10 agosto 1983

Protesta en los sectores valencianistas

TVE emite un reportaje sobre Valencia («Esta es mi Tierra») con Joan Fuster en la que se refirió a la comunidad como ‘País Valenciano’ con raíces y cultura catalana causando la polémica

Hechos

El 10 de agosto de 1983 se emitió en el programa ‘Está es mi Tierra’ en TVE con D. Joan Fuster.

19 Agosto 1983

El olor de la tierra

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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EL PROGRAMA de Televisión Española Esta es mi tierra, emitido el 10 de agosto y protagonizado por Joan Fuster, ha reavivado en los ámbitos valencianos la polémica entre catalanistas y anticatalanistas, base de duros y repetidos enfrentamientos en los últimos años. Los miembros del Grupo Popular han preparado ya un surtido de petición de explicaciones en todos los órganos de representación, desde el ayuntamiento al Congreso de los Diputados, indignados por el contenido del programa. En su opinión, tanto los juicios emitidos por Joan Fuster como por las otras personas que intervinieron en el mencionado espacio no reflejan la realidad de la cultura valenciana y no son, en todo caso, representativos del sentir mayoritario en esa comunidad, que, a su juicio, posee unas señas de identidad diferenciadas de lo catalán.A pesar de que el programa Ésta es mi tierra, que dirige Manuel Serrano, no sea propiamente un programa de definición política y que, como su mismo título hace deducir, presente ante todo el sentir del personaje inequívocamente conocido y libre de adherencias institucionales, los detractores parecen ante todo revueltos por la oportunidad de su exhibición. Efectivamente, la grabación de este espacio fue hecha en mayo de 1982, dos meses antes de que se aprobara el Estatuto de Autonomía. En su parecer, mencionar ahora -más de un año después, aunque, en verdad, alusivamente-, la catalanidad de Valencia es jugar una baza que contradice los pactos a los que se llegó. entre izquierda y derecha, catalanistas y anticatalanistas, en la redacción del Estatut. Por su parte, los procatalanistas arguyen que, fuera cual fuese la fecha de producción, vetar la emisión de ese programa sería equivalente a poner en cuestión el derecho a la libertad de expresión.

De la importancia política de la primera objeción da cuenta la misma actitud del presidente de la Comunidad Valenciana, ayer catalanista y hoy rehuyendo la defensa de Ésta es mi tierra mediante el subterfugio de entregarse a hacer indagaciones sobre los criterios programadores de Prado del Rey. Respecto a la razón de los oponentes, no cabe duda de que, sea cualquiera el contenido del pacto entre grupos políticos, a nadie en su nombre puede negársele la libertad de opinar en contra.

Puede, ciertamente, suponerse, que si Televisión Española actuara con menor pesadez y negligencia, el programa habría sido emitido con la significación política que le dieran las fechas para las que fue concebido. Y cabe también imaginar que si los rectores de Prado del Rey obraran con más sensibilidad y respeto hacia los distintos ámbitos del Estado español, habrían consultado al centro regional de Aitana antes de precipitarse a ofrecer las palabras e imágenes de Joan Fuster como un relleno de verano. Cualquiera de estas dos medidas diligentes habría ahorrado este nuevo brote polémico que para no pocos valencianos se ha vuelto estéril, cuando no lamentablemente aburrido. Sólo el afán de buscar alguna cosecha política para el comienzo del nuevo curso y acaso de prolongar su artificial vivacidad hasta el 9 de octubre, fecha de los actos en los que se conmemora la entrada de Jaume I en Valencia, puede explicar cabalmente los ardores del Grupo Popular. Por lo demás, los valencianos tienen ante sí muchos otros problemas sociales, económicos y culturales de envergadura incomparable a los términos de esta engorrosa diatriba. Problemas a los que probablemente dedicarán sus energías con más convencimiento y justificación que a esta reiterada batalla sin destino.

