3 abril 2021

Newtral emite un documental de varios episodios vapuleando al ya jubilado Ismael Álvarez condenado en su día a pagar una multa a su ex concejala por acoso, sin incluir la versión de este ni de nadie que lo defienda

Ana Pastor recupera el caso ‘Nevenka Fernández-Ismael Álvarez’ 20 años después para Netflix dando sólo la versión de ella y Arcadi Espada responde dando la de él en EL MUNDO

Hechos

Publicado el 3 de abril de 2021.

Lecturas

El ‘caso Nevenka’ estalló para el gran público el 26 de marzo de 2002 cuando la concejal del Partido Popular, Dña. Nevenka Fernández, anunció que dimitía como concejal del ayuntamiento de Ponferrada denunciado haberse sentida acosada sexualmente por el alcalde D. Ismael Álvarez.

El Sr. Álvarez tendría que dimitir tres meses después como alcalde y sería forzado a darse de baja en el Partido Popular cuando se hizo pública la multa contra el Sr. Álvarez por parte del Tribunal de juzgó el caso que consideró verosímil la versión de ella.

No obstante un parte de Ponferrada se puso de parte del Sr. Álvarez considerando que era inocente y en las elecciones de 2011 volvería a presentarse a la alcaldía por Agrupados de Ponferrada (IAP) logrando 5 concejales que le permitieron ser el árbitro de la legislatura (2011-2015) en la ciudad.

RECUPERANDO EL CASO 20 AÑOS DESPUÉS.

Netflix emitió el documental únicamente con el testimonio de la demandante, Dña. Nevenka Fernández el 6.03.2021. En el documental además de la propia Dña. Nevenka Fernández, participaban miembros del PSOE y periodistas como D. Juan José Millás, dando intervenciones favorables a Dña. Nevenka Fernández y contrarias a D. Ismael Álvarez.

D. Ismael Álvarez concedió su primera entrevista el 8 de abril de 2021.

ANA PASTOR CONTRA ARCADI ESPADA POR CREER LA VERSIÓN DE ISMAEL ÁLVAREZ:



06 Marzo 2021

‘Caso Ismael Álvarez’: el pueblo contra Nevenka Fernández

Manuel Jabois

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La exconcejala del PP de Ponferrada, ganadora del primer juicio por acoso sexual de un político español, habla a cámara en un documental en Netflix 20 años después: “O denunciaba o me moría”

La escena que mejor define el caso Ismael Álvarez, denominado caso Nevenka porque la fama siempre recae en la víctima, la protagonizó el representante en el juicio del ministerio fiscal, un hombre llamado José Luis García Ancos que se hizo famoso por su dureza con Nevenka Fernández: ella, dijo a la interpelada, “no era una cajera del Hipercor, a la que le tocan el culo y se tiene que aguantar para llevar el pan de sus hijos”. Le respondió Juan José Millás en una columna en EL PAÍS: “Suponemos que si llegara a oídos de García Ancos que una empleada de supermercado no se ha dejado tocar el culo por su jefe, iniciaría diligencias de oficio contra ella: ‘¿Usted por qué no se ha dejado manosear por el jefe del departamento de charcutería, pese a irle en ello el pan de sus hijos?”. Millás escribió un libro titulado Hay algo que no es como me dicen: el caso de Nevenka Fernández contra la realidad (Booket). La productora Newtral, de la periodista Ana Pastor, estrena ahora en Netflix Nevenka, un documental dirigido por Maribel Sánchez-Maroto en el que Nevenka Fernández habla a cámara 20 años después de ganar el primer caso por acoso sexual a un político español. “O denunciaba o me moría”, dice.

En el trabajo audiovisual, en el que no quiso participar el exalcalde de Ponferrada Ismael Álvarez (se echa en falta el testimonio de alguno de sus muchos defensores de aquella época), aparece Nevenka Fernández con el pelo recogido, jersey rojo y fondo oscuro relatando, desde el principio, su sorpresiva entrada en política. Y cómo, debido a su belleza, se activó inmediatamente el primero de los rumores al que tuvo que hacer frente: si una joven veinteañera iba de número tres en una lista electoral cuyo número uno, y futuro alcalde, era un hombre vinculado a la hostelería nocturna y con fama de mujeriego, la única razón era porque estaban liados.

