6 mayo 1931

Hasta ahora Juan Ignacio Luca de Tena no había publicado artículos firmados

Continúa el enfrentamiento entre Luca de Tena (ABC) y Cánovas Cervantes (LA TIERRA): acusaciones de morosidad y estafa

Hechos

  • El 6.05.1931 el diario ABC publicó un artículo de página completa firmado por su director, D. Juan Ignacio Luca de Tena sobre el director del periódico LA TIERRA, D. Sálvador Cánovas Cervantes.

Lecturas

La negativa del diario ABC de D. Juan Ignacio Luca de Tena García de Torres a acatar la II República lleva al diario La Tierra de D. Salvador Cánovas Cervantes a pedir al nuevo gobierno que ‘reprima’ a este periódico, causando una polémica de varios números entre ellos. D. Juan Ignacio Luca de Tena García de Torres recuerda el pasado monárquico de Cánovas Cervantes, que sus empresas fueran socias y que aún debe dinero a Prensa Española S. A.

06 Mayo 1931

Para el director de LA TIERRA

Juan Ignacio Luca de Tena

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Antes de contestar cumplidamente a las procacidades que en su castizo lenguaje tabernario ha tenido a bien dirigirme durante mi breve ausencia de España el digno director de LA TIERRA – digno de LA TIERRA, naturalmente – voy a hacer un poco de historia referente a las relaciones de ABC con dicho diario. Cuando iba a comenzar su publicación me llamó por teléfono el Sr. Cánovas Cervantes, me ofreció amablemente el periódico, me comunicó la orientación de extrema izquierda que pensaba dar a sus campañas, a pesar de lo cual deseaba mantener con el que yo dirijo ‘las más cordiales relaciones’, y acabó rogándome que le proporcionáramos el servicio telegráfico que con ABC reciben otros colegas de Madrid. Así lo acordamos mediante oportuno contrato. Pasó el tiempo sin que hubiera modo de que LA TIERRA pagase la cantidad que le correspondía por su información, y como no era justo que entre los demás se la sufragásemos se le retiró el servicio luego de reiteradas advertencias.

Poco después, con incorrección notoria y cinismo sin precedentes, comenzaron los alfilerazos de LA TIERRA contra ABC, sin que hubiera mediado por nuestra parte la menor provocación, ni siquiera el más leve comentario a sus campañas de escándalos. No íbamos a ser tan cándidos que encima le anunciáramos gratis ni que tomáramos en consideración la ruin venganza de un tramposo. Pero un día cierto suelto de ABC, tan mensurado e inofensivo como son todos los nuestros cuando no contestan a intolerables provocaciones, mortificó a los periódicos republicanos que se creyeron en el caso de replicarnos, en forma correcta todos ellos menos LA TIERRA que subió de tono para regalarnos por vez primera con unas cuantas groserías e insidiosa calumnias. Sin nombrar el periódico respondimos a la provocación como se merecía: “No es cosa de que nos indignemos por el estilo de gañán con que nos acusa de mentir a sabiendas un periódico al que ni a tres tirones ha podido cobrarle la Empresa de ABC un piquillo mísero, poco más de mil pesetas, que adeuda por servicios telegráficos”.

A las pocas horas de publicar ABC las líneas precedentes, recibí una carta del señor Cánovas Cervantes, en la que me llamaba su querido amigo, se quejaba amargamente – ¡el director de LA TIERRA! – ‘de los procedimientos empleados por ABC en una polémica política’, y me expresaba su juicio de que los periódicos deben defender sus ideas dentro de la mayor corrección. Todo esto me lo decía el Sr. Cánovas Cervantes en cuyo periódico se ha publicado hace pocos días una información canallesca llena de injurias y calumnias para un joven y egregio enfermo desterrado y sus augustas hermanas, que, aunque sólo fuera por mujeres, merecen a lo menos, el respeto de todo hombre bien nacido.

Me añadía en su carta el director de LA TIERRA que no era responsable del suelto provocativo contra ABC; que lo desconocía y había amonestado al redactor que lo escribiera con la orden terminante de que no volviese a molestarnos, y suponía, equivocadamente, desde luego, que tampoco había yo conocido y desaprobaría la contestación de ABC. Respondí cortésmente agradeciendo la carta y acordándome de dejar bien clara mi responsabilidad por la réplica, ‘que conocí antes de publicarse y de la que soy – le decía – tan único y exclusivo responsable como de cuanto aparece sin firma en ABC, pues no acostumbro a rehuir las responsabilidades que me incumben en mis redactores’. Yo no necesito, como D. Salvador, firmar los artículos para tener su responsabilidad, y si, contra mi costumbre, suscribo éste, lo hago por tres razones: Primera, para que no le quepa duda; segunda, porque, estando fuera de España cuando su última e intolerable agresión, me interesa hacer constar que apruebo cuanto en mi ausencia se le ha contestado, y tercera, porque tampoco puedo yo olvidar muchas cosas que él invoca con reiteración impertinente después de agraviarme. Por no poder olvidarlas, le hago el honor de concederle beligerancia con mi firma. Nadie dirá que soy orgulloso…

Voy a contestar ahora a lo poco que me interesa del montón de torpes groserías acumuladas contra mí. Parece, leyendo al señor Cánovas Cervantes, que es él quien contesta a una provocación de ABC y que contra su voluntad, se ve precisado a defenderse de violentos ataques nuestros. Es falso, y con los textos a la vista puede demostrarse. El 22 de abril publicó LA TIERRA espontáneamente un suelto que titulaba así: “Una intolerable actitud de ABC, que el Gobierno debe reprimir”.

