisco Umbral

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Dinos cómo lo has hecho, Urtain, muchacho, dinos cómo se hace. Ya que no tu imposible pugilismo poderoso, algunos quisiéramos aprender el salto del patio, ese salto inspirado y brutal, ese ballet vecinal y subitáneo que le lleva a uno a otra vecindad, a la única, posible y perpleja vecindad de los muertos. Decíamos, cuando entonces, que eras un poco burro, Urtain, pero al fin has tenido el único gesto intelectual que puede tener un hombre: el suicidio. Se preguntan los periódicos ingenuamente por qué lo has hecho, Urtain, como si hubiera razones para hacer otra cosa. No hacen falta razones para matarse. La vida es la única e insoportable razón que explica la muerte. Todos somos unos suicidas aplazados, desde el definitivo señor Polanco hasta esas mocedades que desfilan en círculo (como que no van a ninguna parte) por los Juegos Olímpicos. Fidel Castro ha elegido el suicidio de pie, un suicidio de caballero que se va dejando suicidar por los demás, concretamente por los periodistas y los yanquis. Todos creemos que estamos haciendo por la vida, por nuestra pequeña vida de funcionarios de la muerte. Mejor que una vida funcionaria, el salto que tú te has pegado, Urtain, muchacho, viejo mozallón, juguete roto, como te llamó Summers el primero (otro que se suicida haciendo chistes). El salto, el salto, por qué no nos enseñaste, en los setenta, cuando tanta musculatura aprendíamos de ti, a pegar ese salto, el salto por la ventana, Nijinski morrosco de los patios de luces. La vida, la juventud, es una carrerilla que tomamos para pegar el salto. Después del cumpleaños, después de la gloria, después del amor, hay que pegar el salto, el único salto mortal que ele verdad lo es, y no como el de los circos. Quienes dejamos pasar el tiempo, quienes vamos dejando el salto para otro día, no somos sino los interinos de la vida, los contratados del tiempo, los temporeros del éxito, unos parados que vamos tirando con la chapuza del vivir. Dijo el poeta que sólo tenemos treguas. Es mejor tomarse uno la injusticia por su mano y tirarse desde un séptimo piso. Si no pegas el salto a tiempo te lo pegan o te mandan al Adriático a morir lleno de patriotismo serbio, sin saber dónde está Serbia. Si no pegas el salto a tiempo te quitan una emisora que era la obra de tu vida, y está bien llegar a ser José María García, pero la ingente multitud de los garcías nacionales aguantan sin micrófono y sin tener nada que decir. Hasta que un día miras al patio de luces y ves que en todas las ventanas están las vecindonas asomadas, esperando a ver si esta mañana te animas a dar el salto. Uno ya nota que le miran como un hombre acabado antes de empezar. Uno se entera muy pronto de que el éxito es una errata de los linotipistas y de que el amor más sublime es una comedia de Alonso Millán. La vida es para todos una comedia de Alonso Millán, menos para Alonso Millán, naturalmente. Urtain, viejo cacharro de nuestra generación, creían que sólo servías para levantar piedras, pero has levantado en peso la piedra de tu vida, Sísifo en camiseta, y la has arrojado por la ventana. La vida son unos juegos olímpicos que se terminan en la primera juventud y donde uno sale campeón en todas las modalidades. La vida es una cosa olímpica que dura quince días. Somos unos héroes quincenales y luego ya sólo nos espera el patio de luces. Bien hecho, Urtain, poderoso y anciano muchacho. Nadie va a pegar en Montjuich un salto como el tuyo. De todo el olimpismo internacional y griego sólo vale el salto del patio, ese salto por el que no dan bronce ni plata ni siquiera el cobre o calderilla de los perdedores. Después del salto del patio, el salto de un gran atleta lúcido, el salto de Urtain, después de ese salto, que es el nuestro ¿qué coños esperamos ver en la Olimpíada?