Nevenka recupera imágenes de entonces, como la toma de posesión de los concejales, y las reactiva mediante testimonios como los de Ana Gaitero, periodista del Diario de León; José Antonio Bustos, psicólogo de la exconcejala; la portavoz socialista de aquella época, Charo Velasco, y el propio Juan José Millás, entre otros. Tan protagonista como Nevenka en estos tres capítulos, de unos 40 minutos de duración cada uno, es la atmósfera que rodeó su caso, algo que capta el documental otorgando protagonismo al tiempo, los 20 años que han pasado desde que todo estallase en los telediarios, un fenómeno que abrió una vía de agua sobre un tabú en política: el abuso de poder denunciado ante las cámaras, el acoso sexual, la judicialización de asuntos que una mujer padecía sin contarlo para no pagar el coste que imaginaba que pagaría, y que pagó Nevenka Fernández al punto de tener que marcharse a vivir al extranjero. Lo más desolador de Nevenka, y su lección principal, es que ganar un juicio por acoso sexual no te hace ganadora de nada, solo añade a tu condición de víctima, muchas veces, la condición de repudiada. Como quien viola la omertà mafiosa.

En aquel juicio del que se recuperan ahora las imágenes, el fiscal García Ancos solo estaba extendiendo ante el tribunal, como representante público, la lógica perversa de aquellos días en Ponferrada simbolizada en una manifestación a favor del alcalde (“¡a mí no me acosa nadie si yo no quiero!”, gritó una señora): ¿cómo de culpable tenía que ser una mujer para denunciar por acoso a un hombre con el que había mantenido una relación sentimental? O en su defecto: en caso de ser verdad que el hombre insistiese en sus proposiciones, ¿adónde le habría llevado ella para que perdiese de esa forma la cabeza? En la mente de miles de defensores del alcalde de Ponferrada cabían dos hipótesis: que Ismael Álvarez no hubiera acosado a Nevenka Fernández, y que sí; ninguna de las dos cambiaba la sentencia popular: era inocente.

El documental, que ya se puede ver en Netflix, empieza con Nevenka Fernández en 2001 a punto de dar una rueda de prensa. Concejala de Hacienda con 26 años, anuncia ser objeto de acoso sexual por parte de su alcalde, Ismael Fernández. La cámara la muestra cogiendo aire dos veces. Antes de esa decisión, y ya huida del Ayuntamiento (se hizo circular, entre otros rumores, que estaba en una clínica de desintoxicación de drogas, que estaba ingresada en un sanatorio psiquiátrico o que se había metido en una secta), había alcanzado un punto de deterioro físico que asombró a la líder de la oposición, la socialista Charo Velasco, una de sus pocas defensoras y que renunció, a petición de Fernández, a hacer política con su ausencia (“no tenía dudas de que estaba delante de una mujer acosada”). Eran los meses en los que Fernández, tras dar por finiquitada su breve relación con el alcalde iniciada después de entrar en política, recibía cartas: “¡Hola, monina! Espero no agobiarte y respetar de esa manera tu necesario sosiego (…) Sólo quiero recordar nuestra complicidad tierna y casi perfecta… El roce de tu pierna y la mía por debajo de la mesa”. En una misiva traduce sin misericordia a Rosalía de Castro: “Cargado de penas, ¿qué pecho resiste? ¿Qué rendido viajero no quiere buscar el descanso que el cuerpo le pide?”. Otros días, sin embargo, las formas no eran tan suaves. Y en una ocasión amenazaba directamente con tomarse un bote de pastillas.

“Me sentía responsable de lo que había ocurrido. Si no hubiese tenido esa relación, no habría pasado. Y ese era el mensaje social”, dice Nevenka Fernández. Con la relación ya rota, Fernández tuvo que acudir a una boda de un compañero de partido. Acabó viajando en el coche de Ismael Álvarez, y al llegar al hotel se encontró con que solo había una habitación reservada. “Por economía municipal, dos habitaciones resultan un gasto excesivo”, zanjó el alcalde: “Además, dos amigos pueden dormir juntos en la misma cama”. En el juicio, Nevenka Fernández relató, llorando, cómo el hombre se masturbó con ella a su lado (“y yo allí quieta, no me podía mover, no podía hacer nada”). En otro viaje el alcalde pidió dos habitaciones, pero con una puerta que las interconectaba. “Sorpresa”, dijo al aparecer el hombre de repente en su cuarto. “No te vayas a poner nerviosa, solo vengo a dormir”.

