18 mayo 1939

Wenceslao apoyó el Consejo de Defensa de Casado en oposición al Dr. Negrín y al PCE

El dirigente del PCE, Santiago Carrillo, rompe públicamente con su padre, Wenceslao Carrillo (PSOE), por haber apoyado a Besteiro: «Yo amo Stalin, tú ya no eres mi padre, eres un traidor»

Hechos

En mayo de 1939 D. Santiago Carrillo hizo pública una carta a su padre D. Wenceslao Carrillo.

Lecturas

El dirigente del PSOE, D. Wenceslao Carrillo, había apoyado junto a D. Julian Besteiro el golpe de Estado del militar Sr. Segismundo Casado para derribar, dentro del bando republicano, al gobierno del socialista Dr. Juan Negrín, respaldado por los comunistas.

Se daba la circunstancia de que D. Wenceslao Carrillo era el padre de una de las figuras más destacadas del Partido Comunista de España, D. Santiago Carrillo, que tomó cartas al respecto.

15 Mayo 1939

Carta abierta de Santiago Carrillo a  su padre Wenceslao Carrillo:

Santiago Carrillo

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Sr. D. Wenceslao Carrillo:

He recibido la carta que me enviaste desde Londres. No pensaba contestarte. Pero luego he creído útil escribirte, para que conozcas las razones por las cuales he decidido romper toda relación contigo.

Todos los enemigos del pueblo os habéis conjurado para ir contra mi partido y sus hombres. Oficiales de familias fascistas como Casado, agentes de la reacción internacional como el pro-fascistas Besteiro, militares ambiciosos como Miaja, aventureros del a FAI, caballeristas-trotskistas. Y entre éstos tú, que a pesar de ser un obrero no has vacilado en traicionar a tu clase de la manera más vil; los obreros socialistas que algún día creyeron en la sinceridad del sediciente izquierdismo del grupo Largo Caballero – tu jefe e inspirador principal – han comprendido que el izquierdismo-trotskismo de Largo Caballero, Arquistáin, Baraibar, Zancajo y Cía, agentes del fascismo, lleva al mismo fin que el pro-fascismo de Besteiro. Unos y otros jugáis el mismo papel triste que la traición al servicio de Hitler y Mussolini. Unos y otros sentís el mismo odio al gran país del Socialismo, la Unión Soviética, y al jefe de la clase obrera mundial, el gran Stalin, porque son la salvaguardia y el amigo fiel de todos los pueblos que luchan por la libertad; porque han ayudado constantemente al pueblo español, y también porque han sabido barrer con mano de hierro a vuestros hermanos gemelos, los traidores trotskistas, zinovietistas y bujarinianos.

Y yo soy un militante fiel del Partido Comunista de España y de la gloriosa internacional comunista. Quiero recordarte y decirte que cada día me siento más orgulloso de ser un soldado en las filas de la gran Internacional Comunista. Cada día es mayor mi amor a la Unión Soviética y al gran Stalin.

Cuando pides ponerte en comunicación conmigo olvidas que yo soy un comunista y tú un hombre que ha traicionado a su clase, que ha vendido a su pueblo. Entre un comunista y un traidor no puede haber relaciones de ningún género. No, Wenceslao Carrillo, entre tú y yo no puede haber relaciones porque ya no tenemos nada en común, y yo me esforzaré toda mi vida, con la fidelidad a mi partido, a mi clase, a la causa del socialismo, en demostrar que entre tú y yo, a pesar de llevar el mismo apellido, no hay nada en común.

02 Julio 1939

Carta de réplica de Wenceslao Carrillo a su hijo Santiago Carrillo y a Stalin:

Wenceslao Carrillo

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Señor Stalin:

