23 mayo 1992

El asesinato se produjo justo cuando el parlamento italiano estaba discutiendo la elección del nuevo Presidente de la República, cargo al que aspiraba Andreotti (Democracia Cristiana) señalado por supuestas vinculaciones a la Mafia

La Mafia italiana asesina a su mayor enemigo: voladura del juez Giovanni Falcone, junto a su esposa y sus guardaespaldas

Hechos

El 23.05.1992 un atentado acabó con las vidas de D. Giovani Falcone y de Dña. Francesca Morvillo.

Lecturas

El juez Falcone era considerado el mayor enemigo de La Mafia italiana de Palermo, controlada por ‘los corleoneses’ que lideran el prófugo Toto Riina desde el ‘maxi-proceso’ de 1987 en el que fueron condenados a cadena perpetua la mayoría de capos sicilianos como Michele Greco o Luciano Liggio. El propio Toto Riina fue condenado a cadena perpetua, pero en su caso como en el de Bernardo Provenzano, la pena no ha podido ejecutarse por estar ambos próxugos de la justicia. Desde entonces Giovanni Falcone era el enemigo número 1 de La Mafia.

El enemigo número 2, el juez Paolo Borsellino será el siguiente en ser asesinado en julio de 1992.

24 Mayo 1992

Una bomba de 1.000 kilos mata al juez anti-Mafia Giovanni Falcone

Peru Egurbide

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El juez Giovanni Falcone, de 53 años, instructor del maxiproceso de Palermo contra la Mafia y en la actualidad director general en el Ministerio de Justicia italiano, murió asesinado sobre las 18.20 de ayer en Sicilia a consecuencia de un atentado que sufrió cuando viajaba por la autopista de Trapani a Palermo. Una bomba de 1.000 kilos activada a distancia estalló al paso de su Fiat blindado, catapultándolo a una distancia de 300 metros. El bombazo arrancó de cuajo varios centenares de metros de la autopista.Francisca Morvillo, de 36 años, esposa del superjuez Falcone y también magistrada, que le acompañaba en el coche, falleció a las once de la noche, mientras estaba siendo operada en un hospital palermitano. También murieron a consecuencia de la formidable explosión tres escoltas que acompañaban al magistrado en otro vehículo y dos personas ajenas al grupo.

El asesinato de Falcone, al producirse en un momento de grave crisis de la política italiana, ha hecho recordar a muchos ciudadanos los episodios de violencia, nunca suficientemente aclarados, que se registraron en el país durante los años setenta, cuando la Democracia Cristiana (DC), eje y centro de los Gobiernos de posguerra, se dividía en torno a las perspectivas de abrir sus alianzas con el Partido Comunista, hoy disuelto y reconvertido en el Partido Democrático de la Izquierda (PDS).

Nando dalla Chiesa, diputado del movimiento La Rete e hijo del general también asesinado por la Mafia cuando era gobernador de Palermo, el 3 de septiembre de 1982, declaraba ayer: «Me parece difícil no pensar en el contexto de la dificultad surgida para la elección del presidente de la República. Tengo la sensación de que, tras el atentado, haya una estrategia opaca. Por ello, me parece todavía más difícil interpretarlo».

Lo primero que sorprende es que, a plena luz del día y en una zona que, pese a todas las dificultades, hasta ahora no había admitido comparaciones con, por ejemplo, el Líbano, el comando asesino lograra colocar, sin que nadie los detectara, unos mil kilogramos de trinitrotolueno ocultos tras las barreras a ambos lados de un paso elevado de una autovía muy transitada y teóricamente vigilada, ya que sirve de acceso al aeropuerto.

El juez Falcone recorría esa ruta, como muchos otros fines de semana en que, libre de trabajo, se trasladaba desde Roma a su ciudad natal para pasar unas horas de descanso. Estaba de buen humor, según una secretaria de su Ministerio, a la que, por la mafiana, había llamado desde Roma antes de iniciar el viaje. Conducía él mismo su vehículo blindado, su mujer iba sentada en el otro asiento delantero y detrás, el chófer. Más guardaespaldas le seguían de cerca en otro automóvil.

La explosión fue presumiblemente accionada con un mando de control remoto e inaugura un tipo de atentado inédito para la Mafia, que sí había utilizado, en cambio, el procedimiento de coches bombas aparcados en carretera para atacar a otros magistrados.