Después de la condena, Ismael Álvarez envió a 64.000 vecinos siete folios en sobre sepia en los que les contaba su versión. Sigue declarándose inocente. Probablemente crea de verdad que lo es.

Una de las tesis por las que se le reprobaba su conducta (la de Fernández, no la de Álvarez) la ofreció brutalmente un político local gallego ante otro caso de abuso ocurrido después del de la exconcejala de Ponferrada, hoy economista casada y con dos hijos y viviendo en Irlanda. Jesús Ares, alcalde de un pequeño pueblo, Toques (A Coruña), fue condenado por abuso sexual de una menor, hija de un amigo suyo; la chica tenía 15 años cuando el hombre, de 70, la besó y le manoseó los pechos. En una sala de plenos repleta de defensores suyos (300 personas se manifestaron en su contra; “no había ni 20 del pueblo”, admitió un asistente), dijo que no dimitiría pese a las órdenes del PP. “¡Voy a seguir entregando la sangre por este pueblo!”, gritó, sin aclarar si se trataba de la suya. Su número dos, el teniente de alcalde, dijo: “Es un caso social que a nosotros no nos incumbe. Un escándalo privado que le puede pasar a cualquiera”.

07 Marzo 2021

Nevenka, tal como éramos

Elvira Lindo

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Solo asumiendo los errores como parte de nuestra naturaleza podremos entender la hondura del acoso que sufrió esa joven a la que el tiempo ha dado de tal manera la razón que todo un pueblo debiera pedirle disculpas

Si alguna duda cabe sobre lo que es consentir una relación sexual o no consentirla, el documental sobre el caso Nevenka nos la despeja desde la perspectiva que nos conceden 20 años de distancia. Conviene verlo para observar un país sin duda distinto, pero también exige un compromiso al espectador. El caso Nevenka nos obliga a una mirada activa y reflexiva, sobre todo a los que tenemos edad para recordar qué es lo que pensábamos de aquella joven que denunció por acoso sexual al alcalde que la había nombrado concejala de Hacienda, después de haber cedido a sus deseos en varias ocasiones. Conviene verlo así, con los ojos de aquel año 2000 y no con nuestros ojos de ahora, para saber que hemos cambiado, y que este cambio, este poner en duda el trato de la justicia y del juicio social hacia las mujeres, se ha debido a un activismo machacón que ha señalado que la voluntad de las mujeres no puede doblegarse ni porque se esté borracha ni porque se elija el atajo más oscuro para regresar a casa ni porque se esté casada ni porque se haya cedido una vez. Las imágenes que ilustran la historia de Nevenka nos muestran a la España del pelotazo, de la burbuja inmobiliaria, aquel país en el que un alcalde podía manejar un municipio como un señor feudal. Si además se trataba, como es el caso, de un empresario del ocio nocturno que repartía trabajos por doquier a los vecinos, el tipo se convertía en un dictadorcillo incontestable. La capacidad de hacer prosperar a una ciudad a base de ladrillos concedió un poder extraordinario a los gobernantes. Dentro de esa noción abusiva del poder se sitúa el brutal acoso al que Ismael Álvarez sometió a la concejala. El fiscal que fue retirado del juicio por interrogar a la testigo como si fuera una acusada, con aquel célebre “usted no es la empleada del Hipercor que le tocan el trasero y tiene que aguantarse porque es el pan de sus hijos”, ejemplificó mejor que nadie cuál ha sido tradicionalmente la concepción popular y procesal (en muchos casos) del consentimiento: si no defiendes tu virtud con uñas y dientes es porque, chica, te estás dejando.

04 Abril 2021

LA PASIÓN DE ISMAEL

Arcadi Espada

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-¿Ha visto esa basura de Netflix? -le dije al sentarnos.

-Sí.

-Querría que la viéramos juntos.

-Uf, uf.

