29 julio 2004
La ministra Ana Palacio justifica que pidiera a los embajadores que desmintieran a Arnaldo Otegi
Los ex ministros Ángel Acebes Paniagua y Eduardo Zaplana comparece en la Comisión de Investigación del 11-M y declaran que siguen sin descartar a ETA como posible autor de la masacre
Hechos
El 28.07.2004 comparecieron en la comisión de investigación sobre el 11-M con D. Ángel Acebes, D. Eduardo Zaplana y Dña. Ana Palacio.
29 Julio 2004
Empecinado Acebes
El ex ministro del Interior, Ángel Acebes, se mantuvo ayer impertérrito en su narración, ya conocida, sobre el 11-M. Interrogado por la comisión parlamentaria de investigación durante más de diez horas, reafirmó la tesis de que el anterior Gobierno nunca mintió ni manipuló, y que hubo una estrategia por parte de otros para «sembrar la infamia» y beneficiarse de la matanza. Pétreo e impasible, rescató nuevamente la incertidumbre sobre quién fue el cerebro intelectual de los múltiples atentados, porque, según él, todavía planea la sospecha de ETA. La mayor parte de los mandos policiales sostienen que no hay ningún dato sobre conexiones entre el terrorismo islámico y la banda separatista vasca, opinión que también sostiene el juez que investiga los hechos. En todo caso, eso es algo que debe determinar la justicia, no el actual Gobierno, como sostuvo Acebes en un descarado intento de invertir los términos de la investigación. El ex ministro del Interior, responsable de la seguridad de los españoles hasta el 18 de abril, nada quiso decir sobre qué falló para que se produjeran los atentados ni qué hizo hasta la fecha de su cese para aclarar esa autoría intelectual que ahora tanto le intriga. Sólo se ocupó de defender, eso sí con contundencia, los intereses de su partido.
Acebes dominó la escena gracias a la debilidad del guión de los comisionados, invirtió los roles y ni pestañeó cuando dijo que sólo el día 13 por la tarde había indicios sustanciales para otorgar prioridad a la pista islamista. Para el ex ministro no cabía siquiera incluir en la categoría de indicios el hallazgo el mismo día del atentado de la camioneta con los detonadores y la cinta de vídeo con los versos coránicos. A su juicio el primer indicio objetivo sólo se produjo el día 13, tras las primeras detenciones y la cinta de reivindicación. Sus argumentos de entonces, reiterados ayer hasta la extenuación, chocan con las versiones suministradas a la comisión parlamentaria por diversos mandos policiales.
Con la perspectiva del tiempo todo muestra que Acebes hizo una defensa cerrada, que todavía sostiene, de la versión que más convenía a su partido, a pesar de que los hechos fueron demostrando su inexactitud con más velocidad de la que esperaban. Lo cierto es que Acebes ahondó en las sospechas sobre ETA cuando los indicios crecían en dirección contraria. Con un ministro más cauto, que hubiera presentado desde el primer momento la pista etarra sin descartar otras, la situación podría haber sido distinta para él mismo, para el Partido Popular y para el ex jefe de Gobierno Aznar, quien tuvo que observar perplejo un día después de la tragedia cómo miles de españoles se interrogaban sobre qué pasaba y quién había sido el autor de la matanza.
Pero lo que resulta ya del todo increíble es que cuatro meses después el ex ministro del Interior -que siguió siéndolo un mes después del atentado- rescate, contra toda evidencia, la sombra de ETA. Tarea en la que le secundó ayer con idéntico empecinamiento el ex ministro Zaplana. Quienes se equivocaron, si no mintieron, en aquellos días piden ahora explicaciones al resto del arco político en un insólito ejercicio de cinismo.
30 Julio 2004
¡Yo no he sido!
Harto de Acebes, ahíto de Zaplana, abrí la radio y salió Radio María, que propaga la fe, enfrascada en dos campañas. Una, habitual, la recaudación de fondos para ellos, curas y monjas. Es una red mundial, hay radiosmaría en todas partes. La otra campaña es para movilizar a los creyentes: recogida de firmas, salidas a la calle cuando sea preciso, actuaciones: contra el aborto, las «células madre», el matrimonio homosexual. O sea, contra el Gobierno. No se libra uno de Acebes, de Zaplana: o sea, del Aznar recurrente («que vuelve a ocurrir o a aparecer, especialmente después de un intervalo», Academia) o por personas o instituciones interpuestas. El tema gana fuerza: salta de pronto (ayer, aquí, carta al director de la presidenta de la Federación Española de Asociaciones Pro Vida), crecerá y es parte de la lucha de la extrema derecha del PP / Opus contra el gobierno al que creen rojo. La revancha, de la que acusan ellos al PSOE, es una proyección más de su propio ego, una alteración maníaca que les sale por todos los poros. Cambiaré de emisora, no de soniquete.
