11 febrero 1919

El socialdemócrata Friedrich Ebert elegido primer presidente de la República de Weimar en Alemania mientras que Philip Scheidemann será el canciller

Hechos

El 11 de febrero de 1919 Friedrich Ebert fue elegido presidente de Alemania.

Lecturas

La Asamblea Nacional alemana, que hace dos días eligió presidente que la república a Friedrich Ebert, designó hoy canciller del Reich a Philip Scheidemann, que dirigirá una coalición de socialista, socialdemócratas, centristas y conservadores. Ebert es el nuevo Jefe de Estado de Alemania que ocupa el lugar que abandonó el Kaiser en noviembre de 1918.

La Asamblea Nacional se encuentra reunida en Weimar, no sólo para alejar al gobierno de los disturbios de Berlín, sino también para hacer manifiesta la ruptura de la república con el espíritu del militarismo y su entronque con la Alemania clásica. Por esta razón ha elegido como sede de las deliberaciones la ciudad natal de Schiller y Goethe. Una línea aérea unirá Weimar con Berlín.

El 14.08.1919 entró en vigor la Constitución de la República de Weimar en Alemania.  Ebert, líder del Partido Social Demócrata (SPD) será el primer presidente constitucional de la República de Weimar en Alemania.

Friedrich Ebert será Jefe de Estado de Alemania hasta su muerte en febrero de 1925. 

El Análisis

Alemania busca un nuevo comienzo

JF Lamata

Con la entrada en vigor de la nueva Constitución de Weimar y la investidura de Friedrich Ebert como primer presidente de la República Alemana, el país inicia una etapa inédita en su historia: la de un régimen democrático parlamentario nacido de las ruinas del Imperio y forjado entre la humillación de la derrota, el trauma de la guerra y el miedo al abismo revolucionario. La antigua Alemania de los Hohenzollern ha quedado atrás, y la que ahora se levanta es una nación obligada a reconstruirse bajo condiciones extremas.

El nuevo gobierno no recibe un país, sino un campo minado. Las condiciones del Tratado de Versalles, aún frescas y sangrantes, han calado hondo en la conciencia nacional: pérdida de territorios, desarme, indemnizaciones desorbitadas y la mancha de ser declarados los únicos culpables de la Gran Guerra. Como si fuera poco, la joven República ha debido ya enfrentarse a su primer intento de asalto comunista con el levantamiento espartaquista, sofocado a duras penas. Entre las bayonetas de la extrema derecha, que no acepta la derrota, y las de la extrema izquierda, que no acepta el parlamentarismo, el centro democrático avanza sobre hielo fino.

Y sin embargo, pese a las amenazas y las heridas abiertas, la República de Weimar representa una apuesta valiente por la razón, la legalidad y la reconciliación interna. Su éxito no está garantizado, pero su fracaso sería trágico no solo para Alemania, sino para toda Europa. El reto ahora es resistir la tentación del autoritarismo, contener el revanchismo y demostrar que también en tierra devastada puede germinar la democracia. Ebert y sus hombres no tienen una tarea fácil. Pero si logran mantener la república, habrán ganado la batalla más difícil: la del porvenir.

J. F. Lamata