19 abril 2020

PP y Vox considera que es un ataque a la libertad de expresión, mientras que desde la extrema izquierda se respalda que se impidan los mensajes exagerados desde la derecha por incluir bulos

Al Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, José Manuel Santiago, se le escapa que trabajan «para minimizar el clima contrario a la gestión del Covid19 por el Gobierno»

Hechos

  • El 19 de abril de 2020 el General D. José Manuel Santiago, Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, afirmó en rueda de Prensa que trabajaba para minimizar el clima contrario al Gobierno por la crisis del coronavirus.

Lecturas

El 19 de abril de 2020 el general D. José Manuel Santiago Marín, Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, durante una rueda de prensa para explicar las medidas de la Benemérita ante la crisis del coronavirus, declaró que el instituto armado trabajaba para ‘minimizar este clima contrario a la gestión de la crisis por parte del Gobierno’.

El ministro de Interior D. Fernando Grande-Marlaska Gómez justificó al mando en que había cometido un lapsus.

Las palabras del Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, el General José Manuel Santiago se producían poco después de que otro organismo del Estado, el CIS, hiciera una encuesta preguntando a la gente si aceptaría que el estado regulara que la información sobre el Coronavirus estuviera concentrada por el Gobierno para evitar que desde las redes sociales y los medios de comunicación se pudieran colar informaciones erroneas o bulos.

20 Abril 2020

ALGO PEOR QUE UN LAPSUS

EL MUNDO (Director: Francisco Rosell)

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EL Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, José Manuel Santiago, que forma parte del comité técnico articulado por La Moncloa, aseguró ayer en rueda de prensa que uno de los objetivos de la persecución de los bulos en internet es «minimizar ese clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno». Aunque fue desmentida después por los ministros del Interior y de Defensa, se trata de una declaración inaceptable que muestra la manipulación del Estado por parte de un Ejecutivo decidido a corromper el prestigio de instituciones clave de nuestra democracia. Estas palabras no se pueden despachar como un simple lapsus, en la medida que ya ha quedado más que evidente el propósito de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias de amordazar la crítica a la nefasta y negligente actuación gubernamental ante la pandemia. No cabe ningún coqueteo a la hora de preservar la libertad de información, uno de los pilares de nuesto sistema constitucional.

Ante una emergencia, los ciudadanos están dispuestos a renunciar temporalmente a parcelas de libertad –como la movilidad–, pero siempre que el Ejecutivo ampare una regulación con garantías. Sin embargo, con la excusa de combatir la pandemia, el Gobierno no solo pretende acallar las críticas sino que ha suspendido de facto el ejercicio de derechos fundamentales y libertades públicas indispensables decretando el estado de alarma, y no el de excepción. Éste último recurso exige que las medidas sean sometidas a un debate previo en el Congreso. Esta forma proceder resulta irresponsable e improcedente, pero ninguna treta librará a Sánchez de rendir cuentas de sus excesos, abusos y errores.

21 Abril 2020

Libertad de difamación

Antonio Maestre

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"La derecha piensa que se ha acabado su libertad de expresión entendida como libertad de difamación y tiene miedo, claro"...

Entiendo el escándalo de la derecha ante las declaraciones del jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil cuando oyen que la benemérita se dedica a rastrear las redes sociales para buscar bulos y declaraciones que consideran constitutivas de delito. Se sienten concernidos porque no hacen otra cosa. Mentir y difamar. Sienten ahora que es posible que el cuerpo de la Guardia Civil empiece a mirar hacia una ideología protegida en tiempos del Partido Popular que podía pedir golpes de Estado, alzamientos por las armas, difamar a víctimas de todo pelaje y soltar sus soflamas delictivas sin riesgo de ningún tipo. La derecha siempre ha tenido esa libertad de difamación por una actitud pasiva y connivente de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que ellos dirigían.

Es normal que haya menos escándalo con unas declaraciones que confirman lo que la Guardia Civil ha venido haciendo de forma sistemática en diversas operaciones de control, sanción, y persecución de disidentes como control punitivo ejemplarizante y de disciplina política. Entre abril de 2014 y abril de 2016 la Guardia Civil inició una serie de redadas cibernéticas llamadas «Operación Araña», que tuvo cuatro fases y acabó con 77 personas detenidas y más de 40 personas con condenas que llegan a los dos años. Las redadas proactivas que hacían seguimiento segmentado y dirigido para buscar unas opiniones determinadas que pudieran ser llevadas ante un juez acabaron con Alfredo Remirez en prisión.

En una de esas fases de la Operación Araña se detuvo al periodista Jorge Correa, al que se acusó de enaltecimiento del terrorismo. En la denuncia del Fiscal se incluían tuits que pedían el fin de la dispersión de ETA o comentarios sobre la defensa de que el etarra Bolinaga tendría que salir de la cárcel por su enfermedad. Opiniones, compartidas o no, que la Guardia Civil perseguía de manera proactiva, sin mediar denuncia alguna, para criminalizar una ideología política. Jorge Correa fue condenado a un año y medio de prisión.

