9 febrero 1994

Congreso PSC-PSOE 1994 – Raimon Obiols es reelegido líder entre sombras de división interna y las salpicaduras del caso Filesa

Hechos

El congreso se celebró el 9 de febrero de 1994.

Lecturas

D. Raimon Obiols asumió el liderazgo del PSC-PSOE en el año 1983, pero no logró el objetivo de que el PSC lograra la presidencia de la Generalitat de Catalunya arrebatándosela a D. Jordi Pujol.  D. Raimon Obiols fue candidato a la presidencia en tres elecciones consecutivas: las autonómicas de 1984, las autonómicas de 1988 y las autonómicas de 1992. Y el resultado fueron 3 mayorías absolutas para D. Jordi Pujol (CiU).

En este periodo las grietas internas dentro del PSC han seguido aumentando. Este congreso del PSC ha sido prueba de ello, será el último en el que D. Raimon Obiols sea reelegido. La retirada política de D. Raimon Obiols como primer secretario se produce en octubre de 1996.

UN CAPITÁN SALPICADO POR LA CORRUPCIÓN:

D. Josep María Sala, exsecretario de Organización del PSC, ha quedado consolidado como uno de los ‘hombres fuerte’ del PSC, al encabezar el bando de ‘los capitanes’, que representan la defensa de poder territorial frente al deseo del Sr. Obiols de un poder sectorial. Mientras que el vicepresidente del Gobierno español, D. Narcís Serra representa el sector más metropolitano y el alcalde de Barcelona D. Pasqüal Maragall, el sector más nacionalista.

09 Febrero 1994

Cicatrices del PSC

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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EL CONGRESO de los socialistas catalanes descubrió unos desgarros internos cuya magnitud sorprendió incluso a sus propios dirigentes. El PSC llegaba a esa cita con un sanedrín pactado por la cúpula y un elaborado discurso de renovación. El congreso, que se esperaba plácido, fue planteado como un intento de proyectar este mensaje renovador a todo el PSOE desde una organización que desconocía las estentóreas disputas entre familias. El voto de castigo a su primer secretario, Raimon Obiols, y las tensas negociaciones de madrugada para dar una salida a la crisis doméstica han hecho añicos esta imagen y, por tanto, mermado el protagonismo del PSC en el próximo cónclave socialista. Algo de lo que se resentirá personalmente Narcís Serra.La sonora explosión de esta larvada crisis tiene más de un componente que no ha encontrado su solución final en la negociación de una nueva cúpula donde entra inadvertidamente, pero con grandes apoyos, un militante reciente del PSC: José Borrell. La figura de un primer secretario sin cartel electoral ha desinhibido a los delegados. Es más fácil castigar a un líder que no aporta ganancias electorales que a otro cuyo carisma personal le permite sobreponerse en unas elecciones a un partido apesadumbrado ideológicamente y contaminado de rencillas personales.

Obiols, cuya seriedad intelectual no ha sido atractivo suficiente para batir a Pujol en las autonómicas, ya había anticipado que no iba a ser el nuevo candidato del PSC en la próxima contienda catalana. Y la razonable previsión de que puede irse a una nueva derrota no es un aliciente para ningún sustituto. En el análisis de estas derrotas ya hay signos de discrepancia en el seno del partido. Pasqual Maragall apuesta por atraer al sector del catalanismo liberal insatisfecho con las ondulantes estrategias de Pujol y sustenta la estrategia en el intento de ganar posiciones en segmentos de la burguesía catalanista. Otro sector del partido, al que no sería ajeno Narcís Serra, parte del convencimiento de que el PSC ha dejado parcialmente huérfano al electorado metropolitano y popular, poco receptivo a expansiones nacionalistas, y que, tras votar a Felipe González en las generales, se refugia en la abstención en las autonómicas.

En esta crisis ha tomado relieve y poder una figura que todos habrían descabalgado de cualquier quiniela al tener sobre sus espaldas la sombra de Filesa: Josep María Sala. Desde su anterior responsabilidad como secretario de Organización ha encabezado un movimiento de castigo que, bien o mal controlado, ha arrojado sus rendimientos para él y para los llamados capitanes: dirigentes territoriales que veían con desagrado tanto la intención de Obiols de potenciar la estructura sectorial del partido como las insinuaciones de Maragall de hacerse con una plataforma de apoyo exterior al partido.

Pero si la crisis ha aflorado ha sido, sobre todo, por la novedad, introducida en este congreso, del voto secreto de los delegados al informe de gestión. Se ha dado la paradoja de que una apuesta insignia de la filosofia renovadora -mejorar la democracia interna ha perjudicado a sus principales valedores y, tras el revolcón del viernes, algunos de ellos dudan ahora de la conveniencia de mantener el voto secreto. Una marcha. atrás comprometería, sin embargo, la sinceridad del empeño. Es lógico que las votaciones sobre asuntos programáticos sigan siendo visibles para que se sepa si los delegados cumplen con el mandato de quienes han delegado en ellos su responsabilidad congresual; pero el secreto en las votaciones que afectan a la composición del propio aparato partidista -a las personases una garantía contra enjuagues que pueden acabar secuestrando la opinión de los afiliados.

Pero el resultado demuestra que la reforma era verdadera, y arriesgada, y ello es un mérito que debe reconocerse a los socialistas catalanes. Tras el congreso, se abre una nueva etapa en el PSC donde se deberá comprobar la reparación de heridas personales, la efectividad del nuevo sanedrín de dirección compuesto por sus líderes más destacados y la mejora de sus mecanismos de comunicación con las bases. Asimismo, deberá dicho partido precisar con qué mensaje acude a las elecciones autonómicas, precisión que dibujará muy claramente el perfil del candidato.