3 septiembre 1982

Tras su popularidad luchando contra 'las Brigadas Rojas', el Gobierno lo había mandado con la misión de combatir a la Mafia

Asesinado el Gobernador de Palermo, General Alberto Dalla Chiesa, su esposa y sus escoltas son asesinados por La Mafia

Hechos

El 3.09.1982 fue asesinado en Palermo el gobernador, General Carlos Alberto Dalla Chiesa junto a su esposa.

Lecturas

Crónica de una muerte anunciada en Palermo: la del general Alberto Dalla Chiesa, asesinado este 3 de septiembre de 1982, a balazos en una céntrica calle de esta ciudad.

La muerte de Dalla Chiesa ha causado conmoción en Sicilia, y sin embargo no ha sorprendido a nadie. Desde que llegó a la isla, como plenipotenciario de la lucha contra la mafia, el general estaba condenado a muerte.

Este 3 de septiembre de 1982 la sentencia se ha cumplido.

Eran las nueve y media de la noche, y el general viajaba en su coche acompañado de su esposa.

Su escolta era mínima.

Los atacantes emplearon subfusiles Kalashnikov, y el atentado ha sido reivindicado, en una llamada al diario GAZETTA DEL SUD, por un misterioso ‘Partido de la guerrilla’, en el que nadie cree.

La autoría de la mafia parece estar fuera de toda duda.

Para muchos, Dalla Chiesa ha sido abandonado, por el gobierno italiano, a su propia suerte.

05 Septiembre 1982

Alberto Dalla Chiesa, asesinado por la Mafia

Joaquín Navarro-Valls

Leer

“¿La Mafia? No la entenderá usted nunca si no comprende que es una actitud, un modo de concebir la vida y el Estado”. La respuesta me desconcertó. Me la dieron en Palermo hace algunos años. ¿La Mafia, una actitud? ¿Qué quería decir mi interlocutor siciliano?

Sicilia es una isla mediterránea de 25.000 kilómetros cuadrados y cinco millones de habitantes. Paisaje del sureste español en montes secos con palmito y esparto. Donde llega el agua estalla la vegetación: el frutal, la palmera y los cítricos. Tierra de campesinos, gente de pocas palabras. Ni África, ni Europa: un enigma intermedio política, humana y culturalmente.

Sicilia es la historia de una comunidad de supervivientes. La isla ha estado siempre mal protegida. Cada pueblo que se aventuró en el Mediterráneo conquistó esta tierra. Primero los fenicios, luego los griegos, pronto los cartagineses, después los romanos. Los árabes estuvieron allí siglos. Después fue normanda, seguida por los suevos y los angevinos. Más tarde, catalanes y aragoneses con Pedro de Aragón. Y aún los Borbones españoles, la escuadra inglesa y las fugaces apariciones francesas.

Cada invasor trajo una nueva cultura, nuevas normas, un concepto diverso del Estado. El invadido soportaba con escepticismo aquellos códigos importados. El recurso de todo superviviente comenzó a moderar la conciencia siciliana: la suprema indiferencia hacia el Poder institucional!’, la elaboración primero y la adopción después de un código oral de conducta válido para el nativo y ajeno del todo a la norma – siempre teórica – del dominador de turno.

Cuando la unificación convirtió a Sicilia en una región más de la nueva Italia, la población tenía ya formada su propia conciencia de comunidad distinta. El sentido del Estado es debilísimo en la isla. Las leyes del Estado obligan menos que las leyes locales elaboradas en siglos de supervivencia. La primera lealtad es para la familia y para el clan. La justicia – no arbitrarla, sino sujeta al código oral del honor – es siempre un hecho local y, a menudo, familiar: ¿Por qué dejar al Estado, que es siempre un extranjero, la tarea de hacer justicia?

La gente conoce las reglas de la isla, las costumbres de la comunidad. La infracción tiene, en la ley no escrita, una sanción prevista. Aplicar la pena es la expresión soberana de la autonomía local. El vínculo del silencio es lo más fuerte de una comunidad cerrada sobre sí misma. El Estado – sus leyes, sus costumbres, su sistema de impuestos, sus códigos – es siempre visto con desconfianza. El orden que trae con él amenaza la propia peculiaridad.

La Mafia nace así originalmente como un sistema social de protección ante el invasor. La inmovilidad campesina de Sicilia refuerza y perpetúa esta ‘actitud’. Se trafica, se establecen vínculos de interés, reglas de comportamiento y correctivos al excesivo acumulo de poder. La pena capital tiene siempre – como en los códigos que aún la mantienen – una razón precisa. Existe sobre todo para los del grupo que no respetan las reglas.

O para el ajeno que amenaza las estabilidad del sistema mafioso. Pero nunca es gratuita. Siempre está sujeta a la norma no escrita. La Mafia nunca asesina a una mujer. Los hijos del que debe morir serán protegidos y ayudados tras la desaparición del culpable.

Esta visión arcaica de la Mafia campesina ha sufrido en los últimos veinte años un proceso de industrialización. Aquel código del honor y del silencio ha servido de cobertura a la ‘nueva Mafia’ un sistema fantástico de intereses revertido a Sicilia tras la experiencia de la Mafia americana, que siguió al fenómeno de la gran emigración.

El mercado internacional de la droga, el mercado isleño de la construcción o los mercados urbanos de la fruta, y hasta de las obras públicas, son reservas propias de la Mafia. El viejo orden ha sido arrastrado por el nuevo. La lucha por el poder, la hegemonía de un padrino y de una familia sobre la competencia causó 121 homicidios en 1981 y 101 en los ocho primeros meses de este año. Casi todos eran sicilianos: víctimas de la lucha por el poder o ejecuciones ‘ejemplares’ de quien no respeta las reglas, de quien viola el silencio o falta a la lealtad ‘familiar’. Los homicidios números 102 y 103 fueron a dos extraños: Carlo Alberto Dalla Chiesa y su mujer. El general era el último ‘invasor’. Quería imponer un código importado donde sólo rige el código no escrito de la Mafia. El desafío al Estado continúa.

