23 febrero 2010

El actor español Willy Toledo minimiza su muerte por considerar que no era un preso político, sino un 'preso común'

Se suicida el opositor cubano encarcelado Orlando Zapata mediante el procedimiento de la huelga de hambre

Hechos

El 23.03.2010 falleció D. Orlando Zapata.

Lecturas

El 23 de febrero de 2010 fallece en una prisión de Cuba Orlando Zapata Tamayo. Presentado ante los medios como un preso político enfrentado a a dictadura de Fidel Castro en Cuba. Su muerte se produce cuando se había puesto en huelga de hambre en protesta contra el régimen.

Fue detenido el 6 de diciembre de 2002 por agentes del Departamento de la Seguridad del Estado (DSE), acusado de desacato, por lo que fue encarcelado durante más de tres meses. El 20 de marzo de 2003, 13 días después de ser liberado, fue arrestado por segunda vez durante la represión de la Primavera Negra, que llevó a 75 disidentes a la cárcel, entre los que también se encontraban Raúl Rivero y Martha Beatriz Roque, y enviado a la prisión Kilo 8 de Camagüey.

Los partidarios del gobierno cubano lo consideraron un delincuente convertido en mártir, ​ mientras que los opositores lo convirtieron en un símbolo para la disidencia. En España los ataques contra él los lideró el actor D. Guillermo Toledo Monsalve ‘Willy Toledo’, que se destapa a partir de este episodio como el mayor defensor público en España del régimen de los Castro en Cuba.

WILLY TOLEDO JUSTIFICA LA MUERTE DE ORLANDO ZAPATA: «ERA UN DELINCUENTE COMÚN»

 El actor español D. Guillermo ‘Willy’ Toledo mostró su apoyo al Gobierno de Cuba matizando que la muerte de Orlando Zapata carecía de relevancia por ser ‘un delincuente común’ que estaba encarcelado por agresiones.

25 Febrero 2010

Los mejores soldados

Salvador Sostres

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Ha muerto el disidente cubano Orlando Zapata tras 86 días de huelga de hambre. Hemos visto tantas huelgas de hambre de hombres y mujeres que al primer retortijón se rendían y volvían a comer; hemos visto tantas falsas huelgas de hambre que eran sólo burdas amenazas, pancartitas, amagos, cínicas estrategias publicitarias en favor de las causas más disparatadas, que siendo trágica la noticia de esta muerte -y teniéndola naturalmente que lamentar- por su ejemplo de integridad, nos ilumina de amor y de decencia. El amor con que Orlando Zapata, de 42 años de edad, luchó siempre en favor de la libertad y en contra de la tiranía de Fidel Castro. Desde 2002 que fue por primera vez detenido hasta el día de su muerte, el martes. Ahí estuvo, aguantando, aferrándose a su humanidad y pagando el precio. La decencia de terminar lo que se ha comenzado, como los hombres hacen, y de mantenerse en pie por aquello en lo que crees, con cuerpo y alma.

Te recordaremos caído entre el polvo a los pies del muro del alba.

En estos tiempos aciagos, grises de crisis moral que nos han llevado a la crisis económica -y no al revés- es emocionante que alguien sea capaz de levantar los ojos por encima de la sombra y de dejarnos el rastro de su grandeza. La causa de la libertad ha sido siempre complicada, peligrosa y cara. De victorias muy a largo plazo, de muchos mártires. Pero ha tenido los mejores soldados. Si en enero conocíamos el esperpéntico caso de la cooperante catalana Teresa Sala, que mantuvo una huelga de hambre, como quien dice, de fin de semana, para reclamar atención por la causa palestina, la muerte de Orlando Zapata evidencia que cuando luchas por el bien la coherencia es mucho más nítida que cuando entra en juego la banal frivolidad de la izquierda, y llegas hasta el final porque mucha más nobleza te empuja, porque la verdad es un revulsivo indestructible y aunque haya quien crea que todo termina pereciendo, el gesto rebelde del disidente va a desencadenar mucha más vida y mucho más libre de la que se ha llevado.

Entre las circunstancias más adversas e incluso en estos tiempos, a veces alguien es capaz de levantarse y de hablar, de desencallar la historia con su fortaleza, de hacerse inevitablemente presente con su ausencia. «Quisiste apaciguar la sed de las panteras / y flameaste henchido contra sus atropellos».

La naturaleza criminal de la dictadura de los hermanos Castro ha quedado una vez más al descubierto, y la próxima vez que los comunistas que aún quedan en España acudan a cualquier manifestación contra el bloqueo, esta muerte caerá sobre ellos como una denuncia y como una vergüenza. La próxima vez que alguien diga que el comunismo, como mínimo, es una buena idea, el recuerdo de Orlando Zapata será contra ellos una acusación, un alegato, el rayo de la furia de Dios. Mantendremos su exigencia como un reto, como deber hímnico, como una gesta. Presidiendo la mesa.