24 Julio 1992

El anacronismo del héroe

Antonio Muñoz Molina

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El cuerpo hinchado y roto del ex boxeador Urtáin se parece a esos cadáveres de ahogados que arrojan a una playa sucia las turbulencias del mar. A Urtáin lo ha devuelto fugazmente el suicidio a una notoriedad póstuma de primera página, pero dentro de unos pocos días las aguas del olvido, más crueles o ecuánimes que las del mar, volverán a tragárselo para siempre, no sin que los periódicos hayan chorreado las pertinentes dosis de lirismo sobre los juguetes rotos del boxeo y la pedagogía del triunfo y la caída. Pero la desgracia de un hombre que al filo de los 50 años lo ha perdido todo y no posee nada más que la lealtad del alcohol y los delirios patéticos de su juventud no es en modo alguno infrecuente, y basta caminar con los ojos abiertos por cualquier ciudad para saberlo: lo que tiene de singular la muerte de Urtáin es que su triste celebridad recobrada de unos días nos devuelve al tiempo en que nos alimentaban de mitos como él, a una memoria de televisores en blanco y negro de niños prodigio y héroes deportivos recibidos en audiencia por el general Franco.Borges decía que lo peor de las dictaduras es que fomentan la estupidez: sin duda fuimos, casi todos nosotros, rematadamente imbéciles, y en los cines de verano, sentados junto a nuestros padres, nos estrangulaba la congoja al ver llorar a Joselito, el pequeño ruiseñor, y nuestras hermanas sonaban con ser rubias y con parecerse a Marisol, y bramábamos de, orgullo patriótico con las victorias del Real Madrid en la Copa de Europa, con el triunfo de Massiel en Eurovisión (en vísperas, por cierto, del luego tan añorado Mayo del 68), con las payasadas de El Cordobés, con las chulerías verbales de José Legrá y los combates fulminantes de Urtáin. El nazismo alemán propagó abrumadoras mitologías wagnerianas, imágenes de colosos rubios que igual lanzaban jabalinas que gaseaban judíos. Mussolini impuso una estética entre deportiva y art déco que no era del todo ajena a los disparates retóricos. de las primeras vanguardias. El franquismo, que era un fascismo amodorrado de mesa camilla y sacristía, administró a sus súbditos un Olimpo mucho más menesteroso, un catálogo de niños prodigio cabezones que conservaban en las rodillas toda la escualidez, del hambre, de boxeadores fantasmones, toreros pícaros, cantantes que se revelaban al mundo en el Festival de Benidorm y cantaoras momificadas que rendían homenaje en bata de cola al caudillo y a doña Carmen Polo de Franco, en las recepciones de La Granja.

Pero todos aquellos héroes de nuestra estupidez duraron menos que la dictadura. Yo creo que acabó con ellos la televisión en color. Mirados retrospectivamente, sus días de gloria no son menos patéticos que los de su larga decadencia. Lo que nos desconcierta cuando logran emerger del olvido no es la ruina de sus facciones o de sus biografías, sino el simple hecho de que aún estén vivos, como criaturas antedilu

antediluvianas que hubieran sobrevivido por milagro o error al cataclismo que abolió su especie. Joselito, el pequeño ruiseñor, resultó ser el verano pasado un convicto de tráfico de drogas que regentaba un sórdido pub en las afueras de un pueblo de Albacete; El Cordobés, que había triunfado en las plazas de toros donde fulguraban las melenas rubias de las turistas extranjeras, volvió a aparecer en los periódicos por culpa de una reyerta de borrachos; José Legrá, al que todo el mundo le reía las bravatas en los mostradores de los bares con televisión, es un pobre hombre que balbucea confusamente separando apenas los labios, mirándose fijamente ,como con asombro, las manos gesticuladoras e inútiles.

Sin duda ha de ser difícil vivir cuando se pertenece a un tiempo extinguido, pero más aún cuando se han encarnado mentiras o sueños en los que ya nadie creé, sólo uno mismo. El presente y la realidad adquieren entonces las apariencias de una pesada alucinación. Dicen que Urtáin se emborrachaba en los bares contándoles su gloria a los desconocidos: vivía en la edad olvidada de las quinielas de 14, de las postales con rascacielos en las playas, de los concursos Miss Guapa con Gafas y de las, Leyes Fundamentales del Reino. Tal vez sólo miré de verdad el mundo extraño que tenía alrededor durante las dos o tres últimas horas de su vida, mientras volvía tranquilamente a la casa de donde lo iban a desahuciar e imaginaba el paisaje de bloques y ventanas geométricas que vería desde su balcón.