19 Agosto 1983

Esta no es mi tierra

Ignacio Gil Lázaro

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Hasta aquí hemos llegado. Cuando se pone en tela de juicio – o es sometido a ruin maledicencia – lo que constituye valor no susceptible de quedar condicionado a controversia ditirámbica, esto es, cuando el oscurantismo medroso esgrimido por profetas de vía estrecha pretende desvestir a una comunidad específica de todo su contenido histórico no es válido permanecer tibiamente en la ambigüedad porque se corona el instante de conjugar un testimonio valenciano y valencianista que geste – al fin – una indestructible comunión de quienes no están prestos a consentir la imposición elitista y embaucadora de un yugo cruel – por más que artificial – alentado desde el servil colaboracionismo de los que se avergüenzan de la propia identidad de sus hombres y de sus tierras natales. Cuando el estertóreo grito de unos cuantos – hijos de otros lares y que encontraron aquí paz, trabajo y refugio – se expande buscando engendrar provocaciones e iras que mantengan a sus emisores en ‘los primeros planos del decir’ es imperioso, si, no consentir que la violencia estalle ni recalar en la trampa tendida que anhela hacer extrañar las formas legítimas y serenas de nuestras firmes reivindicaciones pero – dicho esto – tampoco nadie puede ni debe callar ante la infamia arbitrada por el desarraigo de esos que, ni por asombro representan la voluntad mayoritaria de esta tierra, ni acogen en sus premisas el veraz sentimiento de nuestro progreso y recuperación regional.

Hasta aquí, pues, hemos llegado. No vamos a aceptar – de una vez por todas – que tornen a verificarse afrentas como la suscitadas en la reciente y desgraciada emisión de un producto televisivo – falaz y panfletario – que no hizo sino exaltar el alucinado propagandismo de unos pseudocolonizadores difrazando ante España – al tergiversarla vergonzosa y descaradamente – la auténtica realidad de la esencia y el devenir secular del pueblo valenciano.

Ya no caben términos medios. Hay que decir que se ha mentido a los españoles pugnando por llevar a su ánimo de lo mal sembrado en el programa en cuestión sintetizaba válidamente la universidad querencia valenciana. Hay que decir que se ha burlado a España queriéndola convencer del a caracterización del Sr. Fuster como gran conductor y oráculo incuestionado de nuestra cultura. Hay que decir que se ha vejado y ofendido a la sublime tradición de esta tierra con expresiones gratuitas, menospreciantes, inconsistentes y – sobre todo – desprovistas de audiencia y arraigo en el alma popular del valenciano. Hay que concluir, en síntesis afirmando rotundamente a la violación efectuada del derecho inalterable de todo pueblo a su propia libertad, es decir, a ‘ser’ por sí mismo desde la pervivencia y salvaguardia de su singular a inconfundible identidad.

No vale la pena entrar en disquisición con aquellos que utilizan el mesianismo – catalanizarnos es dios y Fuster su profeta – como método para negar la autoctonía del entorno regional al que deberían pertenecer. No vlae la pena – si no fuera por la maniobra que están llevando a cabo – prestar la mínima atención a los vulgares dichos de algunos que se ridiculizan con tanta autoloa. No vale la pena mover un solo dedo para rebatir la tesis que nos recuerdan a aquellas dramáticas y deleznables propuestas del ‘espacio vital y cultural’ puestas en boga por quienes no se adscribieron, precisamente, al signo de la libertad. No vale la pena, ni si boga por quienes no se adscribieron precisamente, al signo de la libertad. No vale la pena, ni siquiera resaltar la incongruencia de cuantos denunciaron centralismos – que existían – y laboran, ahora, por entregar a su pueblo a una sujeción nueva y extraña.

Lo visto en televisión fue un lamentable espectáculo protagonizado por la aparición de ‘cerebros’ en competencia por ver cuál de todos detentaba la dicción de la mayor y más barata boutade ajena a lo valenciano. Y pudimos comprobar que no han abandonado su esfuerzo cuantos – muy pocos – se revisten de sacro intelectualismo de ir por casa para bailar – e intentar hacernos danzar – al son impuesto por otros, enseñantes – en fin – de una cantidad absurda, grotesca y aburrida.

Por eso lo que TVE nos magnificó no es, no ha sido, ni será jamás nuestra tierra. La rotulación del programa acogióse a una denominación que rechazamos y que nada representa. La elección del escritor aparecido en pantalla no pudo ser más desafortunada y contradictoria porque, dígase lo que se quiera, dicho ciudadano no es sino exponente de un criterio radicalmente contrario a la misma raíz de nuestro pueblo por más que sea hijo de una noble y valencianísima villa ribereña. Y, a partir de ahí, el contenido subsiguiente a esas bases cayó y cae por sí mismo.