27 Febrero 2010

Una muerte, un error

LA VANGUARDIA (Director: José Antich)

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El fallecimiento del disidente cubano Orlando Zapata, después de 85 días en huelga de hambre, ha sido calificado de crimen por la oposición al castrismo. También puede decirse que ha isdo otro error que demuestra la torpeza de la dictadura. En unos momentos en que todos los implicados, directa o indirectamente, tratan de buscar canales que hagan posible el diálogo sobre el futuro de Cuba, la muerte de Zapata sólo proporciona argumentos a quienes, a un lado y otro, no quieren dialogar.

La revolución castrista sigue provocando pasiones, a faovr y en contra, después de que Fidel Castro abandonara la presidencia. La transmisión del poder a Raúl Castro es un hecho consumado, pero más que una transición lo que acontece es una sucesión, y la continuidad del régimen revolucionario parece asegurada a corto plazo. La revolución castriste fue la consecuencia de la falta de reformas. Pero ahora, cincuenta años después, la reforma es precisamente el gran desafío que tienen planteado los sucesores de Fidel.

La Cuba castrista pretendió exportar la revolución por África y América Latina, donde el Che Guevara murió solo cuando había en Cuba miles de latinoamericanos dispuesto a exender la guerra de guerrillas. Pero el legado revolucionario de Castro es ahora más simbólico que real. Cuba se ha transformado en los últimos años, acogotado por la crisis económica y la protesta interna, en un actor moderado, en contraste con la década de 1960. Y la muerte del preso político Orlando Zapata ha vuelto a mostrar ahora el lado oscuro de la revolución castrista.

Los actores internos que se reparten los papeles sobre el futuro de Cuba son, por una parte, un poder que no es visiblem sino que lo controla un gobierno paralelo integrado por la élite militar-gerencial, y, por otra, la disidencia interna, que apuesta por un cambio gradual y pactado. Pero también hay que contar con los actores externos, y los más influyentes siguen siendo Estados Unidos y la Unión Europea, por una parte, y Venezuela, por otra cuyas agendas son contradictorias.

La Administración de Barack Obama ha suavizado el embargo comercial a Cuba y ha extendido la mano. Pide la democratización de Cuba, pero ya no pretende , a diferencia de la Administración Bush, una Cuba diseñada por la memoria histórica del exilio de Miami. Es deicr, no se trata tanto de regresar a 1959, como si nada hubiera pasado en la isla, sino de abrir las puertas al pluralismo democrático y la defensa de los derehcos humanos. En este contexto, la muerte de Zapata es una mala señal que La Habana envía a Washington.

La Venezuela de Hugo Chávez, que ha reemplazado a la antigua Unión Soviética como protector de la revolución castrista, tiene una idea sobre el futuro de Cuba completamente distitna. Pretende que el castrismo se prepetúe después de Fidel Castro. Y la Unión Europea, empezando por España, donde Cuba es una cuestión prácticamente doméstica, promueve desde hace tiempo, pero hasta ahora sin éxito, una solución razonable: la transición gradual del actual sistema cubano hacia la democracia.

El esfuerza no violento ha hecho mucho camino en los últimos años entre la oposición, tanto la interna como en el exilio. Y la historia ha emplazado ahora a unos y otros a alcanzar una conciencia basada en el diálogo, no en la violencia. Por eso la muerte de Zapata es una mala noticia para los sucesores de Fidel Castro.

03 Marzo 2010

Disidencias

Elvira Lindo

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La democracia es ese raro sistema que permite a los individuos expresar opiniones en contra del sistema y a favor de otros sistemas que no les permitirían el menor asomo de disidencia. La democracia es también ese sistema en el que podemos compatibilizar la denuncia de cualquier pequeño atropello a nuestras libertades con la defensa de dictaduras liberticidas. La democracia es ese sistema que me sirve en bandeja opiniones antidemocráticas que serían tachadas de traición a la patria si no fuera porque la democracia nos permite la veleidad de no ser patriotas, de no creer en nada. Ni en la democracia. No me considero una fundamentalista democrática; digamos que considero éste el más humano de los sistemas posibles. Ya es algo.

La democracia es a veces un sistema injusto y tontorrón, que pone micrófonos delante de un actor dispuesto a ofrecer la versión oficial de una dictadura e ignora a los que la padecen.

Aun así, prefiero vivir aquí. Prefiero vivir en un sistema en el que un individuo tiene el maldito derecho a difamar a un pobre obrero que tuvo la valentía de disentir de un Estado represivo. Era un traidor, dicen, un delincuente común, quizá un terrorista. Esas palabras me duelen físicamente, pero prefiero vivir en un sistema en el que pueden decirse. Es la forma de conocer a fondo al sujeto que las pronuncia.