Sus efectos fueron tan devastadores que apenas ha habido testigos que hayan podido contarlos con precisión, porque la carretera quedó parcialmente destruida y el acceso al lugar del siniestro se vio cortado. Al menos una decena de vehículos resultaron envueltos en la fortísima explosión, que produjo al menos 18 heridos, entre los que había un niño y una pareja de turistas australianos.

Glovanni Falcone, al parecer, todavía respiraba cuando fue sacado de su coche, pero, cuando llegó al hospital de Palermo al que fue conducido, era casi cadáver. Murió minutos más tarde.Sobre su esposa circularon noticias contradictorias. En un primer momento se dijo que su estado era muy grave. Más tarde, que sólo tenía heridas en las rodillas. La noticia final la dio lajefatura de policía de Palermo, en torno a las once de la noche: Francesca Morvillo había fallecido minutos antes, mientras en un hospital trataban de atajar los graves destrozos que la explosión le había causado en las cuatro extremidades.

El atentado fue reivindicado, en una llamada telefónica a la agencia Ansa, por la Falange Armada, una organización fantasmagórica que últimamente se atribuye cuanto de violento ocurre en Italia, incluídos los ataques con bombas reivindicados por la organización terrorista ETA el pasado verano.

Las noticias del atentado sorprendieron a una clase política que continuaba con las consultas para la elección del presidente dela República, tras el fracaso de la votación número 16 realizada durante la mañana de ayer. El ministro del Interior, el democristiano Vincenzo Scotti, y el de Justicia, el socialista Caludio Martelli, viajaron ayer mismo a Palermo.

El presidente del Gobierno en funciones, Glullo Andreotti, manifestó: «Cuando en el centro de una tragedia como ésta se encuentra un hombre como Giovanni Falcone, uno experimenta un sentimiento particular de rabia y de condena. Era un verdadero servidor de la Justica, valeros, independiente y leal. Su lucha contra la Mafia debe proseguir con un vigor redoblado».

‘Tuerza ocu1ta»

‘Tas instituciones en crisis se convierten en el mejor acicate para las agresiones criminales. Es preciso reaccionar antes de que la desconfianza termine poratropellarlo todo», señaló, por su parte, el secretario del Partido Socialista Italiano (PSI), Bettino Craxi, mediante un comunicado emitido mientras estaba reunido con el secretario de los socialdemócratas, Carlo Vizzini.

El líder del Partido Democrático de la Izquierda, Achille Occhetto, sugería, entretanto, a los periodistas que tal vez una ‘Tuerza oculta» pudiera haber orquestado el atentado para, al crear un caos, acelerar la elección del presidente de la República.

La información llegó también hasta el séquito que acompañaba a Juan Pablo II en Caserta, otra zona azotada por la delincuencia, próxima a Nápoles, que visitaba el Pontífice. El cardenal arzobispo de Nápoles, Michele Giordano, manifestó: «A todos nos conmueve y angustia este episodio, en un momento tan delicado de la vida de la nación. Vemos que la Mafia golpea en el corazón del Estado».

25 Mayo 1992

La omnipotencia del crimen organizado

Juan Arias

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La importancia y gravedad del asesinato político-terrorista del juez Falcone radica en que se ha llevado a cabo con una omnipotencia criminal directamente proporcional a la debilidad que en ese mismo momento estaba demostrando el mundo político italiano, incapaz de dar una respuesta adecuada al grito de cambio que le llega de la sociedad y que quedó reflejado en el revolcón que sufrieron los partidos tradicionales en las elecciones del pasado 5 de abril. El hecho de que los líderes políticos, del Gobierno y de la oposición, declararan minutos después de la explosión de los 1.000 kilos de dinamita contra Falcone que no se debía perder un minuto más en la elección del nuevo presidente de la República revelaba ya con mayor dramatismo si cabe la citada omnipotencia de la Mafia, la única capaz de sacudir el aletargado mundo político reunido en el Parlamento en una estéril y patética liturgia presidencial.