La Operación Araña consistía en cribar las redes con palabras claves como «Argala» o «Carrero», así buscaban comentarios que consideraban delictivos y a partir de ahí investigaban si el ciudadano que los realizaba tenía más comentarios con los que consolidar una denuncia por enaltecimiento. Así acabó frente a un juez Cassandra Vera, en la Audiencia Nacional por hacer chistes sobre Carrero Blanco.

Los que hemos cubierto en la Audiencia Nacional los juicios constantes por delitos de opinión no sentimos sorpresa al escuchar a un dirigente de la Guardia Civil expresar de manera abierta la persecución punitiva de opiniones, porque hemos vivido semanas en las que no se celebraban juicios sobre otro tema. Aunque siempre los acusados eran de la misma ideología.

Ese es el cambio sustancial que no gusta a la derecha. Piensa que se ha acabado su libertad de expresión entendida como libertad de difamación y tiene miedo, claro. La derecha quiere seguir pidiendo al Ejército que tome las armas contra el Gobierno, humillando a las víctimas del franquismo con impunidad o enalteciendo actos criminales de la dictadura. La derecha quiere que la Guardia Civil siga siendo un instrumento de parte con el que perseguir rojos. Como si nada hubiera cambiado.

24 Abril 2020

Las ‘botas’ contra el bulo

Emilia Landaluce

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PARECE como si en las últimas comparecencias del Gobierno, «bulo/s» hubiera sido la palabra más utilizada por sus portavoces más allá de «virus», «Corona», «fallecidos», «muertos», «contagios», «desescalada»… Esto no lo dicen ni Kennedi, ni Izabella Mamon, ni Chasity Beausoleil… (por nombrar algunas de las bots ¿y por qué no botas? que se declaran seguidoras del guapo presidente) sino cualquiera que esté atento a la conversación social sobre la gestión. Quizás porque el bulo sea precisamente la gestión. ¿Qué gestión? (aparte del encierro y de la paralización de la economía). El Gobierno se vanagloria de la transparencia, uno de los peores palabros que nos legó el 15-M, porque cada día a media tarde nos endosa una comparecencia en detrimento de los culebrones o de las películas que emiten en la tele. Por no hablar de esos aló presidente con el que Sánchez nos estropea cada comida y cena del fin de semana. Aunque a estas alturas, dado el ego del Ejecutivo, quizás habría que llamar a estas alocuciones Halo presidente.

La fiebre del bulo no ha surgido por las cifras de muertos o las ingestas de lejía y jabón lagarto para prevenir el virus sino por las maledicencias sobre la crisis matrimonial del vice, desbocadas en las redes sociales e instaladas en el imaginario común pese a los desmentidos. Por otro lado están los enfrentamientos dentro del Ejecutivo. El calviñismo y monseñor Escrivá no comulgan bien con las subidas de olla bolivarianas de los ministros de Podemos. Tampoco llevan bien el monopolio del feminismo, patrimonio al parecer exclusivo de los compañeros que defienden a quien le dijo a una congénere policía. «¡Tu hijo debería tener una pistola y dispararte en la cabeza!». Ole la incitación.

Dicen que Franco hacía muy suya la máxima aristotélica: «El hombre es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios». Sorprenden por tanto las justificaciones de Marlaska cuando en otra comparecencia el jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, José Manuel Santiago Marín, habló de «minimizar el clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno». ¿Fue un lapsus? Si así fue habría que tener en cuenta que, como en otros casos, el Gobierno se parapetó en un guardia civil poco acostumbrado a lidiar con los medios en la imponente sala de La Moncloa. Pero al mismo tiempo, la estrategia revela otro aspecto oculto tras cada comparecencia: colmar la paciencia de los ciudadanos con informaciones irrelevantes parapetadas en expertos, uniformes, etc. La transparencia también evidencia la desnudez.

20 Abril 2020

Guardia Civil chavista y ministros que mienten

Gerardo Tecé

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Preguntado por la difusión de noticias falsas en el frente de batalla sanitario –a uno ya se le pega el lenguaje bélico–, el general Santiago, Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, respondió lo siguiente. Conviene leerlo íntegramente y en su contexto porque, desde ya, veremos las declaraciones troceadas como parte de esta campaña electoral fuera de época: “Estamos trabajando con nuestros especialistas en dos direcciones. Una, a través de la jefatura de información, para evitar el estrés social que produce toda esta serie de bulos. Otra de las líneas de trabajo es minimizar ese clima –el que crean las noticias inventadas– contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno”. Es decir, la respuesta del general se refiere íntegra y exclusivamente al ámbito de los bulos, de las noticias inventadas relativas a la emergencia por la Covid-19. Chavismo benemérito, vamos. El bajo nivel al que llega el debate público cuando la ultraderecha aparece en él hace necesario explicar lo evidente: una de las funciones de las Fuerzas de Seguridad es evitar el desorden social que pueden generar informaciones falsas durante una situación de emergencia. Y sí, una institución como la Guardia Civil trabaja con el Gobierno y bajo las órdenes del Gobierno. Es lo que tiene, precisamente, la democracia.