Tal vez las declaraciones de Guillermo Toledo hayan conseguido convertir a alguno de sus compañeros de profesión en anticastristas. Hay mucha gente de la «cultura» que se siente incómoda viéndose representada siempre por los mismos. Para combatir esa molestia silenciosa les recomiendo que expresen su desacuerdo asumiendo un principio bien básico: las personas decentes anteponen los derechos humanos a las ideologías. Y, desde luego, convendría elegir a otros representantes para liderar causas humanitarias.

02 Marzo 2010

Imperdonable

Rosa Montero

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Hace un mes hablé en este artículo del infierno de las cárceles cubanas, del maltrato sistemático y de la aterradora indefensión de los presos de conciencia. Por entonces Orlando Zapata ya estaba en plena travesía hacia su muerte, pero yo no lo sabía. No lo sabía casi nadie. La huelga de Aminetu la conocimos desde el primer día, porque España es una democracia y las noticias circulan. Pero las dictaduras feroces, y la cubana lo es, se caracterizan por silenciar los gritos de las víctimas. Y hacen algo aún peor que silenciarlas: las difaman. En los foros de Internet leo comentarios de la gentuza castrista diciendo que Orlando era un delincuente común «de lo peor». ¿Se puede concebir una abyección más grande? Además de torturar, denigran al torturado. Es como si alguien violara a una chica, le sacara los ojos y la decapitara, y luego nosotros dijéramos: algo habrá hecho para merecerlo, la muy puta. Con las agresiones contra las mujeres ya lo vemos claro, ¿no? Pero, asombrosamente, ese sucio prejuicio sigue funcionando con los cubanos. Hablo de la absoluta inhumanidad del pensamiento dogmático, de la pereza intelectual y moral que impide que una buena parte de la izquierda asuma su responsabilidad ante el horror del castrismo. Hablo de Zapatero no diciendo ni palabra el primer día, y luego, tarde y mal, limitándose a lamentar la muerte y no a condenarla. Hablo del PSOE insistiendo en reforzar las relaciones con Cuba, una política que ya ven adónde conduce. Gracias a la presión popular salvamos la vida de Aminetu. Pero, ¿dónde están ahora los actores, los famosos, los de Izquierda Unida, todos esos que apoyaron a la saharaui? Orlando tuvo que pagar con su vida la visibilidad mediática. Ahora hay otras seis personas en huelga de hambre en Cuba reclamando derechos básicos: hay que ayudarlas. Ya se han acabado las excusas: justificar o disculpar hoy el castrismo es como justificar o disculpar el fascismo. Una indecencia imperdonable.

03 Marzo 2010

Willy Moratinos

Federico Jiménez Losantos

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LO PEOR que se puede decir de los insultos de Willy Toledo a Orlando Zapata Tamayo, último asesinado de la dictadura comunista cubana, y a los presos políticos que yacen en las tenebrosas cárceles de Castro, es que lo que proclama, expele, secreta, excreta o vomita se parece muchísimo a lo que dice Moratinos. Y lo peor de Moratinos es que lo que balbucea sobre la política con Cuba se parece horrores a lo que dice Willy Toledo. Sucede que el ministro tiene más cara de muñecón y el titiritero de ventrílocuo, de forma que Moratinos parece aplicar a la diplomacia las reflexiones teóricas de Willy, cuando esperamos lo contrario: que el titiritero divulgue para las masas, con inevitable chocarrería, las sutiles cogitaciones del ministro.

Es verdad que desde que en tiempos de Aznar, derrotada una y otra vez en las urnas, la izquierda tomó el camino antisistema y eligió a los titiriteros, gremio intelectualmente astroso y económicamente enfeudado al Poder, como faro ético para la ciudadanía y referente moral de sus ideas política, cualquier Moratinos está un escalón por debajo de cualquier Willy. Y que si a la infinita vanidad propia de la titiritería andante este papel le llena de gozo, a Zapatero aún le complace más. Tanto le gusta que no sólo dobla la subvención anual al cine, único sector digno de ese maná, sino que el tiempo que le falta para atender al Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo le sobra para agasajar a los héroes de la anual farsa goyesca. «Dios elige a los suyos», dice la Biblia. Y Zapatero los elige y los financia.

Dice Willy Moratinos que Orlando Zapata era un terrorista, un preso común como casi todos los que llamamos en Europa «disidentes», que fue manipulado hasta que se dejó morir en huelga de hambre. Y añade que el torturado Orlando cometió «traición a la Patria y muchísimos otros delitos». Bien, pues ya que Willy conocía a Zapata desde antes de la nota que, cuatro días después de enterrarlo en silencio, sacó el Gramma insultándolo, yo le pido que ayude a Moratinos Willy a convencernos de que lo que hay que hacer con la dictadura castrista es dialogar. Díganos Willy Moratinos cinco, sólo cinco delitos comunes de Zapata entre los «muchísimos» que cometió. Y estos datos, inocultables para él, que está al tanto de todo lo que pasa en Cuba, ayudarán a Moratinos Willy a no parecer un miserable defensor de los crímenes de los hermanos Castro. O sea, como Zetapé.