Con fecha 15 de mayo de 1939 he recibido una carta que tiene la firma de mi hijo Santiago Carrillo. Pero tanto por el contenido de la misiva como por su estilo, yo afirmo que esa carta no ha sido escrita por mi hijo. Yo no se quién la habrá dictado prácticamente. Esto debe haber correspondido a Pasionaria o a Jesús Hernández. A cualquiera de los dos considero capaces de interpretar con fidelidad de pensamiento de usted, que en cuestión de monstruosidades de ese género debe ser maestro consumado y ellos no menos consumados discípulos. A usted, pues, que es a quien considero inspirador de la carta de mi hijo, va dirigida mi contestación. Como es mi costumbre inveterada voy a escribirle con absoluta sinceridad. Por ello quiero empezar por decir que ha tenido usted un acierto enorme el inspirar esta puñalada. ME ha llegado al corazón. ¿A qué negarlo? A conocimiento de usted debió llegar la debilidad paternal que yo tengo (obsérvese, que tengo quiere decir que sigo teniendo, aunque usted y sus discípulos no sean capaces de comprender estos ‘defectos’ de los sentimientos paternales) por ese hijo, como por todos, y pensó que no había herida moral que más pudiera dañarme’. Sigue una larga evocación de la vida de Santiago Carrillo desde niño, acompañando a su padre a los actos públicos socialistas, su militancia en la juventud socialista hasta llegar por sus merecimientos al puesto más elevado de la misma, su paso por la cárcel, etc. Pero usted y los suyos han conseguido deformar su conciencia. Espero que no sea con carácter definitivo. Como dicen en Espaaña, Santiago Carrillo ‘mamó’ socialismo, que es lo mismo que decir decencia, honestidad, espíritu de sacrificio: y ha de volver – esa esperanza tengo – al único partido en que se practican esas virtudes.

Menos mal, que aunque los comunistas españoles le llamen a usted el ‘querido jefe de todo el proletariado mundial’ somos muchos los millones de proletarios que no hemos aceptado ni aceptaremos esa jefatura, que si no ¡bueno iba a andar el mundo!’. Y la carta finaliza: «¿Por qué os habéis unido contra mi Partido? Hacéis preguntar a mi hijo. Pero bueno ¿en qué quedamos? No se habían hartado de decir todos los estalinianos españoles que el pueblo estaba con ellos. ¿No habéis presumido de estar a la cabeza del pueblo? Entonces ¿Cómo cometéis la torpeza (pobre hijo mío, en que ridículo te han colocado con obligarte a firmar esa desdichada carta) de confesar que todos nos unimos contra vosotros? El caso es que sus adláteres dicen la verdad. Y yo agrego que ésta ha sido la unidad efectiva en España durante la guerra. Porque la otra, lo que sus servidores de usted, señor Stalin, preconizaban, era una mentira. Sus discípulos propugnaban la unidad: pero querían imponernos a todos que hiciéramos lo que usted mandara. Pero no teníamos alma de esclavos y estábamos al servicio de nuestro país, no al de Rusia. No teníamos alma de esclavos, como no la tenía mi hijo Santiago cuando ingresó en el PCE. Ahora sí: ahora está esclavizado. De no estarlo no hubiera firmado esa carta que es un baldón a la ingominia para usted y para todos los que le reconocen a usted como «queridísimo jefe».

Y ya me canso de escribir, pues todos los estalinianos juntos, no merecen la mitad del tiempo que empleo en hacer esta carta y la amargura que me ha producido lo que contesto. Yo, señor Stalin, había educado a mi hijo en el amor a la libertad, ustedes me lo han convertido a la esclavitud. Como le sigo queriendo, a pesar de tan monstruosa carta, procuraré, con el ejemplo, que vuelva al lugar del que no debiera haber salido nunca.

Memorias

Santiago Carrillo

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Pag 299-301


Me comunicó dos noticias terribles mi madre había fallecido y se había producido un golpe de estado encabezado por Casado y Besteiro – como ya temíamos – pero, lo más duro para mí, Wenceslao Carrillo, mi padre, era uno de los componentes del consejo entroizado por el golpe. Me dolía más la que considraba traición de mi padre. Recuerdo que me eché a llorar. Yo, que había estado siempre orglloso de él, juntos en la cárcel tras la revolución del 34.

Sabía que estaba contra Negrín y contra el PCE, pero llegar a aquello, a participar en la junta del golpe de estado que iba a entregar inermes a Franco a los defensores de la República era algo que sobrepasaba mi entendimiento. ¡Mi padre junto con Besteiro, que había sido desde hacía muchos años una de sus bestias negras!

¿Y qué pensarían de mí mis camaradas de la JSU y del partido que a estas horas estarían luchando contra la junta en Madrid? ¡Si por lo menos hubiera podido estar luchando al lado de ellos contra los golpistas! Me sentía avergonzado. Yo siempre había hablado bien de él a todo el mundo. Y lo grave es que aquello no era una simple diferencia política, aquello costaba sangre.
Me encerré en mi cuarto y me puse a escribir la carta abierta a mi padre, que se hizo famosa. Tenía que hacerlo públicamente y con toda rotundidad.

Si a aquella carta se le quitan frases grandilocuentes propias de la parafernalia terminológica comunista de la época, yo no le tacharía hoy ni una coma, considerándola un documento emblemático de la tragedia nacional y de las múltiples tragedias personales de entonces. Cuando se la entergué a mis camaradas de la dirección del partido para que se publicase, a ninguno se le ocurrió hacerme comentarios. Pero a la vez sentí que se les quitaba un peso de encima.