Lío servido. La extrema derecha, que desde el comienzo de esta pandemia un día pide golpe de Estado y al día siguiente denuncia estar sufriéndolo, dice que esto es, efectivamente, un golpe de Estado porque la Guardia Civil se dedica a perseguir opiniones contrarias al Gobierno. Si uno critica la longitud de la coleta del vicepresidente, quién sabe si no acabará en prisión. Pásalo. Para considerar prescindibles a los titiriteros, algunos no dejan el teatro ni un rato. Preguntado por estas declaraciones, el ministro de Interior, Grande Marlaska, opta por la vía fácil, es decir, escurrir el bulto, que es la línea de comunicación habitual en este tipo de ministerios tan solemnes como miedosos: el general Santiago tuvo un lapsus, esas declaraciones son un error, no hay en este planeta nadie que ame más la libertad de expresión que la Guardia Civil. Te tienes que reír. Sacar a pasear a los militares en la gestión de una crisis sanitaria luce mucho, pero no veas lo mal que comunican estos tíos, debería haber dicho el ministro en honor a la verdad, pero, por las exigencias del cargo, no lo hizo.

La posición de Grande Marlaska es cobarde. Lo es porque, de hecho, el ministro sabe bien que lo del general no fue un lapsus, por muy mal que sonaran sus declaraciones en mitad del ruido provocado por la España de pandereta. Por supuesto que el trabajo de la Guardia Civil, a las órdenes del Gobierno elegido por los españoles, es evitar el estrés social que producen las noticias inventadas por unos cuantos en medio de una situación de emergencia. Por supuesto que, como un actor más dentro de la crisis, la labor habitual, ayer, hoy y siempre, de la Guardia Civil, Ejército o Policía, es desmentir falsedades respecto a la gestión de la que forman parte. Quienes se encogieron de hombros ante el “a por ellos”, ante la existencia de una “policía patriótica” que espiaba a rivales políticos, fabricaba informaciones falsas o destruía pruebas de delitos, se llevan las manos a la cabeza porque, en mitad de una emergencia, la Guardia Civil reivindique su trabajo junto al Gobierno haciendo frente a quien inventa bulos para desestabilizar socialmente.

Imaginen el siguiente escenario. Incendios de Galicia en 2017. En mitad de las tareas de extinción de la mayor catástrofe conocida en la zona en décadas, con las llamas destrozando comarcas e incluso llegando a ciudades como Vigo, un sector de la población decide difundir por redes sociales y aplicaciones de mensajería informaciones falsas. El alcalde del pueblo tiene mangueras escondidas en su casa. El presidente de Galicia tiene en su jardín un camión de bomberos llenándole la piscina. Hay un retén cortando el suministro de agua para que el incendio sea mayor. Me han dicho que tu pueblo arderá mañana, sal corriendo al bosque, aunque las autoridades te digan lo contrario. Cualquiera de estas conductas durante una emergencia, en cualquier lugar y momento, serían perseguidas por la ley. En el caso de esta crisis sanitaria, por algún motivo difícil de entender, la apuesta de este Gobierno es, simplemente desmentirlas. Que los histriónicos de la política griten “dictadura” es parte de un paisaje demencial.

No, a la ultraderecha, tan presente en este caos, no le preocupa la libertad de expresión. A quienes a día de hoy siguen defendiendo el franquismo tampoco les preocupa que la calidad democrática se vea afectada porque la Guardia Civil desmienta bulos. Quienes hoy se indignan porque sus mentiras sean señaladas, lo hacen porque hasta la Guardia Civil, su Guardia Civil, los señala como lo que son cuando difunden bulos para desestabilizar en un momento tan delicado: cafres irresponsables.

Lo uno no quita lo otro y ese es otro debate: quienes tienen armas no pueden dedicarse a la política. Y ese es el grave error de quien, convencido de la estupidez de un pueblo español que debía hacer caso y permanecer encerrado en casa, diseñó una política de comunicación infantil, consistente en un relato de héroes, de batallas sin cuartel, de militares y guardias civiles dando ruedas de prensa en una guerra ficticia contra un virus. Cuando diseñas una comunicación infantil, tarde o temprano, los niños acaban llorando.