06 Septiembre 1982

Mafia

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

Leer

CASI DOSCIENTOS asesinados en ocho mesespueden calificar a la Mafia como un fenómeno mucho más grave y mucho más permanente en Italia que el del terrorismo. Pero no es sólo la sangre vertida lo que importa en este amplio y antiguo delito: es su asentamiento, su influencia, sus ramificaciones nacionales e internacionales, su estrecha relación con Estados Unidos. En Palermo hay un aeropuerto incómodo, pequeño y mal servido; junto a él, una lujosa área internacional: la que atiende únicamente la línea directa Palerino-Nueva York. Cuando hace poco el general Dalla Chiesa llegaba al modesto aeropuerto de Palermo y tomaba un taxi para ir a la ciudad, probablemente en la sala vecina intercambiaban sus visitas los capos de la Mafia de Italia y de Estados Unidos que planeaban ya su asesinato.En 1963, el fiscal general de Estados Unidos, Robert Kennedy, utilizó un testigo excepcional, Jo Vallachi -preso en Atlanta-, para levantar un acta de acusación impresionante contra la Mafia, que obligó a Italia a formar una comisión de encuesta parlamentaria para erradicar un mal que se le denunciaba muy concretamente. Muy poco después moría asesinado el presidente Kennedy, hermano del fiscal general -ministro de Justicia-; la presencia en el suceso de un mafioso como Jack Ruby, que mató en el edificio de la policía al supuesto asesino de Kennedy y que luego moriría en su celda en circunstancias extrañas, conectó el magnicidio con la Cosa Nostra. Había otras posibilidades políticas; había muchos grupos nacionales e internacionales dañados por la forma presidencial de Kennedy; pero no ha estado nunca claro que esos otros grupos no tuvieran móviles distintos de los de la Mafia, que, por ejemplo, en Cuba dominaba una industria de juego, burdeles, pornografía, drogas: un gran negocio con el que terminó Fidel Castro. Y también dominaba negocios legales, dentro y fuera de Estados Unidos. En el informe de Robert Kennedy se decía entonces que los beneficios de la Cosa Nostra en esa época eran de veinte millones de dólares al año, una cifra seguramente modesta con respecto a la realidad, y desde luego a la actualidad de 1982. Robert Kennedy perdió su cargo -y su investigación- con la muerte de su hermano. Cuando él mismo pretendió llegar a la presidencia fue asesinado (1968). Al mismo tiempo se disolvía la comisión parlamentaria italiana, sin haber llegado más que a resultados menores.

La relación de la Mafia ¡talo-americana con la política es tal que se la puede considerar como una organización política que los Estados no han dudado en utilizar. Fue la Mafia la que preparó el desembarco aliado en Italia: por alguna razón se eligió Sicilia. Hubo una negociación en la cual estaba comprendida la libertad de Lucky Luciano, gangster condenado a treinta años en Estados Unidos: en 1946, Luciano fue puesto en libertad y fue recibido en Sicilia como un héroe. Su misión no había terminado. En 1946 se celebraban las primeras elecciones generales en Italia, y la Democracia Cristiana tuvo la ayuda de la Mafia, que dedicó sus balas -o las simples postas de las escopetas de caza- a los militantes de izquierda. En la manifestación del 1 de mayo en Palermo los disparos de la Mafia sobre la multitud izquierdista causaron once muertos y por lo menos medio centenar de heridos.

Se dice que el general Dalla Chiesa, fortalecido por sus éxitos en la lucha contra el terrorismo, había desestimado la importancia de la Mafia. Estaba en la pista de las grandes fortunas y de sus ramificaciones: le interesaba más esa raíz que los pequeños asesinatos locales. Si hubiera sido a la inversa, probablemente aún viviría. Las ramificaciones económicas y políticas de la Mafia llegan muy lejos. En los últimos meses se habían citado nombres mafiosos de Italia y de Estados Unidos en el escándalo de las finanzas del Vaticano.

Muy lejos había tenido que llegar Dalla Chiesa en sus investigaciones para que se le deparara este final espectacular. La Mafia suele ser más sigilosa en los grandes asuntos, aunque en los menores le interese que se divulgue su autoría. El asesinato del general de más’prestígio de Italia tenía que provocar, como lo ha hecho, una oleada de protestas y de furia, unidas al sentimentalismo de la muerte de su reciente y joven esposa. Si las ha arrostrado es porque esas protestas tienen un valor para ella: el de mostrarge invulnerable y el de advertir que puede llegar a todo. Es un acto para el ejemplo, como dicen de la pena de muerte sus defensores. Son encomiables las ardientes palabras del cardenal Pappalardo -probablemente más enardecidas por la ira que debe causarle el que la banca del Vaticano haya aparecido como influida por la Mafia- y su indignación por la falta de fuerza del Gobierno para cortar este cáncer. Pero el Gobierno italiano había llegado hasta donde pudo: nombrar prefecto al general Dalla Chiesa. Era ya ir quizá demasiado lejos dentro de lo posible. Volviendo atrás se ve que ni el fascismo ni la antigua monarquía ni los sucesivos ocupantes extranjeros de Sicilia pudieron demasiado contra la Mafia. Ni lo han podido, tampoco, los presidentes de Estados Unidos. Por eso se puede considerar a la Mafia como un fenómeno incluso más grave que el del terrorismo a la moda.