(Lo consiguió) La concejal del Ayuntamiento de Ponferrada Nevenka Fernández García había jurado su cargo el 23 de julio de 1999, con 24 años, y dimitía el 26 de marzo de 2001. Juró, realmente bella, con un vestido liviano y veraniego, y se fue demacrada, entre sollozos y envuelta en una rebeca estilo remordimiento. Al explicar las razones de su dimisión empezó diciendo: «Muy pronto el alcalde quiso ir más allá. Tras varios meses de sutil insistencia lo consiguió». Hace casi veinte años, leyendo Hay algo que no es como me dicen, la escatología originaria de Juan José Millás, ya me sorprendió el uso del verbo conseguir. Es un verbo desahuciadamente macho, que implica que las mujeres guardan un tesoro y ellos lo consiguen mediante engaños, halagos y zalemas. «Conseguí follármela», dice con orgullo el legendario macho bebedor. Aceptar que consiguió follárseme es, en justa correspondencia, algo humillante, aunque tampoco niego que pueda tener su truquito erótico.

Ismael echa el cuerpo hacia la pantalla, con la respiración acelerada. Tiene 70 años y la edad ha amortiguado benéficamente sus rasgos. Habla lenta y contenidamente, cordial y educado en extremo.

-No lo he dicho nunca en público y ahora tengo que hacer un esfuerzo para decirlo. Pero respecto a conseguir… debo decir que nos acostamos por primera vez cuándo, cómo y dónde ella quiso.

Fue una noche de noviembre -1999-, y acabando de tomar unas copas en El Cocodrilo, cuando ella le dijo vamos a tu casa. No era en la que Ismael vivía, sino otra de su propiedad, deshabitada. Allí amanecieron. Hacía tres meses que su mujer había muerto y al entrar en la casa se puso nervioso porque le venía a oleadas su recuerdo. Y porque Nevenka le sacaba en contra 24 años. Se tomaron un mes para llegar a la cama. Solían llamarse al anochecer. Baja y no estés solo, le decía ella con frecuencia. Un mes de copas. En El Cocodrilo y en Angie, muchas veces. Y de besos y abrazos en coches y esquinas, aprovechando siempre la clandestinidad de la madrugada, porque era Ponferrada, él era el alcalde y ella la joven concejal. Nevenka diría que Ismael jugó la carta de la pena y la intemperie del viudo. Nunca aclaró si no usó su misma carta para conseguirle.

(En ningún momento existió acoso de ningún tipo)

-¿Quién era el que dice eso?

-Como dice Nevenka, yo era un señor de Ponferrada. Un cuarentón que había triunfado. Hasta los 20 años había vivido en una choza. Ahora ganaba bastante dinero con una discoteca y era alcalde y tenía posibilidades de prosperar en política. No descarto que pasara por algún momento gilipollas. Aunque no es tan malo de llevar como el fracaso, el éxito es peligroso: pierdes la cabeza.

Van pasando voces por la pantalla. Se oye a algún sinvergüenza diciendo que el alcalde era un depredador de mujeres y de otras sustancias. El depredador trabajaba en un Banco, estudiaba la carrera de Derecho a distancia y se ocupaba por las noches de la discoteca. Luego se añadió la política. Mira con tal desconcierto la pantalla que hace pensar en alguien que viera pasar su vida en un universo paralelo donde Ismael Álvarez es un hijo de puta.

Los de Netflix (ese comando llamado Newtral que dirige la locutora Ana Pastor) llamaron al abogado para saber si su cliente querría participar en la serie. No quiso. Cumplimentado el trámite, los caníbales se dedicaron a complacer su naturaleza. Y al final del programa colgaron un cartel informando de la decisión de Ismael. Sería costoso que comprendieran que la ausencia del coprotagonista de una historia debe aumentar el respeto por sus argumentos. El rechazo de Ismael es comprensible. Porque cuando uno decide hablar tiene que rebajarse a desvelar cosas como esta:

-No he tomado drogas. Estuve casado 26 años y durante 15 fui absolutamente fiel a mi mujer. Después tuve algún tonteo, sin importancia. Esta es toda la adicción y todas las mujeres. Y toda la canallada.

(Unos viajes de amor) Un coche potente y seguro va doblando las curvas de una umbría carretera rural. Es un momento delicado para los guionistas, que querrían una Nevenka intacta y violada. Hasta ahora han conseguido preservar su castidad, pero constan viajes. Bastantes viajes, por más que los reduzcan a un par de fines de semana desganados, mera burocracia sentimental. Viajes a Oporto, a Matosinhos, a Madrid, a La Coruña, y sobre todo a La Bañeza, donde pasaron cinco o seis fines de semana en un hotelito rural. Ismael lo recuerda con ecuanimidad. Sin hacerse ilusiones sobre el pasado.

-Fueron los viajes propios de una pareja que acaba de conocerse. Agradables, claro. Pero Nevenka era inestable y dudaba con todo en la vida.