Cuando me levanté, Acebes seguía allí. Lo repasaba la eterna y temible Televisión Española. El analista que tienen destacado en la comisión investigadora explicaba las heroicas diez horas del ministro, y elogiaba su capacidad de hablar sin cometer un error, por mantener su discurso bien preparado y firme, y aseguraba y repetía que el PP ya respira tranquilo. Los asomos de fragmentación, las tendencias, las discusiones internas, vuelven a soldarse: Acebes le ha salvado. No siendo del PP, no me restaura; saber que el ministro del Interior antes del desastre de Atocha, y durante mucho después con el gobierno en funciones, nos pregunta a los demás: «¿Quién ha sido?», porque él no lo sabe, me hace marciano: de escamas erizadas por el terror. Él es ¡un español! y declara con beneplácito, y vuelve a insistir, con el colega Zaplana (su pareja de marzo) que hay que seguir buscando por ETA: que nos falta el autor intelectual. No, él no es el marciano, puesto que le aplauden. Y sólo se me ocurre gritar que yo no fui. Quizá sometido a lo que se llama «hábil interrogatorio», confesaría que yo soy el mal moro, el mal vasco, y que maté a Calvo Sotelo. (Dormido al fin, vi a Acebes como percebe: se sabe que en las traslaciones oníricas los juegos de palabras, en forma de censura, trabajan mucho).
30 Julio 2004
Solos contra todos
Al final de las cuentas, las comparecencias de la comisión de investigación del 11-M que acaban de concluir han sido bastante esclarecedoras. Los testimonios más objetivos han confirmado la obstinación del Gobierno del PP en convencer a la opinión pública española y a la internacional de que el atentado lo había cometido ETA, aunque desde la tarde del mismo día 11 los responsables de la investigación empezaron a acumular indicios que apuntaban exclusivamente hacia la autoría islamista. Como ha dicho el ministro Alonso, «no hay un solo indicio» que conduzca a ETA. Sin una sola prueba en contrario, el PP ha resucitado insensatamente la sospecha.
Antes tontos que mentirosos. Ésta parece ser la estrategia en la que se ha acorazado el Grupo Popular. Sin un solo dato a favor de sus tesis, se han limitado a intentar invertir la carga de la prueba. El interpelado, que gobernaba el día del 11-M -y hasta cinco semanas después-, ha intentado convertirse en interpelador: pidiendo explicaciones a los medios de comunicación sobre las informaciones que dieron, al PSOE sobre la respuesta ciudadana, a los representantes de las Fuerzas de Seguridad del Estado sobre los datos que no se correspondían con su discurso.
La inviabilidad de esta estrategia ha hecho derivar al PP desde la defensa razonable a las elucubraciones patéticas. Incapaz de negar lo evidente, ha tanteado la fuga mediante hipótesis imaginativas, debidamente preparadas por sus terminales mediáticas. Desde la sombra de ETA hasta las conspiraciones del espionaje internacional, el PP sigue buscando la X del atentado por arriba y por abajo. Antes que asumir el error están dispuestos a dar pábulo a las más disparatadas hipótesis conspirativas, que incluirían a la gran prensa internacional, incapaces de aceptar que perdieron las elecciones porque mucha gente estaba cansada de los desprecios y maltratos de un Gobierno arrogante.
Pero la confirmación de las primeras hipótesis no redime a la comisión. Ni las maneras de trabajar son las deseables ni los objetivos han sido debidamente jerarquizados. Una vez más cabe lamentar -la comparación con la comisión del 11-S estadounidense es lacerante- la dependencia de sus miembros respecto del grupo parlamentario al que pertenecen.
La pugna política ha hecho que el debate se centrara en lo ocurrido entre el 11 y el 14 de marzo, es decir, en los efectos políticos inmediatos del atentado. El PP se ha dedicado a fabular deslegitimaciones electorales. Los demás partidos no han sido capaces de centrar la comisión en lo verdaderamente importante. ¿Por qué un atentado islamista en España? ¿Qué falló en los sistemas de información y de prevención? ¿Cómo funciona y se financia este terrorismo? ¿Cuál es la fuerza y la presencia del islamismo radical en nuestro país? ¿Seguimos siendo objetivo de este tipo de terrorismo? ¿Qué enseñanzas hay que sacar del 11-M para que no vuelva a repetirse o al menos para que no nos coja tan desprevenidos?
Dicen algunos medios que Acebes ha levantado la moral de su partido. Solos contra todo el mundo: así acabaron los del PP sus días de gobierno y así viven sus primeros meses en la oposición. Contra las evidencias, contra los demás partidos, contra la opinión mayoritaria, contra los servicios de inteligencia, contra los medios de comunicación de medio mundo y los gobiernos de los países más diversos. Éste es el retrato que marca el final de las comparecencias de la comisión.