24 febrero 1920

Adolf Hitler transforma en Alemania el Partido Obrero en Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP), que será conocido como ‘Partido Nazi’

Hechos

El acto de Munich de presentación fue presentado el 24 de febrero de 1920.

Lecturas

El 24 de febrero de 1920 Se ha dado a conocer en Munich el programa político del Partido Obrero Nacional Socialista, partido político en la nueva Alemania de la República de Weimar, que consta de 25 puntos. El partido había sido fundado en 1919. La nueva agrupación hereda la estructura organización del Partido Obrero Alemán, fundado en 1919 por Anton Drexler,  al que Hitler se adhirió en septiembre de ese mismo año. En enero del preente año, Hitler se encargó de la propaganda del partido, que contaba con escasos miembros; la efectividad de la labor de Hitlerp uede medirse por el hecho de que hace dos semanas una conferencia partiaria en la Hofbrauhaus de Munich reunió a más de 2.000p ersonas. El programa del Partido Obrero Nacional Socialista ha sido elaborado por Hitler y Drexler, y tiene un contenido en el que el nacionalismo y el rechazo de los acuerdos de Versalles se mezclan con un fuerte antisemitismo.

El programa incluye muy serias críticas a los a los grandes propietarios agrícolas y a los capitalistas, a quienes culpa de ser los responsables de la derrota de Alemania.

En julio de 1921 Adolf Hitler se convierte en el líder del partido NSDAP, más conocido como partido nazi. 

El Análisis

Un nuevo partido radical se presenta en Múnich

JF Lamata

Ha sido presentado en la ciudad de Múnich el programa del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP), una formación política de reciente creación que, pese a su nombre, se ubica en las antípodas del movimiento obrero tradicional. Surgido a partir del anterior Partido Obrero Alemán de Anton Drexler, este grupo de dimensiones aún reducidas mezcla un discurso furiosamente nacionalista, xenófobo, antisocialista y antisemita, bajo un barniz de aparente defensa de los trabajadores alemanes. En sus actos se combinan la demagogia con el tono exaltado de los nuevos tiempos, y destaca entre sus filas un orador encendido y provocador, un tal Adolf Hitler, veterano de guerra, cuya retórica incendiaria parece haberle granjeado cierta atención en el entorno bávaro.

Aunque se proclaman «obreros», su propuesta rechaza de pleno el internacionalismo marxista, al que combaten con fiereza. Lejos de identificarse con la causa socialista o con la defensa de los derechos laborales, el NSDAP parece más bien encarnar una reacción nacionalista radical al desorden de la posguerra, explotando el resentimiento que dejó la derrota, el Tratado de Versalles y la situación económica desesperada. El programa recientemente hecho público reclama, entre otras cosas, la anulación del tratado de paz, la expulsión de los extranjeros no alemanes, la prohibición de ciertos medios de prensa, y un nuevo Estado fuerte y autoritario.

Por ahora, no son más que una formación minoritaria y local, sin representación parlamentaria ni presencia real fuera de Baviera. Pero conviene no perder de vista estos fenómenos que, en medio del desconcierto general, apelan a las emociones más básicas de una ciudadanía herida. Si la República de Weimar quiere consolidarse, haría bien en prestar atención no solo a la amenaza del comunismo, sino también a estos nuevos radicalismos de derecha que se envuelven en banderas patrióticas mientras siembran un discurso de odio, exclusión y revancha.

J. F. Lamata