24 enero 1979
Fracasó un intento de coalición con la Derecha Democrática Española (de Federico Silva) para unir los votos de los partidos de derecha contrarios a la Constitución
Blas Piñar presenta la coalición Unión Nacional, en la que se unen Fuerza Nueva, Falange, Círculos y Tradicionalistas
Hechos
El 24.01.1979 se presentó la coalición Unión Nacional formada por Fuerza Nueva; Falange Española-de las JONS; los Círculos José Antonio y la Agrupaciónde Juventudes Tradicionalistas.
Lecturas
El 17 de enero de 1979 se formalizó la presentación de listas de la coalición Unión Nacional, coalición liderada por Fuerza Nueva, Falange Española de las JONS y los Círculos José Antonio, que ya fueron aliados en 1977 en la fallida coalición Alianza Nacional 18 de Julio.
En esta ocasión la Unión Nacional será encabezada por D. Blas Piñar López (Fuerza Nueva) como número 1, D. Raimundo Fernández-Cuesta Merelo (Falange Española de las JONS) de número 2 y D. Diego Márquez Horrillo (Círculos José Antonio) como número 3. Los siguientes miembros de la lista son D. Joaquín Gias Jove, D. Luis Martínez Eguilaz Calvo, D. José María Otegui Cárdenas y D. Bonifacio Varea González.
La Unión Nacional negoció con Derecha Democrática Española de D. Federico Silva Muñoz la posibilidad de presentar candidaturas comunes, pero al final no ha habido acuerdo.
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LAS FIGURAS MÁS DESTACADAS DE UNIÓN NACIONAL
D. Blas Piñar López, presidente de Fuerza Nueva, será el cabeza de lista por Madrid, lo que le convierte en líder de facto de la nueva coalición franquista.
El ex ministro D. Raimuno Fernández Cuesta, Jefe Nacional de Falange Española de las JONS, será el número 2 de la candidatura por Madrid.
D. Diego Márquez Horrillo, líder de los Círculos José Antonio, será el número 3 de la candidatura por Madrid.
El periodista D. Ismael Medina del diario EL ALCÁZAR, será el cabeza de lista por Cuenca.
D. Manuel Valdés Larrañaga – ex vicesecretario general del Movimiento-será el cabeza de lista por Castellón.
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21 Febrero 1979
La unidad de España
Para todo español de «conciencia, obra y deseo», como decía ese gran hispano que se llamó Rubén Darío, una cosa es la ciudadanía y otra la nacionalidad. La ciudadanía supone un vínculo jurídico y administrativo con un Estado, mientras que la nacionalidad implica una adhesión intelectual y emotiva con una Patria. Se nace ciudadano por ius soli o por ius sanguinis, de una forma fría y mecánica. Se tiene conciencia de la propia nacionalidad cuando, en esa infraestructura que viene dada por el lugar del nacimiento o por la sangre que se hereda, se vive la integración voluntaria y llena de ilusión en una comunidad política con formada hístóricamente, dotada de un ímpetu creador, distinta de las demás y perfilada con sus propios caracteres identificadores.
El hecho de que la Constitución aprobada el pasado 6 de diciembre y sancionada en una clima de gélida insensibilidad se refiera por una parte a España y por otra a nacionalidades, permite intuir que en la intención de quienes la han ideado y confeccionado caben a un tiempo ciudadanía y nacionalídad: la primera, como vínculo con un Estado, y la segunda, como adhesión a las naciones que de algún modo se han dado cita en aquél. De este modo, España pierde su ser, transformándose, a lo sumo, en el Estado español, es decir, de substantivo en adjetivo, mientras que comarcas definidas, con su personalidad diferenciada, pero integradoras de una comunidad, se conviertan en nacionalidades, y por consiguiente, en patrias, con su propio quehacer y su propio destino.
Fuerza Nueva, por sí y como miembro activo de Unión Nacional rechaza este malabarIsmo y entiende que si España es una nación no se compone de nacionalidades. y que, por el contrario, si las nacionalidades existen, España ha dejado de ser una nación. De aquí que el texto constitucional sea ab initio una contradictio in terminis, ocomo lo habría calificado García Morente, «un imposible histórico», ya que no es posible una Constitución para España que, no obstante invocar este nombre, comienza por negar su existencia. Este vicio subyacente y ontológico hace que para mí, aparte de otras consideraciones de peso, tanto de fondo como de forma, la Constitución del 6 de diciembre sea radicalmente nula.
Por encima y al margen de todo esquema político aplicable a España, se encuentra, sin duda, España misma como destinataria y beneficiaria del mismo, perojamás como víctima o como reo. Proclamar bien alto que España es nación y que su unidad no puede dividirse y aventarse en nacionalidades, constituye hoy, con frase de Ramiro Ledesma Ramos, una consigna revolucionaria, en el más noble sentido que a este vocablo corresponde en una coyuntura disgregadora como la presente.
En el primer enunciado del programa de Unión Nacional se dice por ello que «la unidad de España no es negociable». Conviene, sin embargo, exponer, aunque sea de modo sucinto, en qué.consiste esa unidad, para que no se quede en un enunciado sin contenido, cuáles son los pilares en que descansa, sus razones profundas y biológicas, porque sólo conociéndolas, amándolas, defendiéndolas y fortificándolas evitaremos que esa unidad se cancele y que España subscriba su dimisión para convertirse en una ficha amarillenta de archivo.
Para mí, hay a modo de siete signos, casi me atrevería a calificarlos de sacramentales, de nuestra unidad, y son los siguientes:
Unidad de historia: España, como unidad, nace con Recaredo. Los Reyes Católicos no hicieron la unidad de España. Fernando e Isabel la rehicieron y ha llegado intacta hasta nosotros. Los reinos de la Reconquista no trataron de perpetuarse, ya que se sabían instrumentos para el recobro de la. unidad perdida por la invasión sarracena.
¿Tiene algún derecho la generación presente, por abulia del pueblo o deserción de sus cuadros directivos, a romper la unidad de la historia común, a renegar de España, a olvidarse, sin memoria colectiva, de la voluntad de fundación, como decía José Antonio, que le ha dado el ser y la vitalidad?
Unidad territorial: La unidad de España comprende lo que llamamos la España peninsular, la insular y la africana; y también la España irredenta y, por tanto, el peñón de Gibraltar.
Unidad social: Es decir, unidad de convivencia, que repudia, como un pecado contra el espíritu de la Patria, los tres separatismos, de los hombres, las clases y las tierras.
Unidad política: Porque entendemos que España es un pueblo, una Patria y un Estado. A España la integran y fortalecen sus regiones. Pero España no se debilita y desin,tegra. en nacionalidades. El Estado está al servicio de la nación, y por ello mismo, el Estado ha de ser único, aunque su Administración deba descentralizarse, precisamente para que, siendo más ágil, sirva mejor al cometido del Estado, que no es otro que el bien com ún de los españoles.
Unidad religiosa: Pues España ha sido conformada por el catolicismo, y sin la unidad en tomo a él quiebran, como dijo Menéndez y Pelayo, las otras unidades. ¡Que esto disuene hoy no quiere decir que no sea una verdad como un templo! Unidad de fe, sin mengualporque así lo requiere esa misma fe, del derecho civil a la libertad religiosa como inmunidad de coacción.
Unidad consigo misma: Que eso significa lealtad a la tradición, a las constantes identificadoras del ser nacional, al hilo continuado de la propia personalidad, manteniendo y aumentando el pulso colectivo, reuniendo en un solo pálpito la herencia recibida y el gen creador.
Unidad de destino: Porque del fondo del pasado nace nuestra revolución. Con esa unidad se garantiza la empresa asumida por la Patria, incorporando a ella a cada generación que se sucede, dando al pueblo, por encima de la sensación de masa que vegeta, la energía vital renovadora de su misión en lo universal.
Esa unidad de España, fruto de las siete unidades que acabo de exponer, no puede negociarse, es una res sacra, no está en el comercio de los hombres, es un legado de honor que nos comprometemos a entregar intacto a nuestros hijos.
Así entendemos la unidad de España los hombres y las mujeres de Fuerza Nueva y Unión Nacional.
15 Febrero 1979
Contribución a la verdad
Falange Española de las JONS, que, integrada en la coalición Unión Nacional, concurre a las elecciones generales para el Congreso y el Senado, quiere utilizar la tribuna de este periódico, cuyo ofrecimiento mucho agradece, para explicar esquemáticamente al electorado lo que Falange realmente es, y no lo que tendenciosamente se le atribuye.
No lo hace como justificación, o defensa, ni por aquello del excusatio non petita, sino para que el votante, al optar entre los distintos programas que los partidos le ofrecen, sepa lo que realmente, vota y no quede engañado por interpretaciones equivocadas o errores de imputación.
Falange no es totalitaria, los partidos totalitarios tienen como base de su doctrina el Estado, la raza o la clase. La Falange, por el contrario, el respeto a la dignidad, a la independencia y a la libertad del hombre. Y al igual que el socialismo, entiende que el Estado no puede permanecer cruzado de brazos en actitud bobalicona ante los problemas de la nación, mirando quién es el que trepa mejor por la cucaña y se lleva el premio, a veces contra el Estado mismo, que está mirando trepar.
El Estado, entiende la Falange, tiene algo que hacer y algo en qué creer, y este sentido de la eficacia ejecutiva del Estado es diferente del totalitario, como lo es también del que esté al servicio de grupos, clases o partidos, y no al de toda la comunidad, es decir, que para Falange, el Estado es un instrumento al servicio de la nación.
A la Falange también se la tacha de antidemocrática, y ya el hecho de concurrir a estas elecciones es prueba de que no lo es. La Falange quiere que el pueblo legitime con su consentimiento a los gobernantes. Que participe directa o representativamente en sus tareas, que controle su acción. Lo qué sucede es que la Falange cree que esa representatividad y participación, es más efectiva y lógica a través del voto de los ciudadanos considerados, no sólo como tales, sino en razón de su situación social concreta. No se trata de una representación corporativa, sino directa, personal, democrática y pluralista, y que fue defendida ya hace muchos años por personalidad tan poco sospechosa de totalitaria como don Julián Besteiro.
La Falange no hace de la violencia norma de conducta. El argumento que se emplea siempre para demostrar lo contrario es la frase referente a la dialéctica de los puños y de las pistolas, expresión literaria, de un discurso pronunciado hace 45 años, y que se cita siempre aislada de su total contenido.
En cambio, nunca se recuerda el calificativo de «franciscana» que despectivamente se le dirigió públicamente a la Falange, por la resignación con que soportaba las constantes agresiones y atentados.
A la Falange se le atribuyen actos reprobables, y creando un ambiente de escándalo y de incitación a la represalia, se convierte en responsabilidad colectiva cualquier acción individual, de la que, caso de existir, será responsable el que la haya cometido.
A la Falange se la tacha también de anticultural, contraria a la convivencia y a la reconciliación nacional, con olvido, entre otras cosas, que Falange rescató para la dialéctica de nuestra cultura a Ortega, Unamuno, Marañón Menéndez Pidal, Eugenio d’Ors y tantos otros intelectuales progresistas, sin necesidad, claro es, de olvidar por ello la gloria de Menéndez Pelayo, Vázquez de Mella, Ramiro de Maeztu, etcétera. Y es que la Falange respeta todo lo bueno, noble y valioso que en el campo de la cultura se diga o se haga, sin partidismos ni discriminaciones.
Los falangistas no son unos energúmenos amantes de la aventura y de las soluciones violentas, unos reaccionarios trogloditas, unos inmovilistas anclados en el pasado, sino hombres que viven en la realidad, que comprenden las necesidades y exigencias sociales de nuestro tiempo y que quieren contribuir a su satisfacción mediante el diálogo, la convivencia y la paz social.
La Falange, en definitiva, parte de una base nacional hacia una actitud social y no ha querido nunca una España escindida entre el rencor de los vencidos y el triunfalismo de los vencedores.
Si las anteriores consideraciones han servido en algo para orientar al elector y disipar en él ideas equivocadas al dar su voto, Falange agradecerá doblemente a EL PAIS el ofrecimiento de sus páginas