26 septiembre 1967

Su ruptura se produce después que el columnista escribiera cuatro artículos criticando a la banca privada

Cándido rompe con el diario ABC por quitarle su columna diaria tras atacar a la banca privada y elogiar al Che Guevara

Hechos

El columnista D. Carlos Luis Álvarez ‘Cándido’ decidió abandonar el periódico ABC después de que su director D. Torcuato Luca de Tena y el consejo de Prensa Española decidieran retirarle su columna diaria ‘Ultima Hora’ y declinando la oferta de continuar en otra sección.

Lecturas

El columnista de ABC Carlos Luis Álvarez Álvarez ‘Cándido’ publica un serial de artículos contra la banca privada como réplica a la defensa de la banca del Diario Madrid. Sus argumentos son replicados por Víctor de la Serna Gutiérrez Repide (hijo de Víctor de la Serna Espina) con el seudónimo ‘Jaime Hierro’.

En 1967 el columnista de ABC, D. Candido Luis Álvarez ‘Cándido’ escribió cuatro columnas contra la banca. Una de ellas fue replicada por D. Víctor de la Serna y Gutiérrez Repide bajo el seudónimo ‘Jaime Hierro’. Además, por esas fechas, falleció el guerrillero comunista D. Ernesto Che Guevara, sobre el que ‘Cándido’ escribió otros dos artículos. Se dio la circunstancia de que en octubre el consejo de la empresa editora de Prensa Española dedició suprimir la columna del periodista judío.

Versión de Pedro de Lorenzo (subdirector de ABC) en sus memoris ‘Diario de la Mañana’:

Pasó el verano y, el 20 de octubre, consejo de dirección del 20 de octubre, el presidente del de administración que se jubilaba tres días después, propuso, inuqieto con la colaboración de Carlos Luis Álvarez, sustituirla con el propio director, que era yo, o con Torcuato Luca de Tena, en excedencia, o con Lucio del Álamo. Por ese orden. El consejo estudió detenidamente el problema. Asistía a ese consejo Torcuato. Se examinaron las circunstancias todas y antecedentes. La conclusión fue que no había por qué mantener la columna. Aprobada su desaparición, ofrecí a Carlos Luis Álvarez el ‘Mirador Literario’ . (…)

Hablamos. Horas en mi despacho, pero el diálogo imposible: a mis razones oponía emociones. Causó baja a petición propia en la redacción de ABC. Me dijo que el ‘Mirador literario’ era el sueño de su vida. Extendí el ofrecimiento: podía publicar dos o tres columnas mensuales en ‘tercera’; ¿le interesaría marchar de corresponsal al extranjero? Nunca he dedicado más alta consideración ni más cuidado en el tratamiento de un cese. Inútil. 

Versión de Cándido en sus ‘Memorias Prohibidas’ (Pag. 207-208)

Desconozco cuanto se dijo en aquel consejo, pero no que la empresa padeció presiones de Carrero Blanco, que con toda certeza había hablado con el patrón, Juan Ignacio Luca de Tena. Comprendo bien que ABC no pudiera hacerse cargo ante mí de aquellas presiones, no tanto porque dudase de mi madurez para aceptar los límites del juego que yo había traspasado como para que no dudase yo de su autonomía, mantenida ante cualquier oficiosidad política. Todo se resolvió en una apariencia corregida, de todos modos, por una transparencia, pues mi columna, que no era una más sino la única que se publicaba en ABC, era liquidada por algo y su pequeña muerte, dictada desde las zahúrdas del poder político y financiero, no exigía compensación alguna. Así y todo, la casa me la ofreció. (…)

Estimo la capacidad de penetración de Pedro de Lorenzo, pero no entiendo que redujese mi decisión de abandonar ABC al orgullo. Tengo la dosis de orgullo que se precisa para vivir, pero la necesidad profunda de nostalgia me hace ver en cada instante lo que deseo y lo que no consigo. Sufro de mi propia imperfección. Es verdad que Luis Calvo me confió que Torcuato Luca de Tena, en aquel consejo, sugirió que me encomendaran la sección de Sucesos. Sé bien, y lo sabía entonces, que no había nada peoyorativo en aquel encargo, sino que Torcuato, como apunta Pedro, recordaba con excesiva admiración mis crónicas de enviado especial a Agadir cuando la ciudad fue destruida por un maremoto. En el periodismo hay periodistas pequeños, pero no secciones pequeñas. De modo que no me repeluznó el verme de redactor de sucesos sino el que me despojasen de la columna que escribía sin informarme confiadamente de los verdaderos motivos.  (…) Me vi en la calle, a la intemperie. Las odos frustraciones de largo camino hacia la soledad se habían consumado, la de Índice y la de ABC. 