Mal se emplea el dinero de los españoles si con él se construye toda una desafinada y poco original sinfonía sobre la ‘aportación’ de Fuster al bagaje de lo valenciano. Y mucho peor si se pretende convertir su figura – trenzada por el aplauso de los amigos – en guía espiritual de la liberación valencianista arropada – por entero – en la veneración y seguimiento de todo nuestro pueblo. Eso, desfilando ante los ojos de miles de televidentes ajenos a la realidad de fondo es – amén de mezquino – falso y mil veces falso. Y, por ello, vamos a actuar.

La Valencia cuna de nuestras emocionales y anhelos no habrá de ser la colonia predicada por Fuster, Climent, Olaza, Raimon, Alfaro y sus séquitos correspondientes porque ni siente ni escribe en catalán, ni precisa de la batuta del a catalanidad para subsistir perse. la Valencia por lo que estamos en marcha no consiente que se ensucie la memoria de quienes la engrandecieron y dice – como decimos nosotros – que Vicente Ferrer no puede ser calificado de mero ‘gran demagogo de la piedad’ porque, quien así lo hace, no se ubica sino en el lugar de los mercaderes ensalzadores de devociones eucarísticas y marianas a precio y, desde ahí, tal vez introductor de otras veleidades en similar régimen compensatorio o en paralela dación de apetitosas sustancias.

Por eso estamos hartos. Hartos de tanta ‘lumbrera’ de saldo. Hartos de tanta grotesta arrogancia y su fácil conversión en apuntes para la distorsión. Hartos de ver caudales valencianos destinados a financiar iniciativas laberínticas, tortuosas y negras. Hartos, en suma, de ese monótono eco constante puesto en pie por quienes se empeñan en malvender la esencia de un pueblo que no va a caer de rodillas ante nadie por más que se le empuje sentante de los valencianos para, de esa forma, seguir viviendo entre mis conciudadanos con la serena satisfacción queda la honestidad en el hacer y con la humilde alegría que proporciona tener por siempre – sea cual fuere la coyuntura o el riesgo – las manos limpias de iniquidad, desvergüenza o tradición a unos ideales de autonomía, convivencia, valencianía y libertad. hacia el abismo y la capitulación.

Los santos predicadores de la cruzada catalanizadora pueden seguir dándose pompa y reverencia entre sí porque ese ‘país’ de su discurso, desnudo de vida imágenes y emociones propias y dependientes – en todo su contexto – del dictado definido más allá de nuestra geografía, no detentará jamás punto de realidad mientras quede en pie uno solo dels bons valencians. Y es que, quien es capaz de sostener públicamente que sólo ha recibido de la historia de su pueblo ‘sistemática mediocridad como herencia’ hace – eso sí – veraces sus vocablos cuando sentencia que ‘a la literatura siempre le han sobrado palabras’. Nosotros, en legítima analogía y dando por sentado lo de a buen entendedor, decimos – en paralelo – que también, en ocasiones, le sobran autores, aprendices y celadores cuando el arte de escribir es reconvertido por aquellos, en prolongado ejercicio del sofisma.

A ‘los de aquí’ – bien y satisfechos parlantes en la televisión que dicen de todos – seguiré dándoles réplica sin descanso. Y ‘a los de allá’ – a quienes desde el cómodo anonimato de sus polcha histórica de todo un pueblo – habré de exigirles explicaciones y responsabilidades haciendo uso de las facultades legítimas que – como parlamento – me confiere el vigente Reglamento del Congreso de los Diputados.

Vamos, pues, a conseguir que nos den respuesta. Y, más valdrá que esas respuestas no sean esquivas ni equívocas porque no pienso detenerme ni contentarme con el simple hecho de una presentación compungida de condolencias arropada por vacías promesas de arrepentimiento televisivo. Yo confío – con ilusión – que mi protesta y mi acción venga acompañada por la homóloga actitud de los órganos de gobierno de la Administración autónoma valenciana. Quien incurra en meros gestos sequidos de indiferencia o posteriores murtismos habrá de convertirse, sin duda, en cómplice del insulto y encubridor de sus comitentes. Llevar adelante la reivindicación y la vigilia de nuestra identidad debe ser y es – siempre lo he dicho – tarea de todo un pueblo unido, más allá de diferencias o de bautizos ideológicos para que finalmente – sin ukases ni moscones – esta sea, tal cual, nuestra tierra.

Y téngase por seguro que mi empeño no va a decaer porque sabré cumplir mi deber como representante.

Ignacio Gil Lázaro