-¿Y usted?

-Yo no. De hecho, a veces pensaba en cosas serias con ella. Sabía que la diferencia de edad era un problema y me preocupaba cómo iban a verlo mis hijos. Pero mentiría si no dijese que me pasó por la cabeza la posibilidad de que fuera mi segunda esposa.

-¿Y este asunto puramente físico ante la joven, meter la barriga y todo eso?

-Me daba nervios, ya le dije. Pero con la costumbre, pasan, ¿no es cierto? Una vez su padre dijo algo… Bueno, para qué.

-¿Qué dijo?

-Que yo había aprovechado para echar cuatro polvos. Me ofendió. No porque sea delito, sino porque no era cierto.

Escucho a Ismael con aprovechamiento, pero reconozco mi inferioridad en esta cuestión de padres consuegros. Aquí la autoridad es Millás, que consiguió ir al fondo abisal del asunto y se trajo unos peces. Como suele suceder con el clásico, la cita ha acumulado verdad con el paso del tiempo:

«¿Más simetrías? ¿Más asociaciones? ¿Más casualidades? Hay más, desde luego, pero entre todas ellas destaca, por terrible, la de que Nevenka se entregara a un hombre de la edad de su padre (y un trasunto de él, evidentemente) por el que más tarde sería acosada. Desde mi punto de vista, una vez que Ismael Álvarez propuso a Nevenka Fernández ir la número tres de su candidatura en las elecciones municipales, pero, sobre todo, una vez que, ganadas las elecciones, le ofreció la Concejalía de Hacienda y Comercio, que ella aceptó, no había ninguna posibilidad (y subrayo, ninguna) de que este hombre no acabara en la cama con Nevenka Fernández. No había ninguna posibilidad, insisto, de que ese hombre no acabara con ella en la cama. Eso lo sé yo, lo sabe usted, lector, y lo sabe cualquiera con dos dedos de frente. ¿Cómo es posible entonces que no lo supiera el padre de Nevenka? Y si lo sabía, ¿por qué no alejó a su hija de Ponferrada tan lejos como le hubiera sido posible cuando se enteró de lo que Ismael Álvarez le había ofrecido. (…) El alcalde, en efecto, representaba todos los atributos del padre y Nevenka, siempre en mi opinión, se entregó a él como una forma de dar satisfacción a ese padre esquivo («yo he gustado a todos los hombres menos a mi padre»). (…) No me resisto a señalar la coincidencia de que Lucas, su novio, padece soriasis, igual que el padre de Nevenka. Las coincidencias, cuanto más casuales parecen, más significado tienen. Y más conmovedoras resultan».

El problema para Ismael no fue, sin embargo, la mentecatez literaria que llega a la verdad por la psoriasis, sino la jurídica. Es extraño, sin embargo, que tratándose de picores Millás dejara de lado los del novio. La confianza no es un asunto banal entre los amantes. Y en especial entre los amantes que están a punto de serlo. La biografía de Ismael y Nevenka tiene un punto culminante en octubre de 1999. Aún no se habían dado un beso. Y a él lo operaron de hemorroides. No es la mejor operación para los preámbulos amorosos. Pero ella lo llevó bien. Gestionaba con una autoridad sorprendente las visitas y hablaba con gran naturalidad con médicos y enfermeros. Hasta se atrevió, sin complejos, con un tierno regalo: un hinchable para que el peso del Ismael sentado se repartiera por todo su culito. Acabo de verlos en Amazon: no son caros y los llaman donuts.

(Más hijo de puta voy a ser yo) El día de San Valentín acabó todo. Es decir que ni llegaron felices a los cuatro meses. Habían pasado el fin de semana en La Coruña, donde Nevenka estuvo rara y esquiva. Algo la animó el reloj que Ismael puso en su muñeca. Pero a diferencia del donut el regalo no encajaba esta vez en su tiempo. Ismael tardó unos días en verlo. Tales tardanzas son un momento peligroso de la vida. Corre uno el riesgo de convertirse en un pelmazo, que es la peor vocación del hombre. Nevenka está diciendo en la pantalla que un mes después él le gritó desde el otro lado del teléfono: «Tú eres una hija de puta, pero yo voy a ser más hijo de puta todavía».

-¿Y bien?