Por lo visto la libertad de Prensa que pedían con nosotros los periódicos republicanos durante las épocas de censura era sólo para ellos: para poder delinquir cuando eran revolucionarios y pedir, cuando son ministeriales, que nos deshagan a los que, pensando de otro modo, actuamos legalmente con la crítica razonada y serena. ‘El pensamiento libre proclamo en alta voz y muera el que no piense igual que pienso yo’. Nuestra contestación pecó de excesivamente mesurada, y el día 24 se lanzó D. Salvador contra mí con inusitada violencia para pagar, sin duda – el concepto que D. Salvador tiene de las deudas es muy pintoresco – las benévolas atenciones que, según confesa, se tuvieron con él en esta Casa, correspondiendo a un hipócrita afecto, del que algún día le creímos digno. Decía, entre otras cosas, que por sostener mis ideales políticos iba yo a dar al traste con ABC, sin preocuparme de su porvenir ni de su pasado, y, en el mismo artículo, con una congruencia digna de su autor, que en esta Casa para defender el dinero sirve cualquiera. ¿En qué quedamos? Afirma en otro escrito que nos estamos quedando sin lectores y después sigue la incongruencia, que ABC ejerce un cacicato periodístico tan grande – ¿un periódico sin lectores? – que ni el Gobierno republicano se atreve con nosotros y que debemos al Estado ‘más de cuarenta millones de pesetas’. ¡Nada más!

Se puede ser con decencia republicano, monárquico o anarquista: lo que no puede hacer un caballero es mentir descaradamente, como lo hace, a sabiendas de que miente, el Sr. Cánovas Cervantes. Cuando, en el régimen monárquico, ABC defendía al Rey y a sus Gobiernos constitucionales, los calumniadores de oficio, del estilo de D. Salvador, decían que nuestra defensa era interesada, porque no pagábamos contribuciones, estábamos entrampados con el Estado por varios conceptos y que tampoco pagábamos las cuotas que nos correspondían por devolución del anticipo a la Prensa. ¿Y ahora qué? ¿También el Gobierno republicano tiene benevolencias con ABC? Sería muy interesante que D. Indalecio Prieto, ministro de Hacienda, hiciera público cuáles son los periódicos que han pagado siempre puntualmente la devolución al Estado del anticipo y cuáles no. Yo guardo una nota, y de ella pudiera resultar que algún querido colega y correligionario de LA TIERRA haya tenido alguna vez de sus deudas con el Estado el mismo concepto que la propia TIERRA de sus deudas con las empresas aprticulares. Y no hablo más del anticipo, cuyas sumas fueron a parar íntegras de las arcas del Tesoro a la caja de la Papelera, porque su mejor defensa está en unos artículos de LA TIERRA publicados recientemente para atacar al Sr. Urgoiti.

En cuanto a las represalias del Gobierno provisional contra ABC por sus campañas, pierda toda esperanza el Sr. Cánovas Cervantes. El Gobierno podrá tomar alguna medida contra nosotros a su arbitrio por llamar Rey a quien, aunque no lo sea de hecho, lo seguirá siendo jurídicamente mientras las Cortes no proclamen la República; por otra cosa, no. Y si interviene en nuestra organización de trabajo, como le invita a hacerlo LA TIERRA, lo sentiré por nuestros obreros si se obligaran a sindicarse contra su albedrío en nombre de la libertad. Porque también estoy muy seguro de que no puede haber un Gobierno, por socialista que sea, capaz de imponer a los patronos contratos de trabajo más beneficiosos para los operarios que los nuestros: sueldos mínimos análogos a los que tienen los actualmente sindicados, beneficios anuales sobre cada sueldo, en la misma proporción que cobra el capital acción, y ascenso, cada cinco años, del 25%.

Para terminar, comprenda el Sr. Cánovas Cervantes que cuando el día 14 de abril último, consciente del ambiente de España, particularmente de Madrid, y enterado de las personas que formaban el Gobierno, decidí mantener la actitud que me dictaba mi deber y la consecuencia de mis ideales, no voy a asustarme de sus ridículas baladronadas ni han de torcer el recto camino de ABC sus procaces insidias y calumniosas informaciones.

