7 febrero 2000

Grupos extremistas aprovecharon el crimen para tratar de criminalizar a todos los magrevíes de la zona

Tres asesinatos a manos de marroquíes en El Ejido desatan un brote de violencia racista contra su comunidad en Almería

Hechos

El 7.02.2000 los periódicos españoles se hicieron eco de los sucesos violentos producidos en el pueblo de El Ejido en Almería.

Lecturas

elejido98_2 Que la violencia en El Ejido se expandiera – por poco tiempo – a Roquetas del Mar, hizo temer de que pudiera haber un brote racista a gran escala.

07 Febrero 2000

Explosión xenófoba

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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No es la primera vez que en El Ejido -la localidad almeriense que concentra una importante población de inmigrantes magrebíes dedicados a faenas agrícolas- un hecho luctuoso cometido por uno de ellos deriva en reacciones violentas contra el colectivo entero. Se trata de una forma de comportamiento xenófobo -responsabilizar a los otros en su conjunto de lo que ha hecho uno de ellos-, que comienza a ser una constante en aquellas zonas en las que la presencia de inmigrantes es superior a la media en nuestro país, sea en Terrassa (Barcelona) o en los también almerienses campos de Níjar, por poner dos ejemplos.En esta ocasión, la muerte de una mujer tras ser apuñalada por un joven inmigrante que intentó robarle el bolso ha desencadenado en El Ejido una secuencia de violencia contra la población inmigrante y sus modestas propiedades (vehículos y comercios), sin que hayan faltado actos del más más puro pillaje. Es lógico que, ante la muerte de una conciudadana, los habitantes de la localidad muestren su inquietud, reclamen más medidas de seguridad y exijan la aplicación de la ley. Pero resulta deplorable que ciudadanos responsables y normalmente pacíficos se dejen arrastrar por grupos violentos que, poniéndose al frente de la manifestación, hacen derivar la protesta social por derroteros racistas y xenófobos, condenables desde todos los puntos de vista. Seguramente, muchos de estos ciudadanos ya se habrán arrepentido de lo que hicieron en la noche del sábado contra algunos de sus vecinos sólo porque son inmigrantes o tienen relación con ellos.

En estas situaciones, lo exigible, en primer lugar, es que la justicia actúe con rapidez y haga notar su presencia a una población que se siente inquieta. Y así se hará con el presunto homicida de la joven, ya detenido. Pero los poderes públicos no deben permanecer paralizados frente a quienes, tomando pretexto en un hecho dramático pero individual, arremeten con saña contra otras personas cuyo único delito es compartir país de nacimiento con el agresor. Por ello resulta inexplicable que todavía no haya ni un solo detenido entre quienes agredieron a los inmigrantes o al subdelegado del Gobierno.

Lo sucedido en El Ejido constituye un aviso muy serio, uno más, sobre los riesgos de explosión xenófoba y racista que se ciernen sobre ámbitos sociales que, por necesidades de mano de obra, exigen una convivencia masiva de personas de vida y cultura distintas. Los poderes públicos deberían estar más atentos, optando claramente por políticas de integración social del inmigrante y sin dar la más mínima cobertura a los grupos ideológicos que hacen bandera del odio al otro. Austria, ahí al lado, es un peligroso ejemplo. La inmigración masiva es un fenómeno todavía relativamente reciente en nuestro país, pero los españoles debemos esforzarnos por aprender a convivir en una sociedad cada día más multirracial.

07 Febrero 2000

Protesta en Almería

LA RAZÓN (Director: Joaquín Vila)

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Restar importancia al os incidentes de El Ejido (Almería) tras el asesinato de una joven de 26 años, es ocultar la realidad de una población donde se reproducen las tensiones relacionadas con la inmigración, pero tampoco se puede hablar de una situación de racismo y xenofobia generalizadas. Es un hecho grave que un delincuente mate a una mujer por intentar evitar un robo, pero nada tiene que ver la raza del delincuente, que está ya a disposición judicial. E igualmente desvirtuaría la realidad reducir la indignación vecinal a una simple demostración de racismo. Detrás de los sucesos se encuentra, además de la escandalosa incapacidad de una Administración que no supo imponer el orden y defender los intereses y propiedades de todos, la especial situación sociolaboral que se registra en esa zona de Almería donde los inmigrantes, legales e ilegales, forman una muy numerosa colonia y han encontrado en la agricultura su medio, precario de vida.

No son culpables del a situación los inmigrantes, que rechazan la violencia y se personarán como acusación en el juicio contra el asesino. Pero tampoco lo son los vecinos que ven cómo se deteriora su entorno ante el abandono de los poderes públicos. En la integración está la clave, y ésta sólo será posible si se ponen todos los medios para lograr que los inmigrantes puedan ser los nuevos españoles y no se les encierre en un mundo aparte. El Ejido pone en evidencia la pésima forma en que hoy se realiza esta integración y debe forzar al conjunto de la sociedad a emplearse a fondo, con todos los recursos del Estado para mejorar la convivencia.

08 Febrero 2000

Sospechosa inhibición

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Las fuerzas de orden público tardaron demasiadas horas en intervenir para sofocar los brotes violentos de racismo y xenofobia que se repiten en la localidad almeriense de El Ejido desde el pasado sábado. Es cierto que su actuación debe estar apoyada en la prudencia y ha de tener como objetivo prioritario evitar con su actuación males mayores. Pero la inhibición de la que han dado muestra en este caso denota la escasa profesionalidad de sus mandos o sus pocas ganas de intervenir en defensa de las víctimas. No cabe otra explicación de su pasividad ante los incendios y los asaltos a las viviendas de los inmigrantes, que en algunos casos se vieron sometidos a persecución policial.Es probable que el primer objetivo fuera evitar el enfrentamiento directo. Pero en más de una ocasión la pasividad de la fuerza pública en El Ejido recordó la equidistancia entre víctimas y agresores que tantas veces se ha reprochado en el País Vasco a la policía autonóma. Con la paradoja añadida de que el responsable último de las fuerzas de orden público, el ministro del Interior, es uno de los principales críticos de esa otra situación de anemia represora.

La policía ha de intervenir con la mayor urgencia y contundencia para proteger a los agredidos y evitarles esa sensación de amenaza real a la que son sometidos; luego, ha de trabajar la justicia para determinar las responsabilidades de cada uno, incluyendo las de quienes cometieron el asesinato que encendió este estallido de violencia colectiva. E inmediatamente, las autoridades deben estudiar las condiciones en las que viven los inmigrantes, pues la marginalidad que padecen (hacinamiento en infraviviendas, apartheid escolar, guetización grupal, etcétera) hace de El Ejido un lugar de explosión social anunciada con reiteración.

Más allá de los hechos mismos, hay otro asunto igual de insoportable: el aprovechamiento político de los mismos, para añadirlos a la batalla dialéctica sobre la Ley de Extranjería, como ayer hizo, con infinita inoportunidad, el ministro portavoz del Gobierno, Josep Piqué, al advertir sobre el peligro para la cohesión interna española que supondría no restringir la entrada de inmigrantes. Añadió pavesas al fuego del racismo. No hay que remitirse a Austria para reflexionar sobre el rencor hacia el otro. Basta mirar a El Ejido para ver el rostro del odio hacia el diferente. En España hay un porcentaje de inmigrantes muy inferior al de la mayoría de los países europeos, y la perspectiva de que esta inmigración va a aumentar. Por ello es urgente atajar de plano estos brotes racistas.