-No es mi manera de hablar. No recuerdo lo que le dije. Pero algo le grité, seguro. Estaba cabreado y preocupado.

La noche del 12 de marzo celebraron el triunfo de José María Aznar. Nevenka estaba en la fiesta hasta que desapareció sin avisar, camino de León y de un medio novio con el que vacilaba. Cuando al cabo de las horas logró hablar con ella, Ismael le dio unas voces. En el documental -nunca una palabra fue tan repugnantemente inexacta respecto a su objeto- no le dan importancia a que él la llamara hija de puta, sino a la confesión implícita de hasta qué punto Ismael iba a ser un hijo de puta. Pero los hechos son inflexibles. Mientras estuvo en el Ayuntamiento, Nevenka no sufrió ningún perjuicio profesional: ni lo demostró en el juicio ni puede demostrarlo ahora. Otra cosa es que los que habían sufrido el subidón de la niña bonita se aprovecharan luego de su caída y el trato pasara de adulador a displicente.

-Es que ni siquiera, le aseguro. A nosotros nos preocupaba mucho que dimitiera y que la oposición hiciera uso, como hizo, de su historia conmigo, que ya empezaba a ser conocida. Tratarla mal habría sido inmoral, pero también peligroso políticamente.

-¿Hubo más voces entre ustedes?

-No. Poco a poco fui comprendiendo…

-Sale también un culo, por ahí. Aquella frase suya: «Yo te toco el culo porque me sale de los cojones».

-¡Y yo qué sé! Las cosas que se dicen entre los hombres y las mujeres, compréndame. Pero si dije eso o cosas parecidas fue en el amor. Y pasar eso del amor al acoso no tiene nombre. Usted me decía antes si no fui un pelmazo, insistiendo y dale que dale…

-Se lo dije más bien en su defensa. La pelmacería no está en el Código Penal. ¡Aunque debería!

-Me complicó mucho la vida que ella nunca me dijera: «Ismael, esto se ha acabado». Y que hasta que se fue de Ponferrada siguiera mandando señales contradictorias. Si lo hubiera dicho, todo habría acabado al punto: ni más llamadas ni más cafés ni más nada. Punto.

Hasta aquí todo es de una transparente banalidad. No es raro que el literato acudiera a la psoriasis. A ver cómo iba a mover, si no, semejante dramita. Pero en junio y julio hay dos viajes clave en el relato de Nevenka. El del 28 de junio es a Valladolid. Los antiguos amantes -seguían trabajando juntos, pero de su relación sentimental sólo quedaban rescoldos- viajaron por separado. El alcalde acudió a un pleno de las Cortes y ella a unas reuniones con la administración autonómica. Ismael no supo que ella estaba en Valladolid hasta que apareció por las Cortes. Nevenka le dijo que al final haría noche en la ciudad y él se ofreció a reservarle una habitación en su hotel. Lo hizo su secretaria. Cuando acabaron el trabajo se fueron a cenar con otras funcionarias de la Junta de Castilla y León. Una de ellas cumplía años y la fiesta se prolongó. Amaneciendo, volvieron al hotel y subieron a sus habitaciones.

(¡Sorpresa!) «Yo me fui a mi habitación y de repente abrió la puerta de en medio y dijo: » ¡Sorpresa! (…) Fue horroroso, como una película de miedo».

He visto esta escena algunas veces y debo ser un miserable porque me echo a reír cada vez. Ismael en cambio atiende con cara seria.

-Nunca pasó. Es falso. Nunca entré en su habitación. Una fabulación.

Esto me da problemas. Vine a Ponferrada a dar una vuelta por la zona gris, a completar los hechos con la voz del apestado. Pero no contaba con que los negara. Nada había de la mórbida ambigüedad que imaginaba. O Ismael Álvarez entró en la habitación o no lo hizo. En rural vernáculo dicen: caixa o faixa.

-No entró usted en la habitación.

-No. Le repito. No.

-¿Estaban comunicadas?

-Parece que sí. Pero yo lo supe luego, durante los trámites judiciales. Dormí en mi habitación, solo, lo que quedaba de la noche y un poco por la mañana.

La Justicia y el periodismo penetran con dificultad en una habitación. Solo pueden acarrear pacientemente detalles hasta la puerta. Una particularidad obligatoria de las habitaciones comunicadas es que están cerradas a cada uno de los dos lados y no basta el deseo de uno, sin el consentimiento hasta la última vuelta de llave del otro. Ni en la vileza Newtral, ni en la sentencia, ni siquiera en el honrado voto particular que discrepó de ella, hay la menor mención al consentimiento comunicado.