Algunos señoritos, que han tenido muy pocos problemas en su vida, me han reprochado lo que llaman la traición a mi padre, claro que aunque sean de una generación posterior, su campo de adopción no era el mío, sino el de enfrente y por consiguiente calificando mi actitud de traición son fieles a sí mismo. También criticaron mi carta algunos veteranos amigos políticos y personales de mi padre que estuvieron de acuerdo con el golpe de estado; me parece normal. Pero desde mi visión la carta abierta a mi padre era un acto de catarsis que me devolvía la paz conmigo mismo en uno de los momentos más críticos de mi vida.

09 Abril 1994

Con la mentira en ristre

Carlos Semprún Maura

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Vayamos a una de sus mentiras particularmente significativas, tanto desde el punto de vista de su catadura moral como de su significado histórico. En las páginas 299-300 de su libro recuerda la ‘famosa’ carta abierta que escribió a su padre, el líder socialista Wenceslao Carrillo (carta infame que no se atreve a reproducir) acusándole de ‘alta traición’ por participar en la ‘Junta Casado’ que intentaba, en marzo de 1939, poner término a nuestra guerra civil. Sin entrar en un análisis de la acción de dicha Junta, lo que quiero resaltar primero es que Carrillo, que aún se vanagloria de haber escrito dicha carta, no la escribió él. Un viejo amigo, ex ‘pecero’, pero por aquel entonces dirigente de la JSU y presente en Madrid durante los hechos, me asegura que quien la redactó fue Fernando Claudín. ¿Por qué? Sencillamente porque Santiago Carrillo ya se había largado de España. Bien sabido debería ser que por aquellos años y durante muchos ningún dirigente de ningún PC escribía “cartas abiertas” políticas (incluso de repudio y condena a su padre) por voluntad propia, sino siempre por ‘decisión de la dirección’. Pero el meollo de la cuestión, lo que hace más repugnante aún la carta de marras, la ‘ausencia’ de Carrillo y la perpetua mentira de los PC en estas y otra ocasiones es que tiene la cara dura de acusar a los ‘casadistas’ de alta traición, cuando la Internacional Comunista – realidad oficial en 1939 e implícita hasta hace muy poco – ya había abandonado por orden de Stalin la ‘causa del pueblo español’ y había iniciado la huida de España de sus principales dirigentes, entre los cuales estaba Carrillo, que se hallaba en París.

La mentira dialéctica, el doble lenguaje de siempre: por un lado, claman por la lucha a ultranza y el sacrificio de todos, y, al mismo tiempo, intentan sacar el mayor provecho de la derrota, salvando a la cúspide del PC y sacrificando a cuantos militantes fuera necesario. No olvidemos que ya en 1938 y disimulándolo con ‘acuerdos internacionales’, la IC había dado orden de retirada de sus Brigadistas Internacionales y cortado en seco el pobre suministro en armas y avituallamiento a la zona republicana. Todo ello, superpagado con el oro del Banco de España. Estos temas se han discutido y se seguirán discutiendo por historiadores subvencionados, con mayor o menor mala fe; pero yo pido a quien lea estas líneas que reflexione un instante acerca de un hecho incuestionable: en agosto de 1939 se firma el famoso pacto nazi-soviético que constituye un aparente viraje de la política estalinista en Europa. Para cualquiera con dos dedos de frente, resulta evidente que un pacto semejante, que tuvo tan tremendas consecuencias para Polonia y los países bálticos sin ir más lejos, no se improvisó de la noche a la mañana: fue el resultado de meses de negociaciones secretas, en las que Stalin regaló a Hitler todo lo que pudo (recibiendo también bastante), y entre lo que le regaló estaba la tan cacareada ‘causa del pueblo español’.

Carrillo, desde parís, insulta en su padre – por boca anónima de Fernando Claudín – acusándole de alta traición y demás infamias, cuando lo que pretendía la Junta era terminar una guerra cruenta, de todas formas perdida para el campo republicano – o rojo, si se prefiere – guerra de la que los comunistas, y en todo caso los dirigentes, habían ya desertado, porque, entre otras cosas, se había hecho incómoda para los nuevos aliados – los nazis y los comunistas – en sus aún secretas negociaciones. De la misma manera que en 1949 reprimía y exaltaba a la vez la lucha guerrillera antifranquista, en 1939 condenaba soezmente a su padre, mientras que desde el extranjero organizaba la huida de los dirigentes comunistas de España.