09 Mayo 1931

Final de un cacicato periodístico

Salvador Cánovas Cervantes

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Si en el curso de nuestra polémica con ABC no hubiésemos conseguido más que obligar a manifestarse tal cual es a ese diario que se encubre con el mote de defensor de las clases de orden y haciéndose estampar en sus columnas el suelto que me dedicó su director en el número de ayer, nos podríamos dar más que por satisfechos.

Porque, sin tapujos de ningún género, el ex marqués se muestra tal cual es, y su periódico se presenta con todo su credo al descubierto. Nada semejante ha salido de ninguna pluma. Las gentes preguntaban atónitas al leer el suelto: “Pero ¿qué pasa en ABC? Se han vuelto locos”.

No, queridos lectores. Lo que pasa en ABC es cosa corriente. A mí me ha tocado el honor de figurar, con más extensión que nadie, en la galería de hombres ilustres que guarda, como recuerdo de su proceder, el pintoresco ABC.

Prieto, Romanones, Alba, Alcalá Zamora y Bergamín figuran en esa colección y hasta atacó a Delgado Barreto – con el famoso suelto de la lombriz – lo que no fue obstáculo para que el director de ABC influyera meses después sobre Primo de Rivera para hacerle director de LA NACIÓN. Junto a estos señores pudiéramos colocar a otros muchos que han gustado de las delicias de ese diario, único en el mundo por su proceder y por su descaro.

Todos tiemblan ante sus afiladas plumas y pasan por todo, menos yo.

¿Está claro el motivo de la violencia con que me atacan?

Hasta los ministros de la República le temen. No se atreven con ABC. Dan cara al Ejército, a la Marina, a los grandes propietarios, al clero…. Pero en llegando a ABC quedan atónitos y aterrados. La tradición y el pesado tienen una fuerza invencible en las gentes. ¿Qué especie de encantamiento ha tenido ese periódico para así dejar paralizada toda acción frente a esa fuerza periodística que ya no es fuerza, ni puede hacer nada, ni las gentes le hacen el maldito caso? (Véase si no las pasadas elecciones).

La decadencia política de ABC es absoluta. Nadie tenga miedo de levantar la voz frente al ex coloso. Nosotros lo hemos hecho para dar el ejemplo a los demás y obligar al órgano del orden a mostrarse tal cuál es. Se ha roto el mito, y ya pueden vivir tranquilos periodistas y políticos. ABC es uno de tantos diarios, a quien le ha tocado la desgracia de defender la monarquía caída. Su cacicato ha desaparecido. Nosotros nos encargaremos también desde las columnas de LA TIERRA de dar al traste con los últimos restos de su procacidad política.

ABC no se ha enterado aún de que en España ya no existe la monarquía y que, por lo tanto, ha desaparecido el poder político en que apoyaba su cacicato. Se ha terminado, además, eso de separar a los españoles en amigos y enemigos de la casa – calificativos con que en ABC distinguen a los que le son afectos y a los que no lo son – Para los primeros, todos los elogios – a mí me han llenado de ellos en sus columnas cuando les convenía – para los segundos, la caja de las manos, el anatema, la descalificación social.

ABC tiene la puerilidad de creer que no existe en el mundo más gente honrada que aquella que él califica de tal sin saber – ilusos – que la patente de honradez que da ABC no se cotiza en la Bolsa de la moralidad pública.

Porque no quise avenirme a seguir la maniobra que para sus fines y conveniencia trajo el ‘señorito’ a la discusión sostenida conmigo me llamó estafador. Se siente estofado en sus ridículos planes, que nosotros le echamos por tierra al no aceptar la cuestión personal que nos planteaba, y tal como lo pensó el hidalgo lo estampó en las columnas de ABC.

Y ya, queridos lectores, damos por terminados, dentro de esta polémica, los artículos firmados. Ahora desde las columnas de LA TIERRA haremos todo lo posible por librar a España y a la República de los últimos restos de ese cacicato periodístico que representa ABC, recuerdo desagradable que ha dejado en nuestro país, el reinado triste e inmoral de D. Alfonso de Borbón y Hapsburgo.

Hubo un tiempo en que todos los periódicos de Madrid aceptaron por sugestión una especie de tutela de ABC. La simpatía y la habilidad de su fundador lo podía todo.

Para obtener el anticipo reintegrable, ABC consiguió el concurso de todos. Aquellos tiempos de supremacía ya pasaron. Con motivo de la conducta seguida por el director de ABC, pretende ahora que los demás periódicos le encubran y hagan constar que su conducta ha sido correcta. Si los directores de la Prensa madrileña examinan el suelto grosero que ayer me dirigió ABC, no creemos que su opinión sea lo favorable que pretende el director de ABC.

Por amabilidad, los directores de la Prensa dirán lo que quieran; pero no pasará de ser una fineza. Quien ha escrito semejante exabrupto no tiene derecho a escudarse en la opinión ajena.

Salvador Cánovas Cervantes