(Lo olía todo, pero no podía ver nada) Nevenka pasó una mala noche en Valladolid. Paralizada hasta el amanecer, según habría leído -vía su gracioso psicoanalista- en los libritos de la Hirigoyen, ante la presencia de su acosador. Ni se levantó ni llamó a la recepción del hotel ni a la Policía. Por no llamar ni llamó a Charo Velasco, la muy solícita jefa del Psoe en Ponferrada. Paralizada. Lo llamativo es cuánto duró la parálisis.

Nueve días después de Valladolid, el 6 de julio, viajó a Estella, a la boda del hijo de un concejal. Viajó en el coche del alcalde. Y no solo hizo eso: días antes había reservado una habitación doble en Logroño para dos noches. La sentencia del juicio contra Ismael Álvarez declara que ella hizo la reserva y que el alcalde pasó personalmente a pagarla. La inquietante pregunta de cómo una mujer, gravemente acosada nueve días antes por un hombre que invade su habitación, se presta a pasar un fin de semana con él y se encarga de todos los trámites con la excepción del pago, es una pregunta que la literatura responde de muchos modos. Pero que la Justicia, antes de arruinar a un hombre, no llegó a plantearse nunca.

Ismael y Nevenka cenaron en Logroño. No dispongo de ningún razonamiento coherente para explicar qué hacía allí Nevenka. Ismael da el suyo:

-Nuestra relación sentimental había acabado. Pero que ella organizara ese viaje quizá me diera ciertas expectativas. Seguía siendo una mujer muy atractiva y yo le seguía teniendo cariño. Yendo de vinos por Logroño nos encontramos con otra gente que iba a la boda y nos unimos. Bebimos, bailamos, lo pasamos bien. Pero ella no me dio ninguna señal positiva. Volvimos al amanecer al hotel. Subimos a la habitación. Sin tensión. Yo estaba muy cansado. Me acosté y me dormí enseguida.

En la pantalla se escucha aquella Nevenka entre lágrimas. «Y yo no me movía. Y él por otra parte se masturbaba. Lo olía todo, pero no podía ver nada. Y no me podía mover». El olor es extraño, habiendo acabado ya la temporada del espárrago blanco. Ismael quiere decir algo. Pero no. Voy a acabar yo. Tampoco esta vez Nevenka se marchó de la habitación. Amaneció en ella. La crónica del juicio y de Netflix echan el telón con el olor y el jadeo del alcalde masturbándose. Pero es un falso telón. Después de otra noche de psicoterror -suya es la palabra-, Nevenka y el alcalde fueron a la boda del hijo del concejal. La boda fue larga. Cuando por fin acabó, la psicoaterrorizada regresó a la habitación del hotel con el alcalde. Esta segunda y más inaudita noche de Logroño ha desaparecido de los autos. Y solo queda la anodina crónica del alcalde. Del depredador en serie de Netflix.

-Dormimos de nuevo cada uno en su cama, como la noche anterior, sin el menor incidente. Despertamos. Volvimos al coche. Amigablemente. Incluso paramos a comer en el camino y dio la casualidad de que coincidiéramos allí con los padres del novio.

Entre ese julio y el 26 de marzo, primero de vacaciones y luego de baja en el Ayuntamiento, Nevenka reelaboró su vida. Se trata de los meses cruciales de su historia, que nunca fueron los de los hechos. Ella verá qué hace con ellos. Mi incumbencia es Ismael. El 30 de mayo de 2002 dimitió, proclamando cien veces su inocencia, porque no quería perjudicar al partido. Los jueces, en el recto uso de la prevaricación consentida que dicta que con las mujeres basta creer sin saber, lo condenaron (2-1) por un delito de acoso.

Cuando se apagó la pantalla Ismael me miró cómo tratando de saber si después de cuatro horas le creía.

-Si fuera usted mujer, no tendría más remedio. Pero lamentablemente…

Como tantas otras veces, la clave solo se comprende escribiendo. Si a lo largo de 20 años los jueces, Juan José Millás y Ana Pastor no escucharon a Ismael Álvarez fue porque era el único modo de declararlo culpable.

(Ganado el 3 de abril, a las 17:56, 68 lpm, 35,6º)