Cándido

15 Septiembre 1967

DEFENSA DE LA LETRA DE CAMBIO

Cándido

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"Los bancos empiezan y acaban en sí mismos"

Papi, como te he dicho en mi última carta, el jueves, después de merendar, me voy a pegar un tiro. Supongo que la idea no te agradará mucho. Voy a explicarte el asunto por encima, pues comprendo que sentirás cierta curiosidad. Con los veinte mil duros que me diste y quince años de trabajo pude levantar una industria, como tú sabes, de algún fuste. Para darte gusto me convertí en un discípulo pesimista de Adam Smith, en el sentido de admitir el hecho de que a una mayor riqueza corresponden menos gastos. No te quiero contar lo que yo he trabajado y lo que aún me cuesta vender lo que necesito vender al precio más conveniente para poderlo vender. Tú sabes, papi, que tenemos aquí buena gente, y que de su inteligencia y de su trabajo depende el buen éxito de la producción. No hemos exacerbado a nuestros clientes con un solo disgusto. Seguramente por eso presentamos neustras facturas y son aceptadas. Como tú me educaste muy bien, dejo que trasncurra un lapso de tiempo correcto entre la presentación de la factura y la pretensión de cobro. Son cinco, diez, quince o veinte días, según los casos. Cuando nos pagan lo hacen con una letra de cambio, que, si no ha cambiado, continúa siendo un documento mercantil perfectamente legal. Con esto debiera quedar resuelto el ciclo. Pero no es así. ¿Qué harías tú, papi, con un gran paquete de letras de cambio? No me lo digas, a ver si yo lo sé. Pues… utilizar el único recurso posible, que es presentarlas a tus banqueros. Yo hago esto en la seguridad de que la letra de cambio debe ser un valor absoluto, no relativo, pues sí es relativo pierde su facultad creadora al convertirse en símbolo de la incertidumbre económica. A pesar de todo, es el instante en que empieza el paseo de la letra a través de la rueda de banqueros. Intervienen entonces factores misteriosos para los que no parece contar nada la solvencia del librado y del librador, ni la liquidez bancaria, ni el redescuento del Banco de España, ni que el descuento pedido no sobrepase el riesgo otorgado. Todo esto determina que la forma de pago mediante letras sea vista aproximadamente como una acción de picaresca extracomercial. En cualquier caso, la operación se demora durante largos días, que a veces son mortales para el proceso industrial. Hoy se devuelven letras masivamente porque existe un desprecio en origen hacia este género de documento. Los Bancos empiezan y acaban en sí mismos. Una empresa privada, como es la mía, sin relación estructural con las entidades bancarias, queda habitualmente desasistida y su desarrollo condicionado al buen humor de una comisión. Pienso que si no se respeta inicialmente el automatismo de la letra de cambio, la dinámica empresarial se descoyunta y paraliza, y con ella todo el plan. En fin, papi, que no aguanto más esto. Yo me pego el tiro, y a ver qué pasa.

Candido

27 Septiembre 1967

CÁNDIDO, LAS LETRAS FINANCIERAS

Víctor de la Serna y Gutiérrez Repide ('Jaime Hierro')

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Señor director: Mucho me temo que al tomar la pluma para dirigirle estas líneas incurra en un pecado casi imperdonable en las columnas de los periódicos españoles en 1967.

Figúrese, señor director, que voy a tratar nada menos que de defender a la banca privada de algunas acusaciones que me parecen injustas. Ya comprendo que al hacerlo concito sobre mí la cólera y el anatema de decenas de plumas mucho más brillantes que la mía y que en los últimos tiempos parecen haberse trocado en rápidas escopetas dedicadas a la caza del banquero.