El atentado no pudo llevarse a cabo, dadas las circunstancias del mismo (Falcone vivía y viajaba siempre blindado y de incógnito), sin una compleja y eficaz máquina operativa policial-militar. Ello indica que la Mafia sigue no sólo viva, sino con una formidable capacidad organizativa y operativa. Pero, sin resolver este cáncer de la Mafia, que se está revelando más fuerte que el mismo Estado, Italia -tan admirable y envidiable por otros aspectos- continuará inexorablemente su peligroso declive político, que, como había alertado ya tiempos atrás l’avoccato Agnelli, podría colocar al gran país industrial «más cerca de las pirámidas que de la Europa que cuenta».

La eliminación de Falcone reviste además una gravedad especial por el hecho -poco subrayado aún- de que es la primera vez que la Mafia ha golpeado a un personaje del Gobierno nacional, ya que el mítico juez anti-Mafia ocupaba ahora una delicada dirección general del Ministerio de Justicia con repercusión internacional. Hasta ahora sólo el terrorismo rojo o negro había osado golpear a personajes del Gobierno central. La Mafia, nunca.

La incógnita es si algunas raíces del viejo terrorismo derrotado y de los viejos servicios secretos desviados se han trasladado a la Cosa Nostra, con la que habían empezado ya a colaborar durante los últimos graves atentados masivos que en los años ochenta ensangrentaron Italia. Si tal hipótesis se confirmara, estaríamos ante un panorama doblemente dramático. Tan dramático que Gianpaolo Pansa, escritor, agudo analista político, amigo personal del asesinado Falcone, actual director adjunto del semanario L’Espresso, acababa de escribir antes del atentado: «Si los partidos no cambian su forma de actuar, se despertarán mañana con un hombre en uniforme llamando a la puerta del Parlamento con su tanque». Creo que Italia no corre aún ese peligro, porque cuenta con un tejido social profundamente democrático, pero no cabe duda de que el país se halla en el momento más crítico de su historia republicana, y se puede comprometer gravemente, si no despierta de su letargo, su presencia calificada en la nueva Europa.

31 Mayo 1992

Totó Riina, el «capo» de todos los «capos» de la Mafia, ordenó asesinar al juez Giovanni Falcone

Melchor Miralles

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Totó Riina, el «capo» de todos los «capos», uno de los diez criminales más peligrosos del mundo, el jefe de Cosa Nostra, buscado infructuosamente desde hace treinta años por las policías de todo el mundo, fue quien ordenó asesinar al juez Giovanni Falcone. Los policías que investigan la masacre de Palermo están convencidos de que Riina era el único que podía dar el visto bueno a una operación de esta envergadura política. Sólo quien detenta todo el poder de la Mafia podía ordenar una acción criminal de estas características. Sólo Totó Riina, el «corleonesi» que se encuentra en la cabeza de «la Comisión» dispone de autoridad para dar luz verde al asesinato del enemigo número uno de Cosa Nostra. Natoli, Borsellino, De Francisci, Di Lello, Scaduto y Teresi, los jueces que forman actualmente el pool antimafia creado por Giovanni Falcone coinciden con la Policía. Los siete magistrados encargados de investigar la matanza de la semana pasada también están de acuerdo. El asesinato de Falcone, su esposa y tres policías de la escolta ha sido una reafirmación del poder de «la Comisión», una demostración de fuerza. «Han eliminado ahora a Falcone porque han considerado que era el momento idóneo para dejar claro quien manda en Sicilia, para atemorizar a quien aspire a ser un nuevo Falcone, para evitar males posteriores, los males que podía producir un Falcone convertido en superfiscal antimafia», comentaron a EL MUNDO fuentes de la investigación. Siguiendo el ejemplo del magistrado asesinado, los investigadores buscan en Palermo las causas de lo ocurrido. Una vez establecido que Riina ordenó que se «ejecutara» la «sentencia de muerte» dictada hace años, se trata ahora de localizar o al menos identificar a los instigadores directos y a los autores materiales. Aplicando lo que Falcone denominó «el teorema Buscetta», el principio de competencia territorial de la Mafia, se puede establecer que fueron los jefes y los piccioti (soldados) de la zona de Capaci quienes llevaron a cabo la acción con la ayuda de especialistas propios contratados a golpe de talonario. Está línea de investigación lleva, como se apuntó desde el primer día, al clan de los Madonia, dentro de cuyas competencias se encuentra la zona de Capaci. La practica totalidad de los Madonia han sido encarcelados tras las investigaciones iniciadas por Falcone. El capo, Francesco Madonia, fue acusado de haber ordenado el asesinato de Libero Grassi. Respecto a los hijos, Giuseppe fue condenado por el asesinato del capitán de Carabineros Emanuele Basile; Antonino fue acusado de gestionar asuntos ilícitos de la familia; Salvatore fue condenado por homicidios y atentados varios y Aldo compareció ante la Justicia acusado de tráfico de drogas.

Los tres últimos asesinatos importantes cometidos por la Mafia, los de Libero Grassi, Salvatore Lima y Giovanni Falcone se han cometido en territorio de los Madonia, la zona oeste de Palermo que se extiende desde San Lorenzo al Monte Pellegrino, y que incluye la lujosa zona de Mondello y Punta Raisi. Los Madonia, un clan de la Mafia histórica, formalizaron la gran alianza con el clan de los «corleonesi», dominado primero por Luciano Liggio y después por Totó Riina. Las células pr:imarias de la Mafia la constituyen las familias, una estructura con base territorial que controla una zona de la ciudad o de una región de la que toman el nombre. Las familias están compuestas por «soldados» y hombres de honor. Por cada diez soldados hay un «capo decima» llamado representante, al que asiste un «vice capo» y de uno o dos consejeros. El representante de un grupo de familias está subordinado a un «capo mandamento». Sobre cada familia está «la Comisión», órgano colegiado presidido por un «capo» que ejerce de primus ínter pares. Desde los años setenta, quien llega hasta la máxima responsabilidad de la cúpula se convierte en el «capo de tutti capi», el jefe de todos los jefes, un oligarca con poder absoluto. Y ahí está colocado Totó Riina. Es su responsabilidad asegurar el respeto a las reglas internas de Cosa Nostra y cursar órdenes que han de ser obedecidas de modo ciego. Por poner un ejemplo, los jueces de Palermo han sabido a través de arrepentidos que hace pocos meses hubo quien quiso asesinar al juez Borsellino, miembro del pool antimafia, pero Riina no dio la pertinente autorización. Desde los años ochenta, Riina detenta el poder absoluto. La última Comisión conocida estaba compuesta por Michele Greco, Antonio Salomone, Bernardo Busca, Stefano Bontade, Salvatore Inzerillo, Salvatore Scaglione, Pippo Caló, Francesco Madonia, Nené Geraci, Calogero Pizzuto, Totó Riina, Bernardo Provenzano e Ignazio Motisi. Después se integró Pino Greco Scarpuzzedda, que como prueba . última de coraje ante el juramento asesinó al coronel de Carabineros Giuseppe Russo.

En 1979, Totó Riina, que hoy tiene 62 años, se hizo con todo el poder a costa de Greco y Contorno. La sombra de Riina se encuentra sobre todos los asesinatos. Todos los arrepentidos hablan de él con mied9. El arrepentido Totuccio Contórno sostiene que «desde hace treinta años los carabineros le persiguen, y él permanece en Sicilia, entra y sale de la isla como quiere y cuando quiere. Incluso, se mueve por las calles de Palermo a bordo de un coche blindado, escoltado por una quincena de hombres armados hasta los dientes». Riina formó parte, junto a Stefano Bontate y Gaetano Badalamenti, del triunvirato creado a finales de 1963 para reconstruir Cosa Nostra, tras la guerra desencadenada por Michelle Cavataio. En 1978 se pasó del triunvirato a la recomposición de la cúpula, formándose una especie de consejo de administración compuesto por los «capos» de las familias más fuertes. En 1979 se hizo con todo el poder Riina que en 1981 dejó definitivamente claro quien mandaba asesinando a Stefano Bontade. Badalamenti se fugó a Brasil vía España. Fue la segunda gran guerra de la Mafia, con miles de muertos en tres años. Buscetta y Contorno, los únicos con capacidad «militar» para resistir algo a Riina, a los «corleonesi», asistieron a un sistemático exterminio de sus hombres, de sus amigos y de sus parientes más próximos. Al final optaron por convertirse en los grandes arrepentidos, firmaron su sentencia de muerte y desaparecieron del mapa, protegidos por la Policía italiana y el FBI, cambiaron de identidad, de país y de aspecto físico. Aún así, saben, como Falcone, que su deuda únicamente pueden saldarla con la muerte, natural o provocada, pero con la muerte. «Cossi e la Mafia».