A este grupo diria yo que se ha incorporado la de ese soberbio escritor que firma, con el seudónimo ‘Cándido’ una de las columnas más atractivas y agudas de la Prensa española.

(…)

Para Cándido no es tolerable que los bancos no respeten inicialmente el automatismo de la letra de cambio. Si no me equivoco, lo que desea Cándido es que la letra de cambio sea un documento de validez tan indiscutible como un billete del Banco de España.

Si me lo permite, señor director, yo opondría a la tesis de Cándido las siguientes observaciones: COmo usted sabe los Bancos conceden a sus clientes una clasificación para descuentos de papel comercial que permite que se formulen las remesas de letras hasta el límite preconstituido. No exagero nada, y millares de empresarios ratificarían, estoy seguro, mis palabras, si digo que ese límite se rebasa en muchos casos.

Una clasificación de papel comercial no puede suponer en ningún caso el automatismo en el descuento que propugna su ilustre colaborador. El Banco no sólo tiene el derecho, sino también la obligación, de examinar la verdaera naturaleza del papel, evitando que éste no sea comercial y desemboque en la viciosa práctica del ‘peloteo’, cuyas acciones se han definido por la jurisprudencia del Tribuna Supremo como delitos de estafa. Obvias razones generales de economía imponen la selección del papel, y si en estos momentos, por el volumen considerable del descuento comercial, es prácticamente imposible en muchos casos advertir situaciones de papel de colusión, no hay que decir si lo que acontecería en la práctica si el descuento de las letras hubiera de ser automático.

Los Bancos administran en gran parte dinero ajeno y sus préstamos deben revestir las más rigurosas cualidades de solvencia y de liquidez. Es ésta una obligación que imponen todas las legislaciones bancarias del mundo.

En este aspecto el ejemplo máximo lo da la Banca oficial, cuyo rigor y cuyas exigencias en la concesión de préstamos alcanzan el grado máximo. Para poner un ejemplo le diré, aunque usted ya lo sabe, que tanto el Banco de Crédito Agrícola como el Banco de Crédito Industrial no prestan más que con hipotecas que cubran holgadamente el importe de sus créditos y que, en tanto que aquéllas no se constituyan y sean efectivas, obligan a los prestatarios a procurarse un aval bancario.

En cuanto a esas financieras a las que alude Cándido me parece útil hacer la diferencia entre las sociedades financieras creadas al amparo de una legislación del Ministerio de Hacienda y que son apoyadas por los Bancos precisamente para colaborarar con la política económica del Gobierno gozando incluso de líneas especiales de redescuento en el Banco de España y aquellas otras que no se ajustan a esas disposiciones, que hacen la guerra por su cuenta y que actúan en forma absolutamente perturbadora para una correcta política crediticia.

Finalmente, en el último de su artículos, Cándido se pregunta – utilizando un eufemismo absolutamente admirable – si el afán de la especulación pura (‘esa especie de ecolástica mercantil cuyo objetivo no es la creación de riqueza, sino la acumulación de capital’) no debería ser normalizado por lo que, según él, se podría llamar el ejercicio de la voluntad central. Para mí, esta expresión, traducida a un lenguaje menos elegante, significa ‘nacionaliación de la Banca’.

Permítame que le exprese mi escepticismo ante ciertas avideces por esa nacionalización, sobre todo cuando pienso que en paises con Gobierno socialista, como Inglaterra – cuna de las instituciones bancarias – o como Suecia, y que en países tan prósperos y con un reparto de riquezas tan justo como Estados Unidos y Suiza, naide ha pensado en nacionalizar la Banca; y cuando pienso que en Francia la propia izquierd antigaullista ha alzado alguna voz para criticar la precipitada nacionalización de ciertos Bancos en 1945. CUando pienso en todo esto, repito, mis dudas sobre los beneficios que pudiera reportar al país una especie de RENFE bancaria son tremendas.

Mande como guste a su affmo